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sábado, 22 de abril de 2023

¿Quién obtendrá la alcaldía?

    La alcaldía de la “muy noble, siempre leal, decidida, siempre benéfica y excma. ciudad de Santander” va a quedar vacante y en las próximas elecciones se decidirá democráticamente por mayoría de votos qué alcaldesa o alcaldeso obtendrá el Bastón de Mando o Vara de Alcaldía y la regirá. 
 
 
    El cartel de la alcaldesa actual del Partido ¿Popular? (P¿P?), candidata a la reelección, sonriente y vestida de azul, que es el color de su partido, reza: CUENTO CONTIGO y con el mejor equipo. 
 

    Me recuerda, no lo puedo evitar, los años pasan y pesan, que aún en plena dictadura oprobiosa, el Gobierno franquista inicio una campaña, bajo el eslogan Contamos Contigo, para incitar a los españoles a hacer deporte, rezaba la cantilena: Contamos, contamos contigo / sabemos que podemos contar / y todos unidos podremos / una raza (sí, sí, una raza) más fuerte lograr. 
  
 
    El cartel del candidato del Partido ¿Socialista? ¿Obrero? Español es el careto de un joven sonriente  que se presenta bajo el lema: UNA SANTANDER SINIGUAL. De fondo se ve una fotografía de la ciudad y su marco incomparable. El lema tiene su intríngulis porque la expresión “sin igual”, que se escribe habitualmente separada pero puede escribirse junta como aquí, encubre el nombre propio de la actual alcaldesa, cuyo apellido es Igual, por lo que debe entenderse “Una Santander sin Igual”. Es decir el candidato del P¿S?¿O?E se presenta como la alternativa para quitar a la actual alcaldesa, que al ser sustituida por el postulante convertirá a la ciudad en una urbe sin par, muy excelente, más excelentísima de lo que sus títulos dicen, y sobresaliente por encima de las demás ciudades de esta curtida piel de toro. No se nos dice cómo va a lograr esa proeza. Se da a entender que basta con quitar a la actual regidora para que la ciudad sobresalga más, si cabe, todavía. Una publicidad muy infantil. (Llama la atención la nueva simbología del partido: el corazón en lugar del puño marxista y la rosa).
 
 
    Pero no menos infantiloide es la publicidad del candidato del Partido Regionalista Cántabro, el único que se precia de presentar candidatos autóctonos -aunque en algunos casos sin gente del pueblo- en los ciento dos ayuntamientos de Cantabria, también juega con la anfibología de un nombre común ascendido a la categoría de nombre propio. El candidato, el señor Piña, se postula bajo el eslogan de: SANTANDER NECESITA PIÑA. Ya el punto sobre la i se ha convertido en un ícono de una piña, pero a continuación viene lo mejor: se comparan las virtudes gastronómicas de la piña con las del candidato así apellidado de forma que no sabemos si nos está hablando del caballero sonriente o de la fruta tropical: Favorece la recuperación, Mejora la digestión, Aporta energía, Fortalece y Limpia. El grado de infantilismo de esta propaganda es tal que uno no sabe si echarse a reír o romper a llorar amargamente.

    Ya puestos a relacionar el ananas comosus nativo de América del Sur con lo cántabro podían los publicitarios habernos regalado la receta de la tarta de piña con sobaos pasiegos dentro del ámbito culinario de lo dulce. Otros intentos gastronómicos ha habido de relacionar la fruta tropical con lo salado, por ejemplo con la pizza italiana; así surgió la variante jaguayana, que no deja indiferente a nadie porque o se la ama con pasión por la mezcla intercultural que supone o se la odia con todo el corazón por el despropósito que ofende a tantos italianos. Se podría también haber relacionado la dulcísima piña con las anchoas sazonadas con sal del Cantábrico, otro producto genuinamente cántabro (?).
 
 
    Con estos reclamos electorales de rostros juveniles, agraciados y sonrientes, los partidos intentan llamar la atención inmediata de los votantes no por las medidas que vayan a tomar cuando ocupen la alcaldía de la Casona consistorial, porque no hacen ninguna mención de ellas, sino por las ocurrencias supuestamente ingeniosas que tratan de engañar a los incautos votantes electores.

lunes, 6 de febrero de 2023

Al catarro dale con jarro

    Resulta instructivo comprobar cómo la publicidad antigua -hoy sería impensable el caso- de una bebida alcohólica se presenta como "un arma bien dirigida", en concreto como una bomba saludable, contra la gripe, simbolizada por un tipo de raza asiática con un sombrero cónico vietnamita. La bebida referida es un brandi,  que es  el aguardiente que se obtiene de la destilación del vino añejado en toneles de madera. La palabra brandy es término inglés, que a su vez es préstamo del neerlandés brandewijn, que significa en esa lengua "vino quemado". Esta bebida tiene una gradación alcohólica bastante más alta que el vino, rondando entre los 36 y 40 grados, y entre los brandis destaca el famoso coñac, que tiene denominación francesa por su origen.  La botella del brandi se presenta a su vez como la mejor defensa contra la amenaza de la gripe.


     Recuerdo haber oído desde niño que se decía que el remedio de toda la vida contra la gripe era un vaso de leche caliente con miel y una copa de coñac, metiéndose uno en la cama a sudarla acto seguido. Esta vamos a llamar 'sabiduría popular' de la que se hace eco la vieja publicidad hoy no se considera política- ni sanitariamente correcta. Sin embargo, ¡cuánta razón destilan los refranes del acerbo común Al catarro dale con jarro, y El vino en jarro cura el catarro! Recuerdo también ese otro dicho de que la gripe se cura en una semana con medicación y en siete días sin ella (o en otra versión, en dos semanas y catorce días, que viene a ser lo mismo), lo que quiere decir que la medicación es superflua y no estaría de más si se limitara a aliviar los síntomas de la enfermedad, pero aquí es donde entran en juego los temibles efectos secundarios de los medicamentos que nos ofrece la farmacopea, que reparan una pieza de aquí estropeando otra de allá.

     Hemos visto cómo una gripe vulgar y corriente -nos dijeron que era otra cosa, una enfermedad desconocida y nueva en el mundo, además de mortal- ha paralizado prácticamente todo el planeta durante casi tres años consecutivos, ordenando confinamientos, cuarentenas, toques de queda, uso obligatorio de mascarillas, distancias de seguridad, pasaportes de vacunación y una infinidad de protocolos y controles que, para colmo de males, no han servido para nada bueno, y que además no consiguieron su objetivo. Por eso quieren ahora resucitar, entre otros, el fantasma obsoleto H5N1 de la Gripe Aviar.

    El doctor Herbert M. Shelton (1895-1985), autor entre otras obras de "Rubies in the Sand" (1961), que se retituló "The myth of medicine", obra publicada post mortem en 1995 en la que se incluyó además material inédito,  ya escribió un artículo en 1940 sobre la gripe, titulado técnicamente Influenza, donde dice, entre otras cosas, lo mismo que la sabiduría popular: que el remedio es peor que la enfermedad:  Médicos y pacientes rara vez se dan cuenta de hasta qué punto el tratamiento es responsable del aumento y la prolongación del sufrimiento y la muerte.

    Afirma el autor que cuando se tiene un resfriado severo, una gripe o una neumonía, lo que hay que hacer en primer lugar es dejar de comer. No hay que tomar ningún alimento, pero sí agua, hasta que desaparezcan los síntomas agudos. No se debe tomar ningún medicamento.  Lo que hay que hacer es lo que el cuerpo pide: meterse en la cama y descansar: descanso, ayuno y calor. En estas condiciones y siempre que haya aire fresco en la habitación, el cuerpo se recuperará sin medicamentos de temibles efectos secundarios, complicaciones ni secuelas.

Herbert M. Shelton (1895-1985)
 

    No se necesita tratamiento. La fiebre, la inflamación, la tos y demás síntomas indican que estamos en proceso de curación. En el citado artículo Shelton planteaba dos preguntas que deberíamos todos formularnos: ¿Cuánta fe en la efectividad de las vacunas nos ha inculcado la industria farmacéutica -recordemos el cacareado lema de que "salvan vidas" y, hablando del pasado, "han salvado millones de vidas"-, más atenta a sus cuentas bancarias que a nuestra salud, porque lo que a ella le importa no es curar al paciente sino hacer crónica su enfermedad y convertirlo en un cliente asiduo y así fidelizarlo? ¿Cuántos de nosotros hemos sido adoctrinados para pensar que para que nuestro cuerpo esté protegido necesitamos todo tipo de medicamentos y vacunas y para que desconfiemos de nuestra natural inmunidad?


viernes, 3 de junio de 2022

J'adore

    J'adore (literalmente “adoro” en francés, pero se traduce mejor al castellano como “me encanta”) es un perfume femenino -para mujeres- de la casa Dior, que es 'una oda a las mujeres, a su audacia, a su belleza'. Buscando información sobre el agua de colonia de esa casa me encuentro con esta literatura: “Un torbellino interminable de flores liberadas exhalando su perfume hasta el infinito: la rosa centifolia, el jazmín sambac, el ylang-ylang y el nardo de la región de Grasse se cincelan con los acentos amaderados de un sándalo cremoso”. Y la siguiente y sugerente foto con el lema Infinitely woman: mujer infinitamente donde se sugiere que el frasco que contiene la odorífera esencia es la mujer misma.


    El frasco representa el cuerpo sinuoso de la mujer, que es la destinataria del perfume, como se ve en la imagen, donde para resaltar esta idea publicitaria la modelo lleva un collar anillado y dorado al cuello como el recipiente del perfume siendo su cabeza el tapón. El cuerpo de la rubia modelo es, no podía ser de otra forma, dorado, como el frasco. 

  

    El perfume ha sido presentado con el eslogan "Future is gold", material que rodea a la bellísima actriz jolivudense Charlize Theron durante todo el spot dirigido por Jean Baptiste Mondino, en el que aparece luciendo un espectacular vestido dorado y trepando por un telón dorado en un salón cubierto de oro (el salón de los espejos de Versalles, que representa el papel de la mujer subordinada al patriarcado históricamente) para llegar a romper el techo de cristal de su empoderamiento, a través del cual accede a una ciudad repleta de oro también donde se levantan altos rascacielos.

    El empoderamiento de la mujer no es ningún logro social como nos lo presenta el anuncio publicitario porque supone la equiparación de la mujer al hombre en lo peor que este tiene, que es precisamente el poder, lo que lejos de destruir el patriarcado actual existente viene a reforzarlo haciendo que el sexo sea indiferente como requisito para desempeñar el mando. En ningún momento se cuestiona el Poder establecido, sino que se defiende el derecho de la mujer a ejercerlo como el varón: tanto monta, monta tanto Isabel cómo Fernando, sus católicas majestades. Lo cual, lejos de derrocar la monarquía, la consolida.   

    El anuncio de Dior nos va diciendo en la lengua del Imperio: "The past can be beautiful / A memory, a dream / But´s no place to live". Se alude a la belleza del pasado, que no es un lugar donde actualmente se pueda vivir. Y sigue: "And now is the time / The only way out is up / It´s not heaven / It´s a new world / The future is gold". Ahora es el momento de emprender el camino hacia arriba, no hacia el cielo paradisíaco, sino al Nuevo Mundo: una ciudad de fálicos rascacielos. "El futuro es oro" es precisamente el título del filme publicitario. 

 

    Al toparme por la calle con este panel publicitario en una parada de autobús urbano no he podido dejar de asombrarme, y he tomado la foto que publico, donde el frasco que hemos visto que representaba el cuerpo de la mujer recuerda también, a la vista de esta imagen, el ofrecimiento del sexo femenino, el coño abierto bajo la boquita cerrada de unos sensuales labios. Si procedemos a la anatomía o despiece, las manos constituirían los labios vaginales (mayores y menores), el tapón el clítoris, debajo del clítoris se adivina el orificio uretral en forma de punto y, más abajo, en el hueco abierto entre las manos se abriría la vagina dorada. La garganta de la mujer donde aparece la inscprición Life is Gold (la vida es oro) sería en esta imaginería el Monte de Venus.  ¿Pornográfico? No, erótico. La publicidad no suele recaer en pornografía. Pero sí que de alguna forma lo hace porque presenta a la mujer como un coño, lo que recuerda a aquel otro eslogan publicitario de hace unos años "Toda tú eres un culito", ante el que protestaron muchas feministas argumentando que las mujeres eran algo más que "un culito". Nos hallamos aquí aunte una forma más sofisticada de decir algo parecido: "Toda tú eres un coñito".




   La inscripción "Life is gold" (la vida es oro) recuerda al dicho castellano: El tiempo es oro, o, también en inglés, time is money (la vida es dinero). La casa Dior sustituye el término time por life, el tiempo por la vida, una vida que se desarrolla en el tiempo y que se computa como tal. El anuncio protagonizado por Charlize Theron lo dice al final: El título del filme es "The Future is Gold". El futuro es oro. El dorado perfume no podía ser barato. Desde 76 euros el frasco más pequeño. 

martes, 11 de enero de 2022

Sanidad contra salud, salud contra Sanidad

¡GOCE USTED DE SALUD PERFECTA!.- No tiene desperdicio la siguiente leyenda, que leí una vez al dorso de una estampita.

Era una forma de publicidad arcaica, un tanto ingenua todavía, no tan agresiva como las posmodernas actuales, basada fundamentalmente en el uso del lenguaje escrito y destinada a dar a conocer las “píldoras de vida del Doctor X” (Dr. X´ life pills en la lengua del Imperio).
 
 
Dice así: "Si está usted (repárese en el tratamiento ya anticuado del usted, frente al tuteo irrespetuoso generalizado hoy en día) medio enfermo (sic) o medio incapacitado (sic) por existir en su organismo algún mal que mina su vitalidad, de ningún modo podrá usted experimentar plenamente el gozo de vivir. Jamás podrá proporcionarse, bajo esta circunstancia, el completo disfrute de la salud rebosante y la energía briosa que hacen aun del trabajo más duro un placer. Es, pues, el deber de usted mejorar su condición". (Note el lector cómo se nos inculca imperativa- y capciosamente que la salud "es nuestro deber y salvación", como se decía creo recordar en la oración del prefacio litúrgico de la misa católica, aunque sólo sea para rendir más en el trabajo)".


"Una buena digestión, un sano apetito y una salud envidiable siguen al uso regular de las píldoras de vida del Doctor X. Una píldora tomada a la hora de acostarse le conservará en estado excelente de salud. Este remedio alivia prontamente la Biliosidad, el Estreñimiento -curiosas mayúsculas- y las irregularidades de las vías intestinales."
 
Al final se demuestra que todo era un problema de obstrucción de las tripas, que nos hacían sentir medio enfermos o medio incapacitados, cuya solución consistiría en unas píldoras que permitan disolver las heces y defecar a continuación bien a gusto.
 
Estas formas antiguas de publicidad no tienen nada que ver con la agresividad actual de la propaganda de las autoridades sanitarias. Resultan hasta cierto punto por eso mismo conmovedoras. 
 
 
Cuando los grandes medios de información masiva y de propaganda actuales, que vienen a ser los mismos, reflexionan abiertamente sobre la virtud de la prisión permanente, el arresto domiciliario y la distancia social, 
 
cuando los presuntos 'expertos' nos inculcan subrepticiamente que la vida no es más que el miedo persistente a la enfermedad siempre latente y nunca patente, 
 
cuando so pretexto de 'salvar vidas' minan nuestra vitalidad de forma que no podamos experimentar de ningún modo el gozo de vivir,
 
cuando los publicistas insisten en que nuestro deber más sagrado es sacrificarnos en beneficio de la industria farmacéutica y la comunidad,
 
cuando nos cambian la mucha o poca salud que teníamos por la Sanidad, ese asqueroso invento del Gobierno que dice velar por nosotros y que nos da el cambiazo de lo malo -la Sanidad- por lo bueno -la salud, que todavía es palabra popular y nombre común, 
 
cuando las personas que rechazan un medicamento experimental disfrazado de “vacuna” negándose a ser conejillos de Indias que ofrecen gratuita- y amorosamente su cuerpo a la Ciencia, experimento sufragado y pagado con dinero de los sufridos contribuyentes y votantes, son alegremente calificadas como riesgos potenciales para la salud pública y puestas en la picota mediática como chivos expiatorios, 
 
...ya pueden hacer lo que quieran con todos y cada uno de nosotros, que no vamos a decir ni pío.  

lunes, 18 de octubre de 2021

El precio justo

    El recurso que hacen los comerciantes y mercachifles de poca monta del engaño y la falsedad para vendernos sus mercancías, a las que previamente ponen un precio que deben justificar, recorre como un verdadero leit-motiv toda la literatura antigua. Y es que las cosas tienen siempre el valor que queramos darles para su uso, pero el precio que se les pone para su comercio nunca es, como en el infame concurso televisivo, un precio justo. Para justipreciar hay que mentir necesariamente. No hay ningún precio justo. Recordemos, a este propósito además, aquello que don Antonio Machado dijo tan bien en pocas palabras: "Todo necio confunde valor y precio".   


    Frente a la costumbre occidental del precio fijo, que nunca es tal, pese a su nombre, sujeto como está según la disposición y demanda del producto a subidas y bajadas, la costumbre oriental del regateo en que se debate el precio parece un poco más sensata. El comprador y el vendedor discuten el precio hasta llegar a un acuerdo satisfactorio para ambos, lo que no anula tampoco la noción de que el producto tiene un precio, es decir un valor de cambio medido por el dinero en términos cuantitativos, al margen de su valor de uso.

 

   Según el tetimonio que Platón le hace decir a Sócrates en el Protágoras, el sofista o intelectual, que hace publicidad y venta de bienes inmateriales como son sus conocimientos, haciendo de ellos también un comercio para el alma, se comporta igual que cualquier comerciante o mercachifle, a diferencia del propio Sócrates que no cobraba por sus enseñanzas. Tanto los comerciantes como los intelectuales que comercian con la cultura y las obras de arte engañan a la contraparte comercial gracias al elogio desmesurado de lo que venden para justificar el precio que le ponen. 

     Oigamos a Sócrates (313 c-e): “De modo que, amigo, cuidemos de que no nos engañe el sofista con sus elogios de lo que vende, como el traficante y el tendero con respecto al alimento del cuerpo. Pues tampoco ellos saben, de las mercancías que traen ellos mismos, lo que es bueno o nocivo para el cuerpo, pero las alaban al venderlas; y lo mismo los que se las compran, a no ser que uno sea un maestro de gimnasia o un médico. Así también, los que introducen sus enseñanzas por las ciudades para venderlas al por mayor o al por menor a quien lo desee, elogian todo lo que venden; y seguramente algunos también desconocerán, de lo que venden, lo que es bueno o nocivo para el alma. Y del mismo modo también los que las compran, a no ser que por casualidad se encuentre por allí un médico del alma”.

    La publicidad, siempre engañosa, es el instrumento que en primer lugar crea la apetencia de una cosa, lo que a menudo se ha llamado la “necesidad”, es decir, la creencia de que esa cosa es necesaria o conveniente, y, en segundo lugar, la propaganda persuade al comprador de que el valor de esa cosa se corresponde con el precio con el que se ha tasado, incitándole a participar en el proceso de compraventa. La publicidad era, entonces como hoy, el medio empleado para atraer a la gente a  la compraventa. Pero no sólo eran los bienes materiales de consumo como el pan y el vino los objetos de la publicidad, como queda dicho, sino que también la cultura, sólo aparentementre extraña a la lógica del mercado, era un bien vendible, sin que los que comercian con ella sepan si es buena o mala, pese a lo mucho que la elogian.

Tuit del Ministerio de Sanidad: las vacunas son seguras aun en fase experimental.
 

    Igualmente sucede en nuestros días con la salud y con los medicamentos que supuestamente la procuran. Los fabricantes y expendedores deben engañarnos para que procedamos al consumo de los productos diciéndonos que son buenos y saludables, lo que se consigue a veces repitiendo una y mil veces una consigna, que suele ser mentira. La mentira, mil veces repetida, suena a verdadera. Se nos asegura, por ejemplo, que un fármaco es seguro, cuando no se sabe a ciencia cierta que lo sea. Nos repite por todos los medios a su alcance, que no son pocos, que un medicamento o una vacuna no tiene efectos secundarios especialmente preocupantes a corto, medio y largo plazo cuando no se ha experimentado nunca antes.

    Lo triste de todo es que muchos de los que se dedican a vendernos el producto elogiando su bondad, como le dice el bueno de Sócrates a su interlocutor, desconocen lo que es nocivo tanto para el cuerpo como para el alma. Igual que nosotros, los compradores que, como dice la voz popular, “hemos sido engañados”.

viernes, 8 de octubre de 2021

El Nenuco está malito

    El año pasado por estas fechas salieron algunas muñecas al mercado, las famosas Barbies entre otras, si no recuerdo mal, que llevaban mascarillas de diversos diseños y colores, para que las niñas fueran acostumbrándose a esta nueva prenda de su vestuario que la dictadura sanitaria que padecemos nos había impuesto como lo más natural del mundo de la noche a la mañana. No dejaba de ser un método de adoctrinamiento sutil para las futuras generaciones que, desde muy pequeñas, se iban así acostumbrando a estos ridículos embozos que sólo sirven para taparnos la boca.


    Habrá a quienes les parezcan educativos y responsables estos juguetes políticamente correctos, sobre todo si a las Barbies enmascarilladas les acompañan los Kens, sus novios, igualmente enmascarillados, cosa que ignoro, porque a fin de cuentas lo que se considera bueno de las obligaciones no es que sean constricciones que nos fuerzan a hacer algo que no queremos, sino que no discriminen por razón de sexo a nadie.

    Recuerdo -porque uno tiene su particular memoria histórica- cómo algunas feministas abogaban por la imposición del servicio militar obligatorio, la vieja mili, también a las féminas, porque era discriminatorio que estuvieran excluidas de ella, en vez de oponerse sin más a la conscripción obligatoria de los mozos y luchar por la desaparición del alistamiento militar y del Ejército. Lo único “bueno” del embozo, en este caso, es la igualdad de su imposición sexual a todo titirimundi, no como el nicab islámico, que sólo lo llevan las mujeres. 

     Pues tienen algo de razón los que piensan que estas muñecas son educativas. Son educativas en el sentido de adoctrinamiento que tiene hoy la palabra educación. A los niños y a las niñas, ojo, se los forma hoy precisamente como soldados, desde que desapareció el servicio militar obligatorio y se sustituyó por la educación secundaria igualmente obligatoria, con una duración más larga que la antigua mili y sin discriminación sexual, y desde que los colegios e institutos dejaron de ser lugares de enseñanza para convertirse en focos de ideologización, adoctrinamiento e imposición de lo que llaman protocolos. Este adiestramiento de los pequeños, aunque siempre lo hubo, ya es declaradamente descarado.

    
     El caso es que ahora sale al mercado de cara a las futuras navidades un anuncio del muñeco de Nenuco, que está malito, el pobre, y que explota el estereotipo femenino y sexista, por lo tanto, de la niña como futura enfermera, y de las mujeres como cuidadoras en general. No es lo grave sólo eso, que sea un muñeco para niñas, como si los niños no pudieran jugar igualmente con muñecas, lo grave es que quieran hacerse pasar por lo más natural del mundo cosas como la toma compulsiva de temperatura con un termómetro luminoso, la aplicación de un test -se supone que de esos que venden en las farmacias-  y, aparte de la tirita y el jarabe de toda la vida, lo más sorprendente de todo: la poción mágica de la vacuna que la niña/enfermera le pone al muñeco "para curarlo", como si la función de las inoculaciones fuera curar enfermedades y no prevenirlas (cuando no anticiparlas, como está sucediendo ahora mismo con las que se están inyectando a toda la población). Y ya está “¡vacunado!” y puede figurar como tal en el carné de vacunación o certificado covid. Finalmente se le hace otro test de confirmación, y el bebé que estaba malito y no lo sabía, el pobre, porque no tenía síntomas, ya está curadito. 
 
 
 
    Lo más falso y pernicioso de este anuncio publicitario es hacernos creer que si el bebé está malito, como demuestra la toma de temperatura y el test positivo, el remedio es la vacunación infantil que, por definición, no es curativa, y por lo tanto no puede utilizarse como tratamiento de una enfermedad porque lo que haría sería todo lo contrario, agravarla, sino que es preventiva en el mejor de los casos. Pero lo que hace el anuncio capciosamente es vendernos la vacunación infantil que se impondrá inevitablemente si no hacemos algo para impedirlo.

    En España, según datos oficiales, han muerto "oficialmente" de covid-19, sin entrar en si ha sido 'de' coronavirus o 'con' coronavirus, que eso es otro cantar, desde marzo del año pasado hasta ahora, es decir, durante la pandemia, a lo largo ya de dieciocho meses, 36 niños y adolescentes menores de edad. Se pretende ahora inocular a algo más de nueve millones de españolitos que hay en esa franja de edad cuando el riesgo que corren de contraer la enfermedad -si la contraen es en forma tan leve que ni se enteran, como el muñeco de Nenuco- y de morir a consecuencia de ella es prácticamente nulo, y cuando se sabe que no son contagiosos y se sabe, además, porque ya hay bastantes estudios científicos que lo corroboran, que la vacuna no evita el contagio y que los efectos adversos o daños colaterales que están produciendo las inoculaciones en toda la población a corto plazo -no sabemos a medio y largo- son bastante ya preocupantes.

    No sé si debería, en fin, preocuparnos más la mente retorcida que ideó este anuncio de pésimo y repugnante gusto o los enfermos mentales que puedan llegar a adquirirlo, que no dejará de haber algunos, para que Papá Noel o los Reyes Magos se lo regalen a sus vástagos.

sábado, 27 de febrero de 2021

¿Información o propaganda?

Leo en la pantalla del ordenador un periódico digital de amplia difusión y talante progresista, cuyo nombre omito porque no me gusta hacer publicidad: Cómo paliar los efectos del uso de la mascarilla sobre tu tez en cómodos pasos. Sobre este titular, la foto de una bella señorita quitándose la mascarilla del rostro que aún le cuelga de la oreja y regalándonos la mejor de sus sonrisas.
 
 
Me entra entonces la duda ingenua pero razonable de si me encuentro ante un anuncio publicitario como sospecho a primera vista de una marca comercial de alguna crema facial o maquillaje por el estilo o ante una noticia de carácter informativo. 
 
Después de clicar en una misteriosa pestaña, leo en letra pequeña: “Este contenido está realizado por un anunciante y no interfiere en la información del periódico”. Ya está meridianamente clara la cosa: es publicidad comercial que ni siquiera se llama por su nombre, se denomina  “contenido ofrecido o patrocinado”. 
 
Los responsables del área comercial del diario digital justifican la inclusión del reportaje del siguiente modo: "El contenido patrocinado nos permite recibir financiación a la vez que contamos historias que les resulten interesantes (a los lectores). La función de este departamento comercial es crear historias mediante artículos, entrevistas y reportajes multimedia. Aportamos a nuestros patrocinadores nuestra conocida narrativa propia y trabajamos con ellos para ofrecerles una estrategia creativa y de distribución que se ajuste a sus intereses comunicativos". 
 
Una vez que se accede a la página, que en nada difiere del resto de las de ese diario, puede leerse lo siguiente: “Todo lo que necesitas para lucir una piel perfecta las 24 horas pese a la mascarilla.” No te preocupes, vienen a decirte: La falta de oxigenación, de transpiración y de vitamina D ha causado estragos en la epidermis, pero hay un maquillaje con tratamiento que te ayudará a recuperar el esplendor perdido
 
Ya se ve clarísimo que es publicidad, pero continúo leyendo porque el artículo no tiene desperdicio: “Si estás preocupada (sic por el uso del género femenino, el anuncio es sólo para señoras y señoritas, no para caballeros) por los efectos que ha tenido en tu piel la pandemia, con la mascarilla impidiéndote oxigenar medio rostro, la cuarentena y el actual semi confinamiento que nos impide disfrutar de la vitamina D solar tanto como sería necesario, aquí tienes unos cuantos consejos para volver a sentir una epidermis suave, aterciopelada, luminosa y a prueba de mascarillas.” 
 
 
Me encanta la crítica velada que se hace de la mascarilla y de los efectos cutáneos de la pandemia: ha impedido oxigenar medio rostro, y recibir la vitamina D solar “tanto como sería necesario”, lo que sería un mal menor si el tapabocas hubiese servido para algo bueno, pero el artículo no va a entrar a criticar la obligatoriedad del uso del barbijo, mordaza o bozal sino a poner remedio a sus efectos secundarios o colaterales adversos, por lo que no debe preocuparse, señora o señorita, ya que aquí van unos consejos para volver a sentir una epidermis “a prueba de mascarillas”. 
 
En suma, que se trataba de publicidad y propaganda, y no de información crítica, pero esta interferencia entre el contenido realizado por un anunciante y la información que suministra el periódico -generalmente malas noticias: cifras de muertos y contagiados y de lo que ellos llaman "casos", palabra mágica y performativa que convierte en enfermo imaginario al que no lo está,  hospitales colapsados en su mayoría, vacunas  y profecías científicas de futuras oleadas de epidemias y pandemias y virus asesinos- sólo conduce a la ceremonia de la confusión. 
 
Algo, sin embargo, podemos sacar en claro de todo ello que no deja de ser importante. Y es que hay que reconocer, la verdad sea dicha, que no hay ninguna diferencia entre lo uno y lo otro, que se ha difuminado tanto la definición de la noticia y del anuncio publicitario que se confunden una y otra cosa: lo que resulta revelador: las noticias, además de ser el cebo para meternos anuncios comerciales, no dejan de ser propaganda y la publicidad no deja de ser noticia. Y nosotros, receptores pasivos y consumidores de lo uno y de lo otro, que es lo mismo.