Maestros, no les enseñéis a los niños esa
lección sabida y consabida, por favor.
Y no les inculquéis a los pupilos vuestros,
señor maestro, señorita, no señor,
lo que a vosotros os inculcaron: la moral
y unos ideales, viejos trastos obsoletos,
para amueblar su cabeza: no les enseñéis.
haciéndolos maleducados a fuerza y golpe
de educación. Y no les programéis, robots,
para el futuro porque el porvenir está
igual que espada de Damoclés que cuelga siempre,
o zanahoria por delante o trampantojo
muy lejos todavía, tanto que nunca llega.
No les enseñéis a los chiquillos los adjetivos
calificativos de “bueno” y “malo” de las cosas
y las personas. Saben ellos, bien lo saben,
sin que se lo digáis vosotros, lo que es bueno
y lo que es malo. No les enseñéis, maestros,
lo que a vosotros os enseñaron: los prejuicios,
las ideas establecidas. Sed, más bien, vosotros
sus amigos, los amigos de los niños. Si
queréis enseñarles algo, enseñad el arte
de la magia, o sea, la poesía. Permitid,
en cambio, que ellos os enseñen a vosotros
a vosotros que os creéis muy sabios y muy listos,
porque tenéis colgado un título en la pared
lo que ellos saben y vosotros olvidasteis..
Dejad que ellos os enseñen a vosotros
ellos, los niños, pues tenéis que aprender muy mucho
de ellos, aunque os parezca que es mentira. Sí,
dejad que ellos os enseñen a olvidar
todas las cosas que vosotros aprendisteis.
lección sabida y consabida, por favor.
Y no les inculquéis a los pupilos vuestros,
señor maestro, señorita, no señor,
lo que a vosotros os inculcaron: la moral
y unos ideales, viejos trastos obsoletos,
para amueblar su cabeza: no les enseñéis.
haciéndolos maleducados a fuerza y golpe
de educación. Y no les programéis, robots,
para el futuro porque el porvenir está
igual que espada de Damoclés que cuelga siempre,
o zanahoria por delante o trampantojo
muy lejos todavía, tanto que nunca llega.
No les enseñéis a los chiquillos los adjetivos
calificativos de “bueno” y “malo” de las cosas
y las personas. Saben ellos, bien lo saben,
sin que se lo digáis vosotros, lo que es bueno
y lo que es malo. No les enseñéis, maestros,
lo que a vosotros os enseñaron: los prejuicios,
las ideas establecidas. Sed, más bien, vosotros
sus amigos, los amigos de los niños. Si
queréis enseñarles algo, enseñad el arte
de la magia, o sea, la poesía. Permitid,
en cambio, que ellos os enseñen a vosotros
a vosotros que os creéis muy sabios y muy listos,
porque tenéis colgado un título en la pared
lo que ellos saben y vosotros olvidasteis..
Dejad que ellos os enseñen a vosotros
ellos, los niños, pues tenéis que aprender muy mucho
de ellos, aunque os parezca que es mentira. Sí,
dejad que ellos os enseñen a olvidar
todas las cosas que vosotros aprendisteis.
Grande Gaber.
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