126.- Inversión de la perspectiva.
La mayoría de nosotros rechazamos el credo ajeno, y hacemos bien,
porque vemos cómo condiciona a los demás y cómo nos condicionaría,
si lo aceptamos, a nosotros. Pero deberíamos invertir la
perspectiva, poniéndonos en lugar de los otros, para ver el
condicionamiento de nuestras propias creencias e ideología, no para
cambiar de credo, sino para desembarazarnos, nunca mejor dicho, de
todas y cada una de las nuestras. Nuestras sagradas creencias
deberíamos exponerlas, o sea, abandonarlas, deponerlas como armas
mortales de destrucción masiva que resultan.

127.- Huella de carbono. Los gobiernos del mundo precisan emprender siempre una guerra civil -y todas las guerras lo son a su manera- porque la guerra es la esencia misma del Estado, necesaria como es para subyugar al pueblo. Después de la emprendida contra el terrorismo, en la que todos y cada uno de nosotros éramos sospechosos, se declaró la guerra contra el virus en la que todos éramos portadores del patógeno, contagiadores y contagiados. Una vez acabadas, por ahora, aquellas viejas guerras, emprenden ahora la guerra contra el CO2 o dióxido de carbono. Es una guerra, como las anteriores, que el Estado declara al pueblo, que se une bajo la férula de su gobierno para luchar contra el enemigo interior, contra sí mismo, es decir, para tirar piedras contra su propio tejado, contra nosotros mismos porque con cada bocanada de aire que exhalamos estamos vertiendo a la atmósfera CO2, o sea dióxido de carbono, o como se llamaba antes, anhídrido carbónico, que es el principal gas de efecto invernadero antropogénico. Vamos dejando en el transcurso de nuestra existencia, que no vida, porque esto no es vida, una huella de carbono, pecadores que somos, por la que tenemos que pagar. Uno puede pagar el impuesto revolucionario de su cuota de carbono, ser un consumidor responsable y redimirse así de sus pecados.

128.- El poder y sus
mentiras. Un titular periodístico sugiere ingenuamente lo que muchos sospechábamos: que gobernar es mentir. Se trata de “El periodismo
es una manera de fiscalizar el poder, y por tanto, las mentiras”.
Son unas declaraciones de una periodista cualquiera,
presentadora de televisión, hechas a la hoja parroquial que es
El Diario Montañés (23.07.23), un periódico de provincias. En la primera parte del titular no estamos
de acuerdo: Dice que el periodismo es una fiscalización del poder.
Tal vez es lo que debería ser, o lo que a ella le gustaría que
fuera, pero no lo que es. De cualquier forma sorprende el término
fiscalización, que nos lleva al fisco o erario público y al
conjunto de los organismos estatales mejor que públicos que se
ocupan según la docta Academia de la recaudación de impuestos, y a
la figura del fiscal, aparte de referirse al oficio de la persona que
representa y ejerce el ministerio público en los tribunales, por lo
que el verbo fiscalizar significa también “criticar y traer a
juicio las acciones u obras de alguien”. Sin embargo, la segunda
parte de la frase da, sin querer, en el clavo, cuando dice, ...”y
por tanto, las mentiras”, al equiparar el poder con las mentiras,
que son su esencia primigenia. Leyendo la frase completa: “El periodismo es
una manera de fiscalizar el poder y, por tanto, las mentiras o medias
verdades”.

129.- ALCA.
Que el Nuevo
Mundo no es tan nuevo como indica su propio nombre, sino que es sólo
un trasunto de la inveterada, ya decrépita y rancia Europa, y que es
más viejo, por lo tanto, que el catarro de Matusalén, lo demuestra
el mero hecho de que ALCA sea el acrónimo de “Área de Libre Comercio de
las Américas”, y no, ¡qué bello sería!, cambiando la preposición de
lugar, “Área Libre de Comercio de las Américas”. Pero no es así.
¡Qué pena! No hay que confundir las cosas, dicen: no es lo mismo la
teología de la liberación, que es más del mismo cuento teosófico
de siempre, que la liberación de la teología, que es lo que muchos
de nosotros deseamos.

130.- Ganarse la vida. Trabajas 5 días para disfrutar
2, consagrando el fin de semana que nunca es el fin de la semana...
Trabajas todo el año solo para tomarte unas semanas de
vacaciones. Trabajas toda tu vida para jubilarte a una edad muy
avanzada. Trabajas para ganarte la vida, y, trabajando, la pierdes irremisiblemente. Y no contemplas más que tus últimos alientos. Con el tiempo
te das cuenta de que la vida no ha sido más que una parodia de sí
misma. Nos hemos acostumbrado tanto nuestra propia
esclavitud que no somos conscientes de ella.