Predijeron: Habrá un millón de muertos. Encierran a la población para evitarlo. Hay cien mil muertos. Dicen: Se han salvado novecientos mil gracias al encierro.
Si no
se cumple la profecía, en vez de reconocer honradamente su error de
planteamiento, se ponen medallas por salvarnos de la anunciada
catastrófica hecatombe.
Se predijo: Habrá
un millón de muertos. Se decretó el encierro. Hubo cien mil. Se
dice: Podían haberse evitado de habernos encerrado más y muchísimo
mejor.
Poco
importa que la profecía se revelara totalmente errónea, y el
remedio del confinamiento provocase más muertes resultando peor que
afrontar la enfermedad.
...Desvistieron
a un santo para revestir a otro, dejando de atender a unos pacientes
reales para atender a otros que resultaron virtualmente potenciales.
Fotografía
de madre e hija enmascaradas que se abrazan mediante sábana de
plástico en una residencia de ancianos; besos perdidos que se dan,
plastificados.
Dice
un adagio japonés: "Cuando la espada (o, más propiamente, la catana del
samurai forjada con acero damasceno) se desenvaina, tiene a la fuerza
que matar".
La cimitarra, una vez desenfundada tras haber sido despertada de su letargo, no puede guardarse impunemente sin haberse cobrado al menos una víctima mortal.
El
joven que mató a sangre fría a sus padres y hermana con un sable
japonés declaró: “No fui yo. El arma y no yo blandió mi mano y cometió
sola el parricidio".
El
objetivo de cualquier pistola no es otro más que el óbito, porque es el
fin inmediato para el que Samuel Colt la inventó y el diablo luciferino la cargó.
La
historia impartida en los centros educativos no es enseñanza sino mero
adoctrinamiento que persigue la adhesión irracional al espurio concepto
del Estado.
La
dictadura más eficaz y difícil de denunciar es la democracia actual
donde la mayoría de sus súbditos ni siquiera es consciente de la
sumisión en la que vive.
El
avión no sirve para viajar sino para desplazarse. Viajar es recorrer la
vía a pie, gastando la suela de los zapatos, o a caballo, como hacían
los antiguos.
Analfabetos
funcionales: leemos y escribimos porque nos han enseñado a leer lo que
nos mandan y a escribir lo que nos dictan: lecturas obligatorias y
dictados.
El verdadero viajero, el viajero de verdad, no sabe a dónde va, a
diferencia del turista, que, de vuelta sin haber ido aún a ningún lugar,
conoce su destino.
En
el siglo II de nuestra era comenzó a sustituirse la mano de obra
esclava por la "libre"; así que los esclavos pasaron a ser lo que somos
hoy: asalariados.
En
busca de las señas de una identidad propia que huye de nosotros
inasequible dándose siempre a la fuga; esencialmente huidiza, no podrá
ser nunca aprehendida.
Dijo Antístenes: Es peligroso dar a un loco una daga y a un malvado el poder. Corríjase: Es peligroso dar a cualquiera una daga o lo que es lo mismo el poder.
El Foro Económico Mundial pretende dotarnos de identidad digital, como si no tuviéramos ya una identidad en el dígito asignado a nuestro Documento Nacional.
El
filántropo multimillonario yanqui se ha convertido en el único
profeta verdadero por arte de magia; formula una profecía y ordena
después su cumplimiento.
Sócrates,
viejo topo que nos enseñó a razonar sin restricción, no agachó la
cabeza ante la Parca, desafiando el miedo a la muerte que nos alimenta y
atenaza.
Orgullosos de lo nuestro, dicen, pero ¿qué es lo nuestro? Y ¿por qué orgullosos de palabros aborrecibles como mío, tuyo, suyo etcétera que no deberían existir?
No
son las cosas las que se nos meten por los ojos cuando las miramos,
sino las ideas previas que tenemos, que nos impiden cual tapujos ver las
cosas como son.
La función de la Red, RIU (Red Informática Universal) o WWW (World Wide Web, que es lo mismo en la lengua del Imperio) es atraparnos en su malla y enredarnos.
La Red nos embrolla y enmaraña como enredadera que trepa caprichosa metiéndonos en el redil cual el pastor que encierra en el aprisco al ganado por la noche.
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