El Presidente de la Junta de Castilla y León, una de las diecisiete Españitas o reinos de taifas autonómicos de esta curtida piel de toro, ha anunciado la dimisión de la hasta el 7 de marzo pasado Directora General de Salud Pública de la Comunidad Autónoma que él regenta, tras sus declaraciones en un programa televisivo autonómico en las que señalaba que la pandemia de Covid-19 "no fue de gran gravedad".

El Presidente ha pedido disculpas por estas afirmaciones que algunos se apresuraron a calificar de negacionistas en seguida. Creo que sus declaraciones han sido un error grave. Y lo primero que tengo que hacer es pedir disculpas a toda la población en nombre del Gobierno de Castilla y León, dijo el presidente en aras de la corrección política.
La dimitida Directora General aseguró en un programa de televisión que la pandemia por la covid-19 "no fue de gran gravedad", ya que aunque al principio afectó también a la población joven, "rápidamente el virus evolucionó para convertirse en grave solo en los extremos de la vida".

El Presidente de la Junta castellano-leonesa no ha destituido a la Directora General, ya que ella le presentó su dimisión. Es cierto que podía haberla rechazado, pero la aceptó. Hubiera sido una grosería imperdonable rechazarla... La propia Directora General parece que reconoció que no estaba en un foro académico para decir lo que dijo, ya que, como ella misma advirtió en aquel programa: Probablemente, haya gente que se revuelva en el sofá cuando lo escuche.
Pero la verdad es la verdad, y es lo que ella había dicho, se diga en el foro o ágora que se diga. Lo que sucede es que una mentira cuando se repite insistente- y periódicamente como se ha reiterado esta durante tanto tiempo se convierte, sin dejar de ser lo que es, una hiperbólica trola, en noticia y periodismo. Y decir ahora que el león no era tan fiero como nos lo pintaron, cosa que es verdad, pone en el punto de mira directamente enseguida a los que así nos lo pintaron por alguna razón inconfesable.
"No es que os tomemos por tontos, es que lo sois".
La verdad, en este caso, la denuncia de la mentira, no depende del lugar donde se diga. Pero sostener esta verdad científica sería, al parecer, una falta de empatía y de respeto imperdonable hacia las víctimas, que según los registros oficiales serían cientoveintemil en las sufridas Españas. Pero vayamos a los datos oficiales mundiales y no nos dejemos embaucar por los números: habrían muerto siete millones de personas como resultado de la pandemia en el universo mundo en cinco años, lo que no es tan grave, en efecto, si tenemos en cuenta que cada año mueren en el planeta dos millones y medio de víctimas de neumonía corriente y moliente, y no pasa nada: no nos confinan ni se declaran estados de alarma inconstitucionales. Si multiplicamos este último dato por los cinco que llevamos, han muerto doce millones de personas de neumonía en el mundo. Por no hablar de los ocho millones que mueren cada año por enfermedades causadas por el tabaquismo, cuyo producto se sigue vendiendo impunemente en los estancos y lugares de alterne a los mayores de dieciocho años sin más restricciones que la advertencia: "Fumar mata".
Pero no perdamos de vista que ese dato oficial de los siete millones de víctimas de la enfermedad del virus coronado de la cosecha del 2019 no es una cifra cierta, porque muchos de ellos murieron por otras causas, pero como según una prueba fraudulenta de PCR tenían positivamente el virus, fueron contabilizados como víctimas del virus, y no es una cifra cierta porque muchos de ellos murieron por la aplicación de los protocolos hospitalarios y de las residencias de ancianos donde se les dejaba morir, y víctimas del confinamiento que obligaba a los enfermos a quedarse en casa para salvar vidas y no saturar hospitales, por no hablar de las víctimas de la salvífica vacuna, que ese es otro cantar. Y eso sí que ha sido grave, pero claro, nadie les obligó a ponérsela, como dice la ministra.
El caso es que la Directora General ha dimitido por decir la verdad donde precisamente no podía decirse: en un programa de televisión.
Al parecer, quitar hierro a la pandemia es cosa de negacionistas de ultraderecha. Este vocablo de "negacionista" se usa despectivamente para descalificar a quien se atreve a cuestionar la versión oficial de un determinado fenómeno. Pero lo cierto es que no fue tan grave la epidemia como la desastrosa gestión sanitaria y política que se hizo de ella.
Mucho más grave fue que la dimisionaria Directora General reconociera hace cinco años que la decisión de su Comunidad Autónoma de suministrar la vacuna tetravalente antimeningocócica, adelantándose a las restantes dieciséis Españitas, fue tomada, a demás de por razones técnicas, por condicionamiento electoral. "Hay quien dice que la medida es electoralista... ¡Pues claro que sí!", reconoció entonces, opinando que no debería ser así, pero asegurando para curarse en salud que "la justificación, desde un punto de vista técnico, es abrumadora". La torpeza política de esta mujer parece que consiste en decir la verdad. Pero se agradece.
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