Informaba el jueves pasado 3 de noviembre el rotativo italiano La Repubblica, uno de los más leídos en ese país, que los médicos italianos que habían sido suspendidos de empleo y sueldo por no haberse inoculado -me resisto a decir 'vacunado' como si se tratara de una vacuna consabida- contra el síndrome del virus coronado, -decía que de un total de cuatrocientos cincuenta mil habían sido menos de cuatro mil las batas blancas no inoculadas, que parece poco: podía haber dicho más de tres mil, y parecería algo más- se reincorporaban ahora al trabajo, y les preguntaba a sus lectores si se fiaban de ellos, sembrando con la misma pregunta cuando menos la desconfianza. Afirmaba que muchos colegas médicos no se fiaban de ellos y que los acusaban “di comportamento antiscientifico”, con lo que de paso el propio periódico dejaba recaer sobre ellos, como el que no quiere la cosa pero es lo que pretende, un idéntico reproche.
La pregunta que les formulaba exactamente a sus lectores era: ¿Os fiaríais si vuestro médico no estuviese “vax”, ridículo anglicismo por “vacunado”?
El periódico se esconde detrás de la palabra “ciencia” dando a entender que la segregación ha sido una medida "científica" y tachan de “anticientíficos” y excomulgan de la Iglesia de la Ciencia a los no inoculados poniéndolos en la picota. Se hace un mal uso de las palabras “ciencia” y “vacuna” cuando se dice que las inoculaciones son “vacunas” definidas por la “ciencia” como seguras y eficaces más allá de toda duda razonable, cuando es esa supuesta razón lo que hay que poner en duda y cuando es palpable no que sea una mentira lo de “safe and effective” sino que son dos mentiras, cada cual más gorda.
El periódico les cuelga el sambenito de “no-vax” como si fueran apestados por no haberse sometido cual cobayas de laboratorio a una inoculación sin fin -ya van por la cuarta dosis que es la que sigue a la tercera y precede a la quinta- que, además de innecesaria, ha resultado contraproducente y está resultando perjudicial habida cuenta de sus cada vez más numerosos efectos adversos.
La reflexión que se impone es que sin periodistas/terroristas cómplices que siguen metiendo miedo a sus lectores a través de una propaganda machacona contra unos profesionales que son presentados como herejes de la Ciencia, como médicos de serie B de los que hay que, al menos, desconfiar, sin ellos, así como sin políticos de uno y otro signo vendidos a la codicia insaciable de la industria farmacéutica, nunca habría sido posible esto.
Yo me fiaría personalmente más de un médico que no se hubiera prestado al experimento, y muy poco o casi nada de uno que hubiera aconsejado a sus pacientes someterse a la inoculación. Y muchísimo menos de uno que opina que es un deber deontológico y que debería ser obligatorio “por las buenas o por las malas, por lo civil o por lo militar” como dijo un caudillo autonómico muy conocido por estos pagos.