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jueves, 11 de mayo de 2023

Cuatro años (de) más

    Leía el otro día que el actual presidente de los Estados Unidos declaraba en una entrevista retrasmitida por la televisión en horas de máxima audiencia que tenía intención de volver a presentarse a las elecciones para repetir en el cargo, si salía elegido, porque aspiraba a un segundo mandato ya que aún tenía “trabajo que terminar” para reforzar la economía y reafirmar el liderazgo de EE.UU. en el extranjero. Con lo de extranjero se refería, claro está, al mundo.
 
    El octogenario que ha dado suficientes muestras de incipiente, si no avanzada ya, demencia senil afirmaba sin falsa modestia: “He adquirido muchísima sabiduría y sé más que la gran mayoría de la gente” (I have acquired a hell of a lot of wisdom and know more than the vast majority of people). 
 
 
    Trataba así el inquilino de la Casa Blanca de quitar importancia a los rumores sobre su avanzada edad y su incipiente chochera o chochez, como prefiera decirse, que ambos términos, según la docta Academia, significan en castellano “Mostrar debilitadas las facultades mentales por efecto de la edad”, que le hace creerse uno de los más sabios de los mortales, afirmando que era la persona con más experiencia que se había presentado nunca a la presidencia de ese país. 
 
    Intentaba así el señor Biden, que en caso de ganar tendrá 86 años al final de su segundo mandato, tranquilizar a sus votantes sobre su provecta edad, presentándola como una ventaja y no como un inconveniente para desempeñar el cargo que ocupa. 
 
 
     Leía yo por otra parte, para desquitarme de tanta información como recibe uno aunque no quiera todos los días por los medios de producción de noticias, unos versos olvidados de Eurípides, de una tragedia perdida titulada Éolo de la que conservamos este fragmento que cita Estobeo, donde el autor da voz a un anciano que dice hablando en general de la vejez y que traduzco un tanto libremente pero en su propio ritmo de trímetros yámbicos: ¡Ay, qué verdad entraña el cuento antiguo aquel! / Los viejos nada somos más que ya runrún / y puros huesos, de vanos sueños yendo en pos; / perdido el juicio, creemos tener aún razón (φεῦ φεῦ, παλαιὸς αἶνος ὡς καλῶς ἔχει· / γέροντες οὐδέν ἐσμεν ἄλλο πλὴν ψόφος / καὶ σχῆμ᾽, ὀνείρων δ᾽ ἕρπομεν μιμήματα·  / νοῦς δ᾽ οὐκ ἔνεστιν, οἰόμεσθα δ᾽ εὖ φρονεῖν.
 
    Creo que le vienen de pegada al caso de este personaje, que no es más que ruido y apariencia, mera imagen, que persigue como un loco sueños tales como la grandeza de América y mantener el liderazgo yanqui en todo el mundo mundial, y, lo peor de todo, que careciendo de inteligencia natural, cree que está en sus cabales y que tiene buen juicio y que además ha adquirido muchísima sabiduría -literalmente usó la expresión a hell of a lot of wisdom que literalmente sería 'un infierno de un montón de sabiduría'-, o mejor "un mogollón infernal de sabiduría", cuando lo que tiene es un hell of a lot of insanity, o sea, 'un carajal infernal de demencia', como demuestra precisamente el hecho de que se crea tan sabio y no sólo eso sino muchísimo más sabio que el común de los mortales, tan ignorantes que somos.

viernes, 28 de octubre de 2022

La manzana de Blancanieves

    El alcalde de Nueva York, a la sazón Bill de Blasio, incentivaba personalmente el año pasado la vacunación contra el monárquico virus coronado con unas 'deliciosas' patatas fritas y una hamburguesa gratis, a falta de prescripción facultativa, y nos recordaba así a la malvada madrastrona de Blancanieves disfrazada de anciana que le ofrecía a su hijastra el regalo emponzoñado de la manzana.


    Hacía gala y ostentación, además, el señor alcalde neoyorquino de una pésima educación no tanto por hablar con la boca llena como hacía mientras engullía las papas y la hamburguesa, sino con la cabeza huera de neuronas, como puede verse aquí, porque fue noticia. 

    Hubo también otros alicientes: loterías, entradas a parques de atracciones  y un larguísimo etcétera para animar a la gente a que se vacunara, pero recientemente el propio presidente de los Estados Unidos de América, senil y gagá, chocho perdido y peligroso como un mono con dos pistolas, Joe Biden llama a los estadounidenses a que se vayan arremangando, se reinoculen y reciban a cambio la nueva manzana de Blancanieves en forma de vales de descuento de 5, 10 y 20 dólares en su farmacia o compra de comestibles. 
 
 
    Fue anteayer mismo. Más info, de la propia Casa Blanca, aquí. Todo son facilidades. Habrá inoculaciones día y noche, incluso en fin de semana en algunos vacunódromos. Y el presidente les asegura que tendrán que hacerlo a partir de ahora una vez al año todos los años, como la vacuna de la gripe porque, si no lo hacen, estarán poniéndose a sí mismos y a otras personas en un riesgo innecesario.  
    
    "The shot is free". Les dice, o sea, que el tiro (que les puede salir por la culata) es gratis, a cargo de Papá Estado. Hay disposición abundante de chutes antes de que llegue la temporada navideña. ¿Por qué hay que hacerlo? Porque la vieja vacuna ya no protege. El virus ha cambiado. «Recuerden, Ómicron ni siquiera existía cuando se desarrollaron las primeras vacunas contra el cóvid. Ni siquiera existía». Ha sido una creación posterior, ahora existe, por lo que hay que actualizarse poniéndose al día.  Por eso hay que actualizar la vacuna. (Lo mismo que sucede con los virus y los antivirus informáticos, digo yo). Este año casi todas las muertes se pueden prevenir, y lo dice dos veces: Casi todas las muertes se pueden prevenir, como si la Parca pudiera evitarse.
 
 

    Ahora es el mejor momento, antes de Halloween. Y ya puestos, vacúnense también de la gripe, dice, ustedes y sus hijos, y así podrán celebrar el Día de Acción de Gracias convenientemente protegidos. La Administración del Gobierno ha hecho que estas vacunas estén disponibles de forma gratuita en consultorios médicos, centros de salud, clínicas rurales, farmacias... El noventa y cinco por ciento de los norteamericanos pueden encontrar una vacuna actualizada y gratuita en como mucho cinco millas a la redonda de su lugar de residencia habitual. Una aplicación informática, además, les dice el lugar que más le conviene por cercanía a su domicilio. 
 
    Aunque el tío Sam no utilizan el símil torero, nosotros podemos usarlo, habida cuenta de que el mapa de la península ibérica es, según la milenaria comparación que remonta al geógrafo Estrabón, quien probablemente la tomó de Posidonio, parecido a una curtida piel de res vacuna extendida, βύρσα τεταμένη (búrsa tetaméne, palabra esta de “bursa” que a través del latín es el origen de nuestra 'bolsa', siendo su significado original es 'badana, piel curtida, odre, cuero'. La historia de la palabra, lo que son las cosas y las palabras, acaba en nuestras modernas bolsas o casas de contratación, debido a que en casa de la familia Van der Burse, en Brujas, se reunían los mercaderes venecianos desde el siglo XVI). La susodicha piel curtida  podía ser de vaca, de buey o de toro, pero como nosotros somos muy machitos y muy toreros, hemos preferido durante décadas la versión taurina: España es una piel de toro curtida y extendida. 
 
 
    Por eso alguno, como el locutor, periodista y predicador de la COPE Carlos Herrera, que acudió solícito a la llamada del Servicio Andaluz de Salud a pincharse, y haciendo uso implícito de esa metáfora como español que es y como si su epidermis formara parte sustancial de la piel de la nación, decía que había recibido doble banderillazo, una banderilla en cada brazo,  en el derecho la de la gripe, y en el izquierdo la del coronavirus “cuarta generación”. Y luego, al día siguiente, lamentaba desde su púlpito radiofónico matutino que tenía que haberse quedado en la cama, y bromeaba diciendo que estaba “para que le pusieran un helicóptero medicalizado”: "...porque no saben, primero, lo que duele esto; y segundo, la reacción normal que causa. Pero en fin, es mejor estar vacunado que no estarlo." Concluía.