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viernes, 7 de julio de 2023

Pareceres XXIV

116.- Ni caso. Durante mucho tiempo la información escaseaba y era un bien más difícil de conseguir que el oro, pero hoy día hay un apabullante superávit. En la Red, desde luego, es lo que más abunda: información, de hecho es casi lo único que hay. Hay quien dice que es tan necesaria como el aire y el agua. Pero el aire y el agua son necesarios para vivir. La información ¿para qué es necesaria? Algunos dirán que para saber lo que pasa. Pero es mentira. Las informaciones son necesarias para meternos el miedo en el cuerpo y para distraernos. Igual que el aire y que el agua, que están cada vez más contaminados en el planeta azul, la información también está poluta, manipulada, sesgada; por lo que su abundancia se convierte en asfixiante: no es una riqueza de la que podamos enorgullecernos, sino un motivo de grave preocupación: un un tumor cancerígeno que pretende aniquilarnos insensibilizándonos ante lo que pasa, porque logra que nos desentendamos de “lo que pasa” y nos preocupemos por cosas que no nos interesan, que ni nos van ni nos vienen, para que así seamos incapaces de ver lo que tenemos delante de nuestras propias narices -eso y no otra cosa es "lo que pasa"-, pues vemos empantallados como estamos, en su lugar, las pantallas que nos ponen a modo de aquellas orejeras que les plantaban a los asnos para que caminaran siempre adelante en la misma y prefijada dirección. ¿Es bueno, pues, estar informado? Para nada. No sólo no es bueno, es perjudicial para la salud física y mental. Nuestra tarea, por lo tanto, es librarnos de la información, desinformarnos, no hacer caso de lo que nos cuentan.

 

117.- Departamento de Orientación: La existencia de un Departamento de Orientación en los centros educativos españoles de ESO (Educación Secundaria Obligatoria) demuestra la gran desorientación que, promovida desde arriba, existe por abajo. Nunca ha habido más información que ahora. Vivimos en la sociedad de la información. Por eso mismo, porque nadamos en el mar superabundante de la información, todos estamos fundamentalmente desinformados, desorientados, náufragos sin brújula ni norte a la deriva.

118.- Trabajo infantil: La crítica que algunas almas piadosas y caritativas hacen al trabajo asalariado se agota en el llamado trabajo infantil. Estos moralistas se escandalizan de que a niños de seis y de siete años se los obligue a trabajar en la cosecha del algodón o en las minas. Tiene razón, es escandaloso, pero no porque se trate de niños, sino porque el trabajo, en sí, es un castigo de Dios que clama al cielo.

  

Concierto 5 en D-minor de Scarlatti (Café Zimmermann)

 119.- ESO (Abreviatura de Educación Secundaria Obligatoria del sistema educativo español). La obligatoriedad de la enseñanza hasta los 16 años parece, por un lado, un logro social de las clases populares pero, por otro, supone una nueva institución penitenciaria, un nuevo servicio militar obligatorio que se cierne sobre ellas, y que no admite objeción de conciencia: la mayor intromisión del Estado en la vida de la gente, que convierte a los niños entre los seis (y pronto se rebajará la edad a los tres) y 16 años (y ya se habla de hacerla obligatoria hasta la mayoría de edad a los 18) en cohortes, subdivisión de la legión romana, de reclutas forzados. Quizá deberíamos hablar de manípulos de reclutas forzados. Era el manípulo una unidad menor de la legión romana, unidad operativa y manipulable, es decir, manejable. La escuela siembra aversión en los niños por el saber que transmite, a los que infantiliza, psicologiza, y hastía, matando la curiosidad innata, y generando fracaso y sumisión.

 

Un lema electoral que no pasa de moda: el cambio.
 

120.- ¿Cambio o recambio? Otra vez la zanahoria inalcanzable del cambio (change en la jerga del Imperio) delante del borrico sirve como eslogan o grito de guerra político para alimentar la esperanza, esa virtud teologal, de un electorado que acabará defraudado cuando compruebe, una vez finalizada la euforia etílica de la victoria, que el único cambio que se ha producido en las altas esferas de la política y la economía es el nominal, y que el voto era un vale canjeable directamente por la desilusión. Poco importa que el presidente sea másculo o fémina, blanco o negro, con tal de que ocupe la presidencia una vez que ha quedado vacante el trono. Y en eso no hay cambio que valga. Ya lo dice el refrán chino que Felipe González –que llegó al poder enarbolando la bandera del cambio y que no cambió nada sustancial- importó de uno de sus viajes de la China comunista: gato blanco o gato negro da lo mismo, son canjeables, lo que importa es que mate ratones. Cámbiese el gato por el presidente, y los colores “blanco” o “negro” por “izquierdas” o “derechas”, progresistasconservadores o viceversa, no importa. Lo que importa es que sea gato, es decir, que sea presidente, o lo que es lo mismo, que mate roedores. ¡Pobrecitos de nosotros, los ratones!