De la manipulación del lenguaje en la crisis sanitaria.
Cabe destacar el cambio semántico que se ha operado en los siguientes términos:
CONFINAMIENTO/CUARENTENA: Arresto domiciliario con la consiguiente restricción de libertades formales de reunión, movimiento, asociación y expresión, las únicas libertades, por otra parte, que teníamos.
INMUNIDAD NATURAL: Según la OMS ya no existe. Sólo existe la artificial, fruto de la vacunación.
ENFERMOS ASINTOMÁTICOS: Personas sanas con una salud a prueba de bombas.
EXPERTOS: Cualquier mamarracho que sale por la televisión.
NEGACIONISTAS/TEÓRICOS DE LA CONSPIRACIÓN/CONSPIRANOICOS: Personas que se dan cuenta de la manipulación y denuncian el bulo de la pandemia.
PANDEMIA: Con anterioridad a la declaración de la actual por parte de la OMS se definía como una infección contagiosa, simultánea en diferentes países, que tenía una mortalidad significativa en relación con la proporción de población infectada. En la nueva definición, se eliminó la «mortalidad significativa», y se quedó en propagación mundial de una nueva enfermedad independientemente de su letalidad. Esto permitió que lo que era una epidemia fuera considerado una pandemia y se implementaran los protocolos correspondientes ad hoc, que es a buen seguro lo que se pretendía con el cambio de la definición.
VACUNA: Inoculación en fase experimental de no se sabe muy bien qué.
Declaración del presidente del Gobierno de las Españas, que espera cargar de razón las palabras a fuerza de repetirlas dos y tres veces: "Quiero ser muy claro: el estado de alarma es el pasado, el estado de alarma es el pasado. Hay que mirar al futuro y el futuro se llama vacunación, vacunación y vacunación". En otro mitin había definido la libertad con la palabra vacunación repetida tres veces, como ha hecho aquí a la hora de definir el futuro. La libertad, en conclusión, es el futuro. Y tanto el futuro como la libertad son iguales a una tercera cosa en al menos tres dosis: la vacuna.
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Giorgio Agamben ha dejado dicho que "vivimos en un permanente estado de excepción", o, con otras palabras, que el estado de excepción se ha convertido en la regla. Se prohíbe la carnalidad en favor de la espiritualidad de lo virtual. En nombre de la salud, como de la salvación de nuestra alma de la condenación eterna que se decía en otros tiempos, se nos inculca ahora que no debemos abrazarnos, darnos la mano, besarnos, tocarnos, ni hablarnos siquiera. Sobre todo siempre que se trate de desconocidos, de elementos exteriores a nuestras burbujas familiares, porque debemos desconfiar de lo desconocido. Pretenden, quizá, así que nos acomodemos a lo malo conocido, que, como dice el refrán, vale más que lo bueno por conocer. Este puritanismo higiénico y saludable nos obliga también a llevar mascarilla, a tapar una parte de nuestro cuerpo que hasta ahora no habíamos considerado necesaria cubrir: nuestro rostro, nuestra boca. Se nos impone, incluso, el silencio: no hablemos, no razonemos: puede ser contagioso. Para alimentar nuestro afán de sociabilidad, se nos dan sustitutos: contactos virtuales, video conferencias, incremento de las redes.
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Non seruiam: Siempre me ha resultado más atractiva la figura del Diablo, el más bello de todos los ángeles, que la de Dios, por eso he preferido a Luzbel que, como Prometeo rebelde, romántico y encadenado, rechaza el servilismo y afronta el castigo que recae sobre él por haberse rebelado contra la divina providencia y sus designios, aguardando sólo la hora lejana, quizá imposible, de la liberación. Como sus satánicas majestades, los Rolling Stones, yo siento simpatía por el diablo. Y entono con Baudelaire el malditismo de las flores del mal de sus diabólicas letanías, proclamando en voz alta y desgarrada el “non seruiam” o “no seviré (a Dios)”, consigna antiautoritaria por excelencia donde las haya a la que sólo cabe oponerle una objeción, que yo le pongo: Algunos no sirven a Dios, pero sirven a la real gana de su propia personalidad, obedeciendo servilmente a ese nuevo dios que es su voluntad individual. O sea, que a veces dicen “no serviré a Dios” y dicen “sí, amo” a ese nuevo Dómine que es la sacrosanta y divinizada voluntad o, dicho más vulgarmente, nuestra real gana. Y es que el que hace lo que le sale de los cojones, como se dice vulgarmente, si se me permite la vulgaridad, tampoco es libre, como podía parecer a primera vista, sino que es esclavo de su voluntad, esa despótica tirana. A mí lo que me gustaría es no servir a nadie, ni a Dios ni al Diablo, pero a mí mismo tampoco. El mejor amo al que podemoes servir es ninguno, se llama Nadie.
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Unos versos de una canción del viejo roquero irlandés Van Morrison, el león de Belfast, nos preguntan a los oyentes y, al mismo tiempo, nos responden, por lo que la pregunta resulta finalmente retórica: “¿Dónde han ido todos los rebeldes escondiéndose tras las pantallas de sus ordenadores? ¿Dónde está el espíritu, dónde está el alma? ¿Dónde han ido todos los rebeldes?” (“Where have all the rebels gone / Hiding behind their computer screens? / Where’s the spirit, where is the soul? / Where have all the rebels gone?).
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