domingo, 30 de mayo de 2021

"Solo cumplo órdenes"

    Me hace gracia desde hace tiempo un debate que hay en la Red por su ingenuidad: si tal o cual internauta es o no un bot. Bueno, antes de seguir adelante y adentrarnos en la discusión, preguntémonos qué es un bot. ¿De dónde procede este monosílabo? Se trata, según la inevitable güiquipedia, de una aféresis, es decir de la supresión de uno o más sonidos en posición inicial de palabra: en este caso de (RO)BOT. Y robot es un préstamo del inglés robot, que a su vez está tomado del checo robota que significa ‘servidumbre y trabajo forzado’. 

   
     El autor teatral checo Karel Čapek publicó en 1920 una obra teatral titulada R.U.R. (Robots Universales Rossum) que se estrenó con gran éxito, donde llamaba “robots” a los viejos autómatas que ya habían soñado los antiguos griegos, como aquel Talos, personaje gigante de la mitología cretense que conserva la ambigüedad que nos interesa de que unas veces se consideraba un ser humano y otras un androide. 

    Patrullaba Talos la isla de Creta tres veces al día como celoso guardián del rey Minos. No dejaba entrar a los extranjeros, a los inmigrantes clandestinos, que diríamos hoy, ni a los cretenses abandonar la isla sin autorización del monarca, hasta el punto de que Dédalo y su hijo Ícaro, como se sabe, tuvieron que salir del laberinto y de la isla de Creta volando... 

    Era, pues, un agente del orden, celoso guardián del cierre perimetral de la isla de Creta. Arrojaba gigantescas piedras a las embarcaciones, haciéndolas naufragar y hundiéndolas como en el juego de los barcos. Si alguno se burlaba de su vigilancia, no por ello se libraba de su castigo: Talos calentaba al fuego, metáfora quizá del sol de Creta, su cuerpo metálico, que era de bronce, hasta volverse incandescente, y luego abrazaba hasta abrasar a los intrusos. 

 

  Medea y Talos, Sybil Tawse (1920)

  Talos era invulnerable según se creía pero, como Aquiles, tenía su punto débil: una vena cerrada con una clavija en la pierna, que Medea, la hechicera, logró romper con su magia matando al autómata para salvaguardar a los Argonautas, y, sobre todo, a su enamorado Jasón.

    Traducida al inglés la obra de Čapek, conservó la palabra que, preservada en la lengua del Imperio, se popularizó después  en todo el mundo. La obra comienza con una visita a la fábrica de Roboti (plural checo de robota), donde se fabrican máquinas de aspecto humano que carecen de emociones, diseñadas para servir a las personas como esclavos y trabajar por ellas. 

Jarrón que representa a Talos derramando una lágrima.

     Igual que Talos, el autómata cretense al servicio del rey Minos, las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado no se plantean si está bien o mal lo que hacen: simplemente, cumplen órdenes, que para eso están: hacen aquello para lo que han sido programados y no pueden hacer otra cosa.

    El debate sobre los bots que se suscita en la Red no es fácil de responder. Debemos decir que no somos un robot. Pero ¿y si hemos sido programados para decir eso mismo inculcándonos la creencia de que tenemos libre albedrío y somos libres por lo tanto? La cuestión revela, si escarbamos un poco en el fondo, algo aterrador, y es que todos nosotros hemos sido cuidadosamente programados y dotados de una inteligencia, por así llamarla, artificial, que se ha impuesto a la natural, que sería nuestro sentido o razón común, embutidos como estamos de prejuicios y opiniones y creencias de forma que nuestras supuestas ideas personales se parecen como las de un clon a otro, incluso la idea más contradictoria y confusa de todas: la de que los (ro)bots no somos (ro)bots carentes de sentimientos y de sensibilidad, aunque todos tengamos “nuestro corazoncito” robótico. 

    Si escarbamos un poco más en la etimología de la palabra checa robota, resulta que está emparentada con la alemana Arbeit “trabajo”, y ya sabemos lo que decían los nazis del trabajo: que era la libertad, que te liberaba. Y preguntémonos ahora no ya si un presunto internauta es un bot, sino si nosotros mismos, cualquiera de nosotros, internautas o no, no seremos bots, robots diseñados para hacer lo que hacemos, decir lo que decimos y pensar lo que pensamos, que es por otra parte lo que Dios manda.

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