¡Cuánta calor! Hace mucha, bastante calor en muchos lugares del hemisferio norte, como suele ocurrir en el verano. Por ejemplo en España. E incluso en la Gran Bretaña, que ha declarado su primera emergencia nacional debida al calor y que aconseja a sus súbditos que se autoconfinen o, por si no lo entienden, que no salgan de casa. Recuerden: stay home, save lives.
Los expertos, esos especialistas en todo o lo que es lo mismo en nada, están de regreso en todas las pantallas, emisoras de radio y tabloides, advirtiéndonos de que “miles de personas podrían morir” bajo la ola extrema de calor, y advierten de que podrían colapsarse los hospitales cuando los termómetros están a punto de estallar.
¡Cuanto miedo están generando, otra vez, a su alrededor!
Ni siquiera podemos estar seguros en las playas porque las altas temperaturas atraen a las medusas y a los tiburones, que podrían atacar a los bañistas.
Cualquier pretexto sirve para que las autoridades sanitarias declaren el estado de emergencia o de alarma o de excepción o de sitio o como quiera llamarse. La ola de calor dará paso a la emergencia del cambio climático.
Fructífera y exitosa está resultando la metáfora de las olas aterradoras. Olas que vienen y van, olas que van y vienen. Como canta la Rianxeira: “Ondiñas veñen e van”. Vienen y van las olas epidémicas, y también las olas de calor provocadas por el calentamiento global del planeta a raíz del cambio climático antropogénico, hasta el punto de que los mapas meteorológicos del hemisferio norte se han teñido de rojo fuego y diríase infernal. Véase este del Reino Unido por ejemplo y compárese lo que decía antes a su modo la imagen de la izquierda con sus amables solecitos veraniegos y lo que dice ahora la imagen de la derecha con las mismas temperaturas más o menos y con el color rojo del peligro:
La segunda ola de calor desata en España los peores incendios en 10 años: "Eran evitables". Claro para eso está el Estado: para evitar los incendios, no para sofocarlos, que eso es cosa de la gente y de los sufridos bomberos que se ponen a apagar el fuego como pueden. El Estado lo que quiere hacer es evitar que se produzcan, luchar contra las gigantescas abstracciones como esa del cambio climático, por ejemplo.
Frente a eso, la vieja Iglesia proponía otras soluciones, por ejemplo esta rogativa y cántico para pedir la lluvia sacando en procesión a la Virgen María, bajo la advocación por ejemplo de Nuestra Señora de los Remedios: Danos el agua, / virgen bendita, / que nuestros campos / se nos marchitan. / Danos la lluvia, / Nuestra Señora, / y haz que las nubes / lloren ahora. / En nuestra mesa / tendremos pan / y muchas flores / para tu altar.