sábado, 5 de diciembre de 2020

La vacuna como bálsamo de Fierabrás, panacea universal y purga de Benito

El presidente del califato de Cantabria, don Miguel Ángel Revilla, ha apelado a la responsabilidad de la ciudadanía de cara a las próximas fiestas navideñas y ha pedido que por favor, no nos carguemos la Navidad futura cometiendo insensateces. 
 
No parece importarle mucho al mandatario la Navidad inminente, que ya se han cargado con las presuntas sensateces de las restricciones que han tomado ante la “pandemia del coronavirus”, sino solo las futuras. Nos cargamos el presente con las miras puestas en el porvenir que está por definición siempre por venir...  Y ya se sabe lo que canta la copla: sentaíto en la escalera, esperando el porvenir, y el porvenir que no llega
 
El Líder Supremo ha pedido al Ministro de Sanidad de las Españas que acelere “al máximo la vacunación”, y a todos que aguantemos hasta la vacuna, que probablemente nos traerán sus Majestades los Reyes Magos de Oriente. 
 

Se presenta así la inyección como nuestra única posibilidad de redención y vuelta a la normalidad, lejos de esta neonormatividad, nuestra salvación, como si del legendario y cervantino bálsamo de Fierabrás se tratara. Hay mucho de quijotesco, por cierto, también en este empeño de luchar contra la gigantesca pandemia vírica provocada por un minúsculo bichito agrandado con el microscopio electrónico y digital.
 
En efecto, con el bálsamo de Fierabrás, como le dijo don Quijote a Sancho, no hay que tener temor a la muerte; con una mínima dosis de solo un par de tragos del salutífero mejunje, el cuerpo enfermo o malherido quedará más sano que una manzana. 
 
 
Para elaborar la mágica poción sólo es menester un poco de romero, aceite, sal y vino. Se pone a cocer todo ello en una olla durante un buen rato, y luego se mete en una redoma o, en su defecto, una alcuza o aceitera de hojalata. 
 
Pero para que funcione y surta efecto no basta con hacer bien la pócima mezclando los diversos ingredientes en su adecuada proporción y teniéndolos al fuego a ser posible lento el tiempo necesario. No basta tampoco con su ingesta; sobre la alcuza hay que pronunciar más de ochenta paternostres y otras tantas avemarías, salves y credos, a ser posible en versión original preconciliar, es decir, en latín, divinas palabras,  acompañando cada plegaria con una señal de la cruz a modo de bendición. 
 
Don Quijote y el bálsamo de Fierabrás, José Jiménez y Aranda (1868)
 
Quizá no esté de más persignarse también uno antes de tomar el bálsamo, signándose uno haciendo la señal de la cruz tres veces (la primera en la frente, por la señal de la santa cruz, la segunda en la boca, de nuestros enemigos,  y la tercera en el pecho, líbranos Señor, Dios nuestro) para concluir santiguándose con una cuarta y última señal de la cruz  en el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo, besando al final la mano con un amén, y evocando así la cruz en la que murió Nuestro Señor Jesucristo.
 
Esto me recuerda a mí al agua bendita de Lourdes, que no hace su salutífero efecto si se bebe sin fe. Hace falta algo más que el agua bendita del manantial de la gruta donde se apareció la Virgen a la pastorcilla, hace falta fe. 
 
La dichosa vacuna cuya parusía va a redimirnos me recuerda también a la panacea universal que persiguieron con tanto ahínco los alquimistas medievales porque era el remedio mágico que curaba todas las enfermedades y dolencias. 
 
La palabra "panacea" viene de Grecia y significa “remédialo todo”, incluso aquello que no tiene remedio, como la muerte misma, según sentencia la gente (“todo tiene remedio salvo la muerte”), ya que prolongaba la vida indefinidamente concediendo la inmortalidad. 
 
 
Era Panacea, por cierto, la hija de Asclepio, el dios médico, y de Epione, y hermana de Higía, y ayudaba a su padre en la farmacopea. Se decía que esta diosa secundaria curaba, a modo de enfermera aplicadísima con una cataplasma o poción mágica a los enfermos, de donde surgió el concepto de “panacea”, la sustancia divina que curaba como la diosa todos los padecimientos. 
Y cómo no, también me recuerda la redentora vacuna a la Purga de Benito: el purgante que le recetó el médico al legendario y estreñido Benito para que pudiera hacer de vientre, que hizo que, cuando aún estaba en la botica y aún no lo tenía en sus manos porque ni siquiera lo había pagado, le hiciera efecto con solo pensar que iba a tomarlo produciéndole retortijones y cagándose allí mismo, como suele decirse vulgarmente, por las patas abajo. Y es que la vacuna ya está haciendo efecto como la susodicha purga en las Bolsas. Sólo hace falta seguir la pista a las acciones de los laboratorios que las fabrican: follow the money.

No hay comentarios:

Publicar un comentario