viernes, 7 de marzo de 2025

Contra la guerra (Tibulo)

    En el Día Internacional para Concienciar sobre el Desarme y la No Proliferación, que fue anteayer, 5 de marzo, establecido por la Asamblea General de las Naciones Unidas, los gobiernos de la Unión Europea, incluido pese al Brexit, no faltaba más, el británico, e incluido también, no iba a ser menos, el gobierno más progresista de la historia de las Españas, deciden que la prioridad europea es gastar 800.000 millones de euros en armas para la paz... Locos están estos gobiernos democráticos nuestros, han perdido la razón. En lugar de desarmarse deciden todo lo contrario: rearmarse. Lo disimulan -camuflaje de guerra- diciendo que es por la paz amenazada y hablan de defensa de los derechos humanos y de la democracia, lucha contra el terrorismo, misión humanitaria, y, colmo de los colmos, llaman a las tropas de las fuerzas armadas fuerzas... de paz.  

 

    Uno de los primeros manifiestos pacifistas de la literatura occidental es la décima elegía del libro primero del poeta latino Albio Tibulo, compuesta en dísticos elegíacos de hexámetro y pentámetro dactílicos, de la que ofrezco una versión rítmica fiel al fondo y a la forma. Si hubiera que destacar uno solo de sus versos, quizá elegiría, este hexámetro: Quis furor est atram bellis accersere mortem! ¡Qué desvarío atraer con guerras la muerte funesta!


He aquí la elegía completa de Tibulo:

¿Quién el primero fue en empuñar espadas horribles?
¡Cuán brutal y en verdad     hombre de hierro fue aquel!

Vino entonces el crimen al género humano, y la guerra,
más rauda entonces se abrió     vía de muerte feroz.

Detalle de la columna de Trajano, Roma

¿Culpa no tuvo ninguna el pobre y nosotros a nuestra
costa trocamos lo que él      contra alimañas nos dio?

Ni esta codicia del oro valioso había ni guerras
cuando solía tazón      de haya en las mesas estar.

Ni ciudadelas había ni muros, y el sueño lograba
el rabadán en paz,     diseminada su grey.

Que yo viviera entonces y al pueblo no viera con tristes
armas ni oyera el clarín     y el corazón palpitar.

Hoy a la guerra me arrastran, y acaso ya un enemigo
lleva la flecha que me ha     de atravesar el costal.

Pero guardadme, Lares paternos: también me cuidasteis
cuando a vuestros pies     correteaba chaval.

No os sepa mal estar en tosca madera tallados:
que presidisteis hogar     de antepasados así.

Ellos mejor os honraron, cuando con rústico culto
en hornacina vulgar     talla se alzaba de un dios.

Se le aplacaba a aquél, si libaba alguien con vino
o a su sagrada testuz     daba espigado festón.

Y uno en persona llevaba, cumplido el deseo, pasteles
y pura miel, con él,     su hija pequeña detrás.

Pero alejad de nosotros los dardos, Lares, de bronce,
(...) y un cerdo, ofrenda rural,      de un rebosante cubil.

Voy a seguirla con puro vestido y llevar entrelazados
cestos de mirto, y también     frente ceñida de tal.

Yo os guste así: que valiente soldado sea en las armas
otro y con Marte a favor     venza a caudillo rival,

para que mientras bebo narrarme pueda sus gestas
él y con vino pintar     sobre la mesa el cuartel.

¡Qué desvarío atraer con guerras la muerte funesta!
Cerca está ella y sin ver     viene con tácito pie. 

No hay mies ni viñas abajo: sino el can Cérbero fiero
y el barquero feroz     de la laguna infernal.

Con las mejillas ajadas allí y chamuscado el cabello
vaga la pálida grey      hacia la charca espectral.

Cuánto más elogiable aquel al que junto a su prole
gana en humilde hogar     la perezosa vejez.

Él va tras sus ovejas, y tras los corderos el hijo
y agua al cansado le da     tibia la esposa a sus pies.

Sea yo así y platear mis sienes pueda de canas
y hechos, viejo, de un      tiempo pasado narrar.

Paz entre tanto cultive los campos; la paz lo primero
puso, radiante, bajo un      yugo a los bueyes a arar.

Paz nutrió las viñas y el zumo crió de las uvas,
para a su hijo el porrón     darle paterno a beber.

Brillan en paz azada y arado -pero las tristes
armas de atroz militar     baña en tinieblas orín.

Y el campesino del bosque, apenas sereno a su esposa
e hijos se pone a llevar      sobre su carro al hogar.

Mas ya se avivan las lides de Venus, y el pelo jalado
y el derribado dintel      hace a la chica llorar.

Llora ajando sus frescas mejillas, pero él victorioso
llora que hicieran también     tanto sus manos furor.

Pero gandul, el Amor, inspira a la riña palabras
duras y sienta en mitad      él de enfadados los dos.

Ah, es una roca y un trozo de hierro quien a su chica
pega: del cielo aquel      hace a los dioses caer.

Sea bastante rasgar de su cuerpo el ligero vestido,
baste con despeinar      moño del pelo sin más.

Baste haber provocado el llanto: cien veces dichoso,
al que enfadado llorar     puede la tierna mujer.

Pero el que sea cruel con sus manos, escudo y la lanza
porte y de dulce amor      póngase lejos aquél.

Pero a nosotros ven, madre Paz, y sujeta la espiga,
y tu radiante faldón     frutos nos dé a rebosar.

No hay comentarios:

Publicar un comentario