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martes, 23 de abril de 2024

Cuidado, porque Sanidad...

    Resulta conmovedor que una cadena de televisión como “La Secsta”, que te llamaba idiota en 2021 si no ponías el brazo para que te pincharan inyectándote algo, no se sabía muy bien qué, se retracte de alguna forma ahora dando una información como la que sigue a propósito del pasaporte y de la vacuna del virus coronado. 
 
    Pero no deja de ser lamentable cómo lo hacen: deprisa, corriendo y mal en un par de minutos escasos. A la vez que te están diciendo lo que estás oyendo, estás viendo que el Real Madrid no sé qué y no se cuánto, una mosca superior te informa de que a las 22,30 echan no sé qué película, que si La Real Sociedad y el Getafe... Y las imágenes de los que hablan se mezclan con escenas de hospitales y vacunaciones. Y encima a veces ni se entiende lo que dicen, hablan deprisa, se atropellan, se interrumpen, como deseando pasar página y a otra cosa mariposa... Pero lo dicho, dicho queda, y por si acaso lo transcribo yo ahora aquí, para que quede constancia escrita, salvo error u omisión. 
 
 
    -Cuidado porque Sanidad admite ahora que sí, que más de treinta y cinco mil vacunados se murieron a causa del coronavirus. 
    -Sí, esto se ha sabido durante el fin de semana. La primera noticia es que el Ministerio de Sanidad contestaba a la Asociación Liberum, que llevan desde 2020 denunciando que el pasaporte cóvid y la obligación de ponernos la vacuna era un engaño y una imposición, y lo estaba denunciado. Bueno, finalmente el Ministerio de Sanidad reconoce que siete millones y medio de personas vacunadas se terminaron contagiando del cóvid y fallecieron más de treinta y un mil personas. Y estamos hablando solo de personas fallecidas. Pero la novedad del día de hoy es que, además, el Ministerio de Sanidad hace una segunda respuesta que exigía que tuviera responsabilidades. Y esto es lo que dicen. Lo escuchamos en un comunicado del Ministerio de Sanidad: “El ciudadano que recibe voluntariamente una asistencia sanitaria debe asumir los efectos adversos derivados de la misma, si prestó su consentimiento informado”. Lo que viene a ser que si nosotros nos metíamos en la página de Sanidad, ya se nos advertía de que había riesgos asociados a la vacuna. Lo que dicen los abogados es que esto es una auténtica vergüenza porque la gente de a pie no se está todo el día metiendo en la página del Ministerio de Sanidad para ver qué efectos adversos tiene una vacuna que en su día fue prácticamente obligatoria. 
    -Pero si es que, aparte, es igual: o sea, ya te abocaban a que te tenías que vacunar sí o sí. 
    -Es que no podías escoger. 
 
 
    -O esta o esta. No podías escoger. Esto no es verdad. No es una cuestión de que te metías en la página. Es que por narices te tenías que vacunar. 
    -Claro porque había, no era una obligación, porque es ilegal, pero sí que es verdad que si no nos vacunábamos, no teníamos certificado cóvid, y por tanto no nos podíamos mover en ocasiones de la ciudad.
    -No podías moverte ni podías hacer nada... 
  -De entrada, si no te vacunabas, ni viajabas ni tenías la consideración de nadie, porque eras un apestado .
    -Claro, la libertad de movimientos se daba con ese pasaporte cóvid y el pasaporte te lo daban con la vacuna. 
    -Es que ahora, claro, es “haberte metido a la página”, pero ¿cómo que en la página? 
     -¡Si no podías entrar ni a un restaurante...! 
    -Nada, no podías hacer absolutamente nada, no podías salir de casa.
 oOo 
 
La vacuna ya estaba preparada antes que el virus.       
 
    ¿Qué cara se les pondrá cuando se enteren de que la vacuna que se pusieron había comenzado a elaborarse en mayo de 2019, antes de que surgiera el virus coronado a finales de ese mismo año, a tenor de un documento desclasificado ahora según informa Reseau International?

jueves, 7 de marzo de 2024

Teletipos

 El Periódico Global publica la noticia en primera plana: Europa se prepara ya para un escenario de guerra, listo el atrezo y utillaje teatral del espectáculo.

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Se preguntaba Friedrich Nietzsche qué diferencia había entre un convencido y un engañado, y se respondía con toda razón: Ninguna, si se engaña bien al engañado.

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El Gran Padre Blanco, senil y demenciado como está, desentierra el hacha de la guerra y como buen halcón guerrero azuza las tropas de sus vasallos contra Rusia.


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La edición ucraniana de una indecente revista norteamericana de moda y tendencias publica una fotografía idílica de tres muchachas cadetes de un liceo militar.

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Ya es hora de que saquen la vacuna de la Enfermedad X aún no identificada, no vaya a ser que luego sea demasiado tarde y no pueda frenarse la próxima pandemia.


oOo

Hay que fabricar un suero seguro y eficaz que contrarreste la amenaza mortal de la Enfermedad X a punto de provocar una crisis sanitaria global sin precedente.

 

viernes, 10 de marzo de 2023

Vacuna contra la vejez

         Acaba de salir al mercado -tatachín, tatachán- la piedra filosofal de la eterna juventud que tanto tiempo soñaron y buscaron desesperadamente los alquimistas medievales.  Se trata de la vacuna antivejez. Según la propaganda publicitaria, la inyección frena el proceso natural de envejecimiento del organismo humano, y, aunque no se dice explícitamente, nos proporciona, se sobreentiende, la inmortalidad. ¡A nosotros, que ya éramos inmortales como las ideas de Platón!

Mejora las funciones sexuales, que buena falta nos hace a los mayores a los que ya no se nos levanta como antaño el órgano que tantas aleluyas nos proporcionaba, y regenera el tejido muscular, hace que aumente la energía, que disminuyan las liposidades, proporcionándonos beneficios cardiovasculares increíbles. Se consigue gracias a este tratamiento profiláctico la regresión del envejecimiento, vaya. 
 


Disminuirán nuestras arrugas, mejorarán nuestras funciones cognitivas, fortaleciéndose nuestro sistema inmunológico -no vaya a ser que ahora que podemos retozar como a los veinte años gracias a los adelantos médicos, que la ciencia adelanta que es una barbaridad, pero mejor que entonces, pues ahora no vamos a quedarnos embarazados porque todo lo puede Dios menos hacer parir a las viejas o, mejor dicho, menos que los varones nos quedemos preñados, pillemos ahora el virus inexistente del SIDA (no es una boutade: al parecer el virus VIH o de inmunodeficiencia humana no existe, según algunos estudios científicos, ya que no cumple los requisitos de los otros virus, aunque puede pillarse la enfermedad y morirse uno de ella como Dios manda)- o el falso virus del Covid, que sí existe y es real, pero no deja de ser por ello mismo una falacia, mejora el tono de la piel, estimulando el crecimiento capilar sin necesidad de implantes artificiales y dolorosos y de las uñas -nada de aquello de todos calvos dentro de diez años-, nos revitaliza y vigoriza aumentando la resistencia al streSS de la vida moderna cotidiana.

Asimismo, la mágica inoculación aumenta nuestro rendimiento físico y psíquico luchando contra las funciones orgánicas que se debilitan con la edad, aumentando nuestra memoria -y, sin embargo, qué cosa mejor que tener poca memoria, o no tenerla muy buena, para poder olvidar así los agravios que nos inflige no ya la vida, esa gran desconocida terra incognita, pobrecita ella, sino la existencia, mucho más vulgar, prosaica y ordinaria que la vida-, mejora la calidad del sueño convirtiéndonos en bellas durmientes del bosque, previene la osteoporosis, acelera el proceso de cicatrización de las heridas, estimula el sistema venoso y espolea, igualmente, las funciones libidinales, como decíamos al principio, convirtiéndonos en viejos verdes, es decir, en viejos jóvenes, que gozan del beneficio de la vejez, la experiencia acumulada, y del de la juventud, abocándonos a las delicias voluptuosas del coito: un cuerpo perfecto, libre de las lacras de las enfermedades y engorrosos procesos naturales de envejecimiento. 

Finalmente se nos advierte de que el contenido de ese supuesto medicamento está aprobado para su uso en humanos, suponemos que se haya experimentado previamente en otros animales presuntamente menos racionales que nosotros, por la UE, que es, por si no lo sabíamos, la Unión Europea, y que esta aprobación significa, que el Medicamento, con letra inicial mayúscula como le corresponde a todo Dios, procedente de unos laboratorios de Lucerna (Suiza), que el Medicamento, decíamos, “hace lo que dice que hace” (sic). Este producto puede adquirirse en la Red de pescar incautos: que nosotros sepamos, no se vende -todavía- en farmacias. Pero ya llegará. Todo llega. Y acabará vendiéndose con receta médica y las bendiciones de la autoridad sanitaria competente... Y habrá algún tonto que pique.

martes, 27 de septiembre de 2022

¿Eso es lo que te enseñan en la escuela?

    En un libro de texto de tercero de la ESO (Educación Secundaria Obligatoria) destinado a alumnos preadolescentes que cumplen los catorce años durante el curso, se les explica el negacionismo del siguiente modo: Negacionismo: A pesar de los avances humanos, algunas personas niegan los datos, las evidencias y los hechos demostrados. Aunque nos parezca increíble, hay quienes creen que la Tierra es plana, que el ser humano no ha llegado a pisar la Luna o que las vacunas son ineficaces y peligrosas. A estas ideas se las denomina negacionistas
 
 
    Ni siquiera se les explica el origen del término según la docta Academia: Actitud que consiste en la negación de determinadas realidades y hechos históricos o naturales relevantes, especialmente el holocausto. La voz “negacionismo”, efectivamente, se hizo conocida en los años cincuenta del siglo pasado por los nazis, pronazis o neonazis que negaban el holocausto. Derivado de 'negación' (latín negationem), con el sufijo grecolatino -ismo. La explicación adecuada sería 'interpretación deformada de la historia, que contradice la realidad y las pruebas del exterminio de la población judía de Europa por los nazis, y que niega más particularmente la existencia de las cámaras de gas en los campos de exterminio, mal llamados de concentración'. 
 
    El término puede emplearse por extensión a propósito de otras masacres a gran escala, como el genocidio armenio de 1915, pero nació específicamente para aplicarse a la shoá, que es palabra hebrea que significa 'catástrofe' o 'devastación' y es la denominación que utilizan los judíos para referirse al holocausto. 
 
    Se incluye a veces también, por extensión, entre los negacionistas a los revisionistas, que son aquellos que, si bien no niegan directamente el hecho histórico de la shoá, minimizan la amplitud de su alcance. Pero en este último caso es preferible el término 'revisionismo'). 
 
Los inútiles para el trabajo, David Olère, 1952
 
     Los terraplanistas y los que niegan el alunizaje de la NASA no se pueden comparar con los que creen que las vacunas son ineficaces y peligrosas. En primer lugar, porque no se puede generalizar, y porque habría qué especificar antes qué es una vacuna, a qué llamamos “vacuna”, y de qué vacunas estamos hablando. Porque si metemos en el saco de las vacunas las inoculaciones de adenovirus y de ARN mensajero contra la enfermedad del virus coronado del 2019, yo también creo que son ineficaces y que son peligrosas, y no me considero por ello yo negacionista, porque no niego el alunizaje de la NASA ni la redondez de la Tierra, aunque redonda como una pelota no es exactamente, sino achatada por los polos, como me enseñaron en la escuela. 
 
    En cuanto a la llegada del Apolo XI y de Neil Amstrong a la Luna, siempre recordaré que lo vi por televisión, en blanco y negro y en directo. ¿Cómo no iba a creer lo que veía con mis propios ojos y echaban por la tele?
 
 
    Yo tenía 9 años, y mi padre me despertó para ver aquel acontecimiento histórico a las cuatro de la mañana, diciéndome que no lo olvidaría nunca, como así ha sido. 
 
    Muchos profesionales de la medicina, que no tienen conflicto de intereses con los laboratorios farmacéuticos, consideran que tanto la vacuna contra el covid-19 como la de la gripe son vacunas fallidas. 
 
    Hay algunos que consideran que todos los medicamentos tienen efectos secundarios adversos, y probablemente es verdad, y hay quien llega a decir que muchas personas han muerto por tomar una simple aspirina. Pero quien considere que las vacunas de adenovirus y de ARN mensajero son medicamentos, se equivoca porque no curan ninguna enfermedad ni previenen el contagio. Quien diga que son medicamentos está justificando los efectos adversos en el proceso de inoculación, que, por cierto, en nuestro país no ha sido obligatorio. 
 
    
     Es cierto que no nos han obligado por la fuerza, poniéndonos la pistola en el pecho, a que nos vacunásemos, pero sí nos han constreñido y estigmatizado de mil maneras, desde considerarnos insolidarios (hazlo por ti y por los demás, para protegerte tú y proteger a tus seres queridos, nos decían), egoístas, magufos -magos que creen en los UFOS u OVNIS- que no creíamos en la Iglesia de la Santa Ciencia hasta criminales que queríamos matar a nuestra abuela, nos han exigido el carné de vacunación para entrar a los restaurantes y bares y para viajar, y a muchos hasta para trabajar so pena de despido. 
 
    Eso no es, desde luego,  ponerte una pistola en el pecho, cosa que hoy está muy mal vista, pero poco falta. Hoy no se estila obligar a nadie por la fuerza: se prefiere que sea uno mismo quien, voluntariamente, cumpla con las obligaciones que le mandan.

viernes, 8 de octubre de 2021

El Nenuco está malito

    El año pasado por estas fechas salieron algunas muñecas al mercado, las famosas Barbies entre otras, si no recuerdo mal, que llevaban mascarillas de diversos diseños y colores, para que las niñas fueran acostumbrándose a esta nueva prenda de su vestuario que la dictadura sanitaria que padecemos nos había impuesto como lo más natural del mundo de la noche a la mañana. No dejaba de ser un método de adoctrinamiento sutil para las futuras generaciones que, desde muy pequeñas, se iban así acostumbrando a estos ridículos embozos que sólo sirven para taparnos la boca.


    Habrá a quienes les parezcan educativos y responsables estos juguetes políticamente correctos, sobre todo si a las Barbies enmascarilladas les acompañan los Kens, sus novios, igualmente enmascarillados, cosa que ignoro, porque a fin de cuentas lo que se considera bueno de las obligaciones no es que sean constricciones que nos fuerzan a hacer algo que no queremos, sino que no discriminen por razón de sexo a nadie.

    Recuerdo -porque uno tiene su particular memoria histórica- cómo algunas feministas abogaban por la imposición del servicio militar obligatorio, la vieja mili, también a las féminas, porque era discriminatorio que estuvieran excluidas de ella, en vez de oponerse sin más a la conscripción obligatoria de los mozos y luchar por la desaparición del alistamiento militar y del Ejército. Lo único “bueno” del embozo, en este caso, es la igualdad de su imposición sexual a todo titirimundi, no como el nicab islámico, que sólo lo llevan las mujeres. 

     Pues tienen algo de razón los que piensan que estas muñecas son educativas. Son educativas en el sentido de adoctrinamiento que tiene hoy la palabra educación. A los niños y a las niñas, ojo, se los forma hoy precisamente como soldados, desde que desapareció el servicio militar obligatorio y se sustituyó por la educación secundaria igualmente obligatoria, con una duración más larga que la antigua mili y sin discriminación sexual, y desde que los colegios e institutos dejaron de ser lugares de enseñanza para convertirse en focos de ideologización, adoctrinamiento e imposición de lo que llaman protocolos. Este adiestramiento de los pequeños, aunque siempre lo hubo, ya es declaradamente descarado.

    
     El caso es que ahora sale al mercado de cara a las futuras navidades un anuncio del muñeco de Nenuco, que está malito, el pobre, y que explota el estereotipo femenino y sexista, por lo tanto, de la niña como futura enfermera, y de las mujeres como cuidadoras en general. No es lo grave sólo eso, que sea un muñeco para niñas, como si los niños no pudieran jugar igualmente con muñecas, lo grave es que quieran hacerse pasar por lo más natural del mundo cosas como la toma compulsiva de temperatura con un termómetro luminoso, la aplicación de un test -se supone que de esos que venden en las farmacias-  y, aparte de la tirita y el jarabe de toda la vida, lo más sorprendente de todo: la poción mágica de la vacuna que la niña/enfermera le pone al muñeco "para curarlo", como si la función de las inoculaciones fuera curar enfermedades y no prevenirlas (cuando no anticiparlas, como está sucediendo ahora mismo con las que se están inyectando a toda la población). Y ya está “¡vacunado!” y puede figurar como tal en el carné de vacunación o certificado covid. Finalmente se le hace otro test de confirmación, y el bebé que estaba malito y no lo sabía, el pobre, porque no tenía síntomas, ya está curadito. 
 
 
 
    Lo más falso y pernicioso de este anuncio publicitario es hacernos creer que si el bebé está malito, como demuestra la toma de temperatura y el test positivo, el remedio es la vacunación infantil que, por definición, no es curativa, y por lo tanto no puede utilizarse como tratamiento de una enfermedad porque lo que haría sería todo lo contrario, agravarla, sino que es preventiva en el mejor de los casos. Pero lo que hace el anuncio capciosamente es vendernos la vacunación infantil que se impondrá inevitablemente si no hacemos algo para impedirlo.

    En España, según datos oficiales, han muerto "oficialmente" de covid-19, sin entrar en si ha sido 'de' coronavirus o 'con' coronavirus, que eso es otro cantar, desde marzo del año pasado hasta ahora, es decir, durante la pandemia, a lo largo ya de dieciocho meses, 36 niños y adolescentes menores de edad. Se pretende ahora inocular a algo más de nueve millones de españolitos que hay en esa franja de edad cuando el riesgo que corren de contraer la enfermedad -si la contraen es en forma tan leve que ni se enteran, como el muñeco de Nenuco- y de morir a consecuencia de ella es prácticamente nulo, y cuando se sabe que no son contagiosos y se sabe, además, porque ya hay bastantes estudios científicos que lo corroboran, que la vacuna no evita el contagio y que los efectos adversos o daños colaterales que están produciendo las inoculaciones en toda la población a corto plazo -no sabemos a medio y largo- son bastante ya preocupantes.

    No sé si debería, en fin, preocuparnos más la mente retorcida que ideó este anuncio de pésimo y repugnante gusto o los enfermos mentales que puedan llegar a adquirirlo, que no dejará de haber algunos, para que Papá Noel o los Reyes Magos se lo regalen a sus vástagos.

sábado, 21 de agosto de 2021

La falacia de Macron

    «Le vaccin sauve des vies, le virus tue, c’est simple». E.M.

    “La vacuna salva vidas, el virus mata, es simple”. Demasiado simplón, señor Macron como para ser cierto. Al eslogan triplemente mentiroso que cacarean los gobiernos y traficantes de drogas de las altas esferas, que dice en la lengua del Imperio que las sedicentes 'vacunas' anticovidianas son tested, safe y effective, el presidente de la V República Francesa, o sea usted no contento con eso, saca a relucir el fetiche y dogma nacional en el país de Pasteur de que las vacunas en general salvan vidas, y de que esto, sea lo que sea, es una 'vacuna' como las de toda la vida, por lo que como aquellas es un chaleco salvavidas que va a impedir que nos ahoguemos y que hará que vivamos eternamente sanos y salvos, y el otro fetiche de que el virus mata, por lo que le ponen el epíteto muy a menudo de 'asesino'.


     La que hemos llamado “falacia de Macron” no es exclusiva del presidente galo, ni muchísimo menos, pero él ha acertado a formularla con gran economía de palabras y con lenguaje sencillo, si exceptuamos esos dos términos culteranos y cuasi religiosos de 'vacuna' y 'virus', que pertenecen a la jerga científico-farmacológica que nos invade e intoxica. Ha venido a decir que lo uno salva la vida y lo otro mata en un lenguaje elemental y grosero, simplificado hasta el absurdo, porque todas las vidas, salvadas o no, están abocadas a la muerte, y porque el virus no mata, no es un asesino que mate conscientemente sino, en el peor de los casos, un homicida que puede llevarte al otro barrio si no te has muerto todavía y si tienes otras papeletas en tu haber como una vejez prolongada y algunos achaques propios de la provecta edad. Pero en el fondo del virus lo que subyace es otra cosa: la contradicción de que es al mismo tiempo exógeno (viene de fuera a matarnos) y endógeno (sale de dentro de nosotros a matar a los demás), por lo que somos nosotros, poseídos por él, su receptáculo, al mismo tiempo el verdugo que puede matar a los demás y la víctima de cualquier desaprensivo. 

  

 "Obedece, vacúnate" LREM (La République En Marche, partido que sostiene a Macron, caracterizado aquí como Hitler por el cartelero Michel-Ange Flori)

    Yendo más lejos todavía, el señor Emmanuel Macron, ha culpado de irresponsabilidad y de egoísmo, a quien, haciendo uso de su libertad, ha decidido no 'vacunarse': Si mañana usted contamina a su padre, a su madre o a mí mismo, yo soy víctima de su libertad porque usted tenía la posibilidad de tener algo para protegerse y protegerme. Eso no es la libertad. Eso se llama irresponsabilidad, eso se llama egoísmo.

    Parte el señor Macron de una hipótesis futura, situada en el incierto día de mañana. Se supone que el interlocutor no va a contaminar hoy ni a su padre ni a su madre ni al Presidente de la República Francesa, porque hoy, aquí y ahora, se encuentra en perfecto estado de salud, y, por lo tanto, no puede contagiar una enfermedad que no tiene todavía. Por eso hay que situarse en un hipotético futuro en que el interlocutor estuviera contaminado, como dice Emmanuel Macron, y convertirse en agente contaminador para contaminar a los demás... Olvida que si uno está enfermo no va por ahí contagiando alegremente a la gente, procura tratarse y aislarse si es preciso. Pero no entremos ahora en la función curativa de la medicina, tan olvidada y menospreciada en estos tiempos profilácticos.

 

    El presidente de la República, con un tono de sermón de vicario aficionado que se ha puesto como ejemplo, se considera contaminado por su interlocutor en el futuro, y eso le lleva a considerarse víctima -qué abuso hacen de esta palabra y del victimismo todos los políticos- de la libertad de su interlocutor, con lo que está culpabilizándolo y responsabilizándolo de su contaminación. Algo que a todas luces sería imposible si él mismo hubiera tomado las medidas individuales de protección que acusa de no haber tomado a su intercolutor, y estuviera protegido al cien por cien. El problema es que la protección -metáfora de la vacuna y, antes, de la mascarilla- no es segura del todo, es decir, no era verdad que estuviera tan tested, ni era tan safe ni efficient como predicaban para que la gente se arrepintiera de sus pecados y se redimiera, o sea que la 'vacuna' no salva vidas al cien por cien, sino que se lleva algunas, y no pocas por delante.

    Los dirigentes políticos no quieren la libertad. Si lo hicieran, no serían lo que son. Es el nudo del problema desde el comienzo. Nadie puede responsabilizar a los demás y culpabilizarlos porque nadie tiene el derecho de exigir a los demás que no le contaminen, en primer lugar porque hay medidas de supuesta protección individual que pueden adoptarse y evitarlo como el aislamiento antisocial y anacoreta, y, en segundo y no menos importante lugar porque una hipotética contaminación, de producirse, no supone una ofensa ni una afrenta de los demás, que han querido ponernos en peligro, sino una consecuencia indirecta del mero hecho de vivir y convivir. Y además no es tan peligrosa como nos han hecho creer como para que corramos despavoridos al vacunódromo. 

 

   Pero analicemos la finalidad de esa supuesta doble protección. ¿Qué pretende el que tiene la 'protección'? Pretende protegerse en primer lugar a sí mismo. No haría falta justificar lo que es un gesto de egoísmo -querer salvaguardarse uno a sí mismo, querer salvar su alma como se decía antes evitando el purgatorio y las llamas del infierno de la condenación eterna- como si fuera un símbolo de altruismo. La 'protección' me protege a mí, si es el caso, y punto. Hace que al estar yo protegido no esté contaminado, y por lo tanto no pueda contaminar ni a mi padre, ni a la madre que me parió ni a monsieur Macron. Decir que lo hago para proteger a los demás es hipocresía, es camuflar mi amor propio como si fuera amor ajeno, algo que queda muy bien de cara a la galería, pero que resulta mentiroso. 

    ¿Qué sucedería si como resultado de ese contagio muriese el Presidente de la República Francesa? Pues que sería, como suele decirse, una pérdida irreparable humanamente hablando en lo que concierne a la persona que ostenta el cargo. Pero ojalá muriera el cargo que ostenta la persona y no tanto la persona, por más que se identifique la una con lo otro, a fin de liberarse a sí mismo y a los demás de la carga de su cargo. Si muriese como víctima de mi contagio, no sería penalmente un asesinato,  que ese es el miedo que tiene en el fondo el señor Macron, sino un homicidio fortuito y accidental, nunca un crimen cabal premeditado.

viernes, 21 de mayo de 2021

Dos metáforas de la inyección

    La estatua de Jesucristo más famosa del mundo, el Cristo Redentor enclavado en el cerro Corcovado de 30 metros de envergadura con sus brazos abiertos a la ciudad de Río de Janeiro en actitud protectora, se iluminó el otro día como por arte de magia para hacerse eco de una vergonzosa campaña publicitaria de propaganda proyectando el lema VACINA SALVA en portugués y VACCINE SAVES en la lengua del Imperio, of course, para que lo entienda el mundo entero, a la mayor gloria de la industria farmacéutica,  que no pretende curar a la humanidad ni salvarla de ningún mal, sino asegurar que su mal sea crónico y perdure en el tiempo por los siglos de los siglos convirtiendo a los pacientes en clientes fidelizados. El mensaje era “la vacuna salva” y trataba de concienciar a la población de la virtud salvífica, más que milagrosa, de la vacunación contra la enfermedad del virus coronado. Se promovía así la idea de que la humanidad debe salvarse de una enfermedad mortal que ocasiona estadísticamente pocas muertes a través de un suero redentor utilizando la imagen icónica de Jesucristo que nos recibe con los brazos abiertos.

 


    Ya en enero dos trabajadores sanitarios recibieron las primeras dosis de la vacuna a los pies de la misma estatua como señal del inicio de la inoculación brasileña. Desde entonces el proceso de inyección del suero ha continuado imparable hasta la fecha y continuará si alguien o algo no le pone remedio y lo impide, que no parece que vaya a ser el caso. 

 


    Lo más sangrante de todo esto es cómo se utiliza la imagen de Cristo para adoctrinar a la población sobre las virtudes del suero, pero no sus palabras, que son lo más auténtico que nos ha quedado de él, más auténticas, desde luego, que cualquier utilización y manipulación de su imagen que pretenda representar al verbo encarnado. 

    Es más, las palabras que salieron de su boca, tal y como nos han llegado, contradicen, desde luego, el mensaje que nos transmiten las autoridades sanitarias. Es posible, además, que sean palabras propias del verbo encarnado, habida cuenta de que han sido recogidas por los cuatro evangelistas. Cito por la traducción que manejo de Nácar-Colunga: “El que halla su vida, la perderá, y el que la perdiere por amor de mí, la hallará” (Mateo 10;39), “Pues quien quiera salvar su vida, la perderá, y quien pierda la vida por mí y el Evangelio, ése la salvará” (Marcos 8; 35) "Porque quien quisiere salvar su vida, la perderá; pero quien perdiere su vida por amor de mí la salvará" (Lucas 9;24), y “El que ama su vida, la pierde; pero el que aborrece su vida en este mundo, la guardará para la vida eterna” (Juan, 12;25). Cuando dice que quien pierda su vida por Él la salvará, se refiere sin duda a que Él, Nuestro Señor Jesucristo, es nuestro Salvador, y a que no hay otra salvación posible, por lo que la vacuna no puede arrogarse dicha sacrílega pretensión.


    Al otro lado del charco, la Torre del Rin de Düsseldorf
(der Rheinturm), Alemania, que es el edificio más alto de la ciudad con 240 metros de altura, con su imponente aspecto de gigantesca jeringuilla a modo de símbolo fálico que amenaza penetrarnos, se diría, por salva sea la parte, también ha proyectado una leyenda luminosa recientemente haciéndose eco de la vergonzosa campaña propagandística de la Organización Mundial de la Salud donde se establecía en la lengua de Goethe la siguiente falsa ecuación matemática: IMPFEN=FREIHEIT, o, lo que es lo mismo: VACUNA=LIBERTAD. 

    Se trata de una nueva metáfora, más laica que la brasileña, desde luego, que equiparaba la inyección a la salvación, que establece que la inoculación es la libertad, lo que nos recuerda a otra metáfora de la reciente historia alemana: A la entrada del campo de exterminio de Auschwitz figuraba el oporbioso ARBEIT MACHT FREI: El trabajo libera, que viene a ser otra falsa ecuación matemática: TRABAJO=LIBERTAD.

    Las dos metáforas alemanas que estamos analizando son dos definiciones poéticas obvia- y lógicamente falsas de lo que es la libertad. La libertad, desde luego, no consiste en el trabajo ni tampoco en una inyección experimental de vaya usted a saber qué, que todavía no lo sabemos, autorizada provisionalmente deprisa corriendo y mal por razones que no están nada claras pues ni la mortalidad del síndrome es tan grande como nos han hecho creer, sino bastante modesta, ni carecemos tampoco de tratamientos curativos, que los hay y no son pocos a estas alturas, como para justificar dicho pinchazo, por lo que parece bastante descabellada la campaña desatada. 

    La vacuna no es la salvación, como dicen los brasileños, ni la libertad tampoco como preconizan los alemanes. Esas palabras no son sinónimos como quieren hacernos creer perversamente. La vacuna ni siquiera es, más modestamente, la solución de un problema sanitario, sino la auténtica enjundia de un problema creado a propósito donde no lo había.

sábado, 5 de diciembre de 2020

La vacuna como bálsamo de Fierabrás, panacea universal y purga de Benito

El presidente del califato de Cantabria, don Miguel Ángel Revilla, ha apelado a la responsabilidad de la ciudadanía de cara a las próximas fiestas navideñas y ha pedido que por favor, no nos carguemos la Navidad futura cometiendo insensateces. 
 
No parece importarle mucho al mandatario la Navidad inminente, que ya se han cargado con las presuntas sensateces de las restricciones que han tomado ante la “pandemia del coronavirus”, sino solo las futuras. Nos cargamos el presente con las miras puestas en el porvenir que está por definición siempre por venir...  Y ya se sabe lo que canta la copla: sentaíto en la escalera, esperando el porvenir, y el porvenir que no llega
 
El Líder Supremo ha pedido al Ministro de Sanidad de las Españas que acelere “al máximo la vacunación”, y a todos que aguantemos hasta la vacuna, que probablemente nos traerán sus Majestades los Reyes Magos de Oriente. 
 

Se presenta así la inyección como nuestra única posibilidad de redención y vuelta a la normalidad, lejos de esta neonormatividad, nuestra salvación, como si del legendario y cervantino bálsamo de Fierabrás se tratara. Hay mucho de quijotesco, por cierto, también en este empeño de luchar contra la gigantesca pandemia vírica provocada por un minúsculo bichito agrandado con el microscopio electrónico y digital.
 
En efecto, con el bálsamo de Fierabrás, como le dijo don Quijote a Sancho, no hay que tener temor a la muerte; con una mínima dosis de solo un par de tragos del salutífero mejunje, el cuerpo enfermo o malherido quedará más sano que una manzana. 
 
 
Para elaborar la mágica poción sólo es menester un poco de romero, aceite, sal y vino. Se pone a cocer todo ello en una olla durante un buen rato, y luego se mete en una redoma o, en su defecto, una alcuza o aceitera de hojalata. 
 
Pero para que funcione y surta efecto no basta con hacer bien la pócima mezclando los diversos ingredientes en su adecuada proporción y teniéndolos al fuego a ser posible lento el tiempo necesario. No basta tampoco con su ingesta; sobre la alcuza hay que pronunciar más de ochenta paternostres y otras tantas avemarías, salves y credos, a ser posible en versión original preconciliar, es decir, en latín, divinas palabras,  acompañando cada plegaria con una señal de la cruz a modo de bendición. 
 
Don Quijote y el bálsamo de Fierabrás, José Jiménez y Aranda (1868)
 
Quizá no esté de más persignarse también uno antes de tomar el bálsamo, signándose uno haciendo la señal de la cruz tres veces (la primera en la frente, por la señal de la santa cruz, la segunda en la boca, de nuestros enemigos,  y la tercera en el pecho, líbranos Señor, Dios nuestro) para concluir santiguándose con una cuarta y última señal de la cruz  en el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo, besando al final la mano con un amén, y evocando así la cruz en la que murió Nuestro Señor Jesucristo.
 
Esto me recuerda a mí al agua bendita de Lourdes, que no hace su salutífero efecto si se bebe sin fe. Hace falta algo más que el agua bendita del manantial de la gruta donde se apareció la Virgen a la pastorcilla, hace falta fe. 
 
La dichosa vacuna cuya parusía va a redimirnos me recuerda también a la panacea universal que persiguieron con tanto ahínco los alquimistas medievales porque era el remedio mágico que curaba todas las enfermedades y dolencias. 
 
La palabra "panacea" viene de Grecia y significa “remédialo todo”, incluso aquello que no tiene remedio, como la muerte misma, según sentencia la gente (“todo tiene remedio salvo la muerte”), ya que prolongaba la vida indefinidamente concediendo la inmortalidad. 
 
 
Era Panacea, por cierto, la hija de Asclepio, el dios médico, y de Epione, y hermana de Higía, y ayudaba a su padre en la farmacopea. Se decía que esta diosa secundaria curaba, a modo de enfermera aplicadísima con una cataplasma o poción mágica a los enfermos, de donde surgió el concepto de “panacea”, la sustancia divina que curaba como la diosa todos los padecimientos. 
Y cómo no, también me recuerda la redentora vacuna a la Purga de Benito: el purgante que le recetó el médico al legendario y estreñido Benito para que pudiera hacer de vientre, que hizo que, cuando aún estaba en la botica y aún no lo tenía en sus manos porque ni siquiera lo había pagado, le hiciera efecto con solo pensar que iba a tomarlo produciéndole retortijones y cagándose allí mismo, como suele decirse vulgarmente, por las patas abajo. Y es que la vacuna ya está haciendo efecto como la susodicha purga en las Bolsas. Sólo hace falta seguir la pista a las acciones de los laboratorios que las fabrican: follow the money.