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viernes, 1 de diciembre de 2023

Pareceres (XXXIV)

166.- Bendita neumonía: Al médico canadiense William Osler (1849-1919), considerado uno de los padres fundadores de la medicina moderna, uno de esos médicos de los de antes que ya no quedan, le debemos el aforismo que decía, tirando piedras contra su propio tejado médico farmacéutico bajo el que se cobijaba, que uno de los primeros deberes del médico era educar a las masas para que no tomaran medicamentos. Efectivamente, hay muy pocos médicos que cumplan con ese deber, la mayoría de los así llamados hacen todo lo contrario porque son comerciales farmacéuticos. A Willima Osler le debemos también el haber acuñado la descripción de la neumonía como "la amiga de los viejos", ya que esta les ofrecía a los ancianos una muerte rápida y prácticamente indolora, librándoles de las frías gradaciones de la decadencia (‘cold gradations of decay’) tan angustiosas para ellos mismos como para sus familiares y amigos. Casualmente, el propio Osler murió de neumonía, bendita sea.
 
167.- “You'll own nothing and you'll be happy”. La frase de la que se hizo eco el Foro Económico Mundial (FEM) de “No poseerás nada y serás feliz”, inserta en su video titulado 8 predicciones para el año 2030 tiene mucho de razón en tanto en cuanto no hace falta ser propietario de algo para disfrutarlo. Es más, puede incluso decirse que la propiedad de una cosa mata el disfrute de esa cosa. Tiene algo de razón: no hace falta ser propietario para ser usuario, o, dicho popularmente, “o la tienes o la gozas” dado que habitualmente son cosas incompatibles posesión y usufructo. Lo que quiere decir el FEM no es que vaya a desaparecer la propiedad privada, nada más alejado de sus intenciones, sino sólo los pequeños propietarios. La propiedad privada quedará concentrada en muy pocas y selectas manos. No se podrá pagar por ella, cuyo precio será exorbitante. Podremos gozar temporalmente de las cosas a precios más cómodos y asequibles: no hace falta poseer para gozar, desde luego, pero para gozar habrá que pagar a los que sí poseen, quizá a los señores de dicho Foro o a otros grandes propietarios del mundo. Ha cambiado, pues, el paradigma educativo: ahora no es el vendedor o mejor alquilador de servicios el que busca al comprador, sino este último el que busca al primero. Ya no es la idea de posesión el espejismo que mueve a las masas, sino la idea del efímero disfrute y de que para gozar no hace falta poseer, pero sí que, en ambos casos, habrá que cotizar.
 
 
168.- Mentiras, en tiempos de guerra, por aire, por mar y por tierra. Los titulares periodísticos tienen la capacidad de trastocar las cosas enrevesándolas y ocultando así la realidad que pretenden reflejar. Un ejemplo del montón, sacado del diario independiente -¿de quién, de qué?- de la mañana: "La guerra reduce Gaza a escombros". La guerra es un sujeto impersonal, una palabra abstracta, que sirve para ocultar la realidad de la cosa que subyace. Habría que decir honestamente que el ejército israelí -y no la guerra- reduce Gaza a escombros (ocultándosenos así, de paso, los cadáveres gazatíes bajo los escombros). No deja de ser una manera de disculpar al ejército sionista y su sed de venganza bíblica. Ya que Sión fue atacada, es lícito que el pueblo elegido de Dios lleve la guerra a los terroristas, que, en último término serían los responsables de su propia matanza, dado que han osado provocar la sacrosanta cólera de Dios. La culpa no la tiene la guerra, que es el padre de todas las cosas, según el viejo y oscurecido, más que oscuro, Heraclito, sino los que la provocaron, que se ven ahora según el diario global reducidos a escombros. 
 
 
169.- La luna y el dedo que la señala. A veces, cuando alguien como Teresa Forcades presenta el libro Tortugas hacia abajo (Turtles all the way down), donde se analiza el mito moderno de que las vacunas salvan vidas, hay quien no pudiendo atacar los argumentos que presentan sus anónimos autores, hace un ataque ad hominem (o ad mulierem, más propiamente en este caso) contra la presentadora, teológa, médico y monja que es Teresa Forcades, aduciendo que esta mujer cree que la salvación que no está en las vacunas está en Dios... Es una crítica que, en lugar de fijarse en lo que ella señala, le hace una crítica a ella por señalarlo. Muchos cristianos -pienso por ejemplo en el poeta francés Marcel Pagnol- afirman que creer en Dios les ha salvado de creer en otros dioses y otras religiones que pasan desapercibidas en muchos que se consideran ateos porque no creen en el Dios de la vieja religión y sí, por ejemplo, en la democracia, o en el progreso, en la Ciencia, en el anarquismo, o, en este caso, en el mito de las vacunas, que son las formas laicas de la nueva teología... 
 
170.- Guerra infinita. -La tregua de la guerra de cuatro días, ampliada ahora a dos más, resulta obscena e inmoral, porque lo que hace es detener la guerra momentáneamente para así, de alguna manera, justificarla, como si quisiera de un modo hipócrita, hacerla así infinita. Es la guerra, la guerra infinita del Estado contra el pueblo. Se puede ver que matar no es crimen ni pecado, cuando el que mata, el asesino, es el Estado.  
 

jueves, 17 de agosto de 2023

Pareceres (XXVI)

126.- Inversión de la perspectiva. La mayoría de nosotros rechazamos el credo ajeno, y hacemos bien, porque vemos cómo condiciona a los demás y cómo nos condicionaría, si lo aceptamos, a nosotros. Pero deberíamos invertir la perspectiva, poniéndonos en lugar de los otros, para ver el condicionamiento de nuestras propias creencias e ideología, no para cambiar de credo, sino para desembarazarnos, nunca mejor dicho, de todas y cada una de las nuestras. Nuestras sagradas creencias deberíamos exponerlas, o sea, abandonarlas, deponerlas como armas mortales de destrucción masiva que resultan. 

127.- Huella de carbono. Los gobiernos del mundo precisan emprender siempre una guerra civil -y todas las guerras lo son a su manera- porque la guerra es la esencia misma del Estado, necesaria como es para subyugar al pueblo. Después de la emprendida contra el terrorismo, en la que todos y cada uno de nosotros éramos sospechosos, se declaró la guerra contra el virus en la que todos éramos portadores del patógeno, contagiadores y contagiados. Una vez acabadas, por ahora, aquellas viejas guerras, emprenden ahora la guerra contra el CO2 o dióxido de carbono. Es una guerra, como las anteriores, que el Estado declara al pueblo, que se une bajo la férula de su gobierno para luchar contra el enemigo interior, contra sí mismo, es decir, para tirar piedras contra su propio tejado, contra nosotros mismos porque con cada bocanada de aire que exhalamos estamos vertiendo a la atmósfera  CO2, o sea dióxido de carbono, o como se llamaba antes, anhídrido carbónico, que es el principal gas de efecto invernadero antropogénico. Vamos dejando en el transcurso de nuestra existencia, que no vida, porque esto no es vida, una huella de carbono, pecadores que somos, por la que tenemos que pagar. Uno puede pagar el impuesto revolucionario de su cuota de carbono, ser un consumidor responsable y redimirse así de sus pecados.

128.- El poder y sus mentiras. Un titular periodístico sugiere ingenuamente lo que muchos sospechábamos: que gobernar es mentir. Se trata de “El periodismo es una manera de fiscalizar el poder, y por tanto, las mentiras”. Son unas declaraciones de una periodista cualquiera, presentadora de televisión, hechas a la hoja parroquial que es El Diario Montañés (23.07.23), un periódico de provincias. En la primera parte del titular no estamos de acuerdo: Dice que el periodismo es una fiscalización del poder. Tal vez es lo que debería ser, o lo que a ella le gustaría que fuera, pero no lo que es. De cualquier forma sorprende el término fiscalización, que nos lleva al fisco o erario público y al conjunto de los organismos estatales mejor que públicos que se ocupan según la docta Academia de la recaudación de impuestos, y a la figura del fiscal, aparte de referirse al oficio de la persona que representa y ejerce el ministerio público en los tribunales, por lo que el verbo fiscalizar significa también “criticar y traer a juicio las acciones u obras de alguien”. Sin embargo, la segunda parte de la frase da, sin querer, en el clavo, cuando dice, ...”y por tanto, las mentiras”, al equiparar el poder con las mentiras, que son su esencia primigenia. Leyendo la frase completa: “El periodismo es una manera de fiscalizar el poder y, por tanto, las mentiras o medias verdades”.

129.- ALCA. Que el Nuevo Mundo no es tan nuevo como indica su propio nombre, sino que es sólo un trasunto de la inveterada, ya decrépita y rancia Europa, y que es más viejo, por lo tanto, que el catarro de Matusalén, lo demuestra el mero hecho de que ALCA sea el acrónimo de “Área de Libre  Comercio de las Américas”, y no, ¡qué bello sería!, cambiando la preposición de lugar, “Área Libre de Comercio de las Américas”. Pero no es así. ¡Qué pena! No hay que confundir las cosas, dicen: no es lo mismo la teología de la liberación, que es más del mismo cuento teosófico de siempre, que la liberación de la teología, que es lo que muchos de nosotros deseamos. 

130.- Ganarse la vida. Trabajas 5 días para disfrutar 2, consagrando el fin de semana que nunca es el fin de la semana... Trabajas todo el año solo para tomarte unas semanas de vacaciones. Trabajas toda tu vida para jubilarte a una edad muy avanzada. Trabajas para ganarte la vida, y, trabajando, la pierdes irremisiblemente. Y no contemplas más que tus últimos alientos. Con el tiempo te das cuenta de que la vida no ha sido más que una parodia de sí misma. Nos hemos acostumbrado tanto nuestra propia esclavitud que no somos conscientes de ella.

sábado, 5 de noviembre de 2022

Giornalista terrorista!

    Informaba el jueves pasado 3 de noviembre el rotativo italiano La Repubblica, uno de los más leídos en ese país, que los médicos italianos que habían sido suspendidos de empleo y sueldo por no haberse inoculado -me resisto a decir 'vacunado' como si se tratara de una vacuna consabida- contra el síndrome del virus coronado, -decía que de un total de cuatrocientos cincuenta mil habían sido menos de cuatro mil las batas blancas no inoculadas, que parece poco: podía haber dicho más de tres mil, y parecería algo más- se reincorporaban ahora al trabajo, y les preguntaba a sus lectores si se fiaban de ellos, sembrando con la misma pregunta cuando menos la desconfianza. Afirmaba que muchos colegas médicos no se fiaban de ellos y que los acusaban “di comportamento antiscientifico”, con lo que de paso el propio periódico dejaba recaer sobre ellos, como el que no quiere la cosa pero es lo que pretende, un idéntico reproche.

    La pregunta que les formulaba exactamente a sus lectores era: ¿Os fiaríais si vuestro médico no estuviese “vax”, ridículo anglicismo por “vacunado”? 

     Lo primero que hay que decir al respecto es que parece mentira que haya sido necesario un gobierno “fascista” como el actual de la señora Meloni para readmitir, siquiera momentáneamente, a las batas blancas expulsadas de los hospitales por no haberse sometido a la inoculación experimental tras dos años ominosos de represión y apartheid "democrático" motivado por la aberración que en la Italia de Dante se llamó el “green pass” con anglicismo flagrante, aplicándoseles la misma lógica que a los profesores que no habían sucumbido al vergonzoso chantaje del Estado.

    El periódico se esconde detrás de la palabra “ciencia” dando a entender que la segregación ha sido una medida "científica" y tachan de “anticientíficos” y excomulgan de la Iglesia de la Ciencia a los no inoculados poniéndolos en la picota. Se hace un mal uso de las palabras “ciencia” y “vacuna” cuando se dice que las inoculaciones son “vacunas” definidas por la “ciencia” como seguras y eficaces más allá de toda duda razonable, cuando es esa supuesta razón lo que hay que poner en duda y cuando es palpable no que sea una mentira lo de “safe and effective” sino que son dos mentiras, cada cual más gorda. 

 

    El periódico les cuelga el sambenito de “no-vax” como si fueran apestados por no haberse sometido cual cobayas de laboratorio a una inoculación sin fin -ya van por la cuarta dosis que es la que sigue a la tercera y precede a la quinta- que, además de innecesaria, ha resultado contraproducente y está resultando perjudicial habida cuenta de sus cada vez más numerosos efectos adversos.

    La reflexión que se impone es que sin periodistas/terroristas cómplices que siguen metiendo miedo a sus lectores a través de una propaganda machacona contra unos profesionales que son presentados como herejes de la Ciencia, como médicos de serie B de los que hay que, al menos, desconfiar, sin ellos, así como sin políticos de uno y otro signo vendidos a la codicia insaciable de la industria farmacéutica, nunca habría sido posible esto.

    Yo me fiaría personalmente más de un médico que no se hubiera prestado al experimento, y muy poco o casi nada de uno que hubiera aconsejado a sus pacientes someterse a la inoculación. Y muchísimo menos de uno que opina que es un deber deontológico y que debería ser obligatorio “por las buenas o por las malas, por lo civil o por lo militar” como dijo un caudillo autonómico muy conocido por estos pagos.

   
    Es verdad que "vacunado" no es sinónimo de "mal médico", así como "no vacunado" no es tampoco sinónimo de "buen médico". No podemos caer en maniqueísmos simplistas y simplones. Lo que cuenta más no son las elecciones personales que un galeno hace respecto a sí mismo, que pueden estar motivadas por la necesidad de conservar el sueldo y el empleo o por una credulidad bastante ingenua, sino cómo trata a sus propios pacientes, y cómo les aconseja o desaconseja someterse a experimentos genéticos que son innecesarios y además no poco peligrosos.

martes, 25 de enero de 2022

¿Quién cree en el periodismo?

    En el santoral laico ayer, 24 de enero, se celebró la efeméride del día del periodista. La AMI (Asociación de Medios de Información) publicó la siguiente publicidad, valga la redundancia, para propaganda bajo el título de “Gracias por mantenernos bien informados” y con el hashtag de índole religiosa #CreemosEnElPeriodismo, que presenta el Periodismo, con mayúscula honorífica, como un artículo de fe en el que al parecer la gente, escéptica por naturaleza, cree a pie juntillas. 

    Así dice el comunicado publicitario de la susodicha Asociación de medios de masificación, o sea de conversión de la gente en masas amorfas: “En los dos últimos años, nuestros periodistas han cumplido con su compromiso con la sociedad con seriedad y entrega, contrastando las informaciones y evitando excesos en momentos de extraordinaria incertidumbre. Gracias por vuestro trabajo.”


     La alusión a los dos últimos años es, obviamente, una referencia a la pandemia. Afirmar que los periodistas han cumplido con su compromiso con la sociedad con seriedad y entrega no es decir nada, si no se especifica en qué consiste ese compromiso al que con tanta seriedad se han volcado. La excelente labor de los periodistas durante la pandemia, salvo muy honrosas excepciones prácticamente inexistentes, ha sido la creación y sostenimiento de dicha pandemia. No han contrastado las informaciones, no han practicado un periodismo independiente y crítico, y no han evitado los excesos, sino todo lo contrario, los han provocado "en unos momentos de extraordinaria incertidumbre", que ellos mismos han propiciado, generando lo que se ha dado en llamar 'terrorismo informativo', hasta el punto de que puede corearse sin ninguna hipérbole el mote 'vosotros, periodistas, sois los terroristas'.
 
La 'excelente labor de los periodistas durante la pandemia', según El Roto.
 

    No hay que agradecer un trabajo que sólo ha servido para consolidar el terrorismo de la crisis sanitaria que impusieron al mundo la Organización Mundial de la Salud, por señalar en primera instancia al principal responsable, y demás organismos internacionales que están en la mente de todo el mundo, secundados rápidamente por la mayoría de los gobiernos tanto de derechas como de izquierdas que entraron en pánico.

    No hay que agradecerles nada a los periodistas: salvo que, horros de sentido crítico y de profesionalidad, han practicado a mansalva el terrorismo informativo convirtiéndose en la voz sumisa y obediente de su Amo. 

    En El periodismo como sostén de la realidad escribíamos:   Facta non uerba (hechos, no palabras) dice el proverbio clásico, pero no hay facta sin uerba, no hay actualidad sin un periodismo que la sostenga. La actualidad no deja de ser una de las hipóstasis de la eternidad, al igual que los bancos son la hipóstasis del capitalismo. Y el hecho de que los hechos, valga la redundancia, necesiten palabras muestra de alguna manera su vulnerabilidad e inconsistencia, y revela que quizá no estén tan hechos como parecen a simple vista. 

    No, no vamos a salir a las ventanas y balcones a aplaudirles a las ocho de la tarde en reconocimiento de su labor profesional como gratitud. No tenemos nada que agradecerles. Y sí mucho, muchísimo, que reprocharles: todo.

lunes, 17 de enero de 2022

De los nombres de Dios (gramática periodística terrorista)

(Última hora) Los hombres matan, la poli abate. (Rafael Sánchez Ferlosio)
Estos eran algunos de los titulares de la prensa electrónica que recogí allá por el 20 de agosto de 2018 sobre la noticia de la muerte de un presunto terrorista:

A) Con el verbo “abatir”, como sinónimo y eufemismo de “matar”:
-Por activa:
Los Mossos abaten a un hombre que entró armado en una comisaría gritando “Allahu Akbar” (El diario.es)
Abaten a un hombre al intentar acceder a comisaría Mossos al grito «Alá es grande» (La Razón)
Los Mossos abaten a un atacante que gritaba "¡Alá es grande!" en la comisaría de Cornellà (El español)

-Por pasiva:
El hombre abatido en la comisaría de Cornellà es de origen argelino y gritó con un cuchillo en la mano 'Alá es grande' (Infolibre) 
Abatido un hombre en una comisaria de Cornellá, al intentar asaltarla al grito de “Alá es grande” (Diario16)
Abatido tras intentar asaltar la comisaría de Cornellà al grito de «Alá es grande» (ABC)  
Abatido un argelino que entró en una comisaría de Barcelona al grito de “Alá es grande”. (El Diario Montañés)

B) Con el verbo, más propio, “matar” en activa:
Los Mossos matan a un hombre que entró en una comisaría al grito de “Alá es grande”. (El Mundo y Público coinciden)
Los Mossos matan a un hombre que entró en una comisaría con un cuchillo y gritó: “Dios es grande” (El País).


De los diez titulares 7 utilizan el verbo “abatir” tanto en activa (3, con el sujeto los Mossos: los Mossos abaten) como en pasiva (4). Los siete titulares se han inclinado por un eufemismo, que en las tres primeras acepciones del Diccionario de la Real Academia significa “derribar, hacer caer, tumbar”, y sólo en la cuarta “hacer caer sin vida a una persona o animal”). 

Los cuatro titulares que utilizan el participio de perfecto pasivo “abatido” omiten y por lo tanto ocultan el complemento agente “por los Mossos” que debe sobreentenderse y deducirse de la mención que hacen del lugar donde se ha producido el suceso: “una comisaría de Cornellá (tres titulares) y de Barcelona (un titular). Podemos concluir que un setenta por ciento presentan la noticia ocultando el hecho de que la policía de la Generalitat, los Mossos d'Esquadra, ha matado a un hombre (7 titulares), a un atacante (1 titular), a un argelino (1 titular) a un “sustantivo animado masculino singular” (1 titular). La voz pasiva periodística se emplea, precisamente, para ocultar el complemento agente, bien porque se sobreentiende, bien porque se desconoce, bien porque no se quiere resaltar, sino ocultar bajo un tupido velo de silencio.

Sólo tres titulares de los diez, un treinta por ciento, usan el verbo apropiado “matar” y lo hacen en voz activa: “Los Mossos matan”. Impecablemente correctos los tres titulares, que corresponden a El Mundo, Público y El País. Los tres coinciden en que el muerto -en alguna cadena televisiva que no recuerdo escuché el eufemismo "neutralizado"- es “un hombre”, sin especificar su origen argelino. Los tres coinciden en que el hombre “entró en una comisaría”. El País puntualiza “con un cuchillo”.

Todos los titulares dicen que la víctima, que algunos se atreven ya a considerar el presunto terrorista, gritó algo: “Alá es grande” (8 titulares), “Allahu Akbar” (1 titular) y “Dios es grande” (1 titular).

 Medallón de Santa Sofía, Estambul, con la inscripción "Allahu Akbar"

Hay que destacar que el grito debió de ser en lengua árabe, como dice el titular de Eldiario.es “Allahu Akbar”, en árabe y leído de derecha a izquierda الله أكبر, donde Allāhu es el nominativo de Alá (Dios), y la forma akbar el superlativo del adjetivo Kabir «grande», es decir «más grande», por lo que la traducción correcta no sería “Alá es grande” sino “Dios es el más grande”.

Sí, hay que traducir "Alá" por Dios, que es lo que significa. El País es el único que traduce "Alá" por Dios, pero lo hace sólo en la portada, porque en la página interior se arrepiente y lo modifica: Los Mossos abaten a un hombre que entró en la comisaría de Cornellà al grito de “Alá es grande”.

Indudablemente, el mejor titular desde un punto de vista informativo es el de El País, pero el de la portada, porque traduce el grito perfectamente al castellano: “Dios es grande”. 

Esto me recuerda a una aguda consideración que hacía Maurizio Bettini en su Elogio del politeísmo (publicado entre nosotros por Alianza editorial en 2016): “En éstas, en efecto, (se refiere a las religiones monoteístas) la divinidad no se distingue por un nombre propio, sino por un nombre común”. Lo que sucede es que un nombre común “dios” asume en las religiones monoteístas del libro el papel de nombre propio, porque al haber sólo uno en absoluto, exclusivo y excluyente, se escribe con mayúscula: Dios, anulándose la oposición nombre común/nombre propio.

Ya lo decía Minucio Felix en latín allá por los siglos II o III de nuestra era: “Nec Deo nomen quaeras; Deus nomen est: no le busques un nombre a “dios”: su nombre es “dios”. Y como nombre común que es, aunque ascendido a la categoría de nombre propio,  puede traducirse a otras lenguas: así decimos God en inglés, Bog en ruso, Dío en italiano, Dieu en francés... y Alá en árabe. 

Considera Bettini que dado que tanto en el cristianismo como en el islam la divinidad monoteísta lleva el nombre de “Dios” parece “obvio concluir que ambas religiones adoran, en realidad, al mismo dios”. Aunque reconoce que “cuesta trabajo admitir que la divinidad llamada por los musulmanes Alá, es decir, “el Dios”, sea la misma que los cristianos llaman “Dios”, aun cuando se le asigne de hecho el mismo nombre.” Pero así son las cosas.

domingo, 18 de julio de 2021

Periodistas, terroristas.

    Un vídeo del Gobierno de Australia de 30 segundos, que puede herir la sensibilidad del público, alerta sobre la severa peligrosidad de la Covid-19. Una mujer joven se asfixia pese a los dos tubos de oxígeno en la nariz para respirar, y nos mira aterrada como diciéndonos: "Me estoy muriendo". A continuación se lee, en la lengua del Imperio: COVID-19 CAN AFFECT ANYONE, o sea que LA ENFERMEDAD DEL VIRUS CORONADO COSECHA DE CRIANZA 2019 PUEDE AFECTAR, por si no nos hubiéramos enterado, A CUALQUIERA. Nadie está libre de contraerla y, no sólo eso, no está libre ni Dios de contagiarla.

    Se oye de fondo la dificultosa respiración de la joven. Y, acto seguido, aparecen las consabidas consignas gubernamentales que quieren salvarnos la vida matándonos, es decir, haciéndonosla imposible y más difícil de lo que es: Stay home (Quédate y púdrete en casa), Get tested (Hazte la prueba, chequéate), Book your vaccination (Reserva tu inyección letal).

 

    El mensaje terrorista ha sido autorizado por el Gobierno australiano de Canberra, como parte de su campaña de agitación y propaganda, en realidad se trata de terrorismo de Estado, pero podía ser de casi cualquier otro país del globo terráqueo, empeñados como están todos los gobiernos del signo político que sean en aterrorizar a la población en esta guerra por la gobernanza mundial que han emprendido de hacernos mal por nuestro propio bien reforzando el poder del binomio Estado y Capital.

    ¡Qué tiempos aquellos en que un periódico serio como The Times escribía en un artículo editorial en 1854 sin que nadie se rasgase las vestiduras: "We prefer to take our chance with cholera than be bullied into health" (Preferimos arriesgarnos con el cólera que ser intimidados por la salud)! Imaginemos el escándalo que supondría que dijese algún periódico ahora: Preferimos tentar a la suerte con la Covid-19 que vivir acojonados con consignas sanitarias.

Fotograma del vídeo del Gobierno australiano que incita irresponsablemente a la vacunación.

    El caso es que a uno de nuestros flamantes plumíferos académicos, Arturo Pérez-Reverte, escritor cuya obra literaria desconozco -sólo he leído de él algunos artículos en los que destaca el uso gracioso que hace del lenguaje popular y coloquial, y poco más- le ha salido la vena periodística y por lo tanto terrorista y comenta en un tuite o pío-pío de esos que saca en sus redes sociales a propósito del susodicho vídeo: “Que es muy duro el video, dicen algunos, horrorizados. Pues claro que es duro. Para eso lo hicieron los australianos, para horrorizar y concienciar a los irresponsables y los tontos. Y justo por eso debería verlo todo el mundo”.

    Subrayo dos cosas que no entiendo: cómo reconoce que los australianos -se refiere al gobierno confundiéndolo con el pueblo- hicieron el video para “horrorizar” y “concienciar”, equiparando significativamente ambos términos como si tomar conciencia de algo  supusiese estar atemorizado, “a los irresponsables y los tontos”, volviendo a equiparar dos palabras que no son equiparables. Y finalmente añade que todo el mundo debería verlo, se supone que para horrorizarse, más de lo que a estas alturas estamos ya, y concienciarse permaneciendo en su casita bien encerrado, sometiéndose a las pruebas de Reacción en Cadena a la Polimerasa y demás análisis, ahora disponibles en farmacias a módicos precios, y correr pronto a vacunarse... Olvida el insigne plumífero que si el miedo es mal consejero, como dice el dicho popular, el horror sería terrorífico.



     Aterrorizar no es forma de concienciar a nadie, pero sí de gobernar con coacción. El miedo y la mentira son las dos grandes armas del Poder para impedir vivir a la gente su vida, inculcándoles el temor a la muerte que la envenena y haciendo que, como diría el académico, se caguen por las patas abajo. De ahí que corran despavoridos a comprar papel higiénico a los supermercados agotando las existencias. Vivir con miedo, en eso consiste ser esclavos, como decía el otro.

    Imagino que nuestro flamante académico se habrá inoculado a estas alturas, y no con una sola dosis, sino con las dos reglamentarias, como el presentador de televisión que en otro pío-pío de esos confesó el otro día, compungido: “Tras haber esquivado las cuatro primeras olas. Tras haber pasado más de un año trabajando casi todos los días y sin contagios. Tras haberme vacunado de la primera y segunda dosis. Esta semana he dado positivo en Covid. Y lo que es peor, parte de mi familia también”. 


     El cociente intelectual del presentador de “Todo es mentira” no ve la relación que hay entre lo uno y lo otro. El pasado mes de junio se inyectó la primera dosis, y no fue algo privado concerniente solo a su historial médico, sino que lo retransmitió públicamente en vivo y en directo por la tele para dar ejemplo a los telespectadores. Hace poco se ha puesto la segunda dosis y ahora ¡toma virus! Me recuerda mucho a una vecina que se vacunó contra la gripe por primera vez en su vida, pilló un trancazo descomunal que estuvo a punto de arrastrarla al otro barrio, y comentó: "¡Menos mal que estaba vacunada, que si no llego a estarlo...!"  No sabemos lo que hubiera pasado si no llega a estar vacunada. Eso no lo sabe nadie, ni Dios padre. Lo que sí sabemos es lo que le pasó estándolo.

    Claro que la estúpida lógica para encefalogramas planos que hay detrás de todo esto es muy sencilla: Si la inoculación tiene efectos secundarios: “Es normal que te escueza un poco y te dé algo de fiebre y que...” Si hay contagio tras la primera dosis: "Solo tenía una dosis y no estaba inmunizado todavía". Si se contagia tras la segunda: "Es que no habían pasado dos semanas". Si ya habían pasado dos semanas: "Es que la vacuna es para que no sea grave". Si es grave: "Es que es para que no se muera". Si se muere: "Es que no protege 100%. No hay nada cien por cien definitivo”.

lunes, 5 de abril de 2021

El periodismo como sostén de la realidad

    Unas declaraciones de un veterano periodista español, Iñaki Gabilondo, llaman mi atención porque dicen más verdad de la que suelen decir los periodistas, dedicados como cariátides (no en vano algunos se llaman columnistas), a sostener y no enmendar el templo de la realidad, o, como ellos prefieren decir, la actualidad. 

    Tras medio siglo de actividad profesional, que se dice pronto, este hombre decide retirarse paulatinamente de los medios de creación y manipulación de la opinión pública a los que ha servido fielmente durante tanto tiempo descolgándose con unas jugosas confesiones.

    Al comentario no exento de cierto amable reproche del entrevistador de “usted parece el periodista que huye de la actualidad porque ya no la soporta”, responde: “Para hacer este trabajo hay que tener fe (y yo la estaba perdiendo)”. Respuesta con la que le da la razón en parte, reconociendo que ya no soporta la actualidad, y razonando el motivo de su incomodidad personal de tener que salir todos los días a la palestra con un "escepticismo excesivo".

    Con eso ya está dicho todo: el trabajo del periodista es defender la realidad, la actualidad como él dice. Su labor improbus consiste en sostener que la actualidad es la verdad, y para eso hace falta mucha fe porque si la actualidad fuera verdad se sostendría por sí misma ella sola y no necesitaría de la periódica charlatanería impresa y expresa de los reporteros que dé cumplida cuenta de ella. 


    El sano escepticismo o falta de fe hace que a uno le entre el gusanillo de la duda, la duda razonable que, a su vez, hace que uno se sienta incómodo con su trabajo y de algún modo empachado, como sostenía en declaraciones a otro medio: “Me retiro de este territorio a petición propia porque deseo dejar de hacer comentarios y análisis políticos. (…) El problema es que estoy empachado. Sé defender mis opiniones, pero cada vez me cuesta más tenerlas”. 

    Reconoce el afamado comentarista político que tiene, como todo hijo de vecino, sus opiniones particulares, pero cada vez le cuesta más “tenerlas”, es decir, albergarlas y asumirlas como propias, como si la razón común que le asiste a él como nos asiste a todos le estuviera liberando de la necesidad de defender a capa y espada lo menos común que tenemos, nuestras convicciones, dentro de lo común que es que cada cual tenga sus propias opiniones. Por eso reconoce, confidencialmente: “Para asomarse día a día hacen falta unas fuerzas que ya no tengo y una fe que flaquea. No quiero ser el cenizo pesimista de las 8:30. Antes de que se apague la luz, prefiero iluminar otros rincones”.

    Es una lástima que el desengaño, por así llamarlo, les llegue a las personas a una edad tan avanzada, que necesitemos tantos años, setenta y ocho en su caso, para que, como él dice, nos flaquee la fe, para que la obesa mórbida que es esa virtud teologal se nos quede en los puros y desnudos huesos. Pero así como no hay razones para el optimismo, tampoco debe haberlas para el pesimismo ceniciento. 


    Facta non uerba (hechos, no palabras) dice el proverbio clásico, pero no hay facta sin uerba, no hay actualidad sin un periodismo que la sostenga. La actualidad no deja de ser una de las hipóstasis de la eternidad, al igual que los bancos son la hipóstasis del capitalismo. Y el hecho de que los hechos, valga la redundancia, necesiten palabras muestra de alguna manera su vulnerabilidad e inconsistencia, y revela que quizá no estén tan hechos como parece a simple vista. Tal vez los hechos no estén tan hechos como su nombre indica, o "hacidos", como diría un niño que está aprendiendo a hablar. Acaso no estén tan hechos como para que, a falta de palabras que los justifiquen, no puedan deshacerse. Esto último no está garantizado por nada ni por nadie, desde luego. Pero por eso mismo puede merecer la pena intentarlo, por si acaso.

viernes, 25 de diciembre de 2020

¿Acto de amor al prójimo?

La portada del número correspondiente a la semana del 23 diciembre de 2020 de la revista alemana Stern, cuyo nombre, emparentado con el inglés star, significa “estrella”, con su característico asteroide blanco de seis puntas irregulares sobre fondo rojo que parece iluminarnos como si fuera la estrella de Belén, no tiene precio por el servicio de propaganda que le presta al Régimen ni tampoco ningún desperdicio por la significativa manipulación del motivo tradicional navideño que representa: la adoración de los Reyes Magos al Niño Jesús recién nacido en el portal de Belén. 
 
Fijémonos en el detalle gráfico más destacado: lo que le ofrecen sus majestades al niño que está en la cuna no son los dones tradicionales de oro, incienso y mirra, sino un frasco enorme que contiene, por lo que puede leerse allí, cinco dosis de la vacuna, pero no de una cualquiera, por cierto, de las muchas que hay en el mercado, sino en concreto la Pfizer-BioNTEch COVID19... 
 

No se pierda de vista el elocuente cofre repleto de monedas de oro que hay debajo de ella. 
 
Parece, más que una portada de una revista presuntamente seria, una página de publicidad gratuita de la industria farmacéutica. Pero más significativo desde mi punto de vista, aparte del atentado gráfico y de mal gusto de representar la adoración de los magos ofreciéndole al Salvador la salvación a través de la inyección de una vacuna innecesaria, lo que para algunos cristianos no dejará de ser una irreverencia cuando no una auténtica blasfemia, es el texto que figura sobre la imagen debajo de los benévolos angelotes que contemplan la escena sin escandalizarse. Puede leerse en grandes letras mayúsculas la palabra alemana IMPFEN, esto es, la vacuna o la vacunación, y debajo la siguiente aseveración categórica: ein Akt der Nächstenliebe que viene a significar en nuestra lengua, nada más y nada menos que: “un acto de amor al prójimo”. 
 
Quiere presentar así el semanario alemán la campaña de inoculación o introducción en el organismo de la sustancia que contiene los gérmenes de la enfermedad que se quiere combatir, cuyo pistoletazo de salida se dará previsiblemente en las Españas el domingo que viene, como una muestra de caridad cristiana o de acción solidaria, un acto altruista de amor a la humanidad promovido por el empresario multimillonario y filántropo que tanto se ha enriquecido con su compañía tecnológica multinacional de la que no voy a hacer mención y que ama tanto a la humanidad que, como un moderno Cristo redentor, quiere salvar no ya su alma inmortal, quizá condenada acaso para siempre a pudrirse en los infiernos de Pedro Botero, sino su cuerpo, que acabarán devorando inevitable- e inmisericordemente los gusanos sin embargo. 
 
 
Por su parte, el humilde periódico digital de Cantabria eldiariocantabria.es insiste en la misma línea ofreciendo este bochornoso titular que da vergüenza ajena hasta leerlo y no digamos reproducirlo por escrito: Cantabria comenzará la vacunación contra el COVID-19 en residencias el próximo domingo, el mejor regalo de Navidad. Destaca, claro está, no ya la información para que nos enteremos de un hecho futuro -obsérvese la contradicción en los términos que utilizo adrede y que no quiero que pase desapercibida, entre “hecho” -algo pasado- y “futuro” -algo que va a ser, quizá, pero que en todo caso todavía no es y que no ha pasado-, sino la aposición explicativa y literaria a “vacunación”, a saber, “el mejor regalo de Navidad”. Les faltó tiempo y espacio para añadir que “nos traerán sus majestades los Reyes Magos de Oriente”. 
 
Se quiere presentar este jeringuillazo masivo, ya que no totalitario, como un regalo solidario y amoroso, de ayuda desinteresada a los demás, a los que hacemos el bien prestándoles nuestra supuesta inmunidad y tendiéndoles la mano -figuradamente, claro, no vaya a ser que las tengamos sucias y contaminadas-, a los que protegemos misericordiosamente, cuando en realidad es un acto no poco egoísta que persigue únicamente la inmunidad  personal, no garantizada sin embargo por los fabricantes, del individuo vacunado que se salva así de la quema con la mala conciencia tranquila. 

Se argumenta que cuanta más gente se vacune, antes se conseguirá la inmunidad colectiva de rebaño, por lo que cada vacuna individual sería como el granito de arena colaborativa que pone cada cual en esa inmensa tarea... lo que es esencialmente falso. Lo único que se consigue con el protocolo de la vacunación es la configuración del rebaño, pero no está asegurada en modo alguno la inmunidad, para lo que sería preciso exponerse al virus y desarrollar las defensas propias del sistema inmunitario. Al parecer, además,  la vacuna no protege de la enfermedad infecciosa, sino que solamente atenúa sus síntomas, por lo que el vacunado puede seguir contagiando a la gente a su pesar y a pesar del relato oficial que imponen los medios de formación de la opinión pública y manipulación.
 
Volviendo a la portada de esta semana de Stern, parece, más que una cubierta de una revista seria, una página de publicidad de la industria farmacéutica. 
 
  
Y en cuanto a nuestro diario digital provinciano, también allí se lee, lo que faltaba, que la policía y el ejército actuarán en misión farmacológica, siendo los garantes de que los efectivos lleguen a su destino: «Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado para asegurar que las vacunas llegan en perfecto estado». 
 
En el grueso de la noticia, subrayado en rojo para que salte enseguida a la vista, puede leerse la siguiente amenaza: Quedarán registradas en el sistema nacional aquellas personas que manifiesten que no quieran vacunarse. Y nos remite a unas declaraciones de la Ministra de Hacienda y portavoz del Gobierno, que defiende la decisión del Ministerio de Sanidad de “registrar en la base de datos a las personas que se nieguen a ponérsela” argumentando que es algo que se hace desde siempre, y que por lo tanto no debería escandalizarnos porque si siempre se ha hecho significa que estará bien hecho, comparando este registro con la cartilla de vacunación con la que cuentan todos los ciudadanos desde la edad infantil. 
 

 
Al parecer la señora ministra ha dicho: «Tener la cartilla de vacunación permite en cada momento, bien a través de ese documento o bien a través de la historia clínica, que cualquier profesional tenga constancia de que esa persona se ha sometido a esa vacuna, medicamento o tratamiento para hacer una mejor vigilancia de su estado de salud». El problema viene porque el registro que se va a hacer, y que "siempre" se ha hecho según la ministra, no es sólo de las personas vacunadas para hacer un seguimiento de su evolución, sino de las que rechazan la vacuna, lo que pone en entredicho la cacareada ley de protección de datos individuales. 
 
El periodismo independiente, si ha existido alguna vez, ha muerto. Ni en el ejemplo alemán ni en el hispánico que hemos analizado, se está dando una muestra de neutralidad y objetividad informativa, sino todo lo contrario; se está haciendo un claro ejercicio de partidismo demagógico en pro de la política sanitaria farmacológica de los gobiernos de España y de Alemania.

lunes, 3 de agosto de 2020

"¡Vosotros, periodistas, sois los terroristas!"

El terrorismo es el cuento de la vieja que se inventa el Gobierno, cualquier gobierno, para meternos el miedo en el cuerpo y gobernarnos, ya que no hay más terrorismo que el terrorismo de Estado: que el miedo que nos infunden los medios de formación de la opinión pública -que son el cuarto poder, que se une a los tres tradicionales del Estado: legislativo, ejecutivo y judicial-  últimamente sobre todo con virus asesinos y pandemias, anteriormente con grupos armados terroristas, subversiones, asesinos en serie, violencias de todo género, fundamentalistas de cualquier fe y peligros indefinidos varios. Los que velan supuestamente por nuestra seguridad, o sea, nuestros Gobiernos, a los que se les llena la boca con palabras como esa de “seguridad”, "salud pública", "sanidad", son los que crean los problemas que dicen querer resolver, para justificar su trabajo. 


Enfermedades, violencias de género motivadas por la educación recibida, guerras que ya no se llaman así porque están camufladas de misiones humanitarias y caritativas, robos en los hogares, en las calles y en los propios bancos –los banqueros han resultado ser los mayores atracadores del banco-, accidentes de tráfico en serie en las autopistas y carreteras, todos esos problemas los crea el Gobierno para justificar su existencia y afán de poder resolverlos… Así que los gobiernos no son la solución de esos problemas que ellos mismos plantean, sino la parte más importante del problema. Salta a la vista no sólo que sean incapaces de resolver los problemas que generan, sino que los han creado para justificar su existencia intentando resolverlos y son la coartada perfecta que les da a ellos carta de naturaleza. 


¿Qué pasaría si no hubiera gobierno? ¿El caos, la anarquía? No, amigos míos: el caos y la anarquía es lo que pasa ahora, lo que hay ahora. El caos y la anarquía son el resultado de la acción del gobierno y de la gobernanza. No sabemos lo que pasaría si no hubiera gobiernos, pero sabemos lo que pasa ahora que los hay repartidos a lo largo y ancho de todo el globo terráqueo.


La historia de la humanidad no es más que una gigantesca tomadura de pelo y una descomunal rechifla. Y la realidad no es más que lo que bajo ese nombre nos venden ellos, nuestros democráticos gobernantes todos los días por la televisión, la radio, los periódicos y la todopoderosa Red que nos enreda con sus fake news y sus redes y retículas sociales, auténticas telas de araña.

Por cierto, conviene deshacer aquí el siguiente entuerto: no hay unas noticias verdaderas y otras que no lo sean y que por lo tanto sean falsas, o fake news como dicen los angloparlantes, es decir, los que hablan la lengua del Imperio, no: todas las noticias son falsas porque versan sobre la realidad, y la realidad, siendo real como es, no deja de ser esencialmente falsa y mentirosa como ella sola. Conviene aclararlo, para que nadie se llame a engaño. There are not unfake news, all news are fake news. Ellos crean los problemas, ellos -habitualmente el Ministerio de Interior y el de Justicia, y específicamente por su rabiosa actualidad el Ministerio de Sanidad- han inventado el terrorismo y su enaltecimiento, que no es más que la violencia del propio sistema que produce el Estado, que es lo que existe, como Dios antaño, sobre el pueblo, que es lo que está vivo, lo que vive por debajo y lo que el Estado pretende aniquilar. 

"¡Vosotros, periodistas, sois los terroristas!". No se trata de matar al mensajero cuando trae malas noticias, porque el mensajero no es responsable de las noticias que trae, pero el mensajero crea el mensaje y cuando el objeto de ese mensaje es sembrar el pánico dando por cierto algo que no lo es, aunque sea real, está practicando el terrorismo informativo, es decir, suministrando unas informaciones cuyo objetivo es fomentar el terror  entre la población. El periodista es como el paradójico bombero pirómano, es decir aquel que se dedica a apagar los fuegos que él mismo provoca, aquel que, por lo tanto, provoca los incendios a fin de sofocarlos.

El terrorismo tradicional siempre tiene la necesidad de que el resultado de sus acciones aparezca en la primera página del periódico, lo que también hay que verlo al revés: la primera página del periódico tiene la necesidad del terrorismo, y por lo tanto el primero necesita a los medios para su propagación y los medios al terrorismo que justifica su existencia. La información de noticias terroristas constituye lo que podríamos denominar terrorismo informativo.

A lo largo de la historia humana ha habido muchos miedos: el temor de Dios o al Demonio con su apocalíptico juicio final que decidirá la salvación o la condena de los mortales, el miedo al Otro  y a lo que hay de otro en uno mismo, y el miedo del varón a la Mujer, el llamado "metus cunni", que en la actualidad subsisten bajo otras manifestaciones: xenofobia, miedo al cambio climático, miedo al virus coronado, miedo a las armas de destrucción masiva, miedo al desplome de la economía mundial, miedo al fin del mundo... En realidad miedo a lo desconocido, cuando es a lo conocido a lo que deberíamos temer.