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miércoles, 10 de enero de 2024

Pareceres XXXVIII

186.- Billetes de cero euros. El BCE Banco Central Europeo, que pretende la digitalización o evaporación numérica del dinero físico en efectivo, que no su liquidación,  pasando así, sin desaparecer de nuestras vidas ni muchísimo menos, al estado gaseoso, se ríe de nosotros a la puta cara, como suele decirse, dando el visto bueno a un billete de cero (0) euros, carente de valor comercial y emitido como suvenir turístico por el ayuntamiento de Kiel (Alemania). El coste de producción de este billete, que incorpora medidas de seguridad similares a las de los convencionales todavía de uso corriente, como la presencia de marca de agua, hilo de cobre y un sello holográfico, estimado en 2,5 euros, es obviamente superior a su valor, que es cero patatero. Presenta dos caras distintas: en el anverso, se exhibe un buque de la marina de guerra alemana, para que coleccionemos cromos bélicos en estos tiempos de pacíficas guerras o paces beligerantes, mientras que en el reverso aparecen algunos de los monumentos más emblemáticos e icónicos de la Unión Europea. Además, el billete es de color morado como los de quinientos (500) euros, conocidos popularmente como “binladens”, que como Dios y el presunto terrorista existen en la realidad pero nadie del pueblo ve que los haya por ninguna parte, que la mentada entidad bancaria está retirando y no emitiendo más, aunque siguen siendo de curso legal entodavía.
 
 
187.- Imágenes falsas. Leo que tres conocidas marcas de cámaras fotográficas, de las que obviamente no voy a hacer aquí mención publicitaria, “combatirán las imágenes falsas generadas por la inteligencia artificial”. Da a entender el enunciado entrecomillado que la inteligencia artificial genera imágenes falsas y que las imágenes falsas que hay generadas por la IA (AI en la lengua del Imperio) no se distinguen de las otras. Los fabricantes integrarán firmas digitales en las imágenes capturadas por los objetivos de sus cámaras con el fin de garantizar la veracidad del contenido. Sin dichas firmas digitales, debemos pensar que las capturas de luz no son dignas de crédito. Pero todas las imágenes, generadas o no por la IA,  siempre son falsas en el sentido de que, siendo reales como son, no son las cosas que representan y nos hacen imaginar. 
 
 
188.- Opinión pública. Los dinosaurios arrogantes que hoy acaparan el monopolio de la razón y el sentido común, esos predicadores radiofónicos, televisivos o influyentes en las redes sociales, formadores, conformadores e informadores del monstruo de la opinión pública, que es la opinión que se le impone al pueblo, que de por sí no tiene opinión alguna, y que no hacen más que emitir sus sonoras flatulencias por las ondas hertzianas a modo de ventosidades hediondas, se hundirán en los pantanos de su sequedad dogmática, de su esclerosis mental, repitiendo hasta la última burbuja de cieno conceptos muertos, palabras muertas, siglas muertas, ideologías muertas, ídolos muertos, dioses muertos. 
 
 
189- Del lugar de los demás: Todos tenemos ideologías diferentes y no vemos claramente por nosotros mismos, es decir, con nuestros propios ojos, la necedad que supone tener una ideología propia y privada, es decir, falta de sentido común: sólo vemos la necedad de las ideologías ajenas, pero no de la propia, porque la ideología es la mochila que llevamos a la espalda. Vemos las que llevan los demás cuando se dan la vuelta y los vemos por detrás, pero no vemos la nuestra, como en la vieja fábula que nos contaban de pequeños.  Si nos pusiéramos en lugar de los demás, veríamos quizá también la necedad de nuestra propia ideología. Sucede lo mismo con las religiones, las opiniones y las ideas en general.


 
190.- Ministerio de la Soledad. Dicen que hay una nueva epidemia en el mundo, si no es ya una pandemia universal, de soledad. Cada vez más personas se aíslan voluntariamente. No se trata exactamente de una soledad deseada, sino inducida e interiorizada. La contribución de las llamadas Redes Sociales y la declaración de la viriasis pandémica que hemos y seguimos padeciendo han contribuido a tal fin sobremanera. En una época en la que la (tele)comunicación es más fácil que nunca, la soledad es paradójicamente su consecuencia más directa dado que para que haya (tele)comunicación es preciso que haya distancia, tierra por medio, que uno esté lejos, que es lo que significa el prefijo griego tele-, produciéndose así el oximoro de tener que alejarse para acercarse. Hasta el Gobierno del Reino Unido de la Gran Bretaña nombró un Ministerio de la Soledad. Evitamos a los amigos y familiares que abrazamos hasta ayer, ya que los sentimos como un foco potencial de infección. Las redes sociales, que se presentaron como una cura para la soledad, no hicieron más que fomentarla. Su utilidad radica en transmitir información, pero, por eso mismo, son el medio ideal para engañar a la gente y así manipularla.
 

lunes, 19 de diciembre de 2022

Ojos que no ven

    El poeta persa del siglo XIV Mahmud Shabistari nos ha dejado este tesoro entre las seguramente muchas espléndidas metáforas que guardan sus rutilantes versos, que confieso que desconozco:  "Están ciegos, sólo ven imágenes". 
 
    Ni siquiera puedo comprobar la veracidad de la autoría de la frase porque ignoro su lengua original, pero me parece muy oportuno lo que dice en castellano: estamos ciegos, no vemos cosas, sino ideas, esto es, las imágenes previas que tenemos de esas cosas que no vemos. Es posible que se trate de una cita espuria como tantas otras que circulan por la Red que se le ha ocurrido a alguien y que en este caso se atribuye so pretexto de sabiduría a un poeta oriental no muy conocido.
 
 
    ¿Qué más podemos ver? Me pregunto yo. Podemos ver que las imágenes atrofian nuestra imaginación. Podemos ver, como dice el poeta, que las imágenes nos ciegan, porque las imágenes son ideas previas -fotogramas sin vuelo, inmóviles- que tenemos: no vemos el árbol con sus hojas zarandeadas por el viento, sino la idea inculcada que tenemos de árbol, la imagen previa que nos hemos hecho de él. 
 
     Y esa imagen nos ciega, nos impide ver el árbol que tenemos delante, como suele decirse, de nuestras propias narices. Si queremos ver de verdad, debemos cerrar los ojos a la realidad, que es esencialmente falsa y mentirosa. Si queremos ver una rosa, debemos olvidar el nombre que tiene (y esta vez me hago eco de una cita del imprescindible Paul Valéry «Regarder, c’est oublier les noms des choses que l’on voit» que en nuestra lengua dice 'mirar es olvidar el nombre de las cosas que vemos'), que nos invita a olvidar lo aprendido y a ver las cosas con una mirada nueva cada vez, como hace un niño.
 

jueves, 3 de marzo de 2022

Fuegos artificiales sobre Damasco

    El 14 de abril de 2018 se perpetró un bombardeo franco-británico-norteamericano sobre la ciudad de Damasco y, acto seguido, en tiempo real, llegaron las primeras imágenes a nuestras micropantallas. Esta foto de un reguero de luz sobre la noche damascena, como si fuera el rastro luminoso de una estrella fugaz, fue tomada por Hassan Ammar de Associated Press la noche de autos. 

Bombardeo norteamericano de Damasco, abril 2018

    ¿Dónde están las otras imágenes, las que no nos han llegado? ¿Por qué no nos llegan las fotografías de los daños colaterales o efectos secundarios, que en realidad, no nos engañemos, son los primarios? La difusión de esa estela luminosa en la noche de la capital de Siria, como si fuera la cola del cometa que siguieron los Reyes Magos o la estela que deja un avión a reacción durante el día en el cielo azul, minimiza el bombardeo,  hace que no parezca tal, sino una sesión de fuegos artificiales completamente inofensiva.

    No cabe duda de que, desterrada la palabra, lo que manda es la imagen. Tiene la ventaja de que no hace falta traducirla a los diversos idiomas, es universal, por eso la noticia se reduce a una fotografía. Sin palabras. La imagen impacta igual que la bomba. 

En enero de 1991 los Estados Unidos de América y sus aliados entre los que se contaba por cierto el Gobierno español, un gobierno que aunque no participó en el bombardeo de Damasco lo aplaudió sin ningún atisbo de vergüenza,  bombardearon Bagdad y comenzó lo que luego se denominó la Guerra del Golfo. Las imágenes que sirvió al mundo la CNN entonces eran unos rastros luminosos sobre un fondo verde. Parecía una sesión de pirotecnia, pero eran las estelas de los misiles. Aquellas imágenes no mostraban daños materiales ni humanos. Eran fotogramas asépticos de una película muda, casi neutros, que revelaban en todo caso la superioridad y sofisticación del armamento del Imperio frente a las supuestas y temibles “armas de destrucción masiva” del déspota mesopotámico. Igual que ahora.

 Bombardeo norteamericano de Bagdad, enero 1991 
    No hay imágenes del enemigo, ni de las víctimas humanas por lo que parece que tampoco hay responsabilidad sobre ellas ni crímenes de guerra, como si la guerra de por sí no fuera un crimen de lesa humanidad. La guerra se desarrollaba en un escenario remoto y casi legendario de las mil y una noches:  Oriente, al otro lado del mar,  lejos del Imperio. Hay, obviamente, censura y control sobre las imágenes: sólo se difunden las que interesan, nada de población civil malherida ni cadáveres humanos, sino ruinas de aeródromos e instalaciones militares, arsenales tecnológicos, centros estratégicos de fabricación de armas químicas, malévolos laboratorios de Fu Manchú, el villano que odia la civilización occidental y quiere destruirla... Si hay víctimas humanas, son lamentables e inevitables accidentes y efectos colaterales no deseados que no es necesario sacar a la luz pública para no regodearse con el espectáculo de la danza macabra de la muerte ajena. Son imágenes, nos advierten, que pueden herir la sensibilidad del espectador, no vaya a ser que la gente piense que no está bien lo que hacemos y, más aún, que está mal, muy mal. Entonces es cuando vienen las palabras en ayuda de las imágenes, que son el auténtico soporte de la noticia,  a justificar la atrocidad de la guerra, a justificarla. Guerra justa, guerra santa. La población civil se reduce a la categoría de daño accidental, aunque supuestamente se la bombardea para defenderla de sí misma, por su propio bien y a fin de preservar sus derechos humanos y destruir las crueles armas que almacenan para provocarnos una muerte lenta y dolorosa, como si las convencionales no matasen de igual modo.
 
 Nueva serie audiovisual. 

    Si por algún azar nos llegan fotos tremebundas de inocentes criaturas muertas, ahora que es tan sencillo compartir imágenes por la Red, enseguida serán desacreditadas y se considerarán "fake images", por decirlo con un término de la lengua del Imperio. O nos acostumbramos a verlas, inmunizados ante el sufrimiento y el dolor ajenos, sin que nos afecten lo más mínimo o, para que no nos afecten, nos decimos a nosotros mismos que están manipuladas. 
 
    Los medios de manipulación de masas remueven el fantasma de la guerra, porque es su alimento. Crean noticias e informaciones para llenar páginas de periódicos y horas de telediarios y comentarios en las redes sociales, creando la ficción espectacular de que pasa algo. 
   

lunes, 10 de mayo de 2021

Iconoclasia

iconoclasia  Del griego bizantino εἰκονοκλασία eikonoklasía.  
1. Doctrina de los iconoclastas.
2.  Actitud iconoclasta.

iconoclasta  Del latín tardío iconoclastes, y este del griego bizantino εἰκονοκλάστης eikonoklástēs; propiamente 'rompedor de imágenes'. 

1.  Seguidor de una corriente que en el siglo VIII negaba el culto a las imágenes sagradas, las destruía y perseguía a quienes las veneraban. 
2.  Que niega y rechaza la autoridad de maestros, normas y modelos.




La querella iconoclasta. Durante la crisis iconoclasta que se produjo en el Imperio Bizantino a partir del siglo VIII, se prohibió la realización de nuevas imágenes religiosas, y además se destruyeron muchas de las hasta entonces existentes. 

En el año 726 de nuestra era, en efecto, se produjo una gran erupción en el Mar Egeo. Los cielos se cubrieron de una enorme y densa nube que se extendió hasta Egipto. El pueblo interpretó este fenómeno como una señal de la cólera de Dios contra la idolatría de los hombres. El temor apareció en el corazón de los habitantes del Imperio y comenzó la destrucción de imágenes. Ese mismo año, León III promulgó un edicto en el que se prohibía el culto y la adoración a los íconos, y exigió al Papa Gregorio II, que lo acatara y destruyera los de la ciudad de Roma. Sin embargo, el Papa se negó a obedecerlo. 

Constantino V, hijo de León III, se mostrará aún más beligerante de lo que fue su padre, llegando a escribir dos tratados en favor de la iconoclasia. Sus medidas fueron aprobadas en el Concilio de Hierea, donde se llegó a la conclusión de que era imposible representar ni a Dios (ya que era espíritu) ni a Cristo (pues no era sólo hombre, sino que también tenía esencia divina), se denunció la idolatría a la que conducía el culto a los santos, se decidió que la verdadera religión está en la Eucaristía y no en el culto a las imágenes, y se erigió la cruz de Cristo como el único símbolo del cristianismo. Paralelamente, y por orden del Emperador, se prohibió el culto a las reliquias y los santos por ser abominaciones rechazadas por Dios. 


Bizancio quedó dividida religiosamente entre los partidarios de una y otra tendencia. El clímax de este enfrentamiento civil llegó cuando el emperador León V fue asesinado por los iconófilos. La emperatriz Teodora recuperó finalmente la ortodoxia religiosa en el 843, poniendo fin al período iconoclasta.  

A partir de entonces y hasta nuestros días, la iconofilia o veneración religiosa de las imágenes ha llegado al punto de que se rinde culto a todas las imágenes, no sólo a las religiosas. Y se dice que una vale más que mil palabras. No hay distinción entre imágenes sagradas, íconos propiamente dichos, y profanas: todas las imágenes reciben en nuestra sociedad un culto religioso, empezando por cualquier fotografía hasta las que vomitan la televisión y los teléfonos inteligentes.


El poeta persa Mahmud Shabistari nos regala esta joya: "Están ciegos, sólo ven imágenes". La imagen no es el fruto de nuestra visión, sino de nuestra ceguera. 

Las imágenes no sólo nos ciegan, sino que atrofian además nuestra imaginación; son el velo de Maya que, puesto a modo de pantalla, no nos deja ver la realidad. 

Paul Valéry nos ha brindado una preciosa definición de “mirada”. Mirar, escribió  a propósito de Blas Pascal, es olvidar los nombres de las cosas que se ven. 

Las imágenes son fotogramas inmóviles en nuestra mente: no vemos el árbol con sus hojas zarandeadas por el viento, sino la idea previa que teníamos. 

Las ideas preconcebidas nos impiden ver los árboles y el bosque que se nos ofrecen a la vista. Ni los árboles nos dejan ver el bosque ni el bosque los árboles. 

Si queremos ver de verdad, debemos cerrar los ojos a la realidad, que, ideal como es y constituida de ideas como está, es esencialmente falaz y mentirosa. 

Hay que desconfiar de las cosas que vemos con nuestros propios ojos, porque lo que vemos no es la cosa misma, sino la imagen y la idea de la cosa que tenemos.

Casi nadie rinde culto a los íconos, pero paradójicamente toda imagen, cualquiera que sea, se considera sagrada y digna de crédito: el vulgo cree en lo que ve.

viernes, 30 de abril de 2021

IN PRINCIPIO ERAT VERBVM

    En el principio era el verbo (ἐν ἀρχῇ ἦν ὁ λόγος), esto es, la palabra, así empieza el Evangelio de Juan. Hoy tendríamos que decir, más bien, que eso sería en el principio de los tiempos, porque ahora lo que queda de aquello, no es el λόγος, el uerbum, la palabra, sino sólo imagen: la imagen es lo único que cuenta en la actualidad. Si “in principio erat uerbum” hoy estamos bajo la dictadura de la imagen: nunc est imago.

    La máquina expendedora de imágenes, la televisión, operativa desde 1956 en las Españas, es la primera escuela del niño, la auténtica παιδεíα, paideia, enciclopedia o educación. La educación audiovisual, es un poderoso medio que desarrolla la capacidad de ver en detrimento de la de entender y razonar. Decir que es un instrumento de comunicación es minimizar su importancia propedéutica y pedagógica. Decir que hay mucha telebasura es ocultar que la televisión, toda ella sin excepción, es basura. Al niño se le enchufa en casa desde muy temprano,  horas y horas, lo que explica que la tierna criatura amamantada por la televisión sea después un adulto infantilizado que sólo responderá a estímulos audiovisuales. Cuando vaya a la escuela primaria y después al instituto descubrirá que en el aula también, como en su casa, no faltan los medios audiovisuales. 
 
    Cuando se habla aquí de televisión, se hace en sentido amplio, no hace falta decirlo,  y se incluye también Internet, que, desde la primera conexión que se realizó en España a la Red de Redes en 1990, ha crecido y sigue creciendo imparablemente, y hoy es la mayor máquina de producción de imágenes y vídeos, incorporada en seguida por el Ministerio de Educación y Ciencia como instrumento fundamental de educación y aprendizaje en escuelas, institutos y universidades.

    No viene mal recordar la etimología de la palabra “infancia”: está compuesta de la negación in- “no” y de la raíz verbal fa-ri “hablar”. Su correlato griego sería: afasia, incapacidad de hablar debida a una lesión cerebral, con la negación griega incorporada a- y la misma raíz indoeuropea *bhā-, por lo que la infancia sería la etapa en la que el ser humano no habla y por lo tanto no razona todavía porque no hace uso de la maquinaria del lenguaje. No hace falta ser muy perspicaz para darse cuenta de que esta etapa cada vez se alarga más: cuanto más aumenta la edad media de la población y esta envejece más, más se infantiliza, más perdura en ella una eterna niñez y adolescencias que no acaban nunca.



    Se impone la infantilización: la impulsividad, la falta de reflexión. Se rinde culto a las imágenes, que se han convertido en sagradas. Las imágenes son veneradas como íconos. De hecho, es significativo el uso moderno de la palabra ícono (representación religiosa de pincel o relieve, usada en las Iglesias cristianas orientales) como sinónimo de imagen. Recuerdo a una abuela, que analfabeta como era, cuando veía un libro con muchas imágenes decía con más razón de lo que parecía que tenía muchos "santos". 

    Han adquirido más valor que las palabras, como advertía el viejo adagio: una imagen vale más que mil palabras, lo que explica su preponderancia pornográfica. No es que el homo sapiens, producto de la cultura escrita, esté en proceso de ser desplazado por el homo videns, producto de la imagen, como advertía Giovanni Sartori en su libro Homo videns, la sociedad teledirigida, sino que ya se ha consumado ese hecho: no hay homo sapiens sino homo videns, esos animales fabricados por la televisión y por las micropantallas cuya mente no razona porque se lo impiden las ideas,  imágenes o visiones de la realidad,  pero no la realidad misma, proyectadas en la pared de la caverna platónica. 
 
     Decía Susan Sontag (1933-2004): “Life is a movie; death is a photograph.” La vida es una película; la muerte es una fotografía. Fotografíar a alguien, según ese aforismo, sería asesinarlo; hacerse un selfie o una selfie, como quiera decirse, un suicidio. Y no es exageración. Añadía Susan Sontag: All photographs are memento mori. To take a photograph is to participate in another person’s (or thing’s) mortality, vulnerability, mutability. Precisely by slicing out this moment and freezing it, all photographs testify to time’s relentless melt.”  Todas las fotografías son un memento mori. Tomar una foto es participar en la variabilidad, vulnerabilidad y mortalidad de otra persona (o cosa). Precisamente, al recortar este momento y congelarlo, todas las fotografías son testimonio de la disolución implacable del tiempo. ("Sobre la fotografía").

    La preocupación por quién controla los medios de comunicación, si son públicos o privados, y en este último caso, qué grupos o empresas hay detrás no nos deja ver el problema que plantea el propio medio audiovisual, lo controle quien lo controle, que es algo que resulta indiferente al fin y a la postre. El problema consiste en que el hecho de ver prevalece sobre el hecho de oír hablar: la voz es secundaria, está en función de la imagen que comenta. Lo que no sale por la televisión no existe. Non uidi, ergo non est: no lo he visto, luego no existe.



    Fruto de esa infantilización de los adultos, la juventud se ha convertido en un valor en alza, a la vez que se desprecian las canas: por eso mucha gente mayor se tiñe el cabello, para aparentar que es más joven de lo que es, o se hace implantes capilares y recurren a la cirugía estética para parecer que tiene menos años de los que tienen. Los jóvenes no quieren parecerse a los viejos, sino que son los viejos los que imitan a los jóvenes en pos de la eterna juventud. La madurez, que es el conocimiento que nos han proporcionado no tanto los años como los desengaños a lo largo de la vida, no se considera una virtud, sino una rémora, un lastre del que hay que desembarazarse a toda costa para parecer lo que ya no se es, para maquillar nuestra imagen, por lo que la inmadurez se considera normal en un adulto. Qué pena.

sábado, 9 de enero de 2021

Imágenes que adoctrinan

Leo en la edición digital de El Faro de Vigo que la festividad de San Xulián, patrón de A Illa de Arousa, que se celebra el 7 de enero, ha sido este año muy diferente de lo esperado. No hubo gente vestida con sus mejores galas callejeando día y noche por el municipio arousano, sino calles vacías y la mayoría de los bares cerrados a cal y canto debido a la supuesta pandemia declarada por la OMS y refrendada por las autoridades sanitarias autonómicas y centrales.

En la primera fotografía vemos a la Guardia Civil realizando controles. Los hubo a la entrada del puente de A Illa y también en el interior del casco urbano, según informa dicho periódico gallego. El año pasado por estas mismas fechas, el mismo diario sacaba este titular con motivo del evento que rescato de la hemeroteca de la Red: A Illa celebra su fiesta más anárquica y callejera. Cientos de isleños salen de casa temprano para festejar el día de San Julián, y no regresan hasta el amanecer siguiente... Nada que ver con lo de este año.

 

Los únicos actos que se celebraron de esta festividad más lúdica que religiosa fueron, sin embargo, dos misas con aforo limitado en las que, como muestra la segunda fotografía, los escasos fieles, el sacerdote y hasta el santo lucieron la mascarilla obligatoria, enmascarados todos en plena celebración de la eucaristía. Nada de romería ni verbena ni jolgorio.


¡Buena forma de instruir y aleccionar con el ejemplo desde el altar del templo! Las imágenes, que han sido tradicionalmente un método de adoctrinamiento del vulgo, colocadas en las iglesias para inculcar la conciencia religiosa a las masas analfabetas incapaces de leer los libros sagrados, siguen desempeñando igual función hoy en día a juzgar por lo que vemos en esta parroquia gallega, que ha hecho lucir al mismísimo san Xulián una mascarilla. Hasta tal punto puede llegar la estulticia del sacerdote que oficia la misa, si es él el responsable del embozamiento del santo y no le llegó la orden de más elevada jerarquía, que también pudo suceder.

Lo que está claro es que el Vaticano bendice, quizá con la mejor intención del mundo pero ya se sabe de cuántas óptimas intenciones está pavimentado el infierno, el uso de las mascarillas y la inyección de la vacuna anticovidiana, que el Papa reclamó en su sermón de Navidad que se dispense a todo el mundo, sobre todo a los más vulnerables: En este tiempo de oscuridad y de incertezas por la pandemia, surgen luces de esperanza como el descubrimiento de las vacunas... dijo el pontífice. 

Los dos papas, a falta de uno que tenemos, ya se han vacunado dando ejemplo a toda la cristiandad por lo visto. No me cabe mucha duda de que son capaces, de taparles la boca y aun de darles la vacuna a las imágenes de nuestro mismísimo Señor Jesucristo, de María Santísima y hasta de Dios padre si se tercia. Y si no es así, que baje el Señor y lo vea.

El vergonzoso amordazamiento que padece el santo de la parroquia gallega tiene una repercusión psicológica enorme e inmediata en los fieles que así se acostumbran a ver como natural algo que no lo es: la imposición social de la llamada Nueva Normalidad. 

Lo mismo sucede con los juguetes para los niños. Ahí están esas horribles muñecas enmascarilladas que lucen atrevidos diseños a la moda, y estos ositos de peluche enmascarados para los más pequeños que vemos en la última fotografía. Dando ejemplo aleccionador. Un pésimo ejemplo. El peor de los ejemplos.