Si se cambian los parámetros que establecen la normalidad no es para adaptarse a una nueva realidad ni para prevenir enfermedades, sino para crear más 'enfermos', más 'pacientes' a los que convertir en
clientes de la pujante industria farmacéutica vendiéndoles fármacos, por ejemplo, contra la hipertensión, que definen según su conveniencia. Nos
han hecho creer que cada año somos más frágiles, y cada vez que se ajustan los “límites normales” a la nueva normalidad, aumentan por un lado el miedo y por otro las ventas de medicamentos. No están previniendo, insisto, están
creando enfermedades y pacientes que normalizan su dependencia
farmacológica disfrazándola de salud. Ya sucedió también con el colesterol,
como muestra el cuadro siguiente:

Sucedió también con las 'vacunas' contra el virus coronado: la única dosis se dividió
pronto en dos; enseguida dijeron que necesitaba un refuerzo, a
continuación dos o tres nuevas dosis, luego hicieron falta nuevas
actualizaciones para las nuevas cepas y ahora se necesita, dicen, una
actualización anual, como la vacuna de la gripe. ¿Dónde está la delgada línea que separa la
prevención de enfermedades de la dependencia farmacéutica? Escudándose en la profilaxis, venden más sueros y aumentan su
carga tóxica que debilita nuestro maltrecho ya sistema inmunitario.
Volviendo a la revolución que propone Make America Healthy Again (MAHA) y a su movimiento para el futuro, lo que pretenden es que nos pongamos, en primer lugar irán los norteamericanos, detrás iremos el resto, un dispositivo, el famoso relojito que hace las veces de teléfono móvil que nos conecta a la Red Informática Universal, pero que puede adoptar también otras formas (pulsera, anillo, gafas...), y llevarlo siempre encima para monitorear o monitorizar, que de ambas maneras creo que puede decirse, los niveles de actividad, la frecuencia cardíaca, comprobar
cómo los alimentos afectan a los niveles de glucosa en sangre mientras se consumen y otras constantes vitales y pinturerías.
Pero el invento no es tan
benigno como parece ni tan sano y saludable como se anuncia. Es, en efecto, un
dispositivo de rastreo biométrico, de medición de los parámetros 'vitales'. En esencia, sirve para que uno mismo chequee la salud del cuerpo serrano que Dios le ha dado y suba todos esos datos a la nube de los cielos: adónde vas, cómo
llegas, a qué velocidad viajas, qué comes y cuándo, cuándo duermes y
durante cuánto tiempo, tu nivel de azúcar en sangre, tu frecuencia
cardíaca, tu porcentaje de grasa corporal... a fin de que uno mismo, consciente ya de sus enfermedades, se automedique.
Diversos dispositivos "wearable"
Todos estos datos serán
recopilados. ¿Serán privados? Claro que no, pero no es ese el único
problema. Quizá los que los codician no los usen para nada, en el mejor de los
casos y escenarios, como dicen ahora, que se nos abren a nosotros. El problema está en que nosotros
también los codiciamos y quizá nos éntre el gusanillo de certificar nuestra vitalidad... para mejorar
nuestra salud siempre enfermiza, y es entonces cuando la habremos destrozado. No se trata
solo de que el Estado pueda implementar el Crédito Social, es que
nosotros mismos, si nos prestamos a ello, estamos implementado nuestro
propio sistema de Crédito Individual.