lunes, 24 de mayo de 2021

En menos de lo que canta un gallo

En menos de lo que canta un gallo y de lo que se reza un santiamén*, con ciento sesenta caracteres o menos, pueden decirse muchas cosas en pocas palabras. 
 
Los feligreses se persignaban e invocaban en un instante de corrido a la Santísima Trinidad en latín: In nómine Pátris et Fílii et Spíritus Sáncti, amén*.
 
No somos animales domésticos sino domesticados. Lo aceptamos resignadamente desde la cuna hasta la sepultura como algo bueno y benéfico cuando no lo es. 

Familia y escuela son las principales instituciones que se encargan de nuestra civilización y amaestramiento, pero cada vez más el Estado que la familia. 

De algún modo, los cachorros de la bestia humana perfectamente civilizada se refugian sin escapatoria de la familia en la escuela y de la escuela en la familia. 
 
 
 
 La vacunación va como un tiro en España, uno de cada tres españoles ya tiene una dosis”, dice la Ministra de Sanidad con magistral comparación: “como un tiro”.
 
La lección alfabética del maestro acabó con la espontaneidad y belleza de la expresión oral de la lengua viva: la letra con la tinta de la sangre entra.

La exclusión de la Historia Sagrada del currículo docente ha conllevado como contrapartida la consagración de la Historia Profana o historia propiamente dicha.

La aceptación de la realidad con sonrisa bobalicona culpabiliza a las personas de su propia situación y anula la capacidad que tienen de cambio de las cosas. 

Se responsabiliza al individuo de su suerte considerando al perdedor un pobre diablo y aupando al triunfador que se ha hecho a sí mismo ganando lo que tiene.

El currículum vitae es la carrera competitiva e insolidaria de corredores solitarios que inflan el globo narcisista del ego y rinden culto a la personalidad. 

El poli bueno y el malo son el mismo policía. Y no es bueno que haya policías, porque no es bueno que tenga que haberlos: lo bueno sería que no los hubiera.

Claro que, de haberlos, preferimos que cuantos menos haya mejor, y que los que haya cuanto menos policías sean, es decir cuanto menos malos, mejor que mejor.
 
 

La figura del camaleón que se adapta al medio sin dificultad está sobrevalorada, e infravalorada en contrapartida la del inadaptado que no cuadra en sociedad.
   
Inadaptación e inconformismo, que antes se veían como un síntoma de salud mental, ahora se consideran una enfermedad o, al menos, una tara psicológica.

Hay que recordar a Krishnamurti, maestro que renunció a su magisterio: No es signo de buena salud el estar bien adaptado a una sociedad profundamente enferma. 

No hay un patriotismo noble y otro vil. Todo patriotismo es deleznable per se, tanto el chovinista o jingoísta como el de patria chica de baja intensidad.

Resuena una voz femenina contra el matrimonio en la lírica popular española en aquellos versos de Gil Vicente: Dicen que me case yo: / no quiero marido, no.

Te animan a emprender y diseñar, verbos mágicos, tu proyecto vital original como forma de desarrollo personal, inflando tu ego hasta la obesidad mórbida.

Vuélcate en tu trabajo y cultiva alguna actividad creativa o recreativa en tu tiempo libre que te distinga del resto haciéndote exactamente igual a los demás.

Adherirse a una moda, partido o bandería es un acto desesperado por mor de sentirse uno realizado, esto es cosificado, adquiriendo una identidad de que carece.
 
 
¡Cuán largo me lo fiáis, amigo Sánchez! ¿2050? ¿Dónde estaremos dentro de 29 años? ¿Dónde mañana mismo? ¿Dónde ahora poniendo miras en el futuro inalcanzable? 
 
No vivimos en presente sino en futuro. Ni es posible la máquina del tiempo de H. G. Wells que nos haga volver al pasado porque el ayer no ha pasado todavía.

Vivir es sobrevivir a un niño muerto, escribió Jean Genet. Nuestra existencia domesticada es mera supervivencia, muerte en vida que nos convierte en zombis. 

La aparición en las películas de hambrientos zombis depredadores que fascinan a los niños es una metáfora de nuestra muerte en vida y nuestra humana condición. 

Vivimos bajo arresto domiciliario nuestra vida privada en módulos de aislamiento de nichos y viviendas que son muriendas y en ciudades igual que cementerios. 
 

La idiocia ministerial educativa sentencia que los niños se sienten héroes llevando mascarilla, por lo que de cara al próximo curso seguirá siendo prescriptiva.


Lo llamamos ascensor porque sube pero igualmente podríamos llamarlo descensor porque baja, cuestión de perspectiva. Pero arriba es abajo y abajo es arriba. 

Los esclavos que se creen espíritus libres porque cultivan una imagen inconformista y una pose iconoclasta de escaparate resultan poco menos que patéticos. 


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