Del corazón del bosque/ de la montaña,/ arroyuelo que fluye/ de agüita clara,/
agua dulce, corriente / que no se estanca,/ que nunca brota turbia/ de la fontana;/
que se va abriendo paso,/ que salta y canta,/ fresca, que nos despierta/ la sed que apaga,/
agua que no cotiza/ en bolsa y banca/, libre, que no se vende/ embotellada;/
que a todos abastece/ de balde, y mana/ agua viva, bendita,/ que arrulla el alma/
entre helechos y el musgo/ y la hojarasca/ del otoño dulcísimo/ que ya se acaba./
los solsticios siguen su curso y nuestras sociedades su empecinamiento burdo
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