
lunes, 15 de septiembre de 2025
La Medicina puede ser perjudicial para su salud

martes, 14 de marzo de 2023
Reconocimiento médico
La medicina curativa, la medicina de verdad, está despareciendo en favor de la medicina preventiva o profiláctica, ese monstruo hermano de la guerra preventiva, que, en nombre de nuestra salud futura, arruina nuestro bienestar actual con chequeos, preocupaciones y análisis interminables.
No suelo ir al médico no vaya a ser que me diagnostique algún mal que no tengo, como dicen los viejos de mi pueblo. Sólo voy cuando tengo alguna dolencia.
Sin embargo, mi médico de cabecera me dijo en una ocasión, hablando ya de todo un poco, la última vez que fui: “Estás en la mitad de la vida, en el medio del camino, como dijo el Dante, en una edad muy hermosa: tienes tantos años por delante como por detrás... Hay que empezar a cuidarse para tener calidad de vida en lo que nos queda.”
Yo le escucho como el que oye llover. Si hasta ahora no he necesitado cuidarme porque ya cuidaba de mí mi Ángel de la Guarda, bendito sea, ¿por qué voy a necesitar cuidarme y chequearme a partir de ahora?
sábado, 25 de junio de 2022
"Nadie se suicida solo".
jueves, 30 de diciembre de 2021
Médicos de los de antes
En estos tiempos que corren de dictadura sanitaria, Schlechte Zeit für Lyrik, mala temporada para la lírica, como escribió Bertolt Brecht, conviene escuchar la voz de alguno de esos médicos sabios de antes, galenos que no son robots que hacen reparaciones a enfermos considerados maquinarias averiadas, médicos como el doctor Florencio Escardó (1904-1992), que decía entre otras cosas que no se le puede pedir al médico que cure enfermedades, porque o se curan solas y entonces no hay que curarlas -algo parecido a aquella cantilinea infantil de 'sana, sana, culito de rana, si no sanas hoy, ya sanarás mañana'-, o no se curan, y entonces tampoco hay que curarlas. De las consideraciones del doctor Escardó sobre la medicina dimos cuenta en De los médicos según el doctor Escardó y en De la leche que mamamos y la OMS.
Otro de estos médicos de los de antes fue sin duda el canadiense William Osler (1849-1919), que nos ha dejado algunas perlas de sabiduría relacionados con el ejercicio de su profesión como esta, que conviene tener siempre presente: Uno de los primeros deberes del médico es educar a las masas para que no consuman medicina. Es un ataque en toda regla contra la industria farmacéutica, cada vez más interesada en sobrediagnosticar y medicar a todo el mundo, olvidando que a veces como reconoce la sabiduría popular es peor el remedio, en este caso el medicamento y sus efectos secundarios adversos, que la enfermedad que pretende atajar: La persona que toma medicina debe recuperarse dos veces, una de la enfermedad y otra de la medicina. Era Osler, pues, un médico partidario como los de antes, como los de toda la vida de no sobremedicar al paciente, por lo que no encajaría muy bien en nuestra sociedad hipermedicalizada y sobrediagnosticada del siglo XXI.
Encarna William Osler una medicina que podríamos llamar humanística, o quizá mejor, sencillamente humana, centrada en el paciente y no en la enfermedad: No preguntes qué enfermedad tiene una persona, sino mejor qué persona tiene una enfermedad. Para él un buen médico es el que trata y cura una enfermedad, por supuesto, pero el gran médico es el que trata y cura al paciente que tiene una enfermedad. Y por eso insiste en que hay que escuchar al paciente, porque él es el que le da al médico el diagnóstico, y no al revés.
La medicina era para él la ciencia de la incertidumbre y el arte de la probabilidad. Su consejo para cualquier paciente es Deja de preocuparte por tu salud. Ya se te pasará.
También reflexionó sobre la actividad pedagógica: La felicidad perfecta para el estudiante y el maestro llegará con la abolición de los exámenes, que son piedras de tropiezo y de ofensa en el camino del verdadero estudiante. Los pedagogos hodiernos están obsesionados con que hay que inventar nuevas y modernas técnicas pedagógicas porque no se puede enseñar como se ha hecho toda la vida, mediante la lección magistral ex cathedra. Predican que hay que introducir medios audiovisuales e informáticos en la enseñanza. Este argumento no resiste el más mínimo razonamiento crítico: Hay cosas que siempre se han hecho bien y que no necesitan ninguna puesta al día, como por ejemplo enseñar y aprender, o hacer el amor, o curar a los pacientes en el caso de la medicina que nos ocupa. Es cierto que el saber científico y técnico es imprescindible, pero no es suficiente, porque el enfermo tiene unos sentimientos, una biografía. Al saber técnico y científico hay que incorporar el arte de la medicina.
Otro de estos médicos de los de antes fue el estadounidense Robert S. Mendelsohn (1926-1988), considerado uno de los primeros pediatras contrarios a la vacunación infantil. Su libro Confesiones de un médico herético (1979) no fue muy bien recibido por la comunidad médica ortodoxa por algunas de sus afirmaciones. Comienza con un significativo Non credo Y se explica: No creo en la Medicina Moderna. Soy un médico herético. Mi objetivo con este libro es persuadirle a usted de que se convierta en un hereje también. No siempre he sido un médico herético. Una vez creí en la Medicina Moderna.
Algo que, escrito hace más de cuarenta años, está de plena actualidad a propósito de las llamadas vacunas anti covid-19, que se han aprobado apresuradamente y prescrito indiscriminadamente para toda la población sin haberse estudiado y experimentado bien y sin conocerse, por lo tanto, sus efectos adversos, que están empezando a aflorar y que seguramente seguirán saliendo a la superficie: Una de las reglas no escritas de la Medicina Moderna es la de recetar siempre un nuevo medicamento rápidamente, antes de que afloren todos sus efectos secundarios...
"Proceso de la FDA para la probación de nuevos medicamentos.
Hay que conocer todos los medicamentos cuyos efectos secundarios coinciden con las indicaciones. Esto no es tan raro como se puede creer. Por ejemplo, si usted lee la lista de indicaciones del Valium y luego la lista de efectos secundarios, ¡verá que las listas son más o menos intercambiables! En las indicaciones encontrará: ansiedad, fatiga, depresión, agitación aguda, temblores, alucinosis, espasmos musculares. Y bajo los efectos secundarios: ¡ansiedad, fatiga, depresión, estados de hiperexcitación aguda, temblores, alucinaciones, aumento de la rigidez muscular! Reconozco que no sé cómo utilizar un medicamento así: ¿qué debo hacer si lo prescribo y los síntomas continúan? ¿Suspender el fármaco o duplicar la dosis?
También nos ha dejado Mendelsohn esta reflexión sobre los inhóspitos hospitales: Un hospital es como una guerra. Hay que intentar mantenerse al margen. Y si te metes en ella debes llevarte a todos los aliados posibles y salir lo antes posible... Porque el hospital es el Templo de la Iglesia de la Medicina Moderna y, por tanto, uno de los lugares más peligrosos de la tierra.
No sería justo dejar de citar aquí el nombre del doctor Máximo de la Peña, que no sé si no se habrá jubilado ya a estas alturas. Por edad le correspondería desde luego. El caso es que consultado por una mujer que había entrado en la menopausia y sufría muchos sofocos sobre qué medicamento podría tomar para aliviarlos, le dijo que ninguno era bueno, habida cuenta de los efectos secundarios indeseables que eran sin duda mucho peores que los sofocos. Y le recomendó un remedio sencillo y económico, sin contraindicaciones: -Hay un remedio que le puedo recetar, un remedio que no se vende en farmacias y que es el que usaban nuestras abuelas toda la vida cuando llegaban a este trance: el abanico.
Por sugerencia de un anónimo lector, incluyo esta receta del doctor Gazo, que prescribe una terapia para mejorar la salud mental de todos nosotros consistente en "dejar de ver las noticias de T.V."
jueves, 10 de junio de 2021
De los médicos, según el doctor Escardó
*Lo primero que nos pregunta el médico es qué nos pasa. Si lo supiéramos no iríamos a preguntárselo a él... En el fondo todo paciente es un médico. Como lo demuestra el hecho de que el galeno le pregunta qué le pasa. A ver si el paciente lo ayuda. Como colega.
*La medicina es una carrera muy dura. Comienza poniendo en contacto con un cadáver a un hombre destinado a preservar la vida. Para que aprenda adónde irá a parar. Luego de largos y penosos estudios hace lo que le indican los folletos de los traficantes de drogas. Que son el curso de postgrado de la mayoría de los médicos. Gran parte del saber médico consiste en negar lo que dicen los otros médicos.
*El médico es el chamán de la era de la técnica.
*Lo grave de los médicos son los enfermos. Que sólo van a verlo cuando se sienten mal. Ignorando que la salud es un estado patológico. Contra el cual hay que vacunarse. Fumando para tener cáncer. O trabajando para tener infartos. Tampoco saben que la felicidad es un estado agudo. Que no deja inmunidad. El resultado es que el médico está convencido de que la humanidad está compuesta por enfermos. A punto que no cree en la salud. Sino como un momento entre dos afecciones...
*Lo terrible de los médicos es su lenguaje. “Hablan como gendarmes que supiesen griego” (Bezançon). Cuando a la infección la llaman sepsis. Al ahogo anoxia. A la calvicie falacrosis. Y a los recuerdos de la infancia complejos. Uno no se da cuenta de que es un arte antiguo. Que no se moderniza. Porque gran parte del progreso científico consiste en dar nombres nuevos a fenómenos viejos.*Los médicos son profesionales mal empleados. Se les pide que curen enfermedades. Que es lo que no pueden hacer. Porque o se curan solas. Y entonces no hay que curarlas. O no se curan. Y entonces tampoco hay que curarlas. La misión del médico es enseñar al paciente a convivir con la enfermedad. Los médicos solo pueden ser útiles evitando que los enfermos se contagien. No de la enfermedad que padecen. Sino de la que no saben que padecen...
(De ¡Oh! Los médicos I y II, Florencio Escardó)
El médico de hoy no puede hacer nada sin pedir exámenes, radiografías, ecografías… Ha perdido el hábito de estar al lado de su paciente, de tocarlo, de mirarlo y escucharlo. Y eso no significa una pérdida de tiempo ni una tortura para el paciente. Al contrario.
(De la entrevista con Mónica Sabbatiello a sus ochenta y cinco años).
lunes, 15 de febrero de 2021
El triunfo perverso del doctor Knock
Un médico, el doctor Knock, llega a una pequeña población de la Francia profunda llamada Saint-Maurice. No sólo es médico, sino también doctor en medicina, como hará enseguida que todo el mundo le denomine con propiedad.
El doctor, escudándose en un lucrativo espíritu filantrópico que intenta frenar el progreso de las enfermedades de toda índole que acechan al género humano, se encargará, por lo tanto, de diagnosticarle a cada vecino su mal, poco importa si verdadero o falso, y de ponerle en tratamiento enseguida, con lo que alcanzará prestigio, poder y dinero, fomentando la higiene aséptica y la profilaxis: en eso consiste el triunfo de la medicina sobre la salud.
¿No nos recuerda esto a la paradoja de los “enfermos asintomáticos” de nuestros días, es decir, personas que no presentan dolencias ni síntomas de enfermedad y que, sin embargo, se definen como “enfermos” aunque sea al estilo del malade imaginaire de Molière? ¿No ha venido a decirnos nuestro doctor Knock particular que todos y cada uno somos o podemos ser enfermos si todavía no estamos malos y no hacemos algo para remediarlo como ponernos una mascarilla, evitar lugares concurridos y guardar distancia de seguridad para no chocar con los demás, e incluso guardar silencio en los transportes públicos como aconsejan algunas Comunidades Autónomas porque el virus podría transmitirse hablando(¡!), hablando, que es como, por otra parte, se entiende la gente?
El nuevo profesional, el doctor Knock, representa la antítesis del antiguo galeno, el entrañable médico rural Parpalaid, que le ha cedido su puesto, practicante de una medicina tradicional, curativa y poco lucrativa, basada en el principio hipocrático del primun non nocere (“lo primero y principal, no hacer daño”).
Knock, por su parte, practica la medicina profiláctica para lo que se gana enseguida el soporte del apoyo de las fuerzas vivas del pueblo, concretamente del maestro, del farmacéutico, que hasta la llegada del doctor no ganaba para subsistir, de la hostelera, que convertirá su hotel De la clef en el hospital del mismo nombre, y del pregonero del lugar, que hará publicidad de la consulta del doctor.
Con su estratégico método consigue amedrentar a los vecinos que hasta entonces vivían descuidados transformándolos en hipocondríacos enfermos potenciales y clientes sumisos que demandan constantes atenciones sanitarias y farmacéuticas, y se someten voluntariamente a chequeos, análisis y a todas las restricciones que se les imponen.
La telaraña tejida por el Dr. Knock acaba atrapando a todo el mundo de forma que la población de Saint Maurice queda finalmente dividida en dos grandes grupos: los enfermos y los sanitarios que trabajan a su servicio y, que indefectiblemente, en cualquier momento, podrán enfermar también y convertirse en pacientes.
Así se gesta el triunfo definitivo de la medicina sobre la salud. Cuando el médico anterior le reprocha que su método subordina el interés del enfermo al del médico, el Dr. Knock se defiende argumentando que hay un interés superior a ambos, que es el interés de la Medicina, el único que dice preocuparle.
El nombre propio “Knock” del doctor tiene innegables resonancias, pues en la lengua de Shakespeare significa “golpe/golpear”, en el sentido de llamar dando golpes a la puerta, pero también “to knock out” significa “dejar sin conocimiento”, dejar K.O. El Dr. Knock, efectivamente, nos ha dejado noqueados a todos y fuera de combate.
Pero no nos dejemos, sin embargo, engañar por los pintorescos nombres propios ajenos a nuestra geografía, lengua e historia: el doctor Knock es el Estado Terapéutico, las autoridades sanitarias de nuestros gobiernos subordinadas a la Organización Mundial de la Salud, y el pequeño cantón francés, cuyos habitantes se convierten de la noche a la mañana en pacientes/clientes, es el universo entero aquí y ahora. Todo un clásico, como todos los clásicos, de rabiosa actualidad.
La sonrisa amable en los labios de la comedia de Jules Romains, cuando cae el telón, nos deja no poco pensativos y perplejos. Quid rides? Mutato nomine de te fabula narratur, que dijo Horacio: ¿De qué te ríes? Cambiando el nombre la historia trata de ti.
viernes, 20 de noviembre de 2020
Primum non nocere: las autoridades sanitarias* contra Hipócrates.
Nota Bene: Utilizo la expresión “autoridades sanitarias” como se hace habitualmente, es decir, entendiendo el término “autoridad” con el sentido político de gobernantes o mandamases (latín potestas), incluyendo en la denominación a ministros del gobierno del país, asesores y consejeros de los gobiernos de las comunidades autónomas encargados de la gestión sanitaria, no en el sentido prístino y etimológico (latín auctoritas) de “prestigio y crédito que se reconoce a una persona o institución por su legitimidad o por su calidad y competencia en alguna materia”.
La idea no se ha popularizado entre nosotros en griego, por aquello que se decía en la Edad media de Graecum est,
non legitur -es griego, no se lee-, sino en latín, que fue la lengua de la Santa Madre Iglesia y del medieveo cristiano, lengua que se entiende un poco mejor que la de Homero, pese a que sigamos utilizando esta última y hablamos criptogriego, según decía Adrados, en nuestros registros cultos sin ser muy conscientes de ello la mayoría de las veces.
Así, por ejemplo, Escribonio
Largo, médico de la corte del emperador Claudio, tradujo en el siglo
I el juramento hipocrático al latín y dio la siguiente definición
de la medicina: scientia enim sanandi, non nocendi est medicina:
La medicina es la ciencia de la curación, no del daño.
La frase hipocrática latina, sin embargo, no se ha popularizado entre nosotros como cabría esperar primum est prodesse, proximum non nocere: lo primero es ser útil, lo siguiente no hacer daño, sino invertida como primum est non nocere, proximum prodesse: lo primero es no hacer daño, lo siguiente ser útil, cuya autoría puede atribuírsele a Lactancio, el Cicerón cristiano.
La versión latina que han adoptado como lema médicos y farmacéuticos coloca en primer lugar como lo principal la parte negativa (non nocere, no perjudicar) antes de la positiva (prodesse, ser de provecho). La verdad es que no cambia mucho, prácticamente nada, el sentido general del dicho, sólo el orden de prelación.
Lo cierto es que Lactancio, imbuido de moral judeo-cristiana, hablaba no de medicina, sino de la justicia divina y de que no debemos hacerle a nadie lo que no queremos que nos hagan a nosotros. Escribía la susodicha frase, en efecto, primum est non nocere, proximum prodesse, en la Epítome de las Instituciones Divinas, al final del capítulo LX, y añadía a modo de ejemplo: et sicut in rudibus agris priusquam serere incipias, euolsis sentibus, et omnium stirpium radicibus amputatis, arua purganda sunt, sic de nostris animis prius uitia detrahenda, et tunc demum uirtutes inserendae, de quibus seminatae per uerbum Dei fruges inmortalitatis oriantur. Y así como en los terrenos agrestes antes de empezar a sembrar, una vez arrancados los abrojos y cortadas las raíces de todas las malas hierbas, hay que limpiar los campos, así de nuestros espíritus antes hay que alejar los vicios, y luego finalmente cultivar las virtudes de las que nazcan los frutos de la inmortalidad sembrados por la palabra de Dios.
El caso es que la frase de Hipócrates se ha vulgarizado en su versión latina invirtiendo el orden que proponía el médico de Cos: para él lo primero era sanar y curar las dolencias y la enfermedad que trataba, y en caso de no lograrlo, no perjudicar al enfermo con una mala praxis, lo que vale para el médico y para el medicamento, que deberían ante todo curar y, si no podían hacerlo, no producir efectos secundarios adversos ya que a veces acciones médicas bien intencionadas acaban produciendo resultados catastróficos.
La medicina hipocrática, consciente del daño que se provocaba muchas veces al intervenir sobre los procesos morbosos, era partidaria en general de dejar actuar a la naturaleza, un poco al modo de aquella cantilena infantil nuestra que decía: “sana, sana, culito de rana; si no sanas hoy, ya sanarás mañana”.
lunes, 9 de noviembre de 2020
La medicina perjudica la salud
En este epigrama Marcial acusa a un tal Diaulo, que había sido médico antes que enterrador, de seguir haciendo lo mismo que hacía antes: embarcar a sus pacientes con Caronte rumbo al Más Allá. El epigrama es un dístico elegíaco compuesto por un hexámetro y un pentámetro dactílicos: el hexámetro presenta una premisa, mientras que el pentámetro sirve de conclusión con un desenlace inesperado que provoca la sonrisa por la crítica satírica que conlleva, con un mecanismo muy semejante al del chiste: concisión y sorpresa final.