viernes, 10 de marzo de 2023

Vacuna contra la vejez

         Acaba de salir al mercado -tatachín, tatachán- la piedra filosofal de la eterna juventud que tanto tiempo soñaron y buscaron desesperadamente los alquimistas medievales.  Se trata de la vacuna antivejez. Según la propaganda publicitaria, la inyección frena el proceso natural de envejecimiento del organismo humano, y, aunque no se dice explícitamente, nos proporciona, se sobreentiende, la inmortalidad. ¡A nosotros, que ya éramos inmortales como las ideas de Platón!

Mejora las funciones sexuales, que buena falta nos hace a los mayores a los que ya no se nos levanta como antaño el órgano que tantas aleluyas nos proporcionaba, y regenera el tejido muscular, hace que aumente la energía, que disminuyan las liposidades, proporcionándonos beneficios cardiovasculares increíbles. Se consigue gracias a este tratamiento profiláctico la regresión del envejecimiento, vaya. 
 


Disminuirán nuestras arrugas, mejorarán nuestras funciones cognitivas, fortaleciéndose nuestro sistema inmunológico -no vaya a ser que ahora que podemos retozar como a los veinte años gracias a los adelantos médicos, que la ciencia adelanta que es una barbaridad, pero mejor que entonces, pues ahora no vamos a quedarnos embarazados porque todo lo puede Dios menos hacer parir a las viejas o, mejor dicho, menos que los varones nos quedemos preñados, pillemos ahora el virus inexistente del SIDA (no es una boutade: al parecer el virus VIH o de inmunodeficiencia humana no existe, según algunos estudios científicos, ya que no cumple los requisitos de los otros virus, aunque puede pillarse la enfermedad y morirse uno de ella como Dios manda)- o el falso virus del Covid, que sí existe y es real, pero no deja de ser por ello mismo una falacia, mejora el tono de la piel, estimulando el crecimiento capilar sin necesidad de implantes artificiales y dolorosos y de las uñas -nada de aquello de todos calvos dentro de diez años-, nos revitaliza y vigoriza aumentando la resistencia al streSS de la vida moderna cotidiana.

Asimismo, la mágica inoculación aumenta nuestro rendimiento físico y psíquico luchando contra las funciones orgánicas que se debilitan con la edad, aumentando nuestra memoria -y, sin embargo, qué cosa mejor que tener poca memoria, o no tenerla muy buena, para poder olvidar así los agravios que nos inflige no ya la vida, esa gran desconocida terra incognita, pobrecita ella, sino la existencia, mucho más vulgar, prosaica y ordinaria que la vida-, mejora la calidad del sueño convirtiéndonos en bellas durmientes del bosque, previene la osteoporosis, acelera el proceso de cicatrización de las heridas, estimula el sistema venoso y espolea, igualmente, las funciones libidinales, como decíamos al principio, convirtiéndonos en viejos verdes, es decir, en viejos jóvenes, que gozan del beneficio de la vejez, la experiencia acumulada, y del de la juventud, abocándonos a las delicias voluptuosas del coito: un cuerpo perfecto, libre de las lacras de las enfermedades y engorrosos procesos naturales de envejecimiento. 

Finalmente se nos advierte de que el contenido de ese supuesto medicamento está aprobado para su uso en humanos, suponemos que se haya experimentado previamente en otros animales presuntamente menos racionales que nosotros, por la UE, que es, por si no lo sabíamos, la Unión Europea, y que esta aprobación significa, que el Medicamento, con letra inicial mayúscula como le corresponde a todo Dios, procedente de unos laboratorios de Lucerna (Suiza), que el Medicamento, decíamos, “hace lo que dice que hace” (sic). Este producto puede adquirirse en la Red de pescar incautos: que nosotros sepamos, no se vende -todavía- en farmacias. Pero ya llegará. Todo llega. Y acabará vendiéndose con receta médica y las bendiciones de la autoridad sanitaria competente... Y habrá algún tonto que pique.

2 comentarios:

  1. "La vejez es un tirano que prohíbe, bajo pena de muerte, todos los placeres de la juventud" (La Rochefoucauld)

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  2. La estupidez, la "participación", la salvífica inoculación y la endiosada interacción, los cuatro jinetes de la existencia para que la biotecnología pueda alcanzar su ansiada relevancia en el Mercado y prolongar el sueño hipnótico de la Economía en esta pandemia activa entre los primates más erotizados y embobados.

    Habiendo acudido al oráculo con este lamento: Oh naturaleza humana tan fácilmente contrapuesta, de complejas y densas relaciones interpersonales.

    He aquí el mensaje del oráculo: En estos tiempos de violencias sociologizadas, con agitada proyección mediática y avanzada legislación que enmarañan, sostienen y producen variopintas identidades en confluencia caleidoscópica, el que no se adhiera a una de las muchas que en el mercado se le ofrecen, no podrá disfrutar de los escenarios al uso ni  las enredadas comunicaciones que los animan y sostienen, y solo aquellos con capacidad de adaptación al caleidoscopio podrán experimentar y disfrutar de todo el espectro sostenible e imaginable mientras sus cuerpos y mentes abiertas aguanten, aunque se necesitan biotecnologías de apoyo para no cerrarse a las posibilidades.

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