Cuando me muera, morirán también las cosas,
/
caerá el telón y las vanas, falsas apariencias /
reales de este mundo a veces tan hermosas,
/
caerán las máscaras, los imperios y las rosas.
Gocé de odaliscas complacientes y su belleza, /
que es flor de un día, fugitiva y pasajera, /
acariciándoles sin fin su cuerpo y su alma, /
bebiendo el vino del placer que ahuyenta penas.
¿Dónde las legendarias rosas del Irán /
y su fragancia? ¿Dónde aquel vergel está
/ de Babilonia, y los que no tenían nada /
que envidiar a las huríes, efebos deslumbrantes?
¿Dónde las legendarias rosas del Irán
/ y su fragancia? ¿Dónde aquel jardín está /
del Edén y dónde la maravilla, Babilonia, /
espejismo vano de un desértico arenal?
Bebiendo el vino de color rubí encendido
/
me olvido yo de mí y del mundo, que es el mar
/
donde naufrago, y de penosos sinsabores
/ de la vida, en vino tinto como la amapola.
En mi juventud busqué en los libros la verdad
/ y sólo hallé creencias, dogmas, fe en el cielo
/ y el infierno, y preferí el licor de las tabernas
/ huyendo de iglesias, sinagogas y mezquitas.
Escucha, joven: esta rosa que te doy
/
está flagrante: huélala, mañana ya
/ se habrá ajado. Bebe vino y goza, pues,
/
de la rosa efímera, antes de que se haga polvo.
Goza del vino, de la música y las mujeres,
/ de los perfumes, los efebos y quereres, /
ahora o nunca; no pospongas los placeres:
/
el vasto río del tiempo fluye y nos arrolla.
Al lado de una esbelta joven como espiga /
de rubio trigo, con el sabor aún del vino
/
en los labios, antes de que el viento de la Muerte
/ te sorprenda helando tu sonrisa para siempre.
Goza del día de hoy, el único que hay
/ y es tuyo ahora, en el que yacen los recuerdos
/
del ayer –olvídalos déjandolos que afloren- /
y los temores y deseos del futuro.
No trueques cosas por las ideas de esas cosas:
/ disfruta de ellas mientras puedas, sin resabios
/ del pasado, sin proyectos de futuro: goza
/ de este momento, que es el solo cierto que hay.
Las huríes de ojos de jade y el Edén no existen, / espejismos del desierto ardiente y deslumbrante. / Desoye, pues, la llamada del tambor lejano / y olvídate de la muerte y del futuro ahora.
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