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sábado, 5 de noviembre de 2022

Giornalista terrorista!

    Informaba el jueves pasado 3 de noviembre el rotativo italiano La Repubblica, uno de los más leídos en ese país, que los médicos italianos que habían sido suspendidos de empleo y sueldo por no haberse inoculado -me resisto a decir 'vacunado' como si se tratara de una vacuna consabida- contra el síndrome del virus coronado, -decía que de un total de cuatrocientos cincuenta mil habían sido menos de cuatro mil las batas blancas no inoculadas, que parece poco: podía haber dicho más de tres mil, y parecería algo más- se reincorporaban ahora al trabajo, y les preguntaba a sus lectores si se fiaban de ellos, sembrando con la misma pregunta cuando menos la desconfianza. Afirmaba que muchos colegas médicos no se fiaban de ellos y que los acusaban “di comportamento antiscientifico”, con lo que de paso el propio periódico dejaba recaer sobre ellos, como el que no quiere la cosa pero es lo que pretende, un idéntico reproche.

    La pregunta que les formulaba exactamente a sus lectores era: ¿Os fiaríais si vuestro médico no estuviese “vax”, ridículo anglicismo por “vacunado”? 

     Lo primero que hay que decir al respecto es que parece mentira que haya sido necesario un gobierno “fascista” como el actual de la señora Meloni para readmitir, siquiera momentáneamente, a las batas blancas expulsadas de los hospitales por no haberse sometido a la inoculación experimental tras dos años ominosos de represión y apartheid "democrático" motivado por la aberración que en la Italia de Dante se llamó el “green pass” con anglicismo flagrante, aplicándoseles la misma lógica que a los profesores que no habían sucumbido al vergonzoso chantaje del Estado.

    El periódico se esconde detrás de la palabra “ciencia” dando a entender que la segregación ha sido una medida "científica" y tachan de “anticientíficos” y excomulgan de la Iglesia de la Ciencia a los no inoculados poniéndolos en la picota. Se hace un mal uso de las palabras “ciencia” y “vacuna” cuando se dice que las inoculaciones son “vacunas” definidas por la “ciencia” como seguras y eficaces más allá de toda duda razonable, cuando es esa supuesta razón lo que hay que poner en duda y cuando es palpable no que sea una mentira lo de “safe and effective” sino que son dos mentiras, cada cual más gorda. 

 

    El periódico les cuelga el sambenito de “no-vax” como si fueran apestados por no haberse sometido cual cobayas de laboratorio a una inoculación sin fin -ya van por la cuarta dosis que es la que sigue a la tercera y precede a la quinta- que, además de innecesaria, ha resultado contraproducente y está resultando perjudicial habida cuenta de sus cada vez más numerosos efectos adversos.

    La reflexión que se impone es que sin periodistas/terroristas cómplices que siguen metiendo miedo a sus lectores a través de una propaganda machacona contra unos profesionales que son presentados como herejes de la Ciencia, como médicos de serie B de los que hay que, al menos, desconfiar, sin ellos, así como sin políticos de uno y otro signo vendidos a la codicia insaciable de la industria farmacéutica, nunca habría sido posible esto.

    Yo me fiaría personalmente más de un médico que no se hubiera prestado al experimento, y muy poco o casi nada de uno que hubiera aconsejado a sus pacientes someterse a la inoculación. Y muchísimo menos de uno que opina que es un deber deontológico y que debería ser obligatorio “por las buenas o por las malas, por lo civil o por lo militar” como dijo un caudillo autonómico muy conocido por estos pagos.

   
    Es verdad que "vacunado" no es sinónimo de "mal médico", así como "no vacunado" no es tampoco sinónimo de "buen médico". No podemos caer en maniqueísmos simplistas y simplones. Lo que cuenta más no son las elecciones personales que un galeno hace respecto a sí mismo, que pueden estar motivadas por la necesidad de conservar el sueldo y el empleo o por una credulidad bastante ingenua, sino cómo trata a sus propios pacientes, y cómo les aconseja o desaconseja someterse a experimentos genéticos que son innecesarios y además no poco peligrosos.

martes, 25 de enero de 2022

¿Quién cree en el periodismo?

    En el santoral laico ayer, 24 de enero, se celebró la efeméride del día del periodista. La AMI (Asociación de Medios de Información) publicó la siguiente publicidad, valga la redundancia, para propaganda bajo el título de “Gracias por mantenernos bien informados” y con el hashtag de índole religiosa #CreemosEnElPeriodismo, que presenta el Periodismo, con mayúscula honorífica, como un artículo de fe en el que al parecer la gente, escéptica por naturaleza, cree a pie juntillas. 

    Así dice el comunicado publicitario de la susodicha Asociación de medios de masificación, o sea de conversión de la gente en masas amorfas: “En los dos últimos años, nuestros periodistas han cumplido con su compromiso con la sociedad con seriedad y entrega, contrastando las informaciones y evitando excesos en momentos de extraordinaria incertidumbre. Gracias por vuestro trabajo.”


     La alusión a los dos últimos años es, obviamente, una referencia a la pandemia. Afirmar que los periodistas han cumplido con su compromiso con la sociedad con seriedad y entrega no es decir nada, si no se especifica en qué consiste ese compromiso al que con tanta seriedad se han volcado. La excelente labor de los periodistas durante la pandemia, salvo muy honrosas excepciones prácticamente inexistentes, ha sido la creación y sostenimiento de dicha pandemia. No han contrastado las informaciones, no han practicado un periodismo independiente y crítico, y no han evitado los excesos, sino todo lo contrario, los han provocado "en unos momentos de extraordinaria incertidumbre", que ellos mismos han propiciado, generando lo que se ha dado en llamar 'terrorismo informativo', hasta el punto de que puede corearse sin ninguna hipérbole el mote 'vosotros, periodistas, sois los terroristas'.
 
La 'excelente labor de los periodistas durante la pandemia', según El Roto.
 

    No hay que agradecer un trabajo que sólo ha servido para consolidar el terrorismo de la crisis sanitaria que impusieron al mundo la Organización Mundial de la Salud, por señalar en primera instancia al principal responsable, y demás organismos internacionales que están en la mente de todo el mundo, secundados rápidamente por la mayoría de los gobiernos tanto de derechas como de izquierdas que entraron en pánico.

    No hay que agradecerles nada a los periodistas: salvo que, horros de sentido crítico y de profesionalidad, han practicado a mansalva el terrorismo informativo convirtiéndose en la voz sumisa y obediente de su Amo. 

    En El periodismo como sostén de la realidad escribíamos:   Facta non uerba (hechos, no palabras) dice el proverbio clásico, pero no hay facta sin uerba, no hay actualidad sin un periodismo que la sostenga. La actualidad no deja de ser una de las hipóstasis de la eternidad, al igual que los bancos son la hipóstasis del capitalismo. Y el hecho de que los hechos, valga la redundancia, necesiten palabras muestra de alguna manera su vulnerabilidad e inconsistencia, y revela que quizá no estén tan hechos como parecen a simple vista. 

    No, no vamos a salir a las ventanas y balcones a aplaudirles a las ocho de la tarde en reconocimiento de su labor profesional como gratitud. No tenemos nada que agradecerles. Y sí mucho, muchísimo, que reprocharles: todo.

domingo, 18 de julio de 2021

Periodistas, terroristas.

    Un vídeo del Gobierno de Australia de 30 segundos, que puede herir la sensibilidad del público, alerta sobre la severa peligrosidad de la Covid-19. Una mujer joven se asfixia pese a los dos tubos de oxígeno en la nariz para respirar, y nos mira aterrada como diciéndonos: "Me estoy muriendo". A continuación se lee, en la lengua del Imperio: COVID-19 CAN AFFECT ANYONE, o sea que LA ENFERMEDAD DEL VIRUS CORONADO COSECHA DE CRIANZA 2019 PUEDE AFECTAR, por si no nos hubiéramos enterado, A CUALQUIERA. Nadie está libre de contraerla y, no sólo eso, no está libre ni Dios de contagiarla.

    Se oye de fondo la dificultosa respiración de la joven. Y, acto seguido, aparecen las consabidas consignas gubernamentales que quieren salvarnos la vida matándonos, es decir, haciéndonosla imposible y más difícil de lo que es: Stay home (Quédate y púdrete en casa), Get tested (Hazte la prueba, chequéate), Book your vaccination (Reserva tu inyección letal).

 

    El mensaje terrorista ha sido autorizado por el Gobierno australiano de Canberra, como parte de su campaña de agitación y propaganda, en realidad se trata de terrorismo de Estado, pero podía ser de casi cualquier otro país del globo terráqueo, empeñados como están todos los gobiernos del signo político que sean en aterrorizar a la población en esta guerra por la gobernanza mundial que han emprendido de hacernos mal por nuestro propio bien reforzando el poder del binomio Estado y Capital.

    ¡Qué tiempos aquellos en que un periódico serio como The Times escribía en un artículo editorial en 1854 sin que nadie se rasgase las vestiduras: "We prefer to take our chance with cholera than be bullied into health" (Preferimos arriesgarnos con el cólera que ser intimidados por la salud)! Imaginemos el escándalo que supondría que dijese algún periódico ahora: Preferimos tentar a la suerte con la Covid-19 que vivir acojonados con consignas sanitarias.

Fotograma del vídeo del Gobierno australiano que incita irresponsablemente a la vacunación.

    El caso es que a uno de nuestros flamantes plumíferos académicos, Arturo Pérez-Reverte, escritor cuya obra literaria desconozco -sólo he leído de él algunos artículos en los que destaca el uso gracioso que hace del lenguaje popular y coloquial, y poco más- le ha salido la vena periodística y por lo tanto terrorista y comenta en un tuite o pío-pío de esos que saca en sus redes sociales a propósito del susodicho vídeo: “Que es muy duro el video, dicen algunos, horrorizados. Pues claro que es duro. Para eso lo hicieron los australianos, para horrorizar y concienciar a los irresponsables y los tontos. Y justo por eso debería verlo todo el mundo”.

    Subrayo dos cosas que no entiendo: cómo reconoce que los australianos -se refiere al gobierno confundiéndolo con el pueblo- hicieron el video para “horrorizar” y “concienciar”, equiparando significativamente ambos términos como si tomar conciencia de algo  supusiese estar atemorizado, “a los irresponsables y los tontos”, volviendo a equiparar dos palabras que no son equiparables. Y finalmente añade que todo el mundo debería verlo, se supone que para horrorizarse, más de lo que a estas alturas estamos ya, y concienciarse permaneciendo en su casita bien encerrado, sometiéndose a las pruebas de Reacción en Cadena a la Polimerasa y demás análisis, ahora disponibles en farmacias a módicos precios, y correr pronto a vacunarse... Olvida el insigne plumífero que si el miedo es mal consejero, como dice el dicho popular, el horror sería terrorífico.



     Aterrorizar no es forma de concienciar a nadie, pero sí de gobernar con coacción. El miedo y la mentira son las dos grandes armas del Poder para impedir vivir a la gente su vida, inculcándoles el temor a la muerte que la envenena y haciendo que, como diría el académico, se caguen por las patas abajo. De ahí que corran despavoridos a comprar papel higiénico a los supermercados agotando las existencias. Vivir con miedo, en eso consiste ser esclavos, como decía el otro.

    Imagino que nuestro flamante académico se habrá inoculado a estas alturas, y no con una sola dosis, sino con las dos reglamentarias, como el presentador de televisión que en otro pío-pío de esos confesó el otro día, compungido: “Tras haber esquivado las cuatro primeras olas. Tras haber pasado más de un año trabajando casi todos los días y sin contagios. Tras haberme vacunado de la primera y segunda dosis. Esta semana he dado positivo en Covid. Y lo que es peor, parte de mi familia también”. 


     El cociente intelectual del presentador de “Todo es mentira” no ve la relación que hay entre lo uno y lo otro. El pasado mes de junio se inyectó la primera dosis, y no fue algo privado concerniente solo a su historial médico, sino que lo retransmitió públicamente en vivo y en directo por la tele para dar ejemplo a los telespectadores. Hace poco se ha puesto la segunda dosis y ahora ¡toma virus! Me recuerda mucho a una vecina que se vacunó contra la gripe por primera vez en su vida, pilló un trancazo descomunal que estuvo a punto de arrastrarla al otro barrio, y comentó: "¡Menos mal que estaba vacunada, que si no llego a estarlo...!"  No sabemos lo que hubiera pasado si no llega a estar vacunada. Eso no lo sabe nadie, ni Dios padre. Lo que sí sabemos es lo que le pasó estándolo.

    Claro que la estúpida lógica para encefalogramas planos que hay detrás de todo esto es muy sencilla: Si la inoculación tiene efectos secundarios: “Es normal que te escueza un poco y te dé algo de fiebre y que...” Si hay contagio tras la primera dosis: "Solo tenía una dosis y no estaba inmunizado todavía". Si se contagia tras la segunda: "Es que no habían pasado dos semanas". Si ya habían pasado dos semanas: "Es que la vacuna es para que no sea grave". Si es grave: "Es que es para que no se muera". Si se muere: "Es que no protege 100%. No hay nada cien por cien definitivo”.

lunes, 26 de abril de 2021

Terrorismo

 


terrorismo (según el diccionario de la lengua española de la Real Academia Española)

1. m. Dominación por el terror.

2. m. Sucesión de actos de violencia ejecutados para infundir terror.

3. m. Actuación criminal de bandas organizadas, que, reiteradamente y por lo común de modo indiscriminado, pretende crear alarma social con fines políticos.

oOo

La definición de terrorismo debe incluir

 tanto a quien infunde el terror

 como a quien, una vez infundido, lo difunde: 

los mass media, en la lengua del Imperio. 

 

miércoles, 24 de febrero de 2021

INTVS EST HOSTIS

La guerra antiterrorista que inició el Imperio contra el yijadismo islámico a raíz del 11 de septiembre de 2001, bajo la égida del señor George Bush, creo que se llamaba, apoyada por varios miembros de la OTAN/NATO y otros aliados, tenía como objetivo acabar con el terrorismo internacional eliminando los grupúsculos y grupos terroristas extranjeros. La Guerra, que es el padre de todo según Heraclito,  o mejor la madre en nuestra lengua, no ha concluido aún. El terror que inspira tampoco. Sin embargo los enemigos han cambiado.

Veinte años después, instalados ya en la Nueva Normalidad, sigue la guerra contra el terror, pero el objetivo ya no es tanto exterior o extranjero como interior y nacional.

La primera catilinaria, Maccari (1880)

Me vienen a las mientes ahora unos latines de Cicerón, donde denunciaba la conjuración o conspiración -palabra prohibida en nuestros días- de Catilina según creo recordar, muy apropiados al caso: domesticum bellum manet, intus insidiae sunt, intus inclusum periculum est, intus est hostis: La guerra intestina permanece, dentro está la celada, dentro está agazapado el peligro, dentro está el enemigo público. Parece que ahora los servicios secretos consideran que, efectivamente, el enemigo público, en el sentido latino del término hostis, y no en el de inimicus, que es el enemigo personal, está dentro del sistema. 

Algo de eso empezó a sospecharse cuando en la fase anterior de la lucha antiterrorista se veía que muchos guerrilleros islámicos eran ciudadanos europeos, nacidos, criados y educados en el viejo continente, y no talibanes de Afganistán o de remotos países del mundo oriental de Las mil y una noches... Y ahora se ve mucho más claramente porque, en rigor, nada queda ya fuera del sistema. 

En la situación actual el enemigo es el virus invisible a simple vista. Se precisa una fe de carbonero en el microscopio electrónico para creer que lo que vemos a través de él es el virus causante de una enfermedad que produce síntomas muy parecidos a los de la influenza o gripe común, y en la mayoría de los caos ningún síntoma, creando la categoría peligrosa por lo contagiosa del enfermo asintomático, es decir, que no tiene ningún síntoma aparente de ninguna enfermedad y que, por lo tanto, no sabe que está malo y que, sin embargo, es un peligroso contagiador que hay que neutralizar.

Un sistema mundial hegemónico como es el capitalismo global, adoptado ya hasta por el comunismo chino, no tiene enemigos externos, dado que no hay ningún territorio geográfico que quede fuera del dominio del capital, sino enemigos internos que son, en primer término los que critican esa dominación y, contrarios a ella, se enfrentan no a la globalización, porque ya no es un proyecto, sino al sistema globalizado, que es  un hecho, y critican su ideología anideológica, es decir, valga la contradicción, su ideología carente de ideología. 


¿Dónde está el enemigo? Pues está, por ejemplo, en aquellos grupos o personas que protestan airadamente contra las restricciones sanitarias con motivo de la pandemia inventada y declarada por la Organización Mundial de la Salud o contra la brutalidad policial del Estado o contra los resultados de las elecciones norteamericanas, que se tachan de fraudulentos, y otras “narrativas falsas”, como pueden ser la existencia del Estado Profundo, de la inmunidad natural de rebaño, del cambio climático,  del sexo biológico... Los enemigos son los disidentes, los radicales, los científicos críticos que están contra la ciencia oficial, los extremistas, los que siembran el discurso del odio...

Por lo que respecta a la dictadura sanitaria que padecemos en nuestros regímenes democráticos, a la pregunta inglesa de Who is the guilty? (¿Quién es el culpable?) o Who is the impostor?, la respuesta es evidente y resplandece, sólo hay que abandonar la entonación interrogativa y se responde por sí sola: WHO is the guilty o the impostor: WHO, es decir, la World Health Organization, o entre nosotros la Organización Mundial de la Salud. Sin embargo, afirmar esto va a ser tachado de terrorista. ¿Cómo puede alguien criticar a una asociación tan venerable como esa? Y ¿Cómo puede una organización que se dice sanitaria y saludable atentar contra la salud mundial?

El enemigo es la desinformación y las teorías de la conspiración o de la conjuración. Y volvemos otra vez al viejo Cicerón y a su De coniuratione Catilinae, que se leía cuando yo estudiaba bachillerato y se leía algo de latín en versión original: Resulta que ahora los que denuncian la conjuración y no los conjurados son los conspiracionistas... O tempora, o mores!

domingo, 9 de agosto de 2020

Terrorismo informativo

Titulares terroristas de la prensa escrita: La pandemia se desboca: España bate récord con 1.895 contagios en un día. La cifra real de nuevos infectados en realidad es mucho peor porque Aragón, la comunidad más afectada, no ha comunicado datos por problemas técnicos. Sanidad suma a las estadísticas 4.507 positivos en las últimas horas. La pandemia en España se ha desbocado en los últimos días. Los cerca de 600 rebrotes activos están llevando al país a datos de finales de abril, a cifras de pleno confinamiento. Un día más, España volvió a batir su propio récord de la 'nueva normalidad' con 1.895 contagios con fecha de diagnóstico en las últimas 24 horas, etcétera, etcétera, etcétera... 
 
Algunas consideraciones: Los tests se multiplican en número creciente cada día que pasa, cuando hoy ya son completamente inútiles. Recuérdese cómo en este país de María Santísima allá por la primavera, cuando la epidemia causaba estragos en medio de la encerrona a la que nos sometieron en su fase más aguda, que era paradójicamente la más grave, se consideraban inútiles tanto las mascarillas como los tests a que ahora nos obligan. Sin embargo a día de la fecha, en plena canícula veraniega, cuando la epidemia ha hecho mutis por el foro, las mascarillas -esas retículas por las que entran y salen sin ningún problema como Perico por su casa los virus coronados, tan diminutos ellos como invisibles a nuestros ojos- ya no son inútiles e ineficaces, sino, por el contrario y paradójicamente, indispensables y obligatorias, incluso en los espacios exteriores al aire libre donde se podría respirar a pleno pulmón.
 
 Fotografía de  Gabriel Pérez-Juana
 
Y las cifras de los tests de PCR, que se hacen ahora a diestro y siniestro, cuando ya pasó lo peor, y que arrojan resultados positivos, no distinguen el virus muerto del vivo -si tiene algún sentido hablar de “vivo” y “muerto” a propósito de virus- y se presentan como si fueran los fallecidos de esta primavera, reactivando el motor del miedo. Es absurdo. Incoherente. 
 
Véase a título de ejemplo este titular alarmista de un periódico provinciano de campanario como es El Diario Montañés, el decano de la prensa montañesa que se decía antaño, de ayer mismo, 8 de agosto de 2020: La pandemia se desboca: España bate récord con 1.895 contagios en un día. 
Preguntémosle a ese titular y a ese periódico terrorista: -¿Pandemia? ¿Qué pandemia? ¿Dónde está ya esa señora que se desboca cual yegua desenfrenada que yo no la veo? 
-¿Qué récord es ese que bate España de 1.895 contagios en las últimas 14 horas? ¿Contagios de qué, de un virus que ya no está activo o que, si lo está, lo está tan poco que no se nota si no es mediante esa prueba? Obviamente, cuantos más pruebas PCR se realicen más resultados habrá, tanto positivos como negativos. Pero ¿tienen algún sentido realizar ahora que ya ha pasado todo tantas y tantas pruebas como se hacen a diario para que al día siguiente aparezcan las cifras en los titulares de los periódicos del régimen?
 
Sí, claro que tiene algún sentido: aterrorizar a la población, seguir haciendo que cunda el pánico, que no decaiga entre la gente, especialmente entre la juventud, divino tesoro, que cantó Rubén, que se va para no volver. Que cunda el miedo a la muerte que a todos nos aguarda tarde o temprano. 
 
La paradoja es que no hay ninguna progresión en la epidemia, que todos los virólogos dan por finiquitada, pero cuantas más pruebas se realizan más resultados positivos se obtendrán.
 
Claro está que el terrorismo informativo que aquí denunciamos es, en último extremo, un terrorismo de Estado perpetrado por las autoridades sanitarias que ordenan hacer dichas pruebas de Reacción en Cadena a la Polimerasa (RCP) o PCR (Polymerase Chain Reaction) en la lengua del Imperio. La prensa, al fin y al cabo, no se inventa la realización y resultados de dichas pruebas; se limita a informar de ello. Vienen aquí a cuento aquellos hendecasílabos de la rima de Bécquer: ¿Quién me dio la noticia?... Un fiel amigo... / Me hacía un gran favor... Le di las gracias.
 
 Un delirio colectivo en el sentido patológico de la expresión se ha apoderado de una parte significativa de la gente. Al principio fueron los dirigentes políticos y a rebufo de ellos los responsables de los medios de comunicación y los periodistas, lo que ha acabado contagiando y contaminando a una proporción cada vez mayor de personas. 
 
Cuando hay un delirio colectivo, las llamadas a la calma y a la razón no sirven para nada. Es la histeria lo que reina, el delirium tremens. La temática de este delirio colectivo, de esta segunda ola que ya nos invade y que se ha adelantado al invierno y al otoño, es la peligrosidad extrema de un virus desarmado e inofensivo en la actualidad. Pero eso, que es lo que está delante de nuestros propios ojos y narices, no se ve: vemos las ideas terroríficas -un amasijo de imágenes y palabras revueltas con ellas- que, a modo de vendas, no nos dejan ver; vemos, de cara a la pared y de espaldas a la realidad, las sombras proyectadas en nuestras macro- y micropantallas, instalados como estamos en la caverna mediática platónica. 
 
No estamos muertos todavía, sino cagados literalmente de miedo, lo que a lo mejor explica el acopio de papel higiénico, que vuelve a escasear en las estanterías de los supermercados.

lunes, 3 de agosto de 2020

"¡Vosotros, periodistas, sois los terroristas!"

El terrorismo es el cuento de la vieja que se inventa el Gobierno, cualquier gobierno, para meternos el miedo en el cuerpo y gobernarnos, ya que no hay más terrorismo que el terrorismo de Estado: que el miedo que nos infunden los medios de formación de la opinión pública -que son el cuarto poder, que se une a los tres tradicionales del Estado: legislativo, ejecutivo y judicial-  últimamente sobre todo con virus asesinos y pandemias, anteriormente con grupos armados terroristas, subversiones, asesinos en serie, violencias de todo género, fundamentalistas de cualquier fe y peligros indefinidos varios. Los que velan supuestamente por nuestra seguridad, o sea, nuestros Gobiernos, a los que se les llena la boca con palabras como esa de “seguridad”, "salud pública", "sanidad", son los que crean los problemas que dicen querer resolver, para justificar su trabajo. 


Enfermedades, violencias de género motivadas por la educación recibida, guerras que ya no se llaman así porque están camufladas de misiones humanitarias y caritativas, robos en los hogares, en las calles y en los propios bancos –los banqueros han resultado ser los mayores atracadores del banco-, accidentes de tráfico en serie en las autopistas y carreteras, todos esos problemas los crea el Gobierno para justificar su existencia y afán de poder resolverlos… Así que los gobiernos no son la solución de esos problemas que ellos mismos plantean, sino la parte más importante del problema. Salta a la vista no sólo que sean incapaces de resolver los problemas que generan, sino que los han creado para justificar su existencia intentando resolverlos y son la coartada perfecta que les da a ellos carta de naturaleza. 


¿Qué pasaría si no hubiera gobierno? ¿El caos, la anarquía? No, amigos míos: el caos y la anarquía es lo que pasa ahora, lo que hay ahora. El caos y la anarquía son el resultado de la acción del gobierno y de la gobernanza. No sabemos lo que pasaría si no hubiera gobiernos, pero sabemos lo que pasa ahora que los hay repartidos a lo largo y ancho de todo el globo terráqueo.


La historia de la humanidad no es más que una gigantesca tomadura de pelo y una descomunal rechifla. Y la realidad no es más que lo que bajo ese nombre nos venden ellos, nuestros democráticos gobernantes todos los días por la televisión, la radio, los periódicos y la todopoderosa Red que nos enreda con sus fake news y sus redes y retículas sociales, auténticas telas de araña.

Por cierto, conviene deshacer aquí el siguiente entuerto: no hay unas noticias verdaderas y otras que no lo sean y que por lo tanto sean falsas, o fake news como dicen los angloparlantes, es decir, los que hablan la lengua del Imperio, no: todas las noticias son falsas porque versan sobre la realidad, y la realidad, siendo real como es, no deja de ser esencialmente falsa y mentirosa como ella sola. Conviene aclararlo, para que nadie se llame a engaño. There are not unfake news, all news are fake news. Ellos crean los problemas, ellos -habitualmente el Ministerio de Interior y el de Justicia, y específicamente por su rabiosa actualidad el Ministerio de Sanidad- han inventado el terrorismo y su enaltecimiento, que no es más que la violencia del propio sistema que produce el Estado, que es lo que existe, como Dios antaño, sobre el pueblo, que es lo que está vivo, lo que vive por debajo y lo que el Estado pretende aniquilar. 

"¡Vosotros, periodistas, sois los terroristas!". No se trata de matar al mensajero cuando trae malas noticias, porque el mensajero no es responsable de las noticias que trae, pero el mensajero crea el mensaje y cuando el objeto de ese mensaje es sembrar el pánico dando por cierto algo que no lo es, aunque sea real, está practicando el terrorismo informativo, es decir, suministrando unas informaciones cuyo objetivo es fomentar el terror  entre la población. El periodista es como el paradójico bombero pirómano, es decir aquel que se dedica a apagar los fuegos que él mismo provoca, aquel que, por lo tanto, provoca los incendios a fin de sofocarlos.

El terrorismo tradicional siempre tiene la necesidad de que el resultado de sus acciones aparezca en la primera página del periódico, lo que también hay que verlo al revés: la primera página del periódico tiene la necesidad del terrorismo, y por lo tanto el primero necesita a los medios para su propagación y los medios al terrorismo que justifica su existencia. La información de noticias terroristas constituye lo que podríamos denominar terrorismo informativo.

A lo largo de la historia humana ha habido muchos miedos: el temor de Dios o al Demonio con su apocalíptico juicio final que decidirá la salvación o la condena de los mortales, el miedo al Otro  y a lo que hay de otro en uno mismo, y el miedo del varón a la Mujer, el llamado "metus cunni", que en la actualidad subsisten bajo otras manifestaciones: xenofobia, miedo al cambio climático, miedo al virus coronado, miedo a las armas de destrucción masiva, miedo al desplome de la economía mundial, miedo al fin del mundo... En realidad miedo a lo desconocido, cuando es a lo conocido a lo que deberíamos temer.