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viernes, 1 de diciembre de 2023

Pareceres (XXXIV)

166.- Bendita neumonía: Al médico canadiense William Osler (1849-1919), considerado uno de los padres fundadores de la medicina moderna, uno de esos médicos de los de antes que ya no quedan, le debemos el aforismo que decía, tirando piedras contra su propio tejado médico farmacéutico bajo el que se cobijaba, que uno de los primeros deberes del médico era educar a las masas para que no tomaran medicamentos. Efectivamente, hay muy pocos médicos que cumplan con ese deber, la mayoría de los así llamados hacen todo lo contrario porque son comerciales farmacéuticos. A Willima Osler le debemos también el haber acuñado la descripción de la neumonía como "la amiga de los viejos", ya que esta les ofrecía a los ancianos una muerte rápida y prácticamente indolora, librándoles de las frías gradaciones de la decadencia (‘cold gradations of decay’) tan angustiosas para ellos mismos como para sus familiares y amigos. Casualmente, el propio Osler murió de neumonía, bendita sea.
 
167.- “You'll own nothing and you'll be happy”. La frase de la que se hizo eco el Foro Económico Mundial (FEM) de “No poseerás nada y serás feliz”, inserta en su video titulado 8 predicciones para el año 2030 tiene mucho de razón en tanto en cuanto no hace falta ser propietario de algo para disfrutarlo. Es más, puede incluso decirse que la propiedad de una cosa mata el disfrute de esa cosa. Tiene algo de razón: no hace falta ser propietario para ser usuario, o, dicho popularmente, “o la tienes o la gozas” dado que habitualmente son cosas incompatibles posesión y usufructo. Lo que quiere decir el FEM no es que vaya a desaparecer la propiedad privada, nada más alejado de sus intenciones, sino sólo los pequeños propietarios. La propiedad privada quedará concentrada en muy pocas y selectas manos. No se podrá pagar por ella, cuyo precio será exorbitante. Podremos gozar temporalmente de las cosas a precios más cómodos y asequibles: no hace falta poseer para gozar, desde luego, pero para gozar habrá que pagar a los que sí poseen, quizá a los señores de dicho Foro o a otros grandes propietarios del mundo. Ha cambiado, pues, el paradigma educativo: ahora no es el vendedor o mejor alquilador de servicios el que busca al comprador, sino este último el que busca al primero. Ya no es la idea de posesión el espejismo que mueve a las masas, sino la idea del efímero disfrute y de que para gozar no hace falta poseer, pero sí que, en ambos casos, habrá que cotizar.
 
 
168.- Mentiras, en tiempos de guerra, por aire, por mar y por tierra. Los titulares periodísticos tienen la capacidad de trastocar las cosas enrevesándolas y ocultando así la realidad que pretenden reflejar. Un ejemplo del montón, sacado del diario independiente -¿de quién, de qué?- de la mañana: "La guerra reduce Gaza a escombros". La guerra es un sujeto impersonal, una palabra abstracta, que sirve para ocultar la realidad de la cosa que subyace. Habría que decir honestamente que el ejército israelí -y no la guerra- reduce Gaza a escombros (ocultándosenos así, de paso, los cadáveres gazatíes bajo los escombros). No deja de ser una manera de disculpar al ejército sionista y su sed de venganza bíblica. Ya que Sión fue atacada, es lícito que el pueblo elegido de Dios lleve la guerra a los terroristas, que, en último término serían los responsables de su propia matanza, dado que han osado provocar la sacrosanta cólera de Dios. La culpa no la tiene la guerra, que es el padre de todas las cosas, según el viejo y oscurecido, más que oscuro, Heraclito, sino los que la provocaron, que se ven ahora según el diario global reducidos a escombros. 
 
 
169.- La luna y el dedo que la señala. A veces, cuando alguien como Teresa Forcades presenta el libro Tortugas hacia abajo (Turtles all the way down), donde se analiza el mito moderno de que las vacunas salvan vidas, hay quien no pudiendo atacar los argumentos que presentan sus anónimos autores, hace un ataque ad hominem (o ad mulierem, más propiamente en este caso) contra la presentadora, teológa, médico y monja que es Teresa Forcades, aduciendo que esta mujer cree que la salvación que no está en las vacunas está en Dios... Es una crítica que, en lugar de fijarse en lo que ella señala, le hace una crítica a ella por señalarlo. Muchos cristianos -pienso por ejemplo en el poeta francés Marcel Pagnol- afirman que creer en Dios les ha salvado de creer en otros dioses y otras religiones que pasan desapercibidas en muchos que se consideran ateos porque no creen en el Dios de la vieja religión y sí, por ejemplo, en la democracia, o en el progreso, en la Ciencia, en el anarquismo, o, en este caso, en el mito de las vacunas, que son las formas laicas de la nueva teología... 
 
170.- Guerra infinita. -La tregua de la guerra de cuatro días, ampliada ahora a dos más, resulta obscena e inmoral, porque lo que hace es detener la guerra momentáneamente para así, de alguna manera, justificarla, como si quisiera de un modo hipócrita, hacerla así infinita. Es la guerra, la guerra infinita del Estado contra el pueblo. Se puede ver que matar no es crimen ni pecado, cuando el que mata, el asesino, es el Estado.  
 

jueves, 30 de diciembre de 2021

Médicos de los de antes

    En estos tiempos que corren de dictadura sanitaria, Schlechte Zeit für Lyrik, mala temporada para la lírica, como escribió Bertolt Brecht, conviene escuchar la voz de alguno de esos médicos sabios de antes, galenos que no son robots que hacen reparaciones a enfermos considerados maquinarias averiadas, médicos como el doctor Florencio Escardó (1904-1992), que decía entre otras cosas que no se le puede pedir al médico que cure enfermedades, porque o se curan solas y entonces no hay que curarlas -algo parecido a aquella cantilinea infantil de 'sana, sana, culito de rana, si no sanas hoy, ya sanarás mañana'-, o no se curan, y entonces tampoco hay que curarlas.  De las consideraciones del doctor Escardó sobre la medicina dimos cuenta en De los médicos según el doctor Escardó y en De la leche que mamamos y la OMS.

William Osler, Thomas C. Corner (1905)
 

   Otro de estos médicos de los de antes fue sin duda el canadiense William Osler (1849-1919), que nos ha dejado algunas perlas de sabiduría relacionados con el ejercicio de su profesión como esta, que conviene tener siempre presente: Uno de los primeros deberes del médico es educar a las masas para que no consuman medicina. Es un ataque en toda regla contra la industria farmacéutica, cada vez más interesada en sobrediagnosticar y medicar a todo el mundo, olvidando que a veces como reconoce la sabiduría popular es peor el remedio, en este caso el medicamento y sus efectos secundarios adversos, que la enfermedad que pretende atajar: La persona que toma medicina debe recuperarse dos veces, una de la enfermedad y otra de la medicina. Era Osler, pues, un médico partidario como los de antes, como los de toda la vida de no sobremedicar al paciente, por lo que no encajaría muy bien en nuestra sociedad hipermedicalizada y sobrediagnosticada del siglo XXI.

    Encarna William Osler una medicina que podríamos llamar humanística, o quizá mejor, sencillamente humana, centrada en el paciente y no en la enfermedad: No preguntes qué enfermedad tiene una persona, sino mejor qué persona tiene una enfermedad. Para él un buen médico es el que trata y cura una enfermedad, por supuesto, pero el gran médico es el que trata y cura al paciente que tiene una enfermedad. Y por eso insiste en que hay que escuchar al paciente, porque él es el que le da al médico el diagnóstico, y no al revés.

    La medicina era para él la ciencia de la incertidumbre y el arte de la probabilidad. Su consejo para cualquier paciente es Deja de preocuparte por tu salud. Ya se te pasará.

    También reflexionó sobre la actividad pedagógica: La felicidad perfecta para el estudiante y el maestro llegará con la abolición de los exámenes, que son piedras de tropiezo y de ofensa en el camino del verdadero estudiante. Los pedagogos hodiernos están obsesionados con que hay que inventar nuevas y modernas técnicas pedagógicas porque no se puede enseñar como se ha hecho toda la vida, mediante la lección magistral ex cathedra. Predican que hay que introducir medios audiovisuales e informáticos en la enseñanza.  Este argumento no resiste el más mínimo razonamiento crítico: Hay cosas que siempre se han hecho bien y que no necesitan ninguna puesta al día, como por ejemplo enseñar y aprender, o hacer el amor, o curar a los pacientes en el caso de la medicina que nos ocupa. Es cierto que el saber científico y técnico es imprescindible, pero no es suficiente, porque el enfermo tiene unos sentimientos, una biografía. Al saber técnico y científico hay que incorporar el arte de la medicina.

 


    Otro de estos médicos de los de antes fue el estadounidense Robert S. Mendelsohn (1926-1988), considerado uno de los primeros pediatras contrarios a la vacunación infantil. Su libro Confesiones de un médico herético (1979) no fue muy bien recibido por la comunidad médica ortodoxa por algunas de sus afirmaciones. Comienza con un significativo Non credo Y se explica: No creo en la Medicina Moderna. Soy un médico herético. Mi objetivo con este libro es persuadirle a usted de que se convierta en un hereje también. No siempre he sido un médico herético. Una vez creí en la Medicina Moderna.

    Algo que, escrito hace más de cuarenta años, está de plena actualidad a propósito de las llamadas vacunas anti covid-19, que se han aprobado apresuradamente y prescrito indiscriminadamente para toda la población sin haberse estudiado y experimentado bien y sin conocerse, por lo tanto, sus efectos adversos, que están empezando a aflorar y que seguramente seguirán saliendo a la superficie: Una de las reglas no escritas de la Medicina Moderna es la de recetar siempre un nuevo medicamento rápidamente, antes de que afloren todos sus efectos secundarios...

 

"Proceso de la FDA para la probación de nuevos medicamentos.

    Hay que conocer todos los medicamentos cuyos efectos secundarios coinciden con las indicaciones. Esto no es tan raro como se puede creer. Por ejemplo, si usted lee la lista de indicaciones del Valium y luego la lista de efectos secundarios, ¡verá que las listas son más o menos intercambiables! En las indicaciones encontrará: ansiedad, fatiga, depresión, agitación aguda, temblores, alucinosis, espasmos musculares. Y bajo los efectos secundarios: ¡ansiedad, fatiga, depresión, estados de hiperexcitación aguda, temblores, alucinaciones, aumento de la rigidez muscular! Reconozco que no sé cómo utilizar un medicamento así: ¿qué debo hacer si lo prescribo y los síntomas continúan? ¿Suspender el fármaco o duplicar la dosis?

    También nos ha dejado Mendelsohn esta reflexión sobre los inhóspitos hospitales:  Un hospital es como una guerra. Hay que intentar mantenerse al margen. Y si te metes en ella debes llevarte a todos los aliados posibles y salir lo antes posible... Porque el hospital es el Templo de la Iglesia de la Medicina Moderna y, por tanto, uno de los lugares más peligrosos de la tierra. 

    No sería justo dejar de citar aquí el nombre del doctor Máximo de la Peña, que no sé si no se habrá jubilado ya a estas alturas. Por edad le correspondería desde luego. El caso es que consultado por una mujer que había entrado en la menopausia y sufría muchos sofocos sobre qué medicamento podría tomar para aliviarlos, le dijo que ninguno era bueno, habida cuenta de los efectos secundarios indeseables que eran sin duda mucho peores que los sofocos. Y le recomendó un remedio sencillo y económico, sin contraindicaciones: -Hay un remedio que le puedo recetar, un remedio que no se vende en farmacias y que es el que usaban nuestras abuelas toda la vida cuando llegaban a este trance: el abanico.   

    Por sugerencia de un anónimo lector, incluyo esta receta del doctor Gazo, que prescribe una terapia para mejorar la salud mental de todos nosotros consistente en "dejar de ver las noticias de T.V."