Recuerdo
que cuando era
pequeño tuve por lo menos dos huchas: una con forma de casita, que era
de plástico y podía vaciarse fácilmente sin romperla y volver a
utilizarse, y otra, más típica, que me viene a la cabeza ahora, que era
un cerdito de barro con una rendija en el lomo para insertar las monedas
y que había que romper para poder disfrutar de la riqueza acumulada.
Era el cerdo símbolo de prosperidad, y una garantía de abundancia para
el futuro, ya que su sacrificio ofrecía a la familia una fuente de
proteína animal de jamones, chorizos, morcillas y embutidos varios que
podían durar en la despensa hasta un año después de la matanza.
Mi
padre me daba semanalmente la paga:
un duro, o sea, cinco pesetas. Yo sabía que, si en lugar de gastar
esa paga en chucherías, la guardaba en su totalidad o en parte en la
hucha, ahorraría al cabo de mucho tiempo un dineral -todavía no entendía
yo muy bien la palabra "capital"-, y juntando mis ahorros, una vez rota
la alcancía, podría comprar
algo que ahora deseaba... el día de mañana. La ilusión por ese algo
indefinido alimentaba mi deseo de ahorrar, pero enseguida comprendía que
ese algo era como la zanahoria que se le pone al burro para que camine
hacia delante sin distracción, algo siempre futuro y, por lo tanto,
inalcanzable por esencia, condenándome a mí mismo al suplicio de
Tántalo: se ve en la imaginación del deseo pero no se toca. Yo lo
deseaba aquí y ahora pero no tenía el dinero para comprarlo todavía. El
problema era que cuando hubiera alcanzado la suma necesaria quizá ya no
lo desearía... Aprendía así yo el valor del dinero, del futuro y del
ahorro o sacrificio a tumba abierta del presente.
Me ha sorprendido ahora, bastante entrado ya en años, al hilo de estos recuerdos, la
publicación y la polémica de un libro de economía para niños, escrito por María
Jesús Soto Barragán, y titulado “Mi primer libro de economía,
ahorro e inversión (Educación Financiera Básica)”, porque es un libro
de texto que se imparte en los colegios de primaria de Castilla y
León.
En la portada vemos a los
jóvenes protagonistas Carol y Nico con un simpático perrito. Nico señala una planta que
crece sobremanera y cuyas hojas llevan inscritos los símbolos
pecuniarios de la libra, el dólar, el euro, el yen... La planta parece que
es abonada con monedas y regada por Carol, que exclama entusiasmada:
“Un libro para enseñar a jóvenes y... ¡no tan jóvenes!”·
Detrás de ellos un monstruo cornudo, que representa la inflación. Y junto a
una hucha el lema: ¡Aprende a ser un
inversor responsable, descifrando los enigmas de las finanzas!
La
propaganda del libro dice lo siguiente: Con ellos, se refiere
a Carol y Nico, aprenderás cómo nacieron los primeros billetes
y monedas, pues el dinero no cae del cielo y ganarlo o perderlo tiene
sus riesgos y no siempre la misma rentabilidad. Te enseñarán qué
es ahorrar e invertir, cómo se elabora un presupuesto y qué
profesionales nos ayudan a invertir bien y evitar que el monstruo de
la inflación (sic) se coma (resic) nuestros ahorros. Mediante
explicaciones sencillas, ejemplos, curiosidades, tiras cómicas y
unas magníficas ilustraciones, comprenderás palabras que escuchas a
tus padres o en la radio, que lees en prensa, libros e internet, y
que ahora no sabes qué significan.
Las
últimas líneas del
párrafo transcrito tienen un indudable cariz pedagógico: se trata
de enseñar a los más pequeños a comprender palabras que oyen a
todas horas y cuyo significado desconocen, benditas criaturas: sabia
ignorancia la suya, que diría Nicolás de Cusa. Supongo que se refieren
a déficit, superávit, inflación, microeconomía... y demás
monsergas propias de un adoctrinamiento capitalista bastante
perverso.
La
diputada de Podemos en
Castilla y León Lorena González Guerrero ha denunciado con gran
acierto y valentía desde mi punto de vista la imposición de este libro
en los
colegios de su Comunidad en un vídeo titulado “Escalofriante”,
publicado en el muro de Podemos en Feisbuq, donde lamenta, entre otras
cosas, que los libros de texto de primaria fomenten la usura.
Han arreciado las
críticas desde los sectores más conservadores y ultramontanos contra las declaraciones de la diputada. Dicen
que la formación morada “ha vuelto a hacer muestra de su ideología
comunista y anticapitalista: se ha quejado de que un libro explique a
los niños cómo ahorrar para el futuro.”
Pero tiene razón Lorena
González Guerrero, por mucho que les pese a los conservadores: Que
se enseñen en los colegios de primaria conceptos como el ahorro, la
inversión, la inflación o el trabajo para ganar dinero y poder
pagar una buena universidad (se sobreentiende que con lo de buena se
refieren a “privada”) son adoctrinamiento capitalista que prepara
a los estudiantes de primaria para que cuando lleguen al instituto de secundaria se decanten por la economía de la
empresa, por ejemplo, en detrimento de otros saberes y estudios humanísticos.
Lo
paradójico del caso
es que la crítica que ha hecho la diputada
ha conseguido despertar el interés por el libro, convirtiéndolo
en un superventas. Hay quien considera que es un libro magnífico, muy
pedagógico e interesante y muy adaptado a las capacidades limitadas de
los niños. Sin duda la mejor educación que se les
puede dar a los pequeños para no ser analfabetos... financieros. Así nos
luce el pelo.
La mente (económica) humana es una máquina de destrucción 'inteligente' que para alcanzar su sostenebilidad no solo tiene que ocuparse de destruir el habitat sino tambien de introducir una deformación en las mentes viniendole con cuentos desde las edades más tempranas. Se trataría de 'invertir' en tanto que tergivesar con resultados 'económicos' y adaptativos para el futuro, pues aprendiendo a representarse la inflación como un monstruo, que simplemente ahí está en el 'cuento', tal vez de mayores podrán traerlo a cuento, y sin miedo, para que les casen las cuentas, que esas si que tienen jodienda.
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