¿Sustituirán los organismos cibernéticos a los soldados de carne y hueso? ¿Harán los robots la guerra por nosotros? Eso parece que es lo que sugiere el Proyecto “Replicator”, anunciado el pasado 28 de agosto por la Secretaria de Defensa, es decir de la Guerra, de los Estados Unidos de América, la señora Kathleen Hicks.
El proyecto del Pentágono trata de poner en marcha un ejército de cíborgs o drones supuestamente inteligentes -cuando usan este adjetivo quieren decir 'obedientes'- y autónomos, previsto a más tardar para 2025.
Kathleen Hicks amenaza con miles de futuros drones.
Dron desde 1946 es el nombre que se da en la lengua del Imperio a una aeronave no tripulada o sin piloto humano a bordo dirigida por control remoto. En inglés antiguo drone era el nombre del macho de la abeja reina (θρῶναξ thronax en dialecto griego laconio), es decir, del zángano. Parece que la palabra es de origen onomatopéyico en ambos casos, por lo que trata de imitar el zumbido de la abeja macho en principio y el del motor del aparato.
El Imperio del tío Sam quiere contrarrestar así el poder chino del Ejército Popular de Liberación -¿cuándo se liberará el pueblo del ejército 'popular' que pesa sobre él como la losa de una lápida?- cuyas fuerzas armadas tienen la superioridad numérica. Como dijo la Secretaria de la Guerra, la principal ventaja del gigante asiático es “mass”, o sea, la cantidad: more ships, more missiles, more people: más naves, más misiles, más soldados a su servicio, por lo que el Pentágono no pretende igualarlo "libra por libra" (pound for pound), sino superarlo tecnológicamente.
El proyecto militar del Pentágono es la respuesta a la amenaza china de invasión que se cierne sobre Taiguán. Lo que quiere el tío Sam es un ejército de drones-soldados impulsados por la presunta inteligencia artificial. Estos robots realizarían varias actividades militares como reconocimiento, comunicación, designación de objetivos y... atacar. El Pentágono quiere desplegar plataformas autónomas que se caracterizarán por ser "pequeñas, inteligentes, baratas y muchas".
Al utilizar robots para materializar la amenaza, Estados Unidos se asegura de no usar su propio ejército profesional, mientras pone al chino, superior numéricamente, en peligro de extinción. Si esto se materializa, ya no habría ninguna distancia reflexiva ni ningún escrúpulo moral entre el arma y la persona que la empuña, porque ya "nadie" empuñaría el arma. El anuncio de la Secretaria de la Guerra de Estados Unidos abre la puerta a una violencia ilimitada.
El tío Sam ya no necesitará reclutar jóvenes como hizo para la guerra de Vietnam, levantando protestas contra el reclutamiento obligatorio ni dotarse de un ejército estrictamente profesional y mercenario como el que posee ahora y tener que afrontar los traumas psicológicos de los veteranos de guerra. Si era dulce y hermoso morir por la patria, como cantó Horacio, ahora matar por ella eximirá al Imperio del alto tributo de vidas humanas que tenía que pagar.
"Drones baratos dirigidos a China"
Estos robots “inteligentes”, drones baratos dirigidos a China, o cíborgs -organismos cibernéticos, como el cinematográfico Robocop, con el que la ciencia ficción superó a la Ciencia- no desobedecerán nunca una orden porque no se les planteará ninguna duda, dilema o vacilación como a cualquier soldado, que nunca sería tan "inteligente", es decir, tan obediente.
Los robots no hacen preguntas. No van a declararse insumisos o desertores. No tienen crisis de estrés postraumático. El problema que plantean es precisamente que no desobedecen nunca. Al igual que la bomba atómica, esta innovación tecnológica podría tener efectos devastadores matando sin piedad.
Una vez abierta la caja de Pandora, será difícil que se cierre.
Hoy en día, la posible pérdida de vidas humanas es un elemento disuasor a la hora de iniciar o intensificar un conflicto (eufemismo de una guerra). Pero cuando las principales víctimas son robots o cíborgs, el factor disuasivo cambia por completo. Las armas ofensivas autónomas destinadas a matar permitirán conflictos armados en una escala jamás imaginada.