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martes, 25 de mayo de 2021

Apuntes a vuelapluma

De la manipulación del lenguaje en la crisis sanitaria.

Cabe destacar el cambio semántico que se ha operado en los siguientes términos:

CONFINAMIENTO/CUARENTENA: Arresto domiciliario con la consiguiente restricción de libertades formales de reunión, movimiento, asociación y expresión, las únicas libertades, por otra parte, que teníamos.

INMUNIDAD NATURAL: Según la OMS ya no existe. Sólo existe la artificial, fruto de la vacunación.

ENFERMOS ASINTOMÁTICOS: Personas sanas con una salud a prueba de bombas.

EXPERTOS: Cualquier mamarracho que sale por la televisión.

NEGACIONISTAS/TEÓRICOS DE LA CONSPIRACIÓN/CONSPIRANOICOS: Personas que se dan cuenta de la manipulación y denuncian el bulo de la pandemia.

PANDEMIA: Con anterioridad a la declaración de la actual por parte de la OMS se definía como una infección contagiosa, simultánea en diferentes países, que tenía una mortalidad significativa en relación con la proporción de población infectada. En la nueva definición, se eliminó la «mortalidad significativa», y se quedó en propagación mundial de una nueva enfermedad independientemente de su letalidad. Esto permitió que lo que era una epidemia fuera considerado una pandemia y se implementaran los protocolos correspondientes ad hoc, que es a buen seguro lo que se pretendía con el cambio de la definición.

VACUNA: Inoculación en fase experimental de no se sabe muy bien qué.


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Declaración del presidente del Gobierno de las Españas, que espera cargar de razón las palabras a fuerza de repetirlas dos y tres veces: "Quiero ser muy claro: el estado de alarma es el pasado, el estado de alarma es el pasado. Hay que mirar al futuro y el futuro se llama vacunación, vacunación y vacunación". En otro mitin había definido la libertad con la palabra vacunación repetida tres veces, como ha hecho aquí a la hora de definir el futuro. La libertad, en conclusión, es el futuro. Y tanto el futuro como la libertad son iguales a una tercera cosa en al menos tres dosis: la vacuna.

 

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Giorgio Agamben ha dejado dicho que "vivimos en un permanente estado de excepción", o, con otras palabras, que el estado de excepción se ha convertido en la regla. Se prohíbe la carnalidad en favor de la espiritualidad de lo virtual. En nombre de la salud, como de la salvación de nuestra alma de la condenación eterna que se decía en otros tiempos, se nos inculca ahora que no debemos abrazarnos, darnos la mano, besarnos, tocarnos, ni hablarnos siquiera. Sobre todo siempre que se trate de desconocidos, de elementos exteriores a nuestras burbujas familiares, porque debemos desconfiar de lo desconocido. Pretenden, quizá, así que nos acomodemos a lo malo conocido, que, como dice el refrán, vale más que lo bueno por conocer. Este puritanismo higiénico y saludable nos obliga también a llevar mascarilla, a tapar una parte de nuestro cuerpo que hasta ahora no habíamos considerado necesaria cubrir: nuestro rostro, nuestra boca. Se nos impone, incluso, el silencio: no hablemos, no razonemos: puede ser contagioso. Para alimentar nuestro afán de sociabilidad, se nos dan sustitutos: contactos virtuales, video conferencias, incremento de las redes.

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Non seruiam: Siempre me ha resultado más atractiva la figura del Diablo, el más bello de todos los ángeles, que la de Dios, por eso he preferido a Luzbel que, como Prometeo rebelde, romántico y encadenado, rechaza el servilismo y afronta el castigo que recae sobre él por haberse rebelado contra la divina providencia y sus designios, aguardando sólo la hora lejana, quizá imposible, de la liberación. Como sus satánicas majestades, los Rolling Stones, yo siento simpatía por el diablo. Y entono con Baudelaire el malditismo de las flores del mal de sus diabólicas letanías, proclamando en voz alta y desgarrada el “non seruiam” o “no seviré (a Dios)”, consigna antiautoritaria por excelencia donde las haya a la que sólo cabe oponerle una objeción, que yo le pongo: Algunos no sirven a Dios, pero sirven a la real gana de su propia personalidad, obedeciendo servilmente a ese nuevo dios que es su voluntad individual. O sea, que a veces dicen “no serviré a Dios” y dicen “sí, amo” a ese nuevo Dómine que es la sacrosanta y divinizada voluntad o, dicho más vulgarmente, nuestra real gana. Y es que el que hace lo que le sale de los cojones, como se dice vulgarmente, si se me permite la vulgaridad,  tampoco es libre, como podía parecer a primera vista, sino que es esclavo de su voluntad, esa despótica tirana. A mí lo que me gustaría es no servir a nadie, ni a Dios ni al Diablo, pero a mí mismo tampoco. El mejor amo al que podemoes servir es ninguno, se llama Nadie.   

 

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Unos versos de una canción del viejo roquero irlandés Van Morrison, el león de Belfast, nos preguntan a los oyentes y, al mismo tiempo, nos responden, por lo que la pregunta resulta finalmente retórica: “¿Dónde han ido todos los rebeldes escondiéndose tras las pantallas de sus ordenadores? ¿Dónde está el espíritu, dónde está el alma? ¿Dónde han ido todos los rebeldes?” (“Where have all the rebels gone / Hiding behind their computer screens? / Where’s the spirit, where is the soul? / Where have all the rebels gone?).



 

martes, 19 de enero de 2021

De la crisis sanitaria

La crisis sanitaria ha reforzado el poder del Estado sin debilitar, como pretendían algunos, el del Capital, que a la postre ha salido también robustecido. Es decir, el presunto virus ha venido a beneficiar el binomio Estado/Capital en detrimento del bienestar de la gente. 



No sólo, pues, se ha incrementado el dominio del sistema político democrático que padecemos sino también el sistema económico, que avanza cada vez más hacia las formas de dinero virtual e ideal más abstractas. Es el sistema en general, lo que en los años sesenta se denominaba genéricamente el “establishment” y también el “status quo”, el que ha salido beneficiado.

Algunos intelectuales no poco ingenuos saludaban la llegada del virus que, aseguraban, iba a firmar el acta de defunción del capitalismo, y se alegraban en su fuero interno de que algo tan diminutamente minúsculo e invisible como un bichejo como ese ser pudiera cargarse la economía... A la vista está que no ha sido así, que en todo caso lo que se ha cargado no el bicho sino la gestión sanitaria de la crisis es la microeconomía, pero no la macroeconomía digital. 

No Global Tour, obra de Santiago Sierra.

No, la crisis sanitaria no ha reforzado el Estado en detrimento de la economía y del mercado, sino que ha reforzado ambas cosas porque iban en el mismo paquete: reforzar el Estado era reforzar el Mercado, y viceversa. No se puede desligar Estado y Mercado, porque son dos aspectos de lo mismo, dos caras de la misma real y falsa moneda.

El empobrecimiento innegable de las pequeñas y medianas empresas y negocios no era la única consecuencia lógica del refuerzo del Estado y de las políticas del quédate-en-casa-si-no-eres-ensencial, dado que ese empobrecimiento llevaba aparejado el enriquecimiento de las grandes empresas tecnológicas informáticas del entretenimiento y la distracción y los grandes negocios. No hace falta dar ejemplos que están en la mente de todos.

 

El futuro en llamas, obra de Santiago Sierra

Pero tampoco podemos quedarnos en ese análisis superficial. Cuando decimos que se ha reforzado el poder del Estado/Capital, que simplemente ha cambiado de manos concentrándose en unas pocas y bien digitalizadas, entendemos también que se ha reforzado la gestión, vamos a llamarla así, del tiempo que hacen uno y otro, que es la principal arma de dominio que tienen sobre nosotros, es decir, la imposición del ideal del futuro, que viene a decirnos sin cesar que pospongamos la vida, sea lo que sea, para otro día (si quieres celebrar muchas navidades futuras, no celebres la presente... y mensajes así por el estilo), entristeciéndonos, aguándonos la fiesta y amargándonos el día de hoy.

(Igual que hacía la Iglesia católica, por cierto, que nos prometía la vida verdadera, la vida eterna sin asomo ni amenaza de muerte ni de condenación en las calderas de Pedro Botero, la vida ideal pospuesta para después de la muerte si renunciábamos básicamente a los placeres de la vida, la única que teníamos, en aras de nuestra salvación o, como dicen ahora, de nuestra salud).

Dejar la vida para otro día supone postergarla para un momento que no pertenece al presente, sino que se proyecta indefinidamente en el futuro, dado que el futuro es por esencia procrastinación: mañana es siempre pasado mañana, lo que significa que mañana es nunca.

Ahora no es el momento de amar, de buscar la verdad, de crear, de experimentar la libertad y de vivir en definitiva porque hay algo que nos lo impide, llámese virus, cambio climático o como quiera llamarse: eso es lo esencial que dice el Estado que vela por nuestra salud con consejos paternalistas de las autoridades sanitarias, por las buenas, o por las malas con la "actuación" de los cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado.

El reforzamiento del Estado implica que el dominio del futuro sobre el presente se hace más sólido, pues siempre habrá alguna nueva crisis que el Estado tendrá que resolver antes de que la gente pueda, finalmente, vivir, pero esto implica también que luchamos contra el Estado/Capital cada vez que vivimos no voy a decir “el presente”, sino ahora, aquí y ahora, cada vez que conseguimos razonar, desear, crear, luchar, experimentar la libertad a pesar de todo sin confiar en ningún mesías salvador o salvífica vacuna.