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jueves, 30 de diciembre de 2021

Médicos de los de antes

    En estos tiempos que corren de dictadura sanitaria, Schlechte Zeit für Lyrik, mala temporada para la lírica, como escribió Bertolt Brecht, conviene escuchar la voz de alguno de esos médicos sabios de antes, galenos que no son robots que hacen reparaciones a enfermos considerados maquinarias averiadas, médicos como el doctor Florencio Escardó (1904-1992), que decía entre otras cosas que no se le puede pedir al médico que cure enfermedades, porque o se curan solas y entonces no hay que curarlas -algo parecido a aquella cantilinea infantil de 'sana, sana, culito de rana, si no sanas hoy, ya sanarás mañana'-, o no se curan, y entonces tampoco hay que curarlas.  De las consideraciones del doctor Escardó sobre la medicina dimos cuenta en De los médicos según el doctor Escardó y en De la leche que mamamos y la OMS.

William Osler, Thomas C. Corner (1905)
 

   Otro de estos médicos de los de antes fue sin duda el canadiense William Osler (1849-1919), que nos ha dejado algunas perlas de sabiduría relacionados con el ejercicio de su profesión como esta, que conviene tener siempre presente: Uno de los primeros deberes del médico es educar a las masas para que no consuman medicina. Es un ataque en toda regla contra la industria farmacéutica, cada vez más interesada en sobrediagnosticar y medicar a todo el mundo, olvidando que a veces como reconoce la sabiduría popular es peor el remedio, en este caso el medicamento y sus efectos secundarios adversos, que la enfermedad que pretende atajar: La persona que toma medicina debe recuperarse dos veces, una de la enfermedad y otra de la medicina. Era Osler, pues, un médico partidario como los de antes, como los de toda la vida de no sobremedicar al paciente, por lo que no encajaría muy bien en nuestra sociedad hipermedicalizada y sobrediagnosticada del siglo XXI.

    Encarna William Osler una medicina que podríamos llamar humanística, o quizá mejor, sencillamente humana, centrada en el paciente y no en la enfermedad: No preguntes qué enfermedad tiene una persona, sino mejor qué persona tiene una enfermedad. Para él un buen médico es el que trata y cura una enfermedad, por supuesto, pero el gran médico es el que trata y cura al paciente que tiene una enfermedad. Y por eso insiste en que hay que escuchar al paciente, porque él es el que le da al médico el diagnóstico, y no al revés.

    La medicina era para él la ciencia de la incertidumbre y el arte de la probabilidad. Su consejo para cualquier paciente es Deja de preocuparte por tu salud. Ya se te pasará.

    También reflexionó sobre la actividad pedagógica: La felicidad perfecta para el estudiante y el maestro llegará con la abolición de los exámenes, que son piedras de tropiezo y de ofensa en el camino del verdadero estudiante. Los pedagogos hodiernos están obsesionados con que hay que inventar nuevas y modernas técnicas pedagógicas porque no se puede enseñar como se ha hecho toda la vida, mediante la lección magistral ex cathedra. Predican que hay que introducir medios audiovisuales e informáticos en la enseñanza.  Este argumento no resiste el más mínimo razonamiento crítico: Hay cosas que siempre se han hecho bien y que no necesitan ninguna puesta al día, como por ejemplo enseñar y aprender, o hacer el amor, o curar a los pacientes en el caso de la medicina que nos ocupa. Es cierto que el saber científico y técnico es imprescindible, pero no es suficiente, porque el enfermo tiene unos sentimientos, una biografía. Al saber técnico y científico hay que incorporar el arte de la medicina.

 


    Otro de estos médicos de los de antes fue el estadounidense Robert S. Mendelsohn (1926-1988), considerado uno de los primeros pediatras contrarios a la vacunación infantil. Su libro Confesiones de un médico herético (1979) no fue muy bien recibido por la comunidad médica ortodoxa por algunas de sus afirmaciones. Comienza con un significativo Non credo Y se explica: No creo en la Medicina Moderna. Soy un médico herético. Mi objetivo con este libro es persuadirle a usted de que se convierta en un hereje también. No siempre he sido un médico herético. Una vez creí en la Medicina Moderna.

    Algo que, escrito hace más de cuarenta años, está de plena actualidad a propósito de las llamadas vacunas anti covid-19, que se han aprobado apresuradamente y prescrito indiscriminadamente para toda la población sin haberse estudiado y experimentado bien y sin conocerse, por lo tanto, sus efectos adversos, que están empezando a aflorar y que seguramente seguirán saliendo a la superficie: Una de las reglas no escritas de la Medicina Moderna es la de recetar siempre un nuevo medicamento rápidamente, antes de que afloren todos sus efectos secundarios...

 

"Proceso de la FDA para la probación de nuevos medicamentos.

    Hay que conocer todos los medicamentos cuyos efectos secundarios coinciden con las indicaciones. Esto no es tan raro como se puede creer. Por ejemplo, si usted lee la lista de indicaciones del Valium y luego la lista de efectos secundarios, ¡verá que las listas son más o menos intercambiables! En las indicaciones encontrará: ansiedad, fatiga, depresión, agitación aguda, temblores, alucinosis, espasmos musculares. Y bajo los efectos secundarios: ¡ansiedad, fatiga, depresión, estados de hiperexcitación aguda, temblores, alucinaciones, aumento de la rigidez muscular! Reconozco que no sé cómo utilizar un medicamento así: ¿qué debo hacer si lo prescribo y los síntomas continúan? ¿Suspender el fármaco o duplicar la dosis?

    También nos ha dejado Mendelsohn esta reflexión sobre los inhóspitos hospitales:  Un hospital es como una guerra. Hay que intentar mantenerse al margen. Y si te metes en ella debes llevarte a todos los aliados posibles y salir lo antes posible... Porque el hospital es el Templo de la Iglesia de la Medicina Moderna y, por tanto, uno de los lugares más peligrosos de la tierra. 

    No sería justo dejar de citar aquí el nombre del doctor Máximo de la Peña, que no sé si no se habrá jubilado ya a estas alturas. Por edad le correspondería desde luego. El caso es que consultado por una mujer que había entrado en la menopausia y sufría muchos sofocos sobre qué medicamento podría tomar para aliviarlos, le dijo que ninguno era bueno, habida cuenta de los efectos secundarios indeseables que eran sin duda mucho peores que los sofocos. Y le recomendó un remedio sencillo y económico, sin contraindicaciones: -Hay un remedio que le puedo recetar, un remedio que no se vende en farmacias y que es el que usaban nuestras abuelas toda la vida cuando llegaban a este trance: el abanico.   

    Por sugerencia de un anónimo lector, incluyo esta receta del doctor Gazo, que prescribe una terapia para mejorar la salud mental de todos nosotros consistente en "dejar de ver las noticias de T.V." 

          

sábado, 12 de junio de 2021

Cosas del doctor Escardó

 



De ¡Oh! La escuela: Cuando chico me dijeron que la escuela era el templo del saber. Después me enseñaron que en un templo no hay nada que saber. Porque todo está sabido. Y que eso se llama dogma de la fe. De modo que todos saben lo mismo. Lo que es democratiquísimo... Lo mejor de la escuela son las vacaciones... 

 

 De ¡Oh! La TV: La TV es el opio de los pueblos. Con reparto a domicilio. De ahí que los directores de televisión se conduzcan como traficantes de drogas. Produciendo primero la adicción... El rating es la sustitución de la calidad por la cantidad. Y el último refugio de la democracia... Las autoridades han instituido el horario de protección del menor. Que sirve para que la ñoñez se llame moral. Lo que urge es establecer el horario de protección del adulto. Que cubra las 24 horas del día.  

 


 El aforismo de Florencio Escardó contra la medicina profiláctica: “La única medicina es la que cura, provenga de académicos, santones, curanderos o abuelitas.” 

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Yo estoy escri­biendo un artículo para La Nación, aparece mañana y la mitad de los lectores no lo leen, a la mitad de los que lo leen, no les importa, y de los que quedan, la mitad no lo entiende. 

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 Si hay algo que me repugna son los dogmas. Creo que los dogmas han hecho mucho mal a la humanidad, porque han impedido al hombre pensar libremente.

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¿Usted quiere algo más horrible que las computadoras?, ¿o más espantoso que la televisión? Yo a las madres les pregunto cuántas horas ve su hijo de televisión por día, y el promedio es de cinco horas. Es decir que a esos chicos no les queda tiempo para jugar, para revolcarse, para ser un niño. Pero frente a la televisión hay un peligro mucho mayor, que es la computadora: el chico ha dejado de pensar, ha perdido el poder creati­vo porque obtiene todas las respuestas apre­tando unos botones. Así estamos creando una generación de idiotas.


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Sí (soy vegetariano) y no creo que sea una virtud especial. Dígame: si usted tuviera que matar al pollo que se va a comer, ¿lo comería? No. No se lo comería. Si usted tuviera que ir al matadero y ver cómo a la vaca le pegan un mazazo en la cabeza, ¿se comería el bife? No, seguramente no.

jueves, 10 de junio de 2021

De los médicos, según el doctor Escardó

*Lo primero que nos pregunta el médico es qué nos pasa. Si lo supiéramos no iríamos a preguntárselo a él... En el fondo todo paciente es un médico. Como lo demuestra el hecho de que el galeno le pregunta qué le pasa. A ver si el paciente lo ayuda. Como colega. 

*La medicina es una carrera muy dura. Comienza poniendo en contacto con un cadáver a un hombre destinado a preservar la vida. Para que aprenda adónde irá a parar. Luego de largos y penosos estudios hace lo que le indican los folletos de los traficantes de drogas. Que son el curso de postgrado de la mayoría de los médicos. Gran parte del saber médico consiste en negar lo que dicen los otros médicos. 

  
*Los médicos se dividen en generales y especialistas. Los primeros son especialistas en todo. Los segundos son los que saben cada vez más de cada vez menos. Se evalúan por lo que no saben. Que es todo lo demás. De modo que la especialidad es lo de menos. 

*El médico es el chamán de la era de la técnica. 

*Lo grave de los médicos son los enfermos. Que sólo van a verlo cuando se sienten mal. Ignorando que la salud es un estado patológico. Contra el cual hay que vacunarse. Fumando para tener cáncer. O trabajando para tener infartos. Tampoco saben que la felicidad es un estado agudo. Que no deja inmunidad. El resultado es que el médico está convencido de que la humanidad está compuesta por enfermos. A punto que no cree en la salud. Sino como un momento entre dos afecciones... 


*Lo terrible de los médicos es su lenguaje. “Hablan como gendarmes que supiesen griego” (Bezançon). Cuando a la infección la llaman sepsis. Al ahogo anoxia. A la calvicie falacrosis. Y a los recuerdos de la infancia complejos. Uno no se da cuenta de que es un arte antiguo. Que no se moderniza. Porque gran parte del progreso científico consiste en dar nombres nuevos a fenómenos viejos.

*Los médicos son profesionales mal empleados. Se les pide que curen enfermedades. Que es lo que no pueden hacer. Porque o se curan solas. Y entonces no hay que curarlas. O no se curan. Y entonces tampoco hay que curarlas. La misión del médico es enseñar al paciente a convivir con la enfermedad. Los médicos solo pueden ser útiles evitando que los enfermos se contagien. No de la enfermedad que padecen. Sino de la que no saben que padecen... 


 *Los médicos son un mal necesario. Porque las enfermedades son un mal necesario. 

 (De ¡Oh! Los médicos I y II, Florencio Escardó)

 

El médico de hoy no puede hacer nada sin pedir exámenes, radiografías, ecografías… Ha perdido el hábito de estar al lado de su paciente, de tocarlo, de mirarlo y escucharlo. Y eso no significa una pérdida de tiempo ni una tortura para el paciente. Al contrario.

(De la entrevista con Mónica Sabbatiello a sus ochenta y cinco años). 

viernes, 4 de junio de 2021

De la leche que mamamos y la OMS

    El doctor Florencio Escardó (1904-1992), pediatra argentino, fue un buen discípulo de Hipócrates. Solía aconsejar a las madres, según se cuenta, “lleve a su hijo a la plaza y a los cumpleaños”, y cuando éstas le replicaban “Pero está lleno de bacterias y virus”, respondía con buen criterio médico: “Por eso mismo, señora, es que debe llevarlo”. 

    Daba a entender así este predicador del sentido común que la mejor manera de inmunizarse contra virus y bacterias es exponiéndose a ellas, como siempre se había pensado. Consideraba también el ilustre pediatra argentino que el miedo y el abandono enfermaban mucho más que los virus y las bacterias, y que el juego era una función tan vital para los niños como la respiración y la nutrición.

    No sé si llegó a decirlo alguna vez, pero si no lo dijo seguramente que hubiera hecho suyo el célebre verso de Wordsworth de que “el niño es el padre del hombre”. 

El doctor Florencio Escardó y un niño
 

    Lo que sí nos ha dejado escrito, bajo su pseudónimo literario de Macramé de Piolín es una serie de artículos periodísticos titulados “¡Oh!”. Entresaco de allí algunas de sus ocurrencias, es decir algunas de las cosas que le han salido al paso sobre el particular de la lactancia materna:

    De ¡Oh! Los niños: Los niños son un producto de la sociedad de consumo. Cuando nace un niño, nace un consumidor... Los niños son anarquistas. Y por lo tanto antisociales. Practican un individualismo atroz. Exigen una madre para cada uno... Algunos agitadores profesionales exigen para ellos leche barata. Pero a los chicos de la leche lo que más les interesa es el envase. Por eso prefieren la humana

Publicidad de Nestlé
 

     De ¡Oh! Los envases: Desde que el hombre viene al mundo lo asedian los envases. Si tiene suerte le ofrecen el alimento en el más natural de todos. Si no la tiene se lo dan en mamadera. La mamadera es un seno no conyugal. Impar. Y con usufructuario único. El biberón es el envase del complejo de Edipo. Que se llama mamadera si el bebé es pobre. Y biberón si es rico. La mamadera la puede administrar "una chica". Pero el biberón siempre lo da una "nurse". Se llama nursery al zoológico de los recién nacidos. Son habitaciones de vidrio. Que sirven para separar al bebé de su mamá. A la que tuvo para él solito durante nueve meses. No hay que dejarlo abusar. La nursery es el envase de la crueldad. Inventado por los parteros que cuando hablan del niño lo denominan "el proyectil”.

    El boticario suizo Henry Nestlé había inventado en 1867 la leche en polvo para bebés, elaborada con leche de vaca deshidratada y cereales, pero el auténtico 'boom' de este producto vendría casi cien años después, tras la Segunda Guerra Mundial, merced a una campaña de publicidad agresiva y mentirosa. Al parecer, en los años cincuenta y sesenta la OMS y muchas asociaciones médicas y de enfermería lanzaron una alerta sanitaria criticando la lactancia materna alegando que las aréolas de los pezones de las madres contenían gérmenes y bacterias que infectaban a los bebés lactantes. La industria de la alimentación infantil convenció así a medio mundo de las excelencias de su producto, con el argumento de que la leche en polvo era mejor que la materna, lo que luego se demostró que era falso. Al mismo tiempo que aquella alerta sanitaria aparecía en el mercado el producto salvador: la leche en polvo S 26, “nutritiva y saludable” detrás de la que se encontraba la Empresa Nestlé.

    No pocas madres, que siempre quieren lo mejor para sus hijos, alarmadas, dejaron de amamantar, destetando a las tiernas criaturas antes de tiempo. Detrás de este bulo se escondía, no cabe duda, Nestlé, que había pagado a dichas asociaciones, para lanzar al mercado la leche maternizada que liberaba a las mujeres de tener que amamantar a los bebés. La publicidad de Nestlé rezaba:  "When the Stork has brought the Baby, Nestlé's Food will keep the Baby" (Cuando la Cigüeña ha traído al Bebé, la Comida de Nestlé mantendrá al Bebé).

 

    La doctrina de la OMS es hoy en día muy otra, acérrima defensora como es en la actualidad de la lactancia materna durante los seis primeros meses de vida. No encuentro ninguna huella que pueda rastrearse en internet de que en aquellos años la OMS desaconsejara la lactancia materna. Sin embargo, aunque no puedo atestiguarlo, no me extrañaría mucho que haya sido esa su postura, que hoy no lo es, habida cuenta del doble discurso que practica constantemente esta organización, capaz de afirmar una cosa y, acto seguido, la contraria.  

    La OMS, en efecto, ha rechazado en la actualidad, según declaraciones de su Director General, el señor Tedros Adhanom, la estrategia de la inmunidad colectiva frente al virus coronado porque sería poco ética y produciría muertes innecesarias (sic), afirmando torticeramente que la inmunidad colectiva se logra protegiendo a las personas de un virus, no exponiéndolas a él.   Y a la pregunta del millón de cómo se protege a todas las personas y no sólo a las más vulnerables de un virus sin exponerlas a él, ya se pueden imaginar ustedes la respuesta grata a los laboratorios farmacéuticos: alcanzando un umbral óptimo de... vacunación.