Jugosísimas, como de
costumbre, son las declaraciones del señor Borrell, alto
representante para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad de la
Unión Europea. Recientemente compareció en el evento El
Estado de la Unión, Construyendo Europa en Tiempos de Incertidumbre
organizado por la EUI, European
University Institute en Florencia el pasado 6 de mayo.
Con
lo de la incertidumbre supongo que se aludía a la guerra de
Ucrania y a la inflación que
golpean al viejo continente tras la crisis sanitaria anterior, las
sanciones económicas a Rusia y el apoyo a la propia guerra.
Dijo el alto ejecutivo
en la lengua del Imperio: Unhappily,
this is not the moment for diplomatic conversations about peace. It's
the moment of supporting militarily the war.
Desgraciadamente, este no es momento de conversaciones
diplomáticas sobre la paz, es el momento de apoyar militarmente la
guerra.
Retrato de Josep Borrell, Pablo García
Él
mismo parecía darse cuenta de la contradicción en que incurrían sus
palabras, dado que, como reconocía después, sonriéndose, no le
daba la sensación de estar actuando como lo que era, un diplomático,
sino, más bien, como un Ministro de Defensa de la Unión Europea,
lo que en el fondo más desearía, porque siempre estaba hablando de armamento y municiones.
Que
Borrell diga que no es momento de conversaciones diplomáticas, y sí
de apoyar militarmente a Ucrania no es, efectivamente, muy
diplomático que digamos. No es, por lo tanto, algo propio de su alta
dignidad en la Unión Europea, que
debería mediar entre los dos Estados en lid, ambos europeos y,
sin embargo, ajenos ambos a la Unión Europea, y no tomar partido por
ninguno de ellos, procurando llegar al alto el fuego con un acuerdo de paz que no
implique la humillación de ninguno de los bandos rivales.
¿Qué clase de alto “diplomático” es este que ante una guerra
de consecuencias imprevisibles afirma que está actuando más que
como el diplomático que debería ser, como lo que en la práctica es
de hecho, un Ministro de Defensa, o, mejor dicho, un Ministro de la
Guerra a las órdenes del Magister Belli o Master of War, que es el
Tío Sam de Guasintón de las Américas?
Viñeta de Iván Lira.
Detengámonos un poco en
la palabra “diplomacia”, que deriva de “diploma”, término que viene del latín diploma,
que significaba 'documento oficial', y que el latín había tomado
prestado del griego δíπλωμα con el sentido general de
“cantidad doble”, relacionado con la raíz duplo/doble y el
número dos, y particular de “tablilla o papel
-documento en definitiva- doblado en dos”. Y quedémonos con esta
última acepción que nos hace pensar que la diplomacia nació con las palabras que se fijan por escrito para que no se las lleve el viento y que nos permiten decir las
cosas con cierta cortesía o amabilidad o al menos con alguna reserva y reflexión, no guiados por la urgencia del momento.
La
Academia a mediados del siglo XIX ya recoge los términos
'diplomático' y 'diplomacia' aplicados a los tratos y negocios que se
establecen entre los Estados y las personas que intervienen en ellos, y las connotaciones de “afectadamente cortés” y
“circunspecto, sagaz, disimulado”, aplicándose el adjetivo también
a los sustantivos “inmunidad”, “valija”, “protección” y
“pasaporte”.
“Si no apoyamos a
Ucrania, caerá en cuestión de días”, afirma el alto dignatario. Y a continuación
se disculpa, cuando se anuncia que una partida de quinientos millones de euros
acababa de despacharse a Ucrania esa misma semana, afirmando que
sería mejor destinar los dineros a incrementar el bienestar de los
europeos, como a cualquiera le parece bien en su sano juicio.
Transcribo traducida parte de su intervención, que puede
oírse en el vídeo: "Es la realidad y hay que afrontarla. Y
todo el mundo quiere paz, sí, pero en estos momentos,
desgraciadamente, Putin sigue haciendo la guerra y Ucrania se tiene
que defender. Y si no apoyamos a Ucrania, Ucrania caerá en cuestión
de días. De modo que, sí, sería mejor emplear este dinero
incrementando el bienestar de la población, hospitales, escuelas,
las ciudades, como el alcalde está pidiendo, pero no tenemos
elección".
Aludía el alto funcionario al discurso del alcalde
de Florencia, anfitrión del evento, que había señalado previamente
que las ciudades, que son el baluarte de la cultura y los ideales
europeos, no tenían voz ni en Bruselas ni en Estrasburgo, y carecían
de fondos disponibles para sus áreas metropolitanas...
No es la primera
vez, ni será la última, seguramente, que el impresentable
diplomático español hace unas declaraciones marcadamente
belicistas. De
hecho, la semana pasada contradijo
públicamente al presidente francés que había dicho que la UE no
debía dejarse arrastrar por los Estados Unidos a un choque directo
con China por Taiguán en una crisis “que no es la nuestra”, y pidió que las
armadas europeas patrullaran
el estrecho de Taiguán". Y aún más: un reciente titular de El Periódico Global rezaba que Borrell urgía a los Veintisiete -así, con mayúscula, para referirse a los vasallos de la UE- a enviar a Ucrania artillería de largo alcance".
¡Ay, si le escuchara aquel Hipólito Taine que dijo "la diplomacia reemplaza a la fuerza", y viera, cómo, al revés,
ahora es la fuerza bruta de la sinrazón la que reemplaza a la diplomacia en las relaciones
internacionales!