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miércoles, 2 de octubre de 2024

Fábula de las ranas desgobernadas que querían gobierno

Durante mucho tiempo las fábulas grecolatinas de Esopo y Fedro, traducidas del griego y el latín, o adaptadas por el arcipreste de Hita,  Iriarte, Samaniego, La Fontaine o cualquier otro fabulista,  han servido de pasto para la educación de nuestros pequeños. Las fábulas son, como se sabe, relatos breves, generalmente en verso, protagonizados por animales, de los que se desprende una lección para la vida llamada moraleja.


Quiero traeros aquí una que me parece de gran valor educativo y que merece la pena conocer, dado que además siempre está, como suele decirse, de rabiosa actualidad. Se trata de las ranas pidiendo rey (Fábulas esópicas, Fedro I, 2) y abre un viejo debate: ¿Es necesario que haya gobierno? 



Las ranas de una charca, hartas del desgobierno en el que vivían, pidieron a Júpiter un monarca. El dios, indignado, les mandó una tabla de la que se rieron las ranas, y reivindicaron un gobierno en condiciones -hoy diríamos democrático-, ante lo que el dios decidió enviarles una hidra que se las zampó una tras otra a todas y cada una de las ranas. Traduzco la versión de Fedro en senarios yámbicos prolongados en medio pie con rima asonante.

Cuando Atenas florecía con leyes igualitarias,
turbó la ciudad una libertad desenfrenada
y quebrantó el libertinaje la vieja pauta.
Conspirando allí políticas bandadas varias,
Pisístrato el tirano ocupa la atalaya.
Al llorar los atenienses su servidumbre aciaga, 
no porque él fuera cruel, sino porque toda carga 
si no hay costumbre pesa, y al poner demandas, 
Esopo entonces les contó esta vieja fabla: 
Viviendo en unas pozas libres unas ranas 
pidieron rey a Júpiter con gran bullanga, 
que reprimiera a fondo, torpes, sus usanzas. 
El padre de los dioses rio y les echó una tranca 
no grande, que, arrojada de repente al agua,
del golpe y ruido asustó a la especie timorata. 
Yaciendo largo tiempo hundidas en la lama, 
saca una el morro sin ruido un día de la charca 
y, visto el rey, convoca a todas sus hermanas. 
Ellas, perdido el miedo, ya a porfía nadan, 
y salta sobre el tronco la tropa descarada. 
Habiéndolo ultrajado con total jarana, 
mandaron otro a pedir a Júpiter monarca, 
que el concedido no valía para nada. 
Entonces les mandó un endriago(1), que a dentelladas 
comenzó a atacarlas una a una. En vano, escapan
de la muerte inermes; el miedo ahoga su garganta. 
En secreto a Júpiter por Mercurio así le mandan 
que socorra a las infelices. Pero el dios proclama 
entonces: “Si no quisisteis soportar bonanza, 
la pena sufrid.”   (2)  "Ciudadanos, dijo, soportadla 
también vosotros, no otra mayor encima os caiga".

(1) Con “endriago” (monstruo fabuloso, con facciones humanas y miembros de varias fieras) traduzco el “hydrum”, una hidra en el original de Fedro. El Arcipreste sustituye la hidra por una cigüeña “manzillera” (matadora, carnicera) que se comía a las ranas de dos en dos porque era ventenera, es decir, probablemente “venternera”, de vientre:  glotona y tragona:  Enbióles por rey çigüeña manzillera:/ çercava todo el lago, ansí faz' la ribera,/ andando picoabierta; como era ventenera,/ de dos en dos las ranas comía bien ligera. 


(2) La moraleja del Arcipreste no tiene pérdida: el que no tenga gobierno (premia dice él, o sea, opresión, sujeción, cadena), no quiera ser gobernado:  Quien tiene lo que l' cunple, con ello sea pagado,/ quien puede seer suyo, non sea enajenado;/ el que non toviere premia, non quiera ser apremiado:/ libertat e soltura non es por oro conprado.

domingo, 21 de julio de 2024

¿Galgos o podencos?

     Es conocida la vieja fábula de don Tomás de Iriarte (1750-1791) titulada "Los dos conejos". No reproduzco aquí la versión original, sino esta otra más moderna en la que se han sustituido los conejos por liebres: Su fe cada cual defiende y su credo. / Ladrar de jauría que andaba al acecho / detrás de unas matas dos liebres oyeron. / -¡Que vienen los galgos, salgamos corriendo! / -No son galgos, mira, son raudos podencos. / -Esa es tu opinión y yo la respeto / mas no la comparto... Son galgos, sostengo. / -Tú votas que galgos y yo que podencos... / Y en medio de tanta disputa sin seso /  a aquellas dos liebres alcance les dieron / y caza entre tanto, veloces, los perros. 


Escena de caza, mosaico romano, siglo I a. C.

    Igual que estas necias liebres o los dos conejos de Iriarte, también los sabios de Bizancio, cuando los otomanos tomaban la ciudad, se entretenían discutiendo, en vez de ponerse a salvo, sobre interminables cuestiones teológicas como, por ejemplo, cuántos ángeles cabían en la punta de un alfiler, o cuál era el sexo de aquellos ángeles: si machos, si hembras, si marimachos o machiembras... Y así les fue. 

 Liebre en escena de caza, mosaico de Piazza Armerina (Sicilia) 
 

    La fábula recuerda mucho a la parábola budista de la casa en llamas: Cuando advertimos que nuestra morada está ardiendo, debemos salir corriendo cuanto antes de ella para ponernos a salvo del fuego si no podemos apagar las llamas del incendio. En ese momento no importan las previsiones meteorológicas ni saber a dónde iremos ni cuál ha sido la causa del incendio, o de quién ha sido la culpa, que es la versión cristiana de la causa. Lo que se impone es salir por pies y dejarse de disquisiciones teóricas que sólo sirven para entretenernos y para que ardamos dentro en las llamas del único infierno que hay: nuestra propia casa que se quema.

    Lo malo es que siempre hay gentes a las que se les abrasan las cejas y chamuscan las pestañas porque no se atreven a salir fuera por miedo a lo desconocido. Son los que dicen que vale más lo malo conocido -en este caso el incendio de su propia mansión en llamas- que lo bueno por conocer -lo que hay afuera. Pero es mentira. Siempre ha valido y valdrá más y será, por lo tanto, mejor  lo bueno que lo malo, conocido o no;  aquí y en cualquier tierra de conejos.

sábado, 3 de febrero de 2024

El zorro en el gallinero

   Al director del departamento de personal y recursos humanos le impresionó y sorprendió muy favorablemente el impecable currículum que presentaba aquel candidato, hasta tal punto de que lo contrató inmediatamente para ocupar el puesto vacante de responsable o encargado (palabras preferibles a "jefe"*) de seguridad de la granja de explotación avícola, felicitándole por su fulminante promoción y ascenso laboral.

    Le había extrañado que un Zorro aspirara al cargo de Gallo del corral y guardián del gallinero, como se denominaba antaño, pero, como le explicó el candidato, él no se autopercibía como lo que parecía a simple y primera vista, un zorro común o rojo (vulpes vulpes de la familia de los vulpinos), sino que se veía a sí mismo desde su más tierna niñez como un gallo (gallus gallus domesticus) aprisionado en un cuerpo extraño, que todavía no había realizado la transición específica. Y consciente del latinajo esse est percipi, es decir, que el ser o la esencia (esse) consiste en ser percibido, nadie podía negarle a él el derecho propio a percibirse a sí mismo como un gallo doméstico, como se sentía, sin importarle lo que creyeran los demás.  Había el candidato, aclaró, presentado en el Registro Civil su deseo de inscribirse como lo que era: Gallo. El funcionario no podía dudar de su palabra sin incurrir en un delito de odio, así que sin ninguna exigencia de informe pericial registró al Zorro como Gallo en riguroso cumplimiento de la ley trans-específica. 

 

     Tenemos, pues, al Zorro convertido en el guardián de la empresa aviaria, metido literalmente en el gallinero. Tenemos, pues, al enemigo en casa, pensaron pollos y gallinas aterrados nada más verlo. ¡Qué paradoja! El viejo Señor Zorro de las fábulas de Esopo y de Fedro, y de sus epígonos Iriarte, Samaniego y La Fontaine, entre tantos otros, el raboso o raposo (o la raposa, si se prefiere), ese viejo y astuto emprendedor de fechorías, ese fementido matador de pollos y gallinas, ha sido ascendido de categoría en el escalafón empresarial, convertido en el Gallo guardián del gallinero.

   Las gallinas cacarearon aterrorizadas nada más verlo víctimas de un ataque de pánico y echaron a correr despavoridas, intentando volar a ras de suelo, preocupadas por sí mismas y sus polluelos. Él para tranquilizarlas las reunió y les dijo que no tuvieran ningún temor, y que no se fíaran de las apariencias, siempre engañadoras.

    "Aunque tenga aspecto de zorro, dijo, no lo soy, dado que en mi fuero interno me siento gallo de las patas a la cresta desde que nací, y os confieso como prueba de mi buena fe que me he vuelto no solo vegetariano y no consumo por lo tanto ni carne ni pescado, sino también vegano, es decir, que prescindo, además, en mi dieta de todo producto de origen animal: de lácteos, de miel y de los huevos".

    Las gallinas, algo más tranquilas aunque todavía incrédulas por sus palabras, aplaudieron aleteando sin embargo.

  "Y, además, prosiguió, os ruego encarecidamente que no veáis en mí un superior jerárquico, sino un camarada más cuya misión es protegeros de los peligros exteriores, porque dentro del gallinero no hay ningún peligro que temer. Os ruego finalmente que confíéis en mí, que seáis tolerantes y que abandonéis vuestros prejuicios a fin de que entre nosotros haya igualdad real y efectiva sin ninguna discriminación por ninguna razón, pues, insisto, aunque veáis en mí un zorro que tiene aspecto de zorro, puedo enseñaros el certificado oficial -se lo muestra- que acredita mi condición legal de ave gallinácea como consta en el Registro Civil, y este contrato laboral que me nombra jefe del servicio de seguridad del gallinero".

    Las gallinas, acabado el discurso, aplaudieron y respiraron con alivio. Esa noche se recogieron temprano, como de costumbre, y durmieron descuidadas. 

    A la mañana siguiente, se hallaron muchas plumas ensangrentadas por el suelo y menos pollos y gallinas, pero se había cumplido la ley escrupulosamente.

    Ante esto las gallinas supervivientes sólo podían hacerse una pregunta, la misma que se hacía en una sátira Juvenal hace dos mil años y nos hacía a nosotros, porque hoy es siempre todavía: Sed quis custodiet ipsos custodes? ¿Pero quién vigilará a los propios  vigilantes?
 
 
 oOo
 
[Nota etimológica: *Si el término líder, adaptación castellana de leader, sustituyó a jefe, que remonta al latín caput 'cabeza', so pretexto de que el líder es ante todo un compañero, uno más, y no sólo el jerarca que guía al rebaño, ahora reaparece oculto bajo el acrónimo de moda CEO (Chief Executive Officer), que es otro anglicismo simplón de Oficial Ejecutivo en Jefe. Las siglas, que son palabras mutiladas, nos invaden para que olvidemos el significado cabal de las palabras enteras y corrientes. Esta vez el viejo jefe se oculta bajo la letra C, que es la inicial de chief, y del chef francés, y del capo italiano, de donde volvemos al caput latino, del que salieron todos los cabos y los capitanes, y el poderoso Capital y la ideología que lo sustenta, el capitalismo.  La jefatura fue sustituida por el liderazgo, pero el liderazgo campa por sus fueros y vuelve a sus orígenes, aunque disimulado para que no se note, que es la jefatura (del Estado, de la empresa, del rebaño, de la manada y del corral)].  

lunes, 5 de julio de 2021

Una fábula contemporánea

La prensa saca la noticia a modo de globo sonda alarmista y alarmante de que el gobierno, basándose en la experiencia del año pasado, se plantea una Ley de Seguridad Nacional mediante la cual “todos los mayores de edad podrán ser movilizados en España en caso de crisis.” 
 
Copio los dos primeros párrafos del artículo: Toda persona mayor de edad estará obligada a la realización de las “prestaciones personales” que exijan las autoridades competentes, siguiendo las directrices del Consejo de Seguridad Nacional, cuando se declare en España un estado de crisis. En este supuesto, todos los ciudadanos sin excepción deberán cumplir las órdenes e instrucciones que impartan las autoridades
 
Así lo establece la reforma de la Ley de Seguridad Nacional que prepara el Gobierno y que incorpora algunas de las lecciones aprendidas durante casi año y medio de crisis sanitaria. (Los subrayados son míos). 
 
Se trata de un anteproyecto. Probablemente algunos lectores se planteen que esto no puede ser, que es imposible que se llegue a una situación tan grave como esa, a una crítica “situación de interés para la Seguridad Nacional”. Dirán que es imposible que un gobierno de progreso como el que tenemos se atreva a algo así, porque sería ir demasiado lejos... Algunos llegarán incluso a compararlo con un Golpe de Estado perfecto habida cuenta de la militarización de la sociedad civil que presupone en unos tiempos en los que ya nos creíamos libres de la vieja mili que imponía el servicio militar obligatorio a los varoncitos en edad de merecer. 
 
 
Pero ¿quién podía haberse imaginado hace unos años que íbamos a estar todos confinados sin poder salir de casa, que se establecerían toques de queda o restricciones de movilidad nocturna, según el ridículo eufemismo gubernamental, que se iba a imponer la obligación de portar mascarilla en interiores y exteriores y guardar la distancia de seguridad con los demás de seis pies, metro y medio en el sistema métrico decimal, que muchos vecinos, convertidos en policías de los balcones, iban a denunciar a sus convecinos por incumplimiento de las restricciones, que iba a ser preciso un salvoconducto para adquirir artículos de primera necesidad y para salir del término municipal, que se iba a proceder a una vacunación masiva e innecesaria sin prescripción facultativa, y que policías y hasta soldados patrullarían manu militari por las calles para velar por el respeto de las sacrosantas ordenanzas sanitarias, imponiéndose la más vergonzosa de las censuras, la moral y políticamente corregida, en los medios de masificación? 
 
Ya hemos visto, en efecto, cómo cosas que parecían impensables como esta dictadura -¡democrática!- sanitaria han pasado a ser neonormales de un plumazo, sin ninguna resistencia, porque hay un caldo de cultivo previo que hace que unas medidas así se aprueben mayoritariamente por la población previamente adoctrinada en la mentira y amedrentada convenientemente. Son capaces de eso, y de mucho más una vez que han comprobado la falta de resistencia y la docilidad de la ciudadanía manipulada por todos los medios de masificación al servicio del Estado y capital. 
 
Precisamente esta metáfora del “caldo de cultivo” que acabo de emplear, me trae a la memoria una fábula moderna, la fábula de las ranas y la cazuela de agua. No pertenece al repertorio tradicional grecolatino de Esopo y Fedro, donde sin embargo encontramos historias protagonizadas por ranas como, la más famosa de ellas, la de las que le pedían un rey a Zeus, y este, harto de sus reivindicaciones,  les envió una hidra que se las zampó a todas, o aquella otra de las dos ranas que buscaban agua porque se les había secado la charca, y a la vista de un pozo, una aconseja saltar sin pensarlo más, pero la otra, más prudente, aconseja no hacerlo porque el pozo podría secarse y entonces no podrían salir de él...  Tampoco aparece, por lo que se me alcanza, en el Panchatantra y la tradición india o la china, y no se encuentra en sus versiones medievales y posteriores, en las colecciones de Iriarte y Samaniego, entre nosotros, o Lafontaine, en lengua francesa, ni en las más modernas que yo pueda conocer. 
 
 
Es una fábula contemporánea porque, no nos engañemos, nunca como ahora y nunca hasta ahora se había visto una aceptación tan acrítica de una situación tan insoportable y porque está inspirada en la más rabiosa actualidad, como suele decirse, es decir en una realidad que no se había sufrido hasta las postrimerías del siglo XX y comienzos del XXI, y que ahora adquiere todo su potencial significado, en plena dictadura sanitaria que te hace mal por tu propio bien, que te enferma en defensa de tu salud y finalmente te mata con la disculpa de salvar tu vida. La fábula es una parábola de dicha dictadura sanitaria.
 
Hay quien le atribuye la autoría al escritor franco-suizo Olivier Clerc (1961-...) que la publicó en su libro La rana que no sabía que estaba hervida y otras lecciones de vida (2005), pero el propio Clerc reconoce en una nota que el autor de esta alegoría, como él la denomina, es Marty Rubin, que publicó en 1987 El síndrome de la rana hervida
 
Los griegos no tenían un término específico, como el latino "fabula", para referirse a estas pequeñas narraciones, caracterizadas por su brevedad. Unas veces las llaman logos y otras mythos, dos palabras que tienen una gran riqueza conceptual, y que, aunque ordinariamente se contraponen en la historia de la filosofía cuando se habla del paso del mythos al logos, son prácticamente sinónimos en el caso que nos ocupa. Estamos ante un logos que es un mythos y viceversa: un cuento que es un razonamiento, un razonamiento que es un cuento. 
 
Otra de las características, junto a su concisión, es el carácter alegórico que utiliza generalmente el mundo animal para referirse al humano. Hay también una intención moral que le da un carácter pedagógico de interés para la vida, dado que se evalúa una conducta humana determinada. Pero lo que puede faltar, y a menudo lo hace, es la moraleja porque no necesita estar explícita, ya que en la mayoría de los casos, como este que nos ocupa, se halla implícita.
 
La fábula, sea en verso o en prosa, tiene un carácter generalmente anónimo y popular, por lo que a veces se recogen varias versiones con diversas variantes, como sucede con los chistes y las anécdotas; según quién cuente la historia adquieren relevancia determinados rasgos en detrimento de otros, que van perdiendo interés. 
 
 
Pero vayamos ya a la fábula de las ranas y la cazuela de agua: Una ranita saltó un día a una cazuela de agua fría. Alguien encendió de repente la lumbre. La rana no notó que el agua se iba templando a fuego lento. Ella nadaba y disfrutaba del agua cuya temperatura se iba caldeando más y más poco a poco, pero no se percataba del aumento gradual. Se sentía segura y despreocupada como cuando el sol en la canícula del estío templa el agua del estanque... La ranita se fue amodorrando. Enseguida dejó de nadar. Ahora se limitaba a flotar como un peso muerto. Finalmente se adormeció entre las burbujitas del agua que empezaba a hervir. Cerró los ojos y ya no volvió a abrirlos nunca más.
 
Otra rana, que la vio flotando plácidamente, se lanzó a la misma marmita, pero no aguantó ni un solo segundo en ella: -¡Me abraso!, -croó despavorida. Y saltó, a tiempo estuvo, escaldada pero viva librándose de aquella añagaza mortal.
 
No hace falta ninguna moraleja que nos explique lo que quiere decir la fábula.

jueves, 11 de junio de 2020

El drama del emigrante

Ante el lío que se hacen algunos con las formas prefijadas “e-migrantes” (e/ex, prefijo centrífugo, como en exportar o exhumar) e “in-migrantes” (in, prefijo centrípeto como en importar o inhumar), que dependen de la situación que adopte el hablante, se ha impuesto la moda de hablar simplemente de personas “migrantes”, a imitación de “aves migratorias”. El verbo latino migrare, origina el castellano migrar, que significa trasladarse. Además de los citados compuestos emigrar e inmigrar tenemos transmigrar
 
Emigrar significa, dicho de una persona, abandonar el propio país para instalarse en el extranjero.
Inmigrar significa, referido a la misma persona, llegar a un país extranjero e instalarse en él.
Migrar quiere decir, simplemente, trasladarse, como hacen, por ejemplo, las aves migratorias.
Transmigrar, que tanto nos cuesta pronunciar, y por eso preferimos decir y escribir trasmigrar, indica que toda una nación o gran parte de ella se instala en otro país, pero también para los que creen en la metempsicosis que el alma de un cuerpo se reencarna en otro cuerpo.

El gran Van Gogh, Bruno Catalano (2013)

Una vieja fábula de Esopo presenta como ninguna otra el drama del emigrante. Se trata de El grajo y los cuervos, la número 123 según la numeración de Perry (125 Hausrath y 161 Chambry). 

Oigámosla: Un grajo que aventajaba a los demás grajos en tamaño, lleno de desprecio por los de su raza, se marchó con los cuervos y les pidió que le dejaran compartir su vida con ellos, pero los cuervos, que desconocían su forma y su voz, lo echaron a golpes. Y éste, rechazado por ellos, marchó de nuevo con los grajos que, indignados por su ofensa, no quisieron admitirlo. Y así ocurrió que fue excluido de ambas comunidades.

Igual pasa con los hombres que abandonando su patria prefieren otra tierra, en ésta son mal considerados por ser extranjeros y son rechazados por sus compatriotas por haberlos despreciado. (Traducción de P. Bádenas de la Peña).

La fábula la imitó Fedro en latín (I 3) en dieciséis senarios yámbicos cambiando los cuervos por los pavos: un grajo se adorna con las plumas de un pavo real para mezclarse con ellos y pavonearse, nunca mejor dicho. Pero estos lo despluman y expulsan a picotazos. Regresa con los de su especie, que también lo rechazan por haber menospreciado su naturaleza.

La fábula la imitó también Valerio Babrio en coliambos griegos (101), cambiando los animales: un lobo corpulento se cree el rey de la selva y, abandonando a los suyos, se va a vivir con los leones. Una zorra le advierte de que entre lobos parece un león, pero entre leones siempre será un lobo. 

La fábula esópica la remedó Lafontaine en francés (IV 9), que sustituyó al grajo por un arrendajo que quiere imitar a los pavos, dándole un nuevo sesgo, dirigiendo su censura moral contra los plagiarios,  y Samaniego entre nosotros (IV 18), que siguió la orientación de La Fontaine, desvirtuando la moraleja original, que no insistía tanto en la emulación como en el desarraigo.

La española que emigró a Francia nunca logrará afrancesarse tanto como para ser francesa. Allí siempre será “la española”. A su vuelta a España de vacaciones o definitivamente tras la jubilación no logrará tampoco españolizarse, como aquella tía mía que cruzó la frontera ilegalmente por Lérida, y que siempre llamamos “la francesa”.

domingo, 29 de marzo de 2020

El mono empurpurado

El mono empurpurado (πίθηκος ἐν πορφύρᾳ) es una fábula griega que nos cuenta Luciano de Samósata en su diálogo El pescador o Los resucitados (36), y que es el origen más que probable del refrán latino: simia semper est simia etiamsi purpura uestiatur, y en la lengua del Imperio ya documentado en 1539 "An ape is an ape, though clad in purple", y en la nuestra Aunque la mona se vista de seda, mona se queda. Nuestro refrán sustituye la púrpura por la seda, que, siguiendo la famosa ruta que lleva su nombre, venía en la Edad Media desde la China a Occidente, donde la cotizadísima fibra se consideraba un artículo de lujo de precio exorbitante, similar a la púrpura en la antigüedad, debido a lo difícil de su obtención a partir de las larvas de la mariposa de la seda y a su lejana procedencia. El refrán se aplica a personas y cosas que aunque cambien de denominación para adaptarse a un lenguaje políticamente correcto o eufemístico más elegante, que sería el disfraz, siguen siendo lo mismo por debajo, como la gente sospecha y sabe de algún modo. 


Así por ejemplo el antaño Ministerio de la Guerra, como se llamaba cuando al pan se le denominaba pan y al vino vino, se le dice ahora "Ministerio de Defensa", ocultándose con la purpurina defensiva el fantasma de la guerra. Y se dice "Fuerzas y Cuerpos de Seguridad" para ocultar el tricornio de la Guardia Civil o la porra y la pistola de la Policía, ya sea local, autonómica o estatal. La última expresión que analizamos utiliza el talismán tranquilizante de la palabra "seguridad", pese a que dichos Cuerpos y Fuerzas portan armas de fuego, y ya se sabe quién las carga -el diablo, según dice el pueblo llano-, que pueden dispararse con solo apretar el gatillo. Deberíamos sentirnos seguros y protegidos ante su visión, pero uno no puede dejar de inquietarse y de sentirse intranquilo imaginando la incertidumbre e inseguridad  que le produciría ver a un mono pelón o una mona pelona, para el caso da igual, con un par de pistolas al cinto. 



Leamos la fábula de Luciano, ya que no podemos oírla en versión original griega, pese a aquello del axioma medieval de que Graecum est non legitur: es griego, no se lee porque no se entiende y porque ya casi nadie lee griego en España después de las últimas reformas educativas: λέγεται δὲ καὶ βασιλεύς τις Αἰγύπτιος πιθήκους ποτὲ πυρριχίζειν διδάξαι καὶ τὰ θηρία —μιμηλότατα δέ ἐστι τῶν ἀνθρωπίνων— ἐκμαθεῖν τάχιστα καὶ ὀρχεῖσθαι ἁλουργίδας ἀμπεχόμενα καὶ προσωπεῖα περικείμενα, καὶ μέχρι γε πολλοῦ εὐδοκιμεῖν τὴν θέαν, ἄχρι δὴ θεατής τις ἀστεῖος κάρυα ὑπὸ κόλπου ἔχων ἀφῆκεν εἰς τὸ μέσον: οἱ δὲ πίθηκοι ἰδόντες καὶ ἐκλαθόμενοι τῆς ὀρχήσεως, τοῦθ᾽ ὅπερ ἦσαν, πίθηκοι ἐγένοντο ἀντὶ πυρριχιστῶν καὶ συνέτριβον τὰ προσωπεῖα καὶ τὴν ἐσθῆτα κατερρήγνυον καὶ ἐμάχοντο περὶ τῆς ὀπώρας πρὸς ἀλλήλους, τὸ δὲ σύνταγμα τῆς πυρρίχης διελέλυτο καὶ κατεγελᾶτο ὑπὸ τοῦ θεάτρου. 

Podemos enterarnos un poco mejor con la ayuda de la traducción latina de Tiberius Hemsterhusius y Ioannes Fredericus Reitzius publicada en Zweibrücken en 1790: Dicitur autem rex etiam aliquis Aegyptius simios quondam docuisse saltare Pyrrhicham, easque bestias (facillime autem imitantur humanas actiones) didicisse celeriter, et saltasse in uestibus purpureis, et personatas, diuque probatum spectaculum; donec spectator aliquis urbanus, qui nuces in sinu gereret, proiiceret eas in medium; tum uero simii, uisa re, obliti saltationis, repente pro Pyrrhichistis simiis, quod erant scilicet, facti, laruasque contriuere, laceratisque uestibus de fructibus inuicem depugnarunt; illa autem Pyrrhiches institutio dissoluta risui fuit spectatoribus.  

Así traduzco el texto, teniendo delante la versión de José Luis Navarro González publicada en la Biblioteca Clásica Gredos, que modifico ligeramente en algún punto: Se cuenta que un faraón egipcio enseñó una vez a unos monos a bailar la danza marcial pírrica, y que los simios -son los mejores imitadores del comportamiento humano- aprendieron enseguida y bailaban vestidos con trajes de púrpura y portando máscaras, y que durante mucho tiempo el espectáculo gustó al público hasta que un espectador avispado, que llevaba nueces en el bolsillo, las dejó caer en mitad de la actuación. Entonces los monos, al verlas, interrumpiendo la danza, empezaron a ser lo que precisamente eran, monos en vez de bailarines de pírrica, rompieron en pedazos las máscaras, desgarraron su ropaje, se peleaban por los frutos, se disolvía la formación de la pírrica y era la irrisión del teatro. 

La paremia griega dice πίθηκος ἐν πορφύραι (píthekos en porphýrai): el mono en púrpura. El πίθηκος (píthekos) es nuestro pariente lejano más cercano. No en vano Dubois denominó pithecanthropus erectus, hombre-mono erguido, a uno de nuestros ilustres antepasados de la cadena evolutiva. 

La πορφύρα, que los romanos denominaron purpura, era el nombre del molusco, un caracol marino, y de su tinta que da el color bermejo azulado característico a los tejidos que impregna. En la Roma imperial las prendas purpúreas, dado lo costosas y lo difíciles de adquirir que eran, eran sinónimo de nobleza y atributo del emperador. En la Iglesia Católica el púrpura está asociado a la dignidad del cardenal, al que se denomina purpurado.  Pero no olvidemos que por mucha dignidad que confiera la púrpura, como dijo Plauto (Mostelaria 289): pulchra mulier nuda erit quam purpurata pulchrior: Una mujer hermosa desnuda será más hermosa que vestida de púrpura.

Speculum principis, artista francés desconocido (c. 1512-1515)

Si observamos el grabado, veremos en la parte superior un hombre enfermo desnudo en la cama -aeger-, en la zona inferior: a la izquierda la mona vestida de púrpura -simia purpurata inanem gloriam hypocrisim prefigurans- prefigurando la hipocresía, una gloria vacía, en el centro un avaro -auarus-, y a la derecha, con una rodilla hincada en el suelo el hombre bueno -uir uirtute fortis- el hombre fuerte por su virtud.