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domingo, 14 de abril de 2024

Espectáculo de variedades

Yo también soy idiota. Hecha esta confesión personal, debo decir que el escritor catalán Quim Monzó publica ‘Ments preclares’, subtitulado “El llibre dels idio­tes”, un libro, que no he leído, de artículos periodísticos sobre los idiotas, y declara: “No encuentro tan grave llamar idiota a alguien; yo mismo soy idiota”. Y me hago la siguiente reflexión: etimológicamente idiotas, en efecto, somos todos y cada uno en el sentido original del término griego: persona privada o particular, simple ciudadano, hombre del común, plebeyo, también soldado raso; ignorante, rudo, vulgar, inexperto, profano. Ya lo decía el Bachiller Carrasco en El Quijote, atribuyéndoselo al Eclesiastés y citando la Vulgata latina, para ponderar el gran número de necios que había en todos los tiempos y lugares: stultorum infinitus est numerus: "el número de imbéciles es infinito". Así que yo mismo soy idiota ἰδιώτης, etimológicamente hablando, lo reconozco. ¿Qué le vamos a hacer? Y una de las características de mi persona que tengo como idiota que soy es además de hablar, leer y escribir, que para eso me enseñaron en la escuela, un idioma ἰδίωμα, que es lo mismo que una patria, una nacionalidad, o sea, una propiedad privada, una jaula, pero también un instrumento con el que, sin embargo, puedo, denunciarlo. 

Inteligencia Artificial: IA no son solo las siglas de “inteligencia artificial” sino también, y más propiamente hablando, de la expresión “invasión algorítmica”, que es de lo que se trata lo primero. 

La mentira política.  “En política no se puede mentir. Si uno miente tiene que dimitir”. Lo ha dicho una ministra del gobierno español, da igual su nombre propio y apellidos y su ministerio. Lo ha dicho y ha dicho la verdad olvidando que ella, como miembro de ese gobierno que es, es forzosamente una mentirosa, por el axioma de que gobernar es mentir, o, como escribió Maquiavelo, gobernare è far credere: "gobernar es hacer creer", que viene a ser lo mismo que mentir, porque la creencia es un acto de fe y la fe se fundamenta en la mentira. Gobernar es, en efecto, mentir, sin que pueda decirse lo contrario, que mentir sea gobernar, pero sí que parece que para gobernar es preciso ejercer el arte del engaño, y para engañar hay que mentir, porque el Poder se basa en dos pilares fundamentales que vienen a ser uno solo en definitiva y el mismo: el miedo y la mentira. 

 

La guerra es un crimen de lesa humanidad. No penséis que la guerra no es un crimen: Lo dijo Ernest Jéminguay en 1946 y debería repetirlo cualquier biennacido ahora mismo como si se tratara de un mantra religioso: Never think that war, no matter how necessary, nor how justified, is not a crime: “Nunca penséis que la guerra, por necesaria o justificada que sea, no es un crimen”. No a la guerra por lo tanto. 

Abolición del mos meretricius. Bienintencionada sin duda la querencia de abolir la prostitución que les ha entrado a algunos progresistas, si no fuera porque no se dan cuenta de que no se puede erradicar el puterío sin abolir el sistema capitalista de producción que fundamenta su propia esencia teológica. Nada más lejos de su intención porque dichos progresistas no pretenden abolir el trabajo asalariado. Escribe Paul Lafargue en El Sermón de la Cortesana, incluido en su Religión del Capital (1886): La cortesana trafica con lo que no se puede ni pesar ni medir, con la cosa inmaterial que escapa a las sagradas leyes del intercambio: vende el amor, como el tendero suministra el jabón y la candela, como el poeta detalla el ideal. Pero la cortesana vendiendo el amor se vende; da al sexo de la mujer un valor, su sexo participa entonces de las cualidades de nuestro Dios, se convierte en una parcela de Dios, es Capital. La cortesana encarna a Dios.

miércoles, 10 de enero de 2024

Pareceres XXXVIII

186.- Billetes de cero euros. El BCE Banco Central Europeo, que pretende la digitalización o evaporación numérica del dinero físico en efectivo, que no su liquidación,  pasando así, sin desaparecer de nuestras vidas ni muchísimo menos, al estado gaseoso, se ríe de nosotros a la puta cara, como suele decirse, dando el visto bueno a un billete de cero (0) euros, carente de valor comercial y emitido como suvenir turístico por el ayuntamiento de Kiel (Alemania). El coste de producción de este billete, que incorpora medidas de seguridad similares a las de los convencionales todavía de uso corriente, como la presencia de marca de agua, hilo de cobre y un sello holográfico, estimado en 2,5 euros, es obviamente superior a su valor, que es cero patatero. Presenta dos caras distintas: en el anverso, se exhibe un buque de la marina de guerra alemana, para que coleccionemos cromos bélicos en estos tiempos de pacíficas guerras o paces beligerantes, mientras que en el reverso aparecen algunos de los monumentos más emblemáticos e icónicos de la Unión Europea. Además, el billete es de color morado como los de quinientos (500) euros, conocidos popularmente como “binladens”, que como Dios y el presunto terrorista existen en la realidad pero nadie del pueblo ve que los haya por ninguna parte, que la mentada entidad bancaria está retirando y no emitiendo más, aunque siguen siendo de curso legal entodavía.
 
 
187.- Imágenes falsas. Leo que tres conocidas marcas de cámaras fotográficas, de las que obviamente no voy a hacer aquí mención publicitaria, “combatirán las imágenes falsas generadas por la inteligencia artificial”. Da a entender el enunciado entrecomillado que la inteligencia artificial genera imágenes falsas y que las imágenes falsas que hay generadas por la IA (AI en la lengua del Imperio) no se distinguen de las otras. Los fabricantes integrarán firmas digitales en las imágenes capturadas por los objetivos de sus cámaras con el fin de garantizar la veracidad del contenido. Sin dichas firmas digitales, debemos pensar que las capturas de luz no son dignas de crédito. Pero todas las imágenes, generadas o no por la IA,  siempre son falsas en el sentido de que, siendo reales como son, no son las cosas que representan y nos hacen imaginar. 
 
 
188.- Opinión pública. Los dinosaurios arrogantes que hoy acaparan el monopolio de la razón y el sentido común, esos predicadores radiofónicos, televisivos o influyentes en las redes sociales, formadores, conformadores e informadores del monstruo de la opinión pública, que es la opinión que se le impone al pueblo, que de por sí no tiene opinión alguna, y que no hacen más que emitir sus sonoras flatulencias por las ondas hertzianas a modo de ventosidades hediondas, se hundirán en los pantanos de su sequedad dogmática, de su esclerosis mental, repitiendo hasta la última burbuja de cieno conceptos muertos, palabras muertas, siglas muertas, ideologías muertas, ídolos muertos, dioses muertos. 
 
 
189- Del lugar de los demás: Todos tenemos ideologías diferentes y no vemos claramente por nosotros mismos, es decir, con nuestros propios ojos, la necedad que supone tener una ideología propia y privada, es decir, falta de sentido común: sólo vemos la necedad de las ideologías ajenas, pero no de la propia, porque la ideología es la mochila que llevamos a la espalda. Vemos las que llevan los demás cuando se dan la vuelta y los vemos por detrás, pero no vemos la nuestra, como en la vieja fábula que nos contaban de pequeños.  Si nos pusiéramos en lugar de los demás, veríamos quizá también la necedad de nuestra propia ideología. Sucede lo mismo con las religiones, las opiniones y las ideas en general.


 
190.- Ministerio de la Soledad. Dicen que hay una nueva epidemia en el mundo, si no es ya una pandemia universal, de soledad. Cada vez más personas se aíslan voluntariamente. No se trata exactamente de una soledad deseada, sino inducida e interiorizada. La contribución de las llamadas Redes Sociales y la declaración de la viriasis pandémica que hemos y seguimos padeciendo han contribuido a tal fin sobremanera. En una época en la que la (tele)comunicación es más fácil que nunca, la soledad es paradójicamente su consecuencia más directa dado que para que haya (tele)comunicación es preciso que haya distancia, tierra por medio, que uno esté lejos, que es lo que significa el prefijo griego tele-, produciéndose así el oximoro de tener que alejarse para acercarse. Hasta el Gobierno del Reino Unido de la Gran Bretaña nombró un Ministerio de la Soledad. Evitamos a los amigos y familiares que abrazamos hasta ayer, ya que los sentimos como un foco potencial de infección. Las redes sociales, que se presentaron como una cura para la soledad, no hicieron más que fomentarla. Su utilidad radica en transmitir información, pero, por eso mismo, son el medio ideal para engañar a la gente y así manipularla.