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jueves, 20 de junio de 2024

El jefe Montaña de Orgullo

    Si bien es verdad que los nombres propios de las personas son especialmente odiosos (nomina sunt odiosa, según el clásico adagio latino), no lo son sólo porque los denominados no quieran ser mencionados, sino también porque en el fondo sus antropónimos no dejan de ser indiferentes, irrelevantes y fácilmente intercambiables. 
 
    Pero también es cierto, según otro latinajo, que el nombre propio puede ser un presagio (nomen est omen) que caracterice, es decir, que imprima carácter a la persona que lo lleva, por ejemplo el nombre parlante del jefe siux 'Caballo Loco'. Cuando el nombre propio es un nombre parlante es ominoso y abominable por el significado que le confiere al que lo porta, como si se tratara de un destino fatal e inevitable. 
 
    Pues bien, ese es el caso del señor Jens Stoltenberg (cuyo apellido noruego 'stolten berg' significa 'Montaña de Orgullo' en román paladino), el secretario general de la OTAN/NATO, el cual está considerando desplegar más armas nucleares sin especificar si serán de las malas o de las buenas, es decir, de las democráticas, pacíficas y bien intencionadas y estrictamente defensivas, o de las otras... Es de agradecer que se ahorre la narrativa, es decir, el cuento, dicho más claramente, de que las armas que Occidente suministra a Ucrania son para su legítima defensa del invasor, porque no se sostiene en modo alguno. 
 
 
    Ha afirmado (y aquí vienen a cuento otros latines más claros que el agua: excusatio non petita, accusatio manifesta) que la organización cuyos secretos custodia y que regenta no es parte del conflicto, pero reforzará su apoyo a Ucrania para que se respete su legítimo derecho a la autodefensa desplegando más armas nucleares en medio de la creciente amenaza de Rusia y China. 
 
    No ha revelado, sin embargo, cuántas ojivas nucleares iba a exhibir tras desabrocharse la bragueta para enviar un mensaje directo a sus enemigos mostrando el arsenal  testicular. Quieren sacar los misiles, inequívocos símbolos fálicos, de donde los guarda y mostrarlos como medio disuasorio, prestos para el combate, emulando al bravucón perdonavidas que reta al enemigo -¿quién es el enemigo del pueblo, de los pueblos, si no son los gobiernos?- a ver quién la tiene más larga, y no se trata precisamente de la vergüenza, sino de la chorra, con una arrogancia y una fanfarronería que son imperdonables.
 
    «El objetivo de la OTAN, por supuesto, es un mundo sin armas nucleares, pero mientras existan armas nucleares, seguiremos siendo una alianza nuclear porque un mundo en el que Rusia, China y Corea del Norte tienen armas nucleares, la OTAN no es la más peligrosa», afirmó el jefe Montaña de Orgullo contradiciendo las palabras con los hechos y los fines con los medios. 
 
    En este conflicto hay un tercer elemento que no es ni el invasor ni el invadido, y que está detrás de la organización que el señor Stoltenberg regenta, que es Guásinton, cuyo fanatismo guerrerista se manifiesta descaradamente detrás de todo esto. ¿Quién quiere la guerra? ¿Quién representa un peligro para la humanidad? ¿A quién hay que detener lo antes posible? ¿Quién está arrastrando al mundo al báratro del abismo? 
 
 
    Si respondemos, siguiendo al jefe Montaña de Orgullo, que Rusia, y no el tío Sam, que está el pobre con demencia senil cognitiva, se debe a que la manipulación diaria y periódica llevada a cabo por los medios de (in)formación de la opinión pública, que no del pueblo, ha logrado, con su propaganda militar, trafulcar las cosas haciéndonos ver a los amigos como enemigos y a los enemigos como amigos, y más aún, haciéndonos creer que los problemas son las soluciones. 
 
    Stoltenberg casi ha superado a Órgüel diciendo que cuanto más nos preparemos para la guerra -guerra preventiva o profiláctica-, antes acabará, o sea, que la guerra es la paz, y que debemos prepararnos para la guerra -otro latinajo aborrecible: si uis pacem, para bellum- para que dure lo menos posible y acabe cuanto antes, lo que no parece tener mucho o ningún fundamento lógico, pero hay que creerlo por lo absurdo que es (credo quia absurdum, y se me acabó el repertorio de latinajos culteranos). 
 
    Si todavía alguien duda de que ésta no es la guerra de Rusia contra Ucrania, sino la guerra sucia -y todas lo son porque no hay ninguna limpia- que Guásinton está librando contra Moscú (utilizando a Ucrania y a Zelensky, el actor Nato, con mayúscula, como meros títeres de los que en un determinado momento no tiene ningún empacho en prescindir porque le importan un bledo), es que es un “caput insanabile” o cabeza loca que, como decía Horacio, no lograrían curar ni una triple dosis de Antíciras, evocando la isla griega donde abundaba el eléboro “prouechoso para purgaçión de la cabeça”, la planta medicinal cuya raíz se suministraba a los dementes como remedio contra la locura. 
 

miércoles, 20 de marzo de 2024

Quieren guerra

    Consideran los que mandan en Europa que hay que preparar a la población para que aguante con resiliencia, que es como llaman ahora a la resignación, lo que nos están echando encima: más guerras y más pandemias en pro de la industria armamentista y de la farmacopólica respectivamente. Así como los gobiernos democráticos europeos gastaron cantidades ingentes de dinero en vacunas experimentales contra el bicho coronado, mascarillas, guantes, pruebas diagnósticas y demás parafernalia enriqueciendo al farmacopolio y a la corruptela política que enseguida sacó tajada del negocio y fomentando de paso las nuevas tecnologías de la (in)formación e incomunicación (telemedicina, tele-educación, tele-entretenimiento, telegestión... ) ahora destinan enormes partidas de dinero a los juguetes bélicos y a la tecnología militar por aquello de reactivar la economía.

    "Preparémonos para la guerra": han sido las palabras pronunciadas en los últimos días por el presidente galo, más peligroso que un mono con dos pistolas, que ya jugó un papel estelar durante la pandemia insistiendo en vacunar a todo Cristo viviente, y que no quiere perder protagonismo ahora. Por eso propuso enviar tropas europeas a Ucrania. La locura se ha apoderado del viejo continente de la mano de sus presidentes de gobierno, de la diplomacia europea y del engendro de la Comisión Europea. Quieren llevarnos a la guerra como sea. Los principales mandatarios europeos, víctimas de una locura colectiva, se han puesto de acuerdo mediante señales de humo en tañer los tambores de guerra. Hasta los Verdes en Alemania, esos ecologistas que querían salvar el planeta, han revelado la auténtica tonalidad del color político que los define, que es el caqui de los uniformes militares

    La ministra de Defensa española, la Hormiga Atómica, nos dice que la amenaza de guerra "es total y absoluta". Hay que justificar el sacrificio económico que supone la inversión que están llevando a cabo.  La amenaza no es abstracta, sino muy concreta y real. Ha dicho que Putin está dispuesto a atacarnos con armas nucleares, y tenemos que ser conscientes del riesgo en que vivimos. Llama especialmente la atención cómo la izquierda progresista española de salón, que está gobernando para que no gobierne la extrema derecha, ha pasado del “No a la guerra” y del “No es no”, al sí incondicional sin paliativos. 

 

    Esa guerra es contra Rusia, que nunca ha hecho nada contra Europa. De hecho, si somos rigurosos con la memoria histórica, es Europa la que atacó varias veces a Rusia, aunque con resultados desafortunados, y  es Rusia la que liberó a Europa del nazismo en su momento. Pero en el viejo continente prefiere seguir la grotesca narrativa de Jólivuz que nos presenta a los estadounidenses como únicos liberadores.

    Sin embargo, la nueva narrativa que nos imponen presenta a Putin como si fuera el mismísimo Hitler, y la nueva Rusia como el nazismo 2.0, mientras que Zelenski y el batallón Azov ucraniano serían hermanitas de la caridad campeonas de la democracia y los derechos. 

    De hecho resulta significativo cómo se oculta que la guerra es contra Rusia diciendo que es en defensa de Ucrania. El presidente del Gobierno de las 17 Españas, en su cuenta de la Red Social, agradece a la industria armamentística su "compromiso con el apoyo a Ucrania" y que genere empleo de alta cualificación. Está meridianamente claro que quieren guerra.

    Desde hace semanas la narrativa oficial está tratando de mentalizarnos y de justificar la guerra preventiva contra una Rusia ávida de invadir Europa y de lanzar su potencial atómico contra nosotros. Guásinton incluso ha hecho saber que si Ucrania se rinde, la guerra con Rusia sería inevitable, cosa que no se entiende, porque de hecho Ucrania no es miembro de la Alianza Atlántica ni del engendro de la Unión Europea. Realmente no debería sorprendernos que Occidente, liderado por los atlantistas, entrara realmente en guerra con Rusia, porque de lo que se trata es de mantener la hegemonía imperial anglosajona y norteamericana del dólar, para lo que Rusia y China son un obstáculo. 

Guernica, Pablo Picasso (1881-1973) 

    Se ha olvidado el valor de la diplomacia y la negociación. La paz no cotiza en bolsa, como demuestra la que le ha caído al Papa por sugerir que Ucrania debía enarbolar la bandera blanca y negociar la paz.... El gobierno ucraniano ha dicho que ellos sólo tienen una bandera, que es la suya, y que él se meta en sus asuntos. 

    Mientras tanto, el Guernica de Picasso sigue siendo la imagen perfecta del bombardeo informativo al que nos someten a todas horas nuestros mandatarios desde los medios a su alcance: quieren guerra, nos la están echando encima a todas horas como nos echaron el bicho coronado. Es su política, es decir, cuestión de economía.

jueves, 8 de septiembre de 2022

Propaganda de guerra

    Utilizamos el término 'propaganda' para hacer referencia a los mensajes publicitarios comerciales o institucionales y políticos difundidos a través de diferentes medios como radio, televisión, prensa, redes sociales de internet, paneles publicitarios y cualesquiera otros soportes.
 
    La palabra es latina. Se trata de un participio de futuro pasivo o gerundivo, como prefería la gramática tradicional, del verbo propagare que significaba propiamente “amugronar”, es decir, "acodar los mugrones o sarmientos de las vides que, sin cortarlos, se entierran para que arraiguen y den vida a una nueva vid", y de ahí pasó a significar en sentido figurado “extender, hacer crecer, prolongar algo tanto en el tiempo como en el espacio”. 
 
Acodos en viña, propagación de la vid.
 
     El origen del término 'propagar' es agrícola, como corresponde a una lengua de campesinos como en su origen era el latín, que llegó a ser la lengua de un Imperio. Pero, habida cuenta también de que el latín se convirtió en la lengua de la Iglesia Católica, no nos extrañará mucho que el origen del término “propaganda” que nos ocupa venga del ámbito eclesiástico. Llegó, en efecto, al castellano como cultismo en el siglo XVII gracias a la comunidad religiosa que fundó en 1622 el papa Gregorio XV la ‘Sacra Congregatio de Propaganda Fide’, o sea la Sagrada Congregación para la Difusión de la Fe, literalmente de la Fe “que debe ser difundida, que hay que difundir”. El objetivo etimológico y muy significativo de la propaganda era, como se ve, divulgar y esparcir la semilla de la fe.
 
    A partir de los ejemplos de la I Guerra Mundial suministrados por A. Ponsonby, que en 1928 había publicado en Londres Falsehood in Wartime ('La mentira en tiempo de guerra'), Anne Morelli publicó en 2001 Principes élementaires de la propagande de guerre, reeditado en 2010 y a punto de reeditarse otra vez. Estos principios forman un decálogo que no solo vale para caso de guerra. El subtítulo del libro dice que son aplicables 'en casos de guerra fría, caliente y tibia'. Pueden, asimismo, utilizarse en tiempos de paz y en conflictos sociales, económicos como el de China frente a Estados Unidos, y privados o personales, por ejemplo en un caso de divorcio. Aplicables a todos los conflictos, donde se hacen más visibles, sin embargo, es en caso de guerra efectiva. 
 
      Como la población en general no es muy favorable ni entusiasta de la guerra, la propaganda bélica intenta convencerla de sus buenos propósitos, movilizarla. Los gobiernos, sobre todo si son democráticos, necesitan el consentimiento de la gente, por lo que deben persuadirla de la inevitabilidad o necesidad de la guerra. Estos principios sirven para movilizar a la población en favor de una guerra que en principio no es la suya ni le va ni le viene, para lo que se utilizan los medios de comunicación, que están al servicio de poderes económicos interesados en la venta de armamentos.
 
La mano negra que mueve las otras manos que mueven los hilos.
 
    Anne Morelli los aplica a las guerras de Afganistán y de Iraq. Nosotros podemos aplicárselos a la guerra de Ucrania, de rabiosa actualidad. 
 
1º.- Nosotros no queremos la guerra. (La U.E. y la OTAN no quieren la guerra, pero apoyan y ayudan a Ucrania, enviando armamento -echando así gasolina al fuego- y aprobando sanciones contra Rusia, que se configura como el enemigo. Ambas instituciones se declaran pacifistas, como en general todos los ejércitos). 
 
2º.- El enemigo es el único responsable de la guerra. (Putin, el nuevo zar ruso como le denominan, empezó la guerra invadiendo avasalladoramente Ucrania hace ya seis meses. A esta acusación, sin embargo, puede objetársele lo que decía Maquiavelo: el que toma el primero las armas no es forzosamente el culpable, puede haber alguien más culpable: el que lo ha forzado a tomar las armas. Había unos acuerdos que Ucrania no respetó, que desde 2014 bombardeaba intensamente el Donestk, y como sus víctimas eran prorrusas o rusófonas no contaban. Cuando Rusia reacciona, se produce el escándalo: Putin ha invadido Ucrania). 
 
3º.- El enemigo tiene el rostro del diablo o de un monstruo. (Putin y los rusos en general son el mismo demonio, capaces de cometer todo tipo de atrocidades. Es la clásica dicotomía de los buenos y los malos la que aparece aquí: nosotros somos los buenos, los enemigos son los malos. Por supuesto la dicotomía es reversible según el bando desde el que se mire).
 
4º.- Defendemos una causa noble y no intereses particulares. (Estamos defendiendo a un pequeño país atacado y avasallado por una potencia gigantesca. En la defensa de este pequeño país nos estamos perjudicando a nosotros mismos, pero aceptamos ese sacrificio por lo justa que es nuestra causa). 
 
5º.- El enemigo provoca a propósito atrocidades; nosotros, si cometemos algún error, es involuntariamente. (Las acciones del enemigo son brutales 'crímenes de guerra': ataques a la población civil, mujeres, ancianos y niños. Nosotros no hacemos eso, o si lo hacemos es sin querer, es un efecto colateral indeseado). 
 
 
6.- El enemigo utiliza armas no autorizadas e ilegales. (Se ha dicho, por ejemplo, que Moscú usa misiles hipersónicos contra los ucranianos. Un titular de prensa occidental: “Rusia ha usado en Ucrania más de 200 tipos de armas prohibidas, según The New York Times”) 
 
7.- Sufrimos pocas pérdidas mientras que las del enemigo son enormes. (Las agencias de propaganda a raíz sobre todo de la primera guerra mundial construyen fábulas, falsas informaciones -fake news, se llaman hoy-, intentando despertar las emociones. Borrell, el Alto Representante de la Unión para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad (sic), ha declarado, anticipándose a los hechos, que Rusia “ha perdido la guerra”).
 
8.- Artistas e intelectuales sostienen la causa ucraniana. (Zelenski, el propio presidente ucraniano, es un artista, y se ha ganado la simpatía de la mayoría de la sociedad del espectáculo que o aplaude al títere titiritero o guarda silencio. La única voz que protestó por la injerencia del presidente ucraniano en el festival de Cannes fue la de un nonagenario Jean-Luc Godard). 
 
9.- La causa que defendemos tiene un carácter sagrado y noble. (En realidad este principio se funde con el 4º. Frente al autoritarismo totalitario del régimen de Putin, la Unión Europea y la OTAN, y el tío Sam que está detrás de ambas, predican la democracia y la libertad y defienden al más débil contra el más fuerte). 
 
10.- Los que ponen en duda nuestra propaganda son traidores, agentes del enemigo (Propaganda es lo que hacen los demás, no lo que hacemos nosotros, que es “información”. La Unión Europea hace propaganda a favor de Ucrania pero no lo llama así: lo considera información, comunicación e incluso pedagogía. Nosotros no tenemos prácticamente acceso a la propaganda rusa. La censura de la Unión Europea nos prohíbe ver hoy Russia Today o Sputnik, violando flagrantemente la libertad de expresión).