86.- Nos vigilan. La profecía de Órgüel formulada en su novela 1984 se cumplió con creces: el Gran Hermano nos vigila y nos controla a todos y cada uno. ¿Qué hacen, si no, todas esas cámaras de seguridad que llevan años en nuestras calles y edificios? Cientos de miles de ojos sin párpados conocen nuestros gustos, nuestras aficiones y hasta nuestras pasiones mejor que nosotros mismos. No estamos tan solos como pensamos frente a la pantalla del ordenador o del móvil. Al otro lado hay alguien que controla todos nuestros pasos y que está escribiendo, sin que nosotros seamos conscientes, ahora mismo por ejemplo, el guion de nuestra vida.
88.- Llueven ahora mismo bombas sobre Bagdad, la antaño espléndida residencia de los califas, a orillas del Tigris, fundada en el año 763 de nuestra era y capital de una deslumbrante civilización, célebre por su molicie y lujo oriental, hoy sólo ruina brutal de lo que fue. El llanto de la hija del visir, una vez arrebatada la virginidad, es el nuestro, nuestras propias lágrimas de impotencia. De alguna manera las bombas están cayendo, aquí y ahora mismo, como una lluvia intermitente, silenciosamente sorda y ensordecedora, sobre mí y sobre ti también, amigo mío, sobre nosotros, que hemos perdido la inocencia, y sobre los cadáveres de todos y cada uno de nuestros niños muertos.
89.- Don Quijote de la Mancha y Sancho Panza. El Caballero de la Triste Figura cree que la bacía del barbero es el yelmo de Mambrino y que la no poco pazguata Aldonza Lorenzo es toda una dama, la encantadora Dulcinea del Toboso. Su fiel escudero y amigo percibe la realidad: la bacinilla y el pelo de la dehesa de Aldonza. Pero ambos se equivocan: Aldonza no es Dulcinea, desde luego, pero tampoco es la que cree el zafio de Sancho.
90.- La literatura comparada y el sentido común revelan que no hay originalidad literaria que valga, que todo ha sido dicho ya alguna vez por alguien, que detrás de todo lo que digamos hay una enorme tradición y bibliografía. La novedad es que no hay novedad: no hay nada que no haya sido dicho ya. Y ni siquiera podemos arrogamos la originalidad de decir esto nosotros por primera vez, sino que ya lo dijo Terencio, por ejemplo, en latín hace muchos cientos de años en el prólogo de su comedia El Eunuco: “Denique / nullum est iam dictum quod non dictum sit prius. / Qua re aequom est uos cognoscere atque ignoscere / quae ueteres factitarunt si faciunt noui”. Lo que puede traducirse por algo así como: En fin, / que dicho no hay que no haya sido dicho ya. / Por eso es justo que lo sepáis y disculpéis / si hacen los modernos lo que hicieron los antiguos.