Me llegan tres imágenes del centro de vacunación que se ha abierto en el distrito alemán de Cléveris (Kleve), que pertenece a la región de Düsseldorf, que son para echarse a temblar porque muestran que todo está preparado para el jeringuillazo.
La primera de ellas nos da la bienvenida amablemente al Centro de Vacunación de dicha localidad germana: "Schön, dass sie da sind" (¡Qué bien que usted(es) esté(n) aquí! o Es bueno tenerles aquí). Hay seis siluetas humanas verdes -color ansiolítico propio de quirófano- que representan al menos tres generaciones: ancianos, adultos jóvenes y... ¡un niño!
La segunda imagen del Centro de Vacunación de Cléveris nos presenta al personal sanitario que sale a recibirnos, siete personas, cuatro mujeres en primer término y tres varones detrás, convenientemente separadas unas de otras, nada de arrejuntarse ni apretujarse para salir en la foto, que no es sanitariamente correcto, todos con sus debidas acreditaciones identificadoras colgadas del cuello para demostrar que son quienes son. ¡Lástima que lleven mascarillas -barbijos en Argentina, Bolivia, Paraguay y Uruguay; cubrebocas en México-, que nos impiden ver sus rostros sonrientes para la fotografía que los inmortaliza y leer en sus labios!
Tras recibir la inyección salvífica que nos cae del cielo como el maná milagroso después de haber hecho una larga cola... podremos hacernos un selfi aprovechando el muro que han colocado a ese fin (selfie wall, en la lengua del Imperio) y subirlo a las redes sociales para dar ejemplo fomentando de paso nuestro narcisismo solipsista. He aquí el muro:
Sólo tenemos que colocarnos delante de la silueta verde de la familia feliz. Atención al cartel: "¡Muestra a todos que tú eres un héroe de la vacunación (o de la jeringuilla)!". Al lado de la silueta verde pone "Yo soy un héroe de la vacunación" (Impfhero, en la lengua de Goethe). Quieren presentar como heroísmo lo que no es sino sumisión y obediencia.
¿En qué consiste ese heroísmo que nos venden? En principio en jeringarse uno, en el sentido etimológico de la palabra, que nos lleva hasta la jeringuilla, diminutivo de jeringa, la grecolatina syringa utilizada a modo de lavativa o enema que se introducía por salva sea la parte para purgar y descargar el intestino, a la que se enchufa una aguja hueca de punta aguda cortada a bisel, por donde nos inyectan la dosis.
Se supone que el heroísmo consiste en hacer algo por los demás cuando en realidad lo hace uno por sí mismo. Nos vacunamos, se supone, para inmunizarnos, para salvarnos desde un punto de vista egoísta y personal. Para eso se han inventado un virus y una enfermedad concomitante asociada a él, aderezado todo ello con una sofisticada prueba de laboratorio que han impuesto a la población y que arroja un elevado índice de falsos casos positivos de malades imaginaires o enfermos imaginarios, que diría Molière.
¿Por qué la Organización Mundial de la Salud reconoce finalmente ahora que las pruebas de PCR (Polymerase Chain Reaction), que en castellano deberían denominarse pruebas de RCP (Reacción en Cadena a la Polimerasa) que se realizan con valores superiores a 35 ciclos de amplificación arrojan un número enorme de (falsos) positivos, obligando a las numerosas personas asintomáticas que se sometían a dichas pruebas y resultaban positivas a guardar tanto ellas como sus contactos estrechos, como si fueran apestados, innecesarias cuarentenas, porque en verdad no estaban enfermos ni eran contagiosos, lo que ha afectado significativa- y negativamente a su vida personal, laboral, social y familiar?
¿Qué interés tiene la OMS ahora en
reconocer algo que se sabía desde hace muchos meses y que ella no había querido ver hasta ahora, dado que la prueba PCR ha sido fundamental para
mantener la invención
de la pandemia? Por alguna razón ahora le interesa a dicha organismo sanitario desmontar el embeleco de la ficción del virus y de la enfermedad que se sacó de la manga haciendo
que disminuya drásticamente el número de (falsos) casos positivos. Esa razón no puede ser otra que la vacuna que nos ocupa, cuyos resultados salutíferos están por ver y demostrar, y sus efectos adversos son impredecibles.
Pronto veremos, cuando empiece la vacunación en serie en nuestro país, cómo van a disminuir los casos positivos de contagios porque a partir de ahora, siguiendo las recomendaciones de la organización sanitaria, se harán menos teses y los que se hagan se realizarán no como estaban haciendo hasta ahora muchos laboratorios, por encima del umbral de los 35 ciclos de amplificación, algunos incluso por muchos más, sino por debajo, lo que arrojará numerosos casos negativos y amortiguación de la epidemia, redundando todo ello en el éxito de la vacuna, ya corroborado en las acciones bursátiles de los laboratorios fabricantes.
Sólo si se produjera un rechazo masivo generalizado del jeringuillazo, volverían seguramente a subir los umbrales de amplificación cíclica de las pruebas en los laboratorios analíticos, y reaparecería, persistente, la temible pandemia como por arte de magia, una enfermedad asintomática que uno sólo sabe que la tiene hasta que se hace un tes y le da resultado positivo.
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