Durante mucho tiempo las fábulas grecolatinas de Esopo y Fedro, traducidas del griego y el latín, o adaptadas por el arcipreste de Hita, Iriarte, Samaniego, La Fontaine o cualquier otro fabulista, han servido de pasto para la educación de nuestros pequeños. Las fábulas son, como se sabe, relatos breves, generalmente en verso, protagonizados por animales, de los que se desprende una lección para la vida llamada moraleja.
miércoles, 2 de octubre de 2024
Fábula de las ranas desgobernadas que querían gobierno
domingo, 8 de enero de 2023
Institución de la monarquía o Las ranas pidiendo rey.
(1) Con “endriago” (monstruo fabuloso, con facciones humanas y miembros de varias fieras) traduzco el “hydrum”, una hidra en el original de Fedro. El Arcipreste sustituye la hidra por una cigüeña “manzillera” (matadora, carnicera) que se comía a las ranas de dos en dos porque era ventenera, es decir, probablemente “venternera”, de vientre: glotona y tragona: Enbióles por rey çigüeña manzillera:/ çercava todo el lago, ansí faz' la ribera,/ andando picoabierta; como era ventenera,/ de dos en dos las ranas comía bien ligera.
(2) La moraleja del Arcipreste no tiene pérdida: el que no tenga gobierno (premia dice él, o sea, opresión, sujeción, cadena), no quiera ser gobernado: Quien tiene lo que l' cunple, con ello sea pagado,/ quien puede seer suyo, non sea enajenado;/ el que non toviere premia, non quiera ser apremiado:/ libertat e soltura non es por oro conprado.
miércoles, 29 de septiembre de 2021
La lámpara de Diógenes
Diógenes Laercio narrando la vida de su tocayo Diógenes de Sinope le dedica una frase memorable en el libro sexto, parágrafo 41, de sus “Vidas y opiniones de los filósofos ilustres”, consagrado a Antístenes y a la escuela cínica: (Diógenes) Se paseaba en pleno día con una lámpara encendida, diciendo: “Estoy buscando un hombre” (Διογένης) λύχνον μεθ᾽ ἡμέραν ἅψας περιῄει λέγων "ἄνθρωπον ζητῶ."
Diógenes con su lámpara buscando al hombre en Atenas, J.H.W. Tischbein (1751-1829)
Diógenes porta un candil durante el día buscando a un hombre, es decir, a alguien que responda a la idea de 'ser humano', ἄνθρωπος (ánthropos) en griego clásico, que no encuentra ni a la luz del sol a pleno día ni con la ayuda de la linterna, ni encontraría nunca tampoco aunque se mirara en un espejo porque nada ni nadie, ninguna cosa ni persona como caso eximio entre las cosas de este mundo, responde cabalmente, verdaderamente, a la idea que se tiene de ella. Esta interpretación es un ataque a las Ideas platónicas. Diógenes va en busca del concepto de 'ser humano' pero no encuentra más que personas de carne y hueso, individuos concretos.
Se ha querido ver en esta anécdota desde muy antiguo, sin embargo, un significado moral en el sentido de que Diógenes va buscando personas 'auténticas, honradas, virtuosas, buenas' que no encuentra en su deambular por las calles de Atenas. ¿Por qué no encuentra hombres de verdad? Podría tratarse de un problema personal de ceguera o de poca visión, por eso lleva la linterna de día, para ayudarse con la luz del fuego, dado que con la luz natural no le basta para encontrarlos.
En relación con eso cuenta Diógenes Laercio también, en el parágrafo 40: "Al salir del baño, alguien le preguntó si había mucha gente bañándose, y dijo que no; pero cuando otro le preguntó si había mucha gentuza, contestó que sí". Y más adelante, parágrafo 60, leemos otra anécdota similar: cuando regresaba de los Juegos Olímpicos a los que había asistido como espectador, alguien le preguntó si había mucho gentío y él le respondió: “Mucho gentío, sí, pero pocos hombres” ("πολὺς μέν," εἶπεν, "ὁ ὄχλος, ὀλίγοι δ᾽ οἱ ἄνθρωποι"). Se contraponen aquí los términos gentío ὄχλος (óchlos), de donde deriva oclocracia, el gobierno de la muchedumbre o de la plebe, con hombres ἄνθρωποι (ánthropoi), y la cuestión se plantea en términos cuantitativos el gentío es mucho, los hombres que hay pocos.
En el parágrafo 32 de la obra citada se recoge una anécdota que contaba Hecatón en sus Dichos -una colección de frases ingeniosas y donaires- sobre Diógenes: Una vez daba voces gritando: “¡A mí los hombres!”; y a los que acudieron, los apaleó con el bastón diciendo: “A hombres llamé, no a desechos” φωνήσας ποτέ, "ἰὼ ἄνθρωποι," [καὶ] συνελθόντων, καθίκετο τῇ βακτηρίᾳ, εἰπών, "ἀνθρώπους ἐκάλεσα, οὐ καθάρματα,". Se contraponen aquí los hombres con desechos, en la traducción de Bredlow que cito, en concreto con los objetos que se rechazaban como impuros en la ceremonia de las lustraciones, que en sentido figurado puede ser “piltrafas humanas”.
Fedro, el fabulista latino, nos cuenta la anécdota de la lámpara de Diógenes atribuyéndosela a Esopo en la fábula núm. 19 del libro III, que cito en traducción rítmica propia: Cuando era Esopo el único siervo de su señor, / se le ordenó la cena muy pronto preparar. / Así que lumbre casa por casa fue a buscar, / y al fin halló dónde el candil poder prender. / El largo entonces recorrido que fuera al ir / hizo más corto; que por la plaza se metió / mayor de vuelta. Y de la chusma un charlatán: / “¿Qué haces, Esopo, a pleno día con un farol?” / “Busco, le dijo, a un hombre.” Y a casa se marchó. / Si esto el pesado en su fuero interno caviló, / vio que al viejo Esopo un hombre no le pareció / al bromear sin ton ni son con su quehacer.
Ambas interpretaciones del ἄνθρωπον ζητῶ/hominem quaero/busco al hombre, la antiplatónica y la moral no tienen por qué ser excluyentes, y pueden de hecho complementarse. Diógenes con su búsqueda del hombre está criticando las ideas platónicas y, al mismo tiempo, la falsía de las personas que encuentra.
miércoles, 3 de junio de 2020
Ridiculus mus, o el parto de los montes
El miedo cercano al pánico que provoca la noticia inminente del parto hace de un minúsculo grano de arena, ampliado por la lente del microscopio que lo enfoca, toda una montaña, nunca mejor dicho.
Hay una versión griega de este dicho, el proverbio: ὤδινεν ὄρος, εἶτα μῦν ἀπέτεκεν: la montaña tenía dolores de parto, en consecuencia parió un ratón.
Con varios ademanes horrorosos
los montes de parir dieron señales;
consintieron los hombres temerosos
ver nacer los abortos más fatales.
Después que con bramidos espantosos
infundieron pavor a los mortales,
estos montes, que al mundo estremecieron,
un ratoncillo fue lo que parieron.
Hay autores que en voces misteriosas
estilo fanfarrón y campanudo
nos anuncian ideas portentosas;
pero suele a menudo
ser el gran parto de su pensamiento,
después de tanto ruido sólo viento.