sábado, 1 de marzo de 2025

La desgracia de ser uno... lo que sea

“La desgracia de ser griego” es el título de un librillo que lo dice todo sobre la temática que aborda. Su autor es el escritor griego contemporáneo Nicos Dimu (mejor que la transcripción Nikos Dimou de la portada), y ha sido traducido con gran éxito al castellano, francés, inglés, alemán, italiano, chino y búlgaro. El libro se compone de 196 aforismos o máximas breves como los trinos de los pájaros, a modo de modernos tuits, que se leen en poco tiempo pero que nos hacen cavilar mucho más de lo que podría parecer a primera vista. Fue publicado en 1975, traducido en 2012 al castellano por Vicente Fernández González y publicado por Anagrama; escrito hace cincuenta años, está sin embargo de plena actualidad por aquello, tal vez, de Machado de que "hoy es siempre todavía". 

A Nicos Dimu le duele Grecia, y reflexiona sobre las causas de ese dolor. He aquí algunos de sus pensamientos: 

Si el ser humano, en cuanto humano, lleva dentro de sí la desgracia, ciertas categorías de seres humanos tienen mayor propensión a ella. E incluso ciertas naciones. Entre ellas, sin duda alguna, los griegos. Los griegos de hoy... Es decir que si ser humano implica ya la certeza de cierta cantidad de desgracia, ser griego augura una cuota mayor. 

Los griegos siguen considerando a su Estado un vilayato otomano. Tienen razón. 

Un mito: “El cuello del griego no soporta yugo”. Busco y busco otro pueblo cuyo cuello haya soportado tantos yugos como el nuestro. 

Se plantean a menudo estos aforismos el problema de la identidad nacional griega, y descubren en esta búsqueda la contradicción esencial: Los griegos siempre buscarán su patria en otras patrias; y las otras patrias en la suya. ¿Encontrará alguna vez esta gente su rostro? O acaso sea la contradicción su verdadero rostro. 

Se agradece por otra parte algún aforismo de alcance más general como el siguiente: El peor capitalismo no es el personal (paternalista, familiar), sino el impersonal. 

Reflexiona finalmente el autor en el epílogo de su libro sobre las contradicciones que minan la identidad nacional de los griegos, que los vuelve inseguros e inestables. Y escribe: Están escindidos entre su glorioso pasado y su precario presente, entre su mentalidad oriental y su aspiración europea, desgarrados entre las fuerzas de la tradición (como la Iglesia ortodoxa) y la modernidad. Su destino no es un destino fácil. 

 

Aunque habla de Grecia, lo que dice no trata sólo de Grecia, es perfectamente exportable y extrapolable al resto del universo mundo, y cómo no, también al rabo de toro de Europa que es esta España nuestra. Los aforismos -agudos como dardos- «Dondequiera que vaya, Grecia me duele», que es un verso de Seferis, o «Todos cuantos amaron esta tierra murieron jóvenes, suicidas o locos. Grecia es una amante cruel», podría haberlos suscrito, cambiando sólo un topónimo, nuestro don Miguel de Unamuno, al que le dolía -y mucho- España.

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