jueves, 16 de marzo de 2023

Pareceres (XVII)

81.- Se le atribuye a uno de los siete sabios de Grecia, a Tales de Mileto, el inventor del teorema de su mismo nombre, el estar agradecido a la Fortuna por tres cosas: la primera, haber nacido humano y no animal; la segunda, varón y no mujer; y la tercera griego y no extranjero (heleno y no bárbaro, decía él). A lo que habría que oponerle las siguientes objeciones: que ningún hombre nace hombre, sino que llega a ser tal cosa -cosa, sí- entre los congéneres de su misma especie, lo que da origen al especismo; que ningún varón nace varón, sino que se hace varón, dependiendo de la educación que reciba, que origina el machismo, y finalmente, que ningún griego nace griego, sino que se hace griego, que el nacimiento, y, por lo tanto, la nacionalidad es algo meramente circunstancial, lo que crea la xenofobia y el racismo. Así empieza la filosofía occidental: con el desprecio de los animales, el desprecio de las mujeres y el desprecio de los extranjeros. No penséis que desde entonces hemos mejorado mucho ni avanzado. 

 


82.- Si no lo había hecho antes, el 11 de septiembre de 2001 quedó patente que la televisión era la mayor arma de distracción y destrucción masiva jamás inventada, la más poderosa de todas las armas inventadas porque podía llegar hasta el último rincón del planeta y hablar en cualquiera de las lenguas de Babel divulgando las poderosas imágenes. Los mandamases de este mundo deben estarle eternamente agradecidos a John Baird, el inventor del engendro. Con ella nos entretuvieron largas horas de enteros días a todo el mundo mundial: la catástrofe que nos echaron por la pequeña pantalla, reproducida una y otra vez como si fuera un interminable y animado gif (acrónimo inglés de Formato de Intercambio Gráfico, pero en inglés: Graphic Interchange Format), les sirvió para consolarnos de nuestro desconsuelo existencial al comprobar que nosotros no habíamos sido las víctimas, al ver que aquello no nos había pasado a nosotros: catarsis colectiva. Pero lo que sí nos pasaba a nosotros era el intensivo bombardeo mediático que  nos cayó encima como un chorreo, del que no nos hemos librado todavía. 


 83.- Del manicomio y la cárcel. Cuando salías del hospital psiquiátrico, pasados dos minutos de las cinco y media de la tarde, y volvías la mirada hacia la puerta que se cerraba detrás de ti regurgitándote al exterior, sentiste que salías no de una clínica u hospital frenopático, sino de un enorme útero que te vomitaba, de un ingente claustro materno que te estaba pariendo en ese momento, dándote a luz, a la clara luz de aquella espléndida tarde primaveral de mayo. Metáfora lograda: salir a la calle del manicomio es salir del seno de la Gran Madre, del líquido amniótico de la diosa Cibeles, la Virgen María que rompe aguas y se pone de parto en el paritorio. Es de alguna forma como nacer o renacer a la vida y a la libertad, es decir, a la intemperie, o, mejor dicho, a tu libertad provisional.  Pero no sólo tu libertad era provisional, amigo mío, sino también la mía, que iba a visitarte y a creerme cuerdo por unos instantes. Porque no hay que olvidar una cosa: el manicomio existe para que los que estamos fuera consideremos que estamos cuerdos, que no estamos locos como los que están encerrados en él, y eso, como en el caso de las cárceles, que también pretenden hacernos creer que somos libres, es mentira.


 84.- Por el pleno desempleo. Para mí lo más deseable no es el pleno empleo, sino el completo desempleo: yo no quiero trabajar, no quiero que me empleen, porque eso significa que me utilizan, que se sirven de mí, de mi tiempo, convirtiendo mi vida en rastrera, monótona y mortecina existencia.  Porque no me digáis que no os da la risa, que no es como para burlarse de Hipotecas y  Planes de Pensiones, ese matarse a trabajar para nada y ese estudiar por miedo a no superar el listón de la dorada mediocridad. La vida es otra cosa, no esta muerte planificada en cómodos plazos: las vacaciones en Benidorm, los ascensos laborales, los másteres en New York, y las pastillas de las farmacias para olvidarlo todo, para superar la depresión que nos entra sólo de pensar en esos éxitos  y para lograr conciliar el sueño, acallar la mala conciencia que tenemos y dormir de un tirón hasta bien entrado el día como si fuera domingo y no hubiera que ir a trabajar para ganarse la vida que pierde uno trabajando. 


85.- La solidaridad de hogaño es la versión laica de la caridad de antaño. Dicho de otra manera, la caridad no ha desaparecido: se ha extendido a toda la sociedad secularizándose. Es justo que haya injusticias y desastres ecológicos para que el alma solidaria y ecológica de cada uno pueda solidarizarse, valga la redundancia, con ellos y realizarse lavando la "marea negra" de su propia y "mala" conciencia, dando un sentido a su vida del que carece. Se fomenta tanto el individualismo que, frente a los problemas sociales o colectivos, parece que sólo hay una salida individual: el sálvese quien pueda del voluntariado, la solidaridad, la cáritas Christiana.


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