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jueves, 29 de febrero de 2024

Con el alma en un vilo

En el mar de la duda en que bogo” (Bécquer)

  Ángel Exterminador, cementerio de Comillas, Josep Limona (1895)
 
Con el alma en un vilo, lobo que aúlla versos de amor románticos bajo la luna 
 
 bogando a la deriva va de las musas, naufragando en muy vastas mares de dudas. 
 
Olvidada la letra, queda la música, rimas que son cadencias de oro y de púrpura. 
 
¿Dónde está la razón? ¿En la locura? ¿Es la niebla que acecha densa, traslúcida? 
 
Las ideas son átomos de aire, burbujas, olas que en playas rompen hechas espumas. 
 
En la pupila el alma baila desnuda. Vuela el cendal, el céfiro suave susurra. 
 
Resplandeciente arcángel vela las tumbas con la espada sacada ya de su funda. 
 
Un cementerio gótico y arquitectura de un paisaje que no tiene figuras. 
 
En el aire, el misterio y una pregunta: ¿Quién tañerá la lira sin partitura? 
 
Un silencio elocuente, sordo, retumba: se oye su eco, prosaica literatura.

jueves, 11 de noviembre de 2021

El rayo de luna

Se cuenta que una noche la Luna, la misma diosa noctívaga que inspirará a los poetas románticos y que los griegos llamaron Selene, la reina de la nocturna bóveda celeste que nunca permanece idéntica a sí misma sino que experimenta cambios que la hacen crecer y menguar, la que desaparece durante tres noches del cielo para renacer al cuarto día, contempló a un joven y hermoso pastor que dormía descuidado y desnudo en un agreste paraje cercano a Mileto, en el Asia Menor, y se enamoró apasionadamente de él.

 

Endimión, Diana y Cupido, de Langlois

La casta divinidad que era la Luna, encarnación de Ártemis pudorosa o Diana virginal y cazadora, hermana de Apolo solar y luminoso, había hecho voto de eterna castidad, y se veía así perturbada ante la belleza masculina de un simple mortal, un joven efebo llamado Endimión.

Todas las noches que podía buscaba con sus rayos de plata al joven y lo iluminaba para que su belleza resplandeciera aún más con su luz argentina.

                                              
 Visión de Endimión, Edmund Poynter (1901)


Selene está íntimamente relacionada con la noche. Sus rayos de luz lívida y cárdena desvelan, velándolas con un halo de misterio, las cosas del mundo. La casta diosa había concebido una pasión irracional que sólo logró algo de sosiego cuando una noche, rompiendo sus votos de castidad, se unió carnalmente con el codiciado mancebo en la intimidad de una gruta del monte Latmo, entregándole su doncellez.

El padre Zeus, a petición de Selene, le concedió a Endimión, paradigma de todos los poetas enamorados de la luna fantástica y soñada que vendrán después de él, la realización de un deseo, y él eligió, no podía elegir otro deseo más puro, la muerte: el don de dormirse en un sueño eterno, el sueño de la muerte, es decir, el don de la inmortalidad.

No en vano el hermano gemelo de Hypno, el sueño, se llama Thánato, la Muerte, que es masculina en griego como en alemán. En latín el nombre de la muerte, Mors, es femenino, y por lo tanto en nuestras lenguas romances también,  pero tenía un sinónimo de género neutro, Letum de donde deriva nuestro adjetivo "letal", que significa "mortal". 

En alemán la Luna, en su lengua Der Mond tiene género gramatical masculino que se contrapone a Die Sonne, el Sol, que lo tiene femenino; no sería para los germanos la Luna la encarnación de Diana, sino de su hermano Apolo, invirtiendo las tornas que en romance hacen masculino al astro rey y femenina a la reina de la noche. Sirva este lugar para denunciar, una vez más, la arbitrariedad de los géneros gramaticales. En aquellas lenguas que los tienen, como la nuestra -otras como el inglés carecen de ellos- sirven para clasificar el vocabulario, y el que una palabra sea de género femenino no se explica por su supuesta "feminidad", sino que, al contrario, muchas veces la "feminidad" se explica por alguna presunta característica de las palabras que tienen género gramatical femenino. Así se puede llegar a decir que la luna es "femenina" de por sí porque es pasiva y receptiva, no tienen luz propia, sino que recibe la del sol, que sería "masculino" porque es activo, y la nota "actividad" pasaría a ser una característica de la virilidad... Pero ya vemos que lo que sucede en una lengua no tiene por qué suceder en las demás, y sería muy majadero y cerril considerar que nuestra lengua es la que vale más que las otras, sin percatarnos de lo relativas que son todas. 

Volviendo al joven amante de la luna, el lunático Endimión permanecería eternamente dormido de modo que la lozanía de su juventud no sufriese alteración, por siempre y para siempre joven. Cuentan que desde entonces, la Luna vela su sueño eterno todas las noches en lo alto del universo.

Sueño de Endimión, de Girodel

Gustvao Adolfo Bécquer, que le ha regalado a nuestra lengua algunas de las más bellas palabras que en ella se han escrito, tanto en verso, en sus Rimas, como en la poética y romántica prosa de sus Leyendas, escribió una historia de amor imposible de un hombre que se enamoró de la Luna.


 [Bécquer+rayo+de+luna.JPG]

En su leyenda soriana “El rayo de luna”, crea a un personaje, Manrique, que quizá no sea más que un trasunto suyo, que “amaba la soledad, y la amaba de tal modo, que algunas veces hubiera deseado no tener sombra, porque su sombra no le siguiese a todas partes.” Continúa el romántico poeta: “Amaba la soledad porque en su seno, dando rienda suelta a la imaginación, forjaba un mundo fantástico, habitado por extrañas creaciones, hijas de sus delirios y sus ensueños de poeta, porque Manrique era poeta…” Este Manrique se enamoró de una mujer imposible, fruto de su imaginación, de su deseo o de su fantasía. Quizá mejor que de una mujer deberíamos decir nosotros que se enamoró de una criatura, es decir, de una creación de su imaginación. Mejor aún: de un ángel descarnado y asexuado.

 https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEi1wjnp7ng5dIoPGsGmcGp-gfZHb9c3yAaGItKG4xADlQR8abmjFb66eNh6IrJyW17ku1Ewj4cxMnn3AEs5-nuWpfgL4e4n9_jrc04byxoeYL60-7jtbIjLtWSKNIg5qCJZDUIxd10144Hb/s1600/Nicolas-Guy+Antoine+Brenet%252C+Sleeping+Endymion+%252C+1756.jpg
 El sueño de Endimión, Nichlas-Guy Antoine Brenet, 1756

¿Cuál será el sexo de los ángeles? Era esta una de las cuestiones que entretenía a los sabios de Bizancio, famosos por sus disquisiciones bizantinas. Se preguntaban dichos filósofos, mientras las tropas otomanas entraban a saco en Bizancio, si los ángeles serían hembras, machos o hermafroditas. Igual que nuestro Manrique, que no queremos que sea heterosexual, ni tampoco homosexual, sino en todo caso bisexual o, mejor aún, pansexual o asexual, enamorado de una criatura angelical sin sexo determinado o concreto y que a la vez encarna todos los sexos posibles o soñados y ninguno de ellos en particular, enamorado, como buen romántico, de la Luna, es decir, de lo imposible.

Cuando su anciana madre le preguntaba que por qué se consumía en la soledad, y por qué no buscaba una mujer real de carne y hueso a quien amar y con la que poder ser feliz, él no decía más que “El amor… es un rayo de luna”. 

 Selene y Endimión, mosaico romano, Museo del Bardo, Túnez

En su lecho de muerte, pues Manrique al igual que Endimión se adentra en el sueño de la muerte, gritaba una y otra vez “¡No!” a las vanas apariencias del mundo, y reconociendo la falsedad de todo: “Mentiras todo, fantasmas vanos que formamos en nuestra imaginación y vestimos a nuestro antojo, y los amamos y corremos tras ellos, ¿para qué? ¿Para qué? Para encontrar un rayo de luna…” 
Concluye la leyenda afirmando el poeta que Manrique, el otro poeta, estaba loco; o por lo menos todo el mundo lo creía así, matiza. Y nos hace al final una advertencia. Habla la razón por boca del poeta Gustavo Adolfo Bécquer, uno de nuestros más insignes líricos, y lo hace para darle la razón a la locura: “A mí, por el contrario, se me figura que lo que había hecho era recuperar el juicio”.

 https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjGtsPJzI96Q4mlExCFpjBr2OUAD-DiIDBwdCnaey7gbygLwXas2J0s0x7_RgBm0q85O5vEO4Ev4z2r3mND2KCA1kscGAYEWQvyhejqgOlOqxPj6U6MhZ0_yqD_g1lZ_LeIkq_yXUJ1DZ9_/s1600/luna.jpg

Nox erat et caelo fulgebat Luna sereno, cantó Horacio:
 "Era de noche y en cielo sereno brillaba la luna".

domingo, 23 de mayo de 2021

El beso

 

El beso, Silvio Allason (c.1910)
 
 
Por una mirada, un mundo;
por una sonrisa, un cielo;
por un beso... yo no sé
qué te diera por un beso.
(Gustavo Adolfo Bécquer)
 
El beso, Francesco Hayez (1859)
   
 


domingo, 9 de agosto de 2020

Terrorismo informativo

Titulares terroristas de la prensa escrita: La pandemia se desboca: España bate récord con 1.895 contagios en un día. La cifra real de nuevos infectados en realidad es mucho peor porque Aragón, la comunidad más afectada, no ha comunicado datos por problemas técnicos. Sanidad suma a las estadísticas 4.507 positivos en las últimas horas. La pandemia en España se ha desbocado en los últimos días. Los cerca de 600 rebrotes activos están llevando al país a datos de finales de abril, a cifras de pleno confinamiento. Un día más, España volvió a batir su propio récord de la 'nueva normalidad' con 1.895 contagios con fecha de diagnóstico en las últimas 24 horas, etcétera, etcétera, etcétera... 
 
Algunas consideraciones: Los tests se multiplican en número creciente cada día que pasa, cuando hoy ya son completamente inútiles. Recuérdese cómo en este país de María Santísima allá por la primavera, cuando la epidemia causaba estragos en medio de la encerrona a la que nos sometieron en su fase más aguda, que era paradójicamente la más grave, se consideraban inútiles tanto las mascarillas como los tests a que ahora nos obligan. Sin embargo a día de la fecha, en plena canícula veraniega, cuando la epidemia ha hecho mutis por el foro, las mascarillas -esas retículas por las que entran y salen sin ningún problema como Perico por su casa los virus coronados, tan diminutos ellos como invisibles a nuestros ojos- ya no son inútiles e ineficaces, sino, por el contrario y paradójicamente, indispensables y obligatorias, incluso en los espacios exteriores al aire libre donde se podría respirar a pleno pulmón.
 
 Fotografía de  Gabriel Pérez-Juana
 
Y las cifras de los tests de PCR, que se hacen ahora a diestro y siniestro, cuando ya pasó lo peor, y que arrojan resultados positivos, no distinguen el virus muerto del vivo -si tiene algún sentido hablar de “vivo” y “muerto” a propósito de virus- y se presentan como si fueran los fallecidos de esta primavera, reactivando el motor del miedo. Es absurdo. Incoherente. 
 
Véase a título de ejemplo este titular alarmista de un periódico provinciano de campanario como es El Diario Montañés, el decano de la prensa montañesa que se decía antaño, de ayer mismo, 8 de agosto de 2020: La pandemia se desboca: España bate récord con 1.895 contagios en un día. 
Preguntémosle a ese titular y a ese periódico terrorista: -¿Pandemia? ¿Qué pandemia? ¿Dónde está ya esa señora que se desboca cual yegua desenfrenada que yo no la veo? 
-¿Qué récord es ese que bate España de 1.895 contagios en las últimas 14 horas? ¿Contagios de qué, de un virus que ya no está activo o que, si lo está, lo está tan poco que no se nota si no es mediante esa prueba? Obviamente, cuantos más pruebas PCR se realicen más resultados habrá, tanto positivos como negativos. Pero ¿tienen algún sentido realizar ahora que ya ha pasado todo tantas y tantas pruebas como se hacen a diario para que al día siguiente aparezcan las cifras en los titulares de los periódicos del régimen?
 
Sí, claro que tiene algún sentido: aterrorizar a la población, seguir haciendo que cunda el pánico, que no decaiga entre la gente, especialmente entre la juventud, divino tesoro, que cantó Rubén, que se va para no volver. Que cunda el miedo a la muerte que a todos nos aguarda tarde o temprano. 
 
La paradoja es que no hay ninguna progresión en la epidemia, que todos los virólogos dan por finiquitada, pero cuantas más pruebas se realizan más resultados positivos se obtendrán.
 
Claro está que el terrorismo informativo que aquí denunciamos es, en último extremo, un terrorismo de Estado perpetrado por las autoridades sanitarias que ordenan hacer dichas pruebas de Reacción en Cadena a la Polimerasa (RCP) o PCR (Polymerase Chain Reaction) en la lengua del Imperio. La prensa, al fin y al cabo, no se inventa la realización y resultados de dichas pruebas; se limita a informar de ello. Vienen aquí a cuento aquellos hendecasílabos de la rima de Bécquer: ¿Quién me dio la noticia?... Un fiel amigo... / Me hacía un gran favor... Le di las gracias.
 
 Un delirio colectivo en el sentido patológico de la expresión se ha apoderado de una parte significativa de la gente. Al principio fueron los dirigentes políticos y a rebufo de ellos los responsables de los medios de comunicación y los periodistas, lo que ha acabado contagiando y contaminando a una proporción cada vez mayor de personas. 
 
Cuando hay un delirio colectivo, las llamadas a la calma y a la razón no sirven para nada. Es la histeria lo que reina, el delirium tremens. La temática de este delirio colectivo, de esta segunda ola que ya nos invade y que se ha adelantado al invierno y al otoño, es la peligrosidad extrema de un virus desarmado e inofensivo en la actualidad. Pero eso, que es lo que está delante de nuestros propios ojos y narices, no se ve: vemos las ideas terroríficas -un amasijo de imágenes y palabras revueltas con ellas- que, a modo de vendas, no nos dejan ver; vemos, de cara a la pared y de espaldas a la realidad, las sombras proyectadas en nuestras macro- y micropantallas, instalados como estamos en la caverna mediática platónica. 
 
No estamos muertos todavía, sino cagados literalmente de miedo, lo que a lo mejor explica el acopio de papel higiénico, que vuelve a escasear en las estanterías de los supermercados.