Leo en la edición digital de El Faro de Vigo que la festividad de San Xulián, patrón de A Illa de Arousa, que se celebra el 7 de enero, ha sido este año muy diferente de lo esperado. No hubo gente vestida con sus mejores galas callejeando día y noche por el municipio arousano, sino calles vacías y la mayoría de los bares cerrados a cal y canto debido a la supuesta pandemia declarada por la OMS y refrendada por las autoridades sanitarias autonómicas y centrales.
En la primera fotografía
vemos a la Guardia Civil realizando controles. Los hubo a la entrada
del puente de A Illa y también en el interior del casco urbano,
según informa dicho periódico gallego. El año pasado por estas mismas fechas, el mismo diario sacaba este titular con motivo del evento que rescato de la hemeroteca de la Red: A Illa celebra su fiesta más anárquica y callejera. Cientos de isleños salen de casa temprano para festejar el día de San Julián, y no regresan hasta el amanecer siguiente... Nada que ver con lo de este año.
Los únicos actos que se celebraron de esta festividad más lúdica que religiosa fueron, sin embargo, dos misas con aforo limitado en las que, como muestra la segunda fotografía, los escasos fieles, el sacerdote y hasta el santo lucieron la mascarilla obligatoria, enmascarados todos en plena celebración de la eucaristía. Nada de romería ni verbena ni jolgorio.
Lo que está claro es que el Vaticano bendice, quizá con la mejor intención del mundo pero ya se sabe de cuántas óptimas intenciones está pavimentado el infierno, el uso de las mascarillas y la inyección de la vacuna anticovidiana, que el Papa reclamó en su sermón de Navidad que se dispense a todo el mundo, sobre todo a los más vulnerables: En este tiempo de oscuridad y de incertezas por la pandemia, surgen luces de esperanza como el descubrimiento de las vacunas... dijo el pontífice.
Los dos papas, a falta de uno que tenemos, ya se han vacunado dando ejemplo a toda la cristiandad por lo visto. No me cabe mucha duda de que son capaces, de taparles la boca y aun de darles la vacuna a las imágenes de nuestro mismísimo Señor Jesucristo, de María Santísima y hasta de Dios padre si se tercia. Y si no es así, que baje el Señor y lo vea.
El vergonzoso amordazamiento que padece el santo de la parroquia gallega tiene una repercusión psicológica enorme e inmediata en los fieles que así se acostumbran a ver como natural algo que no lo es: la imposición social de la llamada Nueva Normalidad.
Lo mismo sucede con los juguetes para los niños. Ahí están esas horribles muñecas enmascarilladas que lucen atrevidos diseños a la moda, y estos ositos de peluche enmascarados para los más pequeños que vemos en la última fotografía. Dando ejemplo aleccionador. Un pésimo ejemplo. El peor de los ejemplos.
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