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miércoles, 23 de agosto de 2023

De cómo nos manipulan (apuntes pseudo-chomskyanos)

    Hace unos diez años se publicó una lista de "Diez estrategias para manipular a las masas", cuya autoría se atribuyó erróneamente a Noam Chomsky, el eminente lingüista y crítico analista político estadounidense, que fuera profesor de ciencias políticas en el Instituto de Tecnología (MIT) de Masachuses. Aunque todavía figura en internet como autor, véase la ilustración adjunta, él ha desmentido su autoría. El autor de las estrategias es el francés Sylvain Timsit, quien se presenta como "ciudadano del planeta Tierra" y diseñador web. 
 
    He aquí un resumen sucinto de estas estrategias que utilizan para manipularnos, la mayoría de las veces combinadas entre sí.  
 
 
    Con la estrategia de la distracción. Desvían nuestra atención de los problemas que realmente nos importan hacia fruslerías mediante un aluvión de informaciones irrelevantes, haciendo que nos interesemos así por noticias que no tienen ningún interés, asuntos que no nos incumben, cosas que ni nos van ni nos vienen para que no nos preocupemos de lo que de verdad nos importa y nos desentendamos de nuestros propios problemas. Esta estrategia, apunto yo, ya la desarrolló en la antigua Grecia el conspicuo Alcibíades, como contábamos en El rabo del perro de Alcibíades.
 
    Planteando problemas inexistentes. Crean un problema que no existía previamente para que desencadene la respuesta que ellos desean, buscando una reacción prevista en nosotros, a fin de que nosotros mismos seamos los que exijamos la aplicación de las soluciones o medidas que ellos nos quieren imponer. Pueden tolerar la violencia urbana, por ejemplo, para que nosotros demandemos más presencia policial en las calle; o, como han hecho hace poco, provocar una crisis económica para que la gente acepte como mal necesario -reparad en la perversión de la expresión “mal necesario”, que hace que veamos el mal como necesidad, como si de verdad fuera necesario lo malo para algo bueno- la supresión de algunos derechos adquiridos y el desmantelamiento de los servicios públicos.
 
    Mediante la técnica de la gradación. Un modo de lograr que se acepte lo inaceptable es aplicarlo gradualmente en lugar de hacerlo de una sola vez de golpe y sopetón. Fue así como se impusieron condiciones socioeconómicas hasta entonces nunca vistas durante las décadas de 1980 y 1990 del siglo pasado. 
 
    Con la procrastinación o la estrategia del aplazamiento: Se presenta un “mal necesario” como inevitable en el futuro. Es más fácil aceptar un sacrificio futuro que uno inmediato, sobre todo si es malo para nosotros. La mayoría democrática, bastante necia y optimista, espera que las cosas se arreglen solas de por sí el día de mañana con el tiempo. Nos vamos así haciendo a la idea del sacrificio y eso significa que cuando llegue el momento iremos resignadamente al matadero. 
 
    Gracias al proceso de infantilización: Nos tratan -la publicidad, sobre todo- como si fuéramos menores de edad en todos los sentidos de la palabra, incluido el de débiles mentales que necesitan la tutela constante del Gran Hermano. Si nos tratan como niños o preadolescentes, nosotros, por hipnosis sugestiva, tendemos a responder como tales. Eso es lo malo. Nos infantilizan y nosotros, encima, nos lo creemos. 
 
    Utilizando el chantaje emocional: Apelan, más que a nuestra reflexión racional, a la emotividad visceral. Vieja técnica que pretende provocar un cortocircuito en el análisis lógico, logrando, de paso, inculcarnos ideas, prejuicios, temores o compulsiones que inducirán a los comportamientos que se esperan de nosotros. Este recurso también posibilita abrir la puerta de acceso al inconsciente para implantar allí ideas, deseos, miedos, impulsos o comportamientos.
 
    Con la promoción de la ignorancia y la mediocridad: La calidad de la enseñanza obligatoria que se imparte a la ciudadanía -es un secreto a voces- es mediocre y paupérrima, al tiempo que aumenta el tiempo de escolarización obligatoria, lo que se refleja en la caída sustancial del nivel de enseñanza y en el descenso general del cociente de inteligencia.
 
    Animándonos a revolcarnos en la mediocridad. Nos dicen, además, que es "cool" el hecho de ser estúpido, vulgar e inculto. Desde los medios de (in)formación de masas, se impone, esa moda de ser grosero y chabacano. Recordemos también el creciente número de horas que pasamos frente a una pantalla o una tableta en realidad virtual en lugar de hablar, lo que no ayuda. Y luego el uso del juicio por conspiración para animar al público a no mencionar ciertos temas, censurando así el espíritu crítico. Y no olvidemos el uso interesado de la Inteligencia Artificial, la cosa más tonta que hay, para hacernos creer que las máquinas son superiores a los humanos, logrando así que seamos incapaces de comprender las tecnologías y métodos utilizados para nuestro control y esclavización. 
 
    Mediante la inculcación de sentimientos de culpa: Encima nos hacen creer que tenemos lo que nos merecemos, que somos culpables -mea culpa, mea maxima culpa-, según la terminología cristiana, o responsables, según la laica, de nuestra propia desgracia por causa de nuestra escasa inteligencia, capacidades o esfuerzo. Logran así que nosotros, en vez de rebelarnos como deberíamos hacer contra el sistema -el Estado y el Capital, tanto monta, monta tanto- y tratar de romper las cadenas que nos subyugan, nos volvamos contra nosotros mismos, anulando nuestro amor propio, cayendo en la depresión y en la inhibición de nuestro sentido crítico y acción, y acabemos yendo al psicagogo, psicólogo o al psiquiatra para que resuelva "nuestro" problema con sesiones de terapia, psicoanálisis y toda suerte de fármacos antidepresivos. Logra así el sistema sofocar la rebelión con el sentimiento de la culpa. 
 
    Conociéndonos mejor de lo que nos conocemos nosotros mismos: Puede decirse que el sistema nos conoce mejor que nosotros mismos, como si fuera la madre que nos ha parido, lo que significa que tiene mayor control sobre nosotros que nosotros. ¡Gracias a Gúguel, Feísbuq, yutub, guasap, télegram...  y compañía! Porque cuando se trata de proporcionar a quienes nos dirigen información sobre nosotros mismos, somos nosotros los que voluntariamente se la suministramos, tal vez sin querer, pero eso poco importa, la verdad.

jueves, 3 de marzo de 2022

Fuegos artificiales sobre Damasco

    El 14 de abril de 2018 se perpetró un bombardeo franco-británico-norteamericano sobre la ciudad de Damasco y, acto seguido, en tiempo real, llegaron las primeras imágenes a nuestras micropantallas. Esta foto de un reguero de luz sobre la noche damascena, como si fuera el rastro luminoso de una estrella fugaz, fue tomada por Hassan Ammar de Associated Press la noche de autos. 

Bombardeo norteamericano de Damasco, abril 2018

    ¿Dónde están las otras imágenes, las que no nos han llegado? ¿Por qué no nos llegan las fotografías de los daños colaterales o efectos secundarios, que en realidad, no nos engañemos, son los primarios? La difusión de esa estela luminosa en la noche de la capital de Siria, como si fuera la cola del cometa que siguieron los Reyes Magos o la estela que deja un avión a reacción durante el día en el cielo azul, minimiza el bombardeo,  hace que no parezca tal, sino una sesión de fuegos artificiales completamente inofensiva.

    No cabe duda de que, desterrada la palabra, lo que manda es la imagen. Tiene la ventaja de que no hace falta traducirla a los diversos idiomas, es universal, por eso la noticia se reduce a una fotografía. Sin palabras. La imagen impacta igual que la bomba. 

En enero de 1991 los Estados Unidos de América y sus aliados entre los que se contaba por cierto el Gobierno español, un gobierno que aunque no participó en el bombardeo de Damasco lo aplaudió sin ningún atisbo de vergüenza,  bombardearon Bagdad y comenzó lo que luego se denominó la Guerra del Golfo. Las imágenes que sirvió al mundo la CNN entonces eran unos rastros luminosos sobre un fondo verde. Parecía una sesión de pirotecnia, pero eran las estelas de los misiles. Aquellas imágenes no mostraban daños materiales ni humanos. Eran fotogramas asépticos de una película muda, casi neutros, que revelaban en todo caso la superioridad y sofisticación del armamento del Imperio frente a las supuestas y temibles “armas de destrucción masiva” del déspota mesopotámico. Igual que ahora.

 Bombardeo norteamericano de Bagdad, enero 1991 
    No hay imágenes del enemigo, ni de las víctimas humanas por lo que parece que tampoco hay responsabilidad sobre ellas ni crímenes de guerra, como si la guerra de por sí no fuera un crimen de lesa humanidad. La guerra se desarrollaba en un escenario remoto y casi legendario de las mil y una noches:  Oriente, al otro lado del mar,  lejos del Imperio. Hay, obviamente, censura y control sobre las imágenes: sólo se difunden las que interesan, nada de población civil malherida ni cadáveres humanos, sino ruinas de aeródromos e instalaciones militares, arsenales tecnológicos, centros estratégicos de fabricación de armas químicas, malévolos laboratorios de Fu Manchú, el villano que odia la civilización occidental y quiere destruirla... Si hay víctimas humanas, son lamentables e inevitables accidentes y efectos colaterales no deseados que no es necesario sacar a la luz pública para no regodearse con el espectáculo de la danza macabra de la muerte ajena. Son imágenes, nos advierten, que pueden herir la sensibilidad del espectador, no vaya a ser que la gente piense que no está bien lo que hacemos y, más aún, que está mal, muy mal. Entonces es cuando vienen las palabras en ayuda de las imágenes, que son el auténtico soporte de la noticia,  a justificar la atrocidad de la guerra, a justificarla. Guerra justa, guerra santa. La población civil se reduce a la categoría de daño accidental, aunque supuestamente se la bombardea para defenderla de sí misma, por su propio bien y a fin de preservar sus derechos humanos y destruir las crueles armas que almacenan para provocarnos una muerte lenta y dolorosa, como si las convencionales no matasen de igual modo.
 
 Nueva serie audiovisual. 

    Si por algún azar nos llegan fotos tremebundas de inocentes criaturas muertas, ahora que es tan sencillo compartir imágenes por la Red, enseguida serán desacreditadas y se considerarán "fake images", por decirlo con un término de la lengua del Imperio. O nos acostumbramos a verlas, inmunizados ante el sufrimiento y el dolor ajenos, sin que nos afecten lo más mínimo o, para que no nos afecten, nos decimos a nosotros mismos que están manipuladas. 
 
    Los medios de manipulación de masas remueven el fantasma de la guerra, porque es su alimento. Crean noticias e informaciones para llenar páginas de periódicos y horas de telediarios y comentarios en las redes sociales, creando la ficción espectacular de que pasa algo. 
   

lunes, 7 de junio de 2021

Se la meten y exclama: ¡Qué maravilla!

    Una conocidísima presentadora de la televisión española se presta sin ningún pudor por su parte a que lo que debería ser un acto privado perteneciente a su intimidad como es la inoculación en directo de una supuesta vacuna contra la enfermedad del virus coronado se convierta en un espectáculo público y mediático al hacerlo ante las cámaras de la tele para dar ejemplo animando a la ciudadanía a que, como ella, se la deje meter. 

    Como se trata de un "momento histórico", será retransmitido en vivo y en directo por la cadena para la que trabaja, y al día siguiente aparecerá en todos los periódicos y redes sociales. La presentadora tenía cita para las 11,30 horas en el Hospital Zendal de los madriles. Ha llegado diez minutos antes y, como no hay cola, no tiene que esperar. La locutriz que presenta el glorioso evento desde el estudio comenta que ha sido "llegar y besar el santo".  Después de identificarse y de confirmar que "ella es la persona que tiene que ser", le dan a elegir el brazo que prefiere, que se aconseja que sea aquel "sobre el que no se apoya", para recibir el jeringuillazo. 

 

     La presentadora, embozada con la mascarilla de rigor, no mira a la aguja que le inyecta la enfermera porque le da algo de impresión. Tiene, confiesa, cierta tirria a las agujas por lo que no puede mirar el pinchazo. Mira, claro está, a la cámara. Cuando le dicen que "eso -nunca mejor dicho porque no se sabe lo que es- ya está dentro", ella exclama: ¡Qué maravilla! ¡No me he enterado de nada! Y entonces se oye el Aleluya de Haendel como glorioso colofón del acto. 

    Aleluya es un término que, según la docta Academia, procede del latín tardío halleluia y este, a su vez, del hebrero hallĕlū yăh y significa nada más y nada menos que  'alabad a Dios'.

Elvis Presley se vacuna de la polio
 

    Una puesta en escena religiosa de predicación con el ejemplo y de utilización de la imagen como adoctrinamiento la de esta presentadora, que nos recuerda, salvando las insalvables distancias, claro está, a aquella otra lamentable puesta en escena del Rey del Rock, Elvis Presley, prestándose a la misma manipulación cuando se dejó vacunar de la polio ante las cámaras en los años cincuenta del pasado siglo. 

martes, 25 de mayo de 2021

Apuntes a vuelapluma

De la manipulación del lenguaje en la crisis sanitaria.

Cabe destacar el cambio semántico que se ha operado en los siguientes términos:

CONFINAMIENTO/CUARENTENA: Arresto domiciliario con la consiguiente restricción de libertades formales de reunión, movimiento, asociación y expresión, las únicas libertades, por otra parte, que teníamos.

INMUNIDAD NATURAL: Según la OMS ya no existe. Sólo existe la artificial, fruto de la vacunación.

ENFERMOS ASINTOMÁTICOS: Personas sanas con una salud a prueba de bombas.

EXPERTOS: Cualquier mamarracho que sale por la televisión.

NEGACIONISTAS/TEÓRICOS DE LA CONSPIRACIÓN/CONSPIRANOICOS: Personas que se dan cuenta de la manipulación y denuncian el bulo de la pandemia.

PANDEMIA: Con anterioridad a la declaración de la actual por parte de la OMS se definía como una infección contagiosa, simultánea en diferentes países, que tenía una mortalidad significativa en relación con la proporción de población infectada. En la nueva definición, se eliminó la «mortalidad significativa», y se quedó en propagación mundial de una nueva enfermedad independientemente de su letalidad. Esto permitió que lo que era una epidemia fuera considerado una pandemia y se implementaran los protocolos correspondientes ad hoc, que es a buen seguro lo que se pretendía con el cambio de la definición.

VACUNA: Inoculación en fase experimental de no se sabe muy bien qué.


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Declaración del presidente del Gobierno de las Españas, que espera cargar de razón las palabras a fuerza de repetirlas dos y tres veces: "Quiero ser muy claro: el estado de alarma es el pasado, el estado de alarma es el pasado. Hay que mirar al futuro y el futuro se llama vacunación, vacunación y vacunación". En otro mitin había definido la libertad con la palabra vacunación repetida tres veces, como ha hecho aquí a la hora de definir el futuro. La libertad, en conclusión, es el futuro. Y tanto el futuro como la libertad son iguales a una tercera cosa en al menos tres dosis: la vacuna.

 

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Giorgio Agamben ha dejado dicho que "vivimos en un permanente estado de excepción", o, con otras palabras, que el estado de excepción se ha convertido en la regla. Se prohíbe la carnalidad en favor de la espiritualidad de lo virtual. En nombre de la salud, como de la salvación de nuestra alma de la condenación eterna que se decía en otros tiempos, se nos inculca ahora que no debemos abrazarnos, darnos la mano, besarnos, tocarnos, ni hablarnos siquiera. Sobre todo siempre que se trate de desconocidos, de elementos exteriores a nuestras burbujas familiares, porque debemos desconfiar de lo desconocido. Pretenden, quizá, así que nos acomodemos a lo malo conocido, que, como dice el refrán, vale más que lo bueno por conocer. Este puritanismo higiénico y saludable nos obliga también a llevar mascarilla, a tapar una parte de nuestro cuerpo que hasta ahora no habíamos considerado necesaria cubrir: nuestro rostro, nuestra boca. Se nos impone, incluso, el silencio: no hablemos, no razonemos: puede ser contagioso. Para alimentar nuestro afán de sociabilidad, se nos dan sustitutos: contactos virtuales, video conferencias, incremento de las redes.

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Non seruiam: Siempre me ha resultado más atractiva la figura del Diablo, el más bello de todos los ángeles, que la de Dios, por eso he preferido a Luzbel que, como Prometeo rebelde, romántico y encadenado, rechaza el servilismo y afronta el castigo que recae sobre él por haberse rebelado contra la divina providencia y sus designios, aguardando sólo la hora lejana, quizá imposible, de la liberación. Como sus satánicas majestades, los Rolling Stones, yo siento simpatía por el diablo. Y entono con Baudelaire el malditismo de las flores del mal de sus diabólicas letanías, proclamando en voz alta y desgarrada el “non seruiam” o “no seviré (a Dios)”, consigna antiautoritaria por excelencia donde las haya a la que sólo cabe oponerle una objeción, que yo le pongo: Algunos no sirven a Dios, pero sirven a la real gana de su propia personalidad, obedeciendo servilmente a ese nuevo dios que es su voluntad individual. O sea, que a veces dicen “no serviré a Dios” y dicen “sí, amo” a ese nuevo Dómine que es la sacrosanta y divinizada voluntad o, dicho más vulgarmente, nuestra real gana. Y es que el que hace lo que le sale de los cojones, como se dice vulgarmente, si se me permite la vulgaridad,  tampoco es libre, como podía parecer a primera vista, sino que es esclavo de su voluntad, esa despótica tirana. A mí lo que me gustaría es no servir a nadie, ni a Dios ni al Diablo, pero a mí mismo tampoco. El mejor amo al que podemoes servir es ninguno, se llama Nadie.   

 

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Unos versos de una canción del viejo roquero irlandés Van Morrison, el león de Belfast, nos preguntan a los oyentes y, al mismo tiempo, nos responden, por lo que la pregunta resulta finalmente retórica: “¿Dónde han ido todos los rebeldes escondiéndose tras las pantallas de sus ordenadores? ¿Dónde está el espíritu, dónde está el alma? ¿Dónde han ido todos los rebeldes?” (“Where have all the rebels gone / Hiding behind their computer screens? / Where’s the spirit, where is the soul? / Where have all the rebels gone?).