Diógenes Laercio narrando la vida de su tocayo Diógenes de Sinope le dedica una frase memorable en el libro sexto, parágrafo 41, de sus “Vidas y opiniones de los filósofos ilustres”, consagrado a Antístenes y a la escuela cínica: (Diógenes) Se paseaba en pleno día con una lámpara encendida, diciendo: “Estoy buscando un hombre” (Διογένης) λύχνον μεθ᾽ ἡμέραν ἅψας περιῄει λέγων "ἄνθρωπον ζητῶ."
Diógenes con su lámpara buscando al hombre en Atenas, J.H.W. Tischbein (1751-1829)
Diógenes porta un candil durante el día buscando a un hombre, es decir, a alguien que responda a la idea de 'ser humano', ἄνθρωπος (ánthropos) en griego clásico, que no encuentra ni a la luz del sol a pleno día ni con la ayuda de la linterna, ni encontraría nunca tampoco aunque se mirara en un espejo porque nada ni nadie, ninguna cosa ni persona como caso eximio entre las cosas de este mundo, responde cabalmente, verdaderamente, a la idea que se tiene de ella. Esta interpretación es un ataque a las Ideas platónicas. Diógenes va en busca del concepto de 'ser humano' pero no encuentra más que personas de carne y hueso, individuos concretos.
Se ha querido ver en esta anécdota desde muy antiguo, sin embargo, un significado moral en el sentido de que Diógenes va buscando personas 'auténticas, honradas, virtuosas, buenas' que no encuentra en su deambular por las calles de Atenas. ¿Por qué no encuentra hombres de verdad? Podría tratarse de un problema personal de ceguera o de poca visión, por eso lleva la linterna de día, para ayudarse con la luz del fuego, dado que con la luz natural no le basta para encontrarlos.
En relación con eso cuenta Diógenes Laercio también, en el parágrafo 40: "Al salir del baño, alguien le preguntó si había mucha gente bañándose, y dijo que no; pero cuando otro le preguntó si había mucha gentuza, contestó que sí". Y más adelante, parágrafo 60, leemos otra anécdota similar: cuando regresaba de los Juegos Olímpicos a los que había asistido como espectador, alguien le preguntó si había mucho gentío y él le respondió: “Mucho gentío, sí, pero pocos hombres” ("πολὺς μέν," εἶπεν, "ὁ ὄχλος, ὀλίγοι δ᾽ οἱ ἄνθρωποι"). Se contraponen aquí los términos gentío ὄχλος (óchlos), de donde deriva oclocracia, el gobierno de la muchedumbre o de la plebe, con hombres ἄνθρωποι (ánthropoi), y la cuestión se plantea en términos cuantitativos el gentío es mucho, los hombres que hay pocos.
En el parágrafo 32 de la obra citada se recoge una anécdota que contaba Hecatón en sus Dichos -una colección de frases ingeniosas y donaires- sobre Diógenes: Una vez daba voces gritando: “¡A mí los hombres!”; y a los que acudieron, los apaleó con el bastón diciendo: “A hombres llamé, no a desechos” φωνήσας ποτέ, "ἰὼ ἄνθρωποι," [καὶ] συνελθόντων, καθίκετο τῇ βακτηρίᾳ, εἰπών, "ἀνθρώπους ἐκάλεσα, οὐ καθάρματα,". Se contraponen aquí los hombres con desechos, en la traducción de Bredlow que cito, en concreto con los objetos que se rechazaban como impuros en la ceremonia de las lustraciones, que en sentido figurado puede ser “piltrafas humanas”.
Fedro, el fabulista latino, nos cuenta la anécdota de la lámpara de Diógenes atribuyéndosela a Esopo en la fábula núm. 19 del libro III, que cito en traducción rítmica propia: Cuando era Esopo el único siervo de su señor, / se le ordenó la cena muy pronto preparar. / Así que lumbre casa por casa fue a buscar, / y al fin halló dónde el candil poder prender. / El largo entonces recorrido que fuera al ir / hizo más corto; que por la plaza se metió / mayor de vuelta. Y de la chusma un charlatán: / “¿Qué haces, Esopo, a pleno día con un farol?” / “Busco, le dijo, a un hombre.” Y a casa se marchó. / Si esto el pesado en su fuero interno caviló, / vio que al viejo Esopo un hombre no le pareció / al bromear sin ton ni son con su quehacer.
Ambas interpretaciones del ἄνθρωπον ζητῶ/hominem quaero/busco al hombre, la antiplatónica y la moral no tienen por qué ser excluyentes, y pueden de hecho complementarse. Diógenes con su búsqueda del hombre está criticando las ideas platónicas y, al mismo tiempo, la falsía de las personas que encuentra.