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sábado, 6 de abril de 2024

Contra la OMS

La industria farmacopólica patenta enfermedades que no existen para convertir a las personas sanas en pacientes que toman medicamentos totalmente innecesarios. 
 
La serpiente ponzoñosa que simboliza la farmacia, enroscada en la copa de Higía, hija de Asclepio, dios de la medicina, va cobrando su verdadero significado. 

 
El consumo de fármacos ha aumentado tanto en los países ricos que nos encontramos ante una sociedad medicalizada innecesariamente y por lo tanto intoxicada. 
 
El objetivo del farmacopolio no es sanar a quienes están enfermos, sino enfermar a quienes gozan de buena salud para fidelizar clientes y beneficios económicos. 
 
 
Los médicos, aliados con la industria farmacéutica, recetan medicinas a personas sanas haciéndolas creer que están enfermas cuando no necesitan fármaco ninguno.
 
Los nuevos criterios diagnósticos psiquiátricos alentados por las compañías farmacéuticas hacen que una parte importante de la población necesite psicofármacos.
 
Saben que ampliando criterios diagnósticos, rebajando exigencias que definen enfermedades, aumenta considerablemente clientela, mercado y volumen de negocio.
 

 El médico antiguo intentaba restablecer la salud de los enfermos o aliviarlos, el moderno hace creer a personas sanas que están enfermas de hecho o en potencia.
 
El Ministerio de Educación quiere preparar a las tiernas criaturas infantiles para el futuro inmediato que les espera: los conflictos bélicos y las pandemias.
 
 
La medicina preventiva, al contrario de la curativa, que trataba males reales, trata males potenciales, convirtiendo a todos en enfermos imaginarios de Molière. 
 
Si todo diagnóstico es malo por lo que tiene de fatídica profecía que se autorrealiza, el peor de todos, el más tóxico, es el diagnóstico precoz o asintomático.

viernes, 18 de noviembre de 2022

Coronavirus persistente

    Todos, incluidos tú, que lees esto, y yo, que lo escribo, tenemos lo que en la lengua del Imperio llaman «long covid», o sea «coronavirus long disease» y nosotros la enfermedad persistente o de larga duración del virus coronado
 
    No olvidemos la definición que dio de la persona en buen estado de salud el inolvidable doctor Knock: una persona sana es un enfermo que se ignora, es decir, que no sabe que está enfermo. Si le damos la vuelta al dicho, podemos decir, al revés, que un enfermo es una persona sana que se ignora, que no es consciente de la buena salud de la que goza porque ha recaído sobre ella la maldición exacta del diagnóstico.
 
    ¿No lo crees? Mira la tabla adjunta y dime que no has padecido o padeces alguno o varios simultáneamente de los doscientos un síntomas (201, en números) de esta "nueva enfermedad", o síndrome, mejor que enfermedad, del virus coronado cosecha de 2019. 
 
 
    Los síntomas asociados directamente pueden ser: cardiovasculares, dermatológicos, gastrointestinales, inmunológicos y autoinmunes, musculoesqueléticos, neurológicos (un amigo que había padecido la enfermedad me hablaba recientemente de la espesa «niebla mental», que le había quedado como consecuencia), otorrinolanrigológicos, oftalmológicos, psiquiátricos, pulmonares/respiratorios, reproductivos, genitourinarios, endocrinos y sistémicos.
 
    No hay que olvidar el que más éxito ha tenido de todos los síntomas, que es la ausencia de síntomas, el covid asintomático, que puede haber padecido el que tiene una salud a prueba de bombas, y no haberse percatado por no haberse sometido al test. Pues bien, ese covid asintomático también puede producir, por si fuera poco, un covid persistente igualmente asintomático y contagioso, con lo cual, nadie puede decirse que se haya librado cabalmente o esté libre ahora mismo de la influencia del virus coronado de larga duración o persistente, que se resiste a desaparecer de nuestras vidas. 
 
Sísifo, portador del coronavirus persistente
 
     Claro que con toda esa retahíla de síntomas, no sabe uno ya muy bien si achacárselos a la enfermedad o al remedio que ha resultado peor que la enfermedad, que es lo que insidiosamente se llamó "vacunación".
 
    ¿Qué podemos hacer? Una mujer entrada en años que se llama María del Olvido, bendito sea el olvido de su nombre, que es la auténtica salud, nos da un consejo que siempre se puede aprovechar:
      

domingo, 3 de abril de 2022

No es saludable ser muy feliz

    Según fuentes bien informadas, hay recientes estudios que demuestran que no sólo las penas, que son tan abundantes como las arenitas de la mar, sino también las alegrías, que tanto escasean sin embargo, sobre todo si son muy grandes, pueden generar un síndrome cuyos síntomas no tienen nada que envidiar a los de un infarto de miocardio o a una miocarditis: dolor en el pecho y falta de aire. Las arterias, según parece, funcionan pero lo que les pasa es que una parte del ventrículo no se contrae, se dilata, y adquiere la forma abultada de una vasija de barro como la que se utiliza para pescar pulpos en el Japón, que se denomina tako-tsubo, de ahí el nombre del síndrome del Takotsubo, que también se conoce como síndrome del corazón roto.
 

         Los científicos afirman que el desencadenante del síndrome de Takotsubo puede ser más variado de lo que previamente se pensaba. No sólo un gran disgusto o desgarro sentimental puede desencadenar el clásico 'corazón roto', sino que también las intensas emociones positivas pueden conducirnos al otro barrio. Los médicos deberían ser conscientes de esto y también considerar que los pacientes que llegan a unas urgencias con síntomas de un infarto, como dolor en el pecho o dificultad para respirar, pero después de haber vivido una situación feliz o emotiva, podrían estar sufriendo este síndrome. 
 

 
    Esto no significa, advierten los científicos, que haya que preocuparse demasiado ni tratar de evitar momentos felices o divertidos o controlar las emociones, pero sí recomiendan que ante unos síntomas claros de dolor en el pecho y dificultad para respirar tras una situación intensa, independientemente de su sesgo negativo o positivo, se llame al 112, porque el problema puede solventarse con el adecuado tratamiento en un par de semanas, pero si el paciente no ingresa en una clínica corre peligro de sufrir una parada cardíaca e incluso de morir. 
 

 

martes, 11 de enero de 2022

Sanidad contra salud, salud contra Sanidad

¡GOCE USTED DE SALUD PERFECTA!.- No tiene desperdicio la siguiente leyenda, que leí una vez al dorso de una estampita.

Era una forma de publicidad arcaica, un tanto ingenua todavía, no tan agresiva como las posmodernas actuales, basada fundamentalmente en el uso del lenguaje escrito y destinada a dar a conocer las “píldoras de vida del Doctor X” (Dr. X´ life pills en la lengua del Imperio).
 
 
Dice así: "Si está usted (repárese en el tratamiento ya anticuado del usted, frente al tuteo irrespetuoso generalizado hoy en día) medio enfermo (sic) o medio incapacitado (sic) por existir en su organismo algún mal que mina su vitalidad, de ningún modo podrá usted experimentar plenamente el gozo de vivir. Jamás podrá proporcionarse, bajo esta circunstancia, el completo disfrute de la salud rebosante y la energía briosa que hacen aun del trabajo más duro un placer. Es, pues, el deber de usted mejorar su condición". (Note el lector cómo se nos inculca imperativa- y capciosamente que la salud "es nuestro deber y salvación", como se decía creo recordar en la oración del prefacio litúrgico de la misa católica, aunque sólo sea para rendir más en el trabajo)".


"Una buena digestión, un sano apetito y una salud envidiable siguen al uso regular de las píldoras de vida del Doctor X. Una píldora tomada a la hora de acostarse le conservará en estado excelente de salud. Este remedio alivia prontamente la Biliosidad, el Estreñimiento -curiosas mayúsculas- y las irregularidades de las vías intestinales."
 
Al final se demuestra que todo era un problema de obstrucción de las tripas, que nos hacían sentir medio enfermos o medio incapacitados, cuya solución consistiría en unas píldoras que permitan disolver las heces y defecar a continuación bien a gusto.
 
Estas formas antiguas de publicidad no tienen nada que ver con la agresividad actual de la propaganda de las autoridades sanitarias. Resultan hasta cierto punto por eso mismo conmovedoras. 
 
 
Cuando los grandes medios de información masiva y de propaganda actuales, que vienen a ser los mismos, reflexionan abiertamente sobre la virtud de la prisión permanente, el arresto domiciliario y la distancia social, 
 
cuando los presuntos 'expertos' nos inculcan subrepticiamente que la vida no es más que el miedo persistente a la enfermedad siempre latente y nunca patente, 
 
cuando so pretexto de 'salvar vidas' minan nuestra vitalidad de forma que no podamos experimentar de ningún modo el gozo de vivir,
 
cuando los publicistas insisten en que nuestro deber más sagrado es sacrificarnos en beneficio de la industria farmacéutica y la comunidad,
 
cuando nos cambian la mucha o poca salud que teníamos por la Sanidad, ese asqueroso invento del Gobierno que dice velar por nosotros y que nos da el cambiazo de lo malo -la Sanidad- por lo bueno -la salud, que todavía es palabra popular y nombre común, 
 
cuando las personas que rechazan un medicamento experimental disfrazado de “vacuna” negándose a ser conejillos de Indias que ofrecen gratuita- y amorosamente su cuerpo a la Ciencia, experimento sufragado y pagado con dinero de los sufridos contribuyentes y votantes, son alegremente calificadas como riesgos potenciales para la salud pública y puestas en la picota mediática como chivos expiatorios, 
 
...ya pueden hacer lo que quieran con todos y cada uno de nosotros, que no vamos a decir ni pío.  

sábado, 23 de enero de 2021

La Iglesia de Inglaterra presta sus lugares de culto al Estado

La Iglesia de Inglaterra ofrece generosamente sus sagrados templos para la vacunación contra la enfermedad del virus coronado y para la realización de pruebas de detección del susodicho virus durante todo el año. Han dejado de celebrarse en sus iglesias y catedrales las ceremonias de culto religioso por razones sanitarias, y pasan así a convertirse en centros del culto masivo del nuevo ídolo: una salud que no consiste en la curación de un mal efectivo, sino en su prevención. 


La Iglesia de Inglaterra justifica la medida como un gran acto de servicio a la comunidad,  como si reconociera que, ante la urgencia de la situación, no se trata tanto ya del negocio de la salvación de las almas de los fieles sino de sus cuerpos, que son prioritarios y podrían contagiarse, enfermar y fallecer. 

 

La argumentación que se ha seguido es la siguiente: La mayoría de los centros de vacunación que se están abriendo esperan pinchar (inmunizar, dicen ellos, siguiendo las últimas y capciosas recomendaciones lingüísticas de la OMS, que hace sinónimo este término de "vacunar", cuando es algo que está por demostrarse) a más de 1.000 personas diarias por lo que se necesitan grandes espacios que no sean necesarios para otros propósitos.

En las iglesias británicas, donde ya no se realizan ceremonias religiosas, se practica ahora la comunión de la salud. Los feligreses  viven con ardorosa fe su creencia firme en el retorno a la normalidad, a pesar de que se les dice que las cosas no volverán ya nunca a ser lo que eran.

No es algo anecdótico o casual, sino profundamente significativo y simbólico: Las primeras personas en Inglaterra han sido inoculadas contra el virus coronado en la catedral de Lichfield, en el norte del país, y en la famosa catedral de Salisbury, en el sur, donde se acompañaba la eucaristía de la vacuna con el sonido de las notas del órgano que interpreta música sagrada. 

Catedral de Rochester, en el condado de Kent (Inglaterra)

Los feligreses siguen ahora las ceremonias religiosas en directo por telepantallas al no poder asistir a los templos. Siempre habían retransmitido las televisiones misas para los enfermos que no podían asistir a los oficios, encamados como estaban en hospitales o en sus propios hogares, pero ahora, con los confinamientos y la prohibición del culto, han aumentado considerablemente sus índices de audiencia. 

La novedad es que ahora es toda la población la que se considera enferma, poco importa si tiene o no tiene síntomas, si enfermos reales o imaginarios. Los creyentes no pueden asistir a los templos más que a testarse, es decir, a someterse al control de una prueba (al famoso test, en la lengua del Imperio), o a vacunarse en espera de la siempre futura redención.

viernes, 28 de agosto de 2020

En la salud y en la enfermedad

¿Por qué no se puede acabar de una vez por todas con la pandemia? Porque tenemos el enemigo en casa. El enemigo no es la epidemia propiamente dicha, que, de por sí, ya está finiquitada. El enemigo es la definición totalitaria de “pandemia” que han hecho las autoridades sanitarias: A pandemic is the worldwide spread of a new disease. Una pandemia es la propagación mundial de una nueva enfermedad. (Nótese que en esta definición no se habla para nada de letalidad ni de mortalidad específica: cualquier enfermedad que tenga una difusión universal, con tal de que sea "nueva", es una pandemia, independientemente de que haya muertos o peligro de muerte entre los enfermos). 
 


Necesitaríamos preguntarles a las autoridades sanitarias algo tan trivial cómo que entienden ellas por “disease”, es decir, por enfermedad. No es nada fácil definir qué es enfermedad, podríamos decir que es la falta de salud, pero eso nos lleva a definir entonces qué es la salud, algo que todos reconocemos que sólo sabemos a ciencia cierta lo que es cuando la hemos perdido. 
 
La OMS define la salud (health en la lengua del Imperio) como sigue: “a state of complete physical, mental and social well-being, not merely the absence of disease or infirmity” (WHO, 1946), o lo que viene a ser lo mismo: “un estado de completo bienestar físico, mental y social, no simplemente la ausencia de enfermedad -utiliza aquí la OMS los dos términos prácticamente sinónimos en la lengua del Imperio para referirse a la enfermedad “disease”, propiamente sajón, e “infirmity”, de origen latino)”. 
 

Según esta definición, efectivamente estamos sufriendo una nueva enfermedad de difusión universal que es el miedo al bicho, a la plaga, a la peste: a que lo tengamos dentro sin síntomas aparentes. Y lo tenemos bien metido. Ya se encargan los gobiernos y sus autoridades sanitarias, con la OMS a la cabeza, de hacernos la vida imposible aterrorizándonos a todas horas con sus noticias de nuevos brotes, repuntes, olas, casos, contagios... en el universo mundo. 
 
¿Cuál es la nueva enfermedad que se ha propagando por todo el mundo? Actualmente es la creencia, falsa como todas, de que somos enfermos en potencia y que que podemos contagiar a los demás, aunque no tengamos ninguna evidencia sintomática. Somos según la prueba de PCR positivos de hecho o, si resultamos negativos, somos positivos en potencia. Pero no. Somos, en realidad, negativos: no negacionistas: negadores de la enfermedad y de la salud, las dos caras de la misma moneda, que es la vida humana, que pretende administrar dicha Organización Mundial. Podemos portar virus coronados, pero no transmitirlos.

jueves, 16 de julio de 2020

Amar y trabajar

Hace tiempo echaban un anuncio de la ONCE por la tele que le atribuía a Sigmund Freud, "uno de los mayores intelectuales del siglo XX", la siguiente respuesta a la pregunta de qué era una persona sana: “Amigo mío, cualquier persona capaz de amar y trabajar.”




Como me extrañaba que Freud hubiera dicho algo así, poniendo al mismo nivel el amor y la maldición bíblica del trabajo como características de la salud, me puse a investigar el origen de la cita y su contexto. Y ¿qué descubro? Que la frase que se le atribuye pero que no está documentada en su obra es: “La salud es la capacidad de amar y trabajar” („Gesundheit ist die Fähigkeit, lieben und arbeiten zu können“). Es una definición de la salud en general, no de una persona sana, ni de la labor del psicoanálisis, aunque para él, se entiende que la tarea del psicoanalista es procurar la salud de sus pacientes.


No hay constancia de que Freud haya dicho o escrito eso aunque todo el mundo lo dé por sentado. Le pasa lo mismo a esta otra cita que se le atribuye y tiene su miga de gracia ya que Freud siempre buscaba simbolismos sexuales a todas las cosas, pero que tampoco está documentada: Manchmal ist eine Zigarre eine Zigarre (A veces un cigarro es un cigarro).

La etimología de “Arbeit” es bastante oscura en alemán, pero su campo semántico es muy similar al de nuestro “trabajo”, que, como se sabe, procede del latín tripalium, que era una especie de cepo o instrumento de tortura compuesto por tres maderos... a fin de cuentas una condena o suplicio como el otro. 

Trabajo en alemán se dice corrientemente "(die) Arbeit", y trabajar "arbeiten". Seguramente recordamos haber visto en muchas películas de nazis la leyenda que ponía a la entrada de los campos de exterminio nazis de Auschwitz y otros: Arbeit macht frei: El trabajo (nos) hace libres/libera.



Si echamos un vistazo al diccionario etimológico, se postula como origen el verbo germánico *arbejo, que significa "soy huérfano y, por lo tanto, me veo obligado a trabajar por necesidad". Esto crea una conexión con la raíz indoeuropea, *orbho- que indica alejamiento y separación, que en antiguo eslavo eclesiástico evolucionó a *orbu- con el significado de "esclavo" y también en checo y polaco a robota, que quiere decir "trabajo obligatorio", procedente de rabota "esclavitud",  de donde el origen de la palabra moderna robot.

En griego la raíz *orbho- evolucionó a ὀρφανός orphanós ‘que ha perdido un familiar’, de donde nos vienen, por la vía intermedia latina de orphanum, nuestros huérfano, orfanato y orfandad, mientras que en latín propiamente dicho la raíz evolucionó al adjetivo orbus ‘despojado de algo o de alguien, que pasa privación, y finalmente huérfano", palabra que en castellano se ha perdido, pero que se conserva por ejemplo en italiano orbo o catalán y rumano orb. 
 
La palabra “Arbeit” en antiguo alto alemán, hasta el siglo XI incluido quería decir "trabajo duro, peste, sufrimiento, resistencia", por lo que era claramente negativa y significaba principalmente algo que se ha sufrido pasivamente. El aspecto de la pasividad se pierde en el desarrollo posterior de la palabra, pero el trabajo sigue siendo una actividad laboriosa e indigna que solo realizan aquellos que tienen que luchar para ganarse la vida. Esta calificación permanece parcialmente hasta el alto alemán moderno del siglo XVI. 

Solo con Lutero la palabra "Arbeit" pierde en gran medida su significado despectivo y recibe la calificación positiva que tiene hoy. Marx y Engels, por su parte, plantean el concepto de “fuerza de trabajo” (Arbeitsvermögen), que es la capacidad física y mental de los seres humanos de producir un valor de uso. Se diferencia así del trabajo propiamente dicho (Arbeitskraft), que es la puesta en práctica de esa capacidad, al modo aristotélico de potencia ("fuerza de trabajo") y acto ("trabajo"). Contribuyen así Marx y Engels a dignificar el trabajo y la clase trabajadora, llamada a hacer la revolución.

Si identificamos la palabra "Arbeit", por lo tanto, con la esclavitud, resulta sarcástica y sangrante la frase de los nazis que citábamos de que el trabajo libera, y la atribuida a Freud de que la salud consiste en amar y trabajar. De hecho decía una canción popular de los años sesenta que había tres cosas en la vida: salud, dinero y amor, y que el que tuviera esas tres cosas "podía dar gracias a Dios". En la letra de esa canción se juntan la salud y el amor, pero no el trabajo, sino en todo caso el dinero.

Sospechaba yo que Freud no podía haber dicho que la salud fuera la capacidad de amar y de trabajar en el sentido que tiene la palabra trabajo para la mayoría de la gente, porque el trabajo, eso lo siente cualquiera, no puede ser algo bueno, como la propia historia de la palabra sugiere, aunque a veces usemos el término con otros sentidos más positivos como cuando decimos que un artista está trabajando en su obra o que alguien se está trabajando a una persona...

 
En alemán se dice Gesundheit! (¡salud!) cuando alguien estornuda (algo similar a nuestro ¡Jesús! o al God bless you! de los ingleses), expresando el deseo de conjurar así el fantasma de la enfermedad de la peste que se asociaba a ese síntoma. Entre nosotros se dice "¡salud!" cuando se brinda antes de beber.