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martes, 18 de abril de 2023

Consultorio íntimo (2)

    Me escribe un tal Íker, al que no conozco, y me cuenta lo siguiente: “Quisiera algo de luz, porque no se qué va a ser de mí ni de mi vida. Quisiera tener fe, pero no la tengo. Tengo la sensación de que ni psicólogos, ni psiquiatras, ni fármacos van a ayudarme a salir de este pozo sin fondo en el que me hundo. Que lo único que me queda es esperar a estar lo suficientemente desesperado como para dar el paso de quitarme la vida. ¿Hay salida?” 
 
 
    Querido Íker: Hay una salida muy sencilla, que consiste en decir que no a todo, como haces tú con psicólogos, psiquiatras y fármacos. Dices que no tienes fe, pero sí la tienes: tienes fe en la posibilidad de quitarte la vida, como esos 4003 españoles que según el Instituto Nacional de Estadística se suicidaron a lo largo del año 2021, a razón de once al día, un dato alarmante donde los haya y que parece no preocupar mucho a nuestro gobierno, más interesado en luchar contra la violencia machista que se tradujo en los 48 feminicidios que hubo ese mismo año 2021, o los 49 que hubo el año pasado. 
 
 
    Pierde esos restos de fe que te quedan, amigo Íker, en la muerte y el suicidio. No pases a ser un número más engrosando la cifra esa de casi cuatro mil casos de suicidios que hay al año en el desdichado Reino de España.

     Permíteme que te cite un epigrama de Marcial, que es un pequeño poema digno de esculpirse sobre una lápida fúnebre, un dístico elegíaco que consta solo de dos versos, un hexámetro y un pentámetro dactílicos, que decía así en su versión original en latín: hostem cum fugeret, se Fannius ipse peremit. // hic, rogo, non furor est / ne moriare mori?  Te lo traduzco porque esos latines probablemente no te digan gran cosa: Fanio, por huir de enemigo, se dio a sí mismo la muerte. // ¿No es, digo yo, demencial / por no morirse morir? Y donde dice "Fanio" no pienses en el nombre propio de un personaje histórico de alguien que fue acusado por Tiberio y condenado por haber conspirado contra el emperador Augusto, sino en ti mismo: Fanio es cualquiera, por ejemplo tú mismo. Y el enemigo ese ese pozo sin fondo del que hablas metafóricamente en el que sientes que has caído o que sigues cayendo como en una pesadilla sin cesar.  
 
Suicidio de Cánace
 
     Y te doy la versión de don Manuel de Salinas, que lo tradujo con una afortunada redondilla donde reprueba la muerte voluntaria y estoica de Fanio, Fanio, ansioso por huir, / del que su muerte procura / se mató. ¿No es gran locura /  matarse por no morir?   Y te doy también la versión de Quevedo:   Matóse Fanio al huir  / de su enemigo el rigor. / Pregunto yo: ¿No es furor /  matarse por no morir?
 
    No hay salvación, muchacho, ni falta que hace que la haya porque tampoco hay ninguna condena. No hay ninguna salida porque tampoco hay ninguna entrada ni ningún pozo sin fondo o túnel del que no se ve la luz al final, porque tampoco hay principio ni fin: no hay un adentro y un afuera: lo de dentro es lo de fuera y lo de fuera es lo de dentro. 

domingo, 26 de febrero de 2023

El papel de la prensa (y 3)

   ¿Cómo es posible que estas muertes reales no preocupen, pero las anteriores, que eran hipotéticas y sobre todo futuras, le quitaran el aliento a todo el mundo? Todo depende del papel jugado por la prensa, y con este término me refiero, en sentido amplio, a los medios de (in)formación de masas de ciudadanos, tanto escritos como audiovisuales, analógicos y digitales. 

    "Aquello de lo que no se habla no existe". Este dicho lo tienen muy en cuenta los medios de (in)formación de masas: cuando quieren distraernos de algo nos hablan de otra cosa, conjuran una serpiente de verano, se inventan una pandemia, por ejemplo, le dan carta blanca de naturaleza, y de esa manera hacen que desaparezca otra cosa, silenciándola, ocultándola, porque aquello de lo que no se habla no existe, aunque no deja de haberlo. Como las meigas que son las brujas en Galicia: no existirán, pero haberlas haylas.

    Ella, que fue considerada el cuarto poder (del Estado), puede hacer que exista algo que no existía o que adquiera relevancia algo que no la tenía hablando constantemente de ello y dándole así cobertura mediática, como dicen ahora, y puede, asimismo, hacer que no exista algo que hay, y mucho, no hablando de ello, o quitándole importancia en el improbable caso de abordarlo. 

    La prensa tiene el poder de configurar lo que se llama la opinión pública, que no es la opinión que la gente tenga, porque la gente como tal no tiene opinión, que es algo privado e individual, sino la que se le impone a fin de que la tenga.


     Este papel que juega la prensa lo vemos también en el caso de los feminicidios que se producen en nuestro país: son asesinatos de mujeres a manos de hombres, y son, desde luego, intolerables, pero no porque sus víctimas sean mujeres, sino porque son asesinatos. Los políticos convierten su existencia en un problema que hay que resolver. Los medios se hacen eco enseguida de ellos y podemos leer, por ejemplo, que en España se han detectado en lo que va de año hasta la fecha 14 asesinatos de mujeres. A todos nos gustaría que no se produjera ninguno, el feminicidio cero, o mejor dicho, el asesinato cero, pero la naturaleza humana es bastante cainita desde que Caín mató a Abel o desde que Rómulo a Remo. 

    Sin duda es un dato preocupante, y no quiero minimizar su importancia, pero cuantitativamente hay otro fenómeno al que la prensa no suele prestar atención, que es mucho más llamativo numéricamente: cada día, es decir, cada veinticuatro horas se producen en este país más de diez suicidios, y no nos saltan las alarmas: no es noticia.

 

sábado, 25 de junio de 2022

"Nadie se suicida solo".

    Antonin Artaud en su Van Gogh, el suicidado por la sociedad responsabiliza al doctor Gachet del suicidio de Vincent: “Fue por la presión, dos días antes de su muerte, de ese espíritu maléfico que se llamaba doctor Gachet, improvisado psiquiatra, causa directa, eficaz y suficiente de esa muerte”. 
 
    El doctor Gachet era médico rural, no psiquiatra, además de pintor aficionado. En una de las cartas de Vincent a su hermano Theo le escribe: “Pienso que no se puede contar para nada con el doctor Gachet. Creo que está más enfermo que yo”. 
 
Trigal con cuervos, Van Gogh (1890)
 
     Para Artaud el doctor Gachet es un "improvisado" psiquiatra. Lo convierte así en la encarnación simbólica de la psiquiatría. No trata tanto de incriminar a un individuo como a una profesión entera, que persigue consciente o inconscientemente al alienado. 
 
    Hace el poeta maldito la siguiente consideración sobre la medicina en general y la psiquiatría en particular: «La medicina nació del mal, si no nació de la enfermedad, y si, por el contrario, provocó y creó la enfermedad de la nada para darse una razón de ser; pero la psiquiatría nació de la turba populachera de seres que han querido conservar el mal en el origen de la enfermedad y que así extirparon de su propia nada una especie de guardia suiza para socavar en su base el impulso de rebelión reivindicativa que está en el origen del genio».
 
Detalle central de Trigal con cuervos
 
Escribe Artaud a propósito del Trigal con cuervos, el último cuadro que pintó Van Gogh antes de su muerte:
"(...) todo el cuadro es rico.
Cuadro rico, suntuoso y sereno.
Digno acompañamiento para la muerte de aquel que, en vida, hizo girar tantos soles ebrios sobre tantas ruedas de molino fuera de servicio y que, desesperado, con un balazo en el vientre, no pudo dejar de inundar con sangre y vino un paisaje, empapando la tierra con la última emulsión, radiante a la vez y tenebrosa, con sabor a vino agrio y a vinagre picado." 
 
    A propósito de la muerte voluntaria, dejó escrito Antonin Artaud: 
 
    "Además, nadie se suicida solo.
    Nunca nadie estuvo solo al nacer.
    Tampoco nadie está solo al morir.
    Pero en el caso del suicidio, se precisa un ejército de seres maléficos para empujar al cuerpo al gesto contra natura de privarse de la propia vida".
 

martes, 22 de marzo de 2022

Suicidio colectivo

    Soprende, leyendo el poema épico e histórico La Farsalia de Lucano, también conocido como prefieren otros por La Guerra Civil, la arenga que el autor pone en boca del tribuno militar Vulteyo, partidario de César en la larga contienda sostenida entre este y Pompeyo (IV, 465-581), dirigida a sus soldados que se encuentran  sin escapatoria en la costa de Iliria, rodeados por sus enemigos (que son sus conciudadanos o compatriotas). Tras una breve lucha y siendo ya inminente sin ninguna posibilidad de victoria la derrota de los suyos, Vulteyo no exhorta a sus hombres  a conseguir la gloria de morir heroicamente luchando hasta el final y dejándose la vida en el empeño, sino a quitarse ellos mismos personalmente la vida mediante un suicidio colectivo antes de permitir que se la arrebate el enemigo, evitando así la esclavitud y la deshonra de rendirse. 

'ignorantne datos ne quisquam seruiat enses?'
 

    En ese contexto hay que interpretar el verso tantas veces mal entendido con que les anima a quitarse la vida: (Bellum Ciuile, IV 579) ignorantque datos ne quisquam seruiat enses que sir Edward Ridley tradujo al inglés como: ...The sword / was given for this: that none need live a slave, lo que viene a decir que los hombres ignoran que el propósito de la espada es salvar al hombre de esclavitud. Fue grabado, según leo, en los sables de la guadia nacional de París durante la Revolución Francesa, con el sentido de que las armas servían para utilizarlas contra el opresor, dando muerte a los tiranos.

    Pero en el discurso de Vulteyo, el verso no está exhortando a sus soldados a usarlas desesperadamente contra el enemigo que los tiene acorralados para lograr una muerte heroica, sino a usarlas contra sí mismos, dándose muerte voluntariamente, una muerte que les librará de caer en la esclavitud. Es una defensa del suicidio. La espada sirve para elegir la muerte antes que la esclavitud, como si fuera uno mismo quien le impide a uno mismo ser libre y tuviera que matarlo, es decir, matar a su enemigo: matar al otro, a su alter ego, matarse a sí mismo.

 

  Escuadrón de suicidio del Frente del Pueblo Judaico (La vida de Brian, 1977)

  Hay en el discurso de Vulteyo, que es una defensa en toda regla de la muerte voluntaria, unos versos muy sugerentes pero que no dicen verdad alguna (IV, 517-520): ...agnoscere solis / permissum est, quos iam tangit uicinia fati, / uicturosque dei celant, ut uiuere durent, / felix esse mori: ...Solo saberlo / es dado a quienes ya roza su sino de cerca, y a quienes / van a vivir se lo ocultan los dioses, a fin de que vivan:/ que es una dicha morir. 

    Pueden relacionarse con el mítico canto del cisne: los cisnes, consagrados como estaban al dios Apolo que les había concedido el don de la adivinación, cuando barruntan que van a morir, vislumbran que la muerte es un bien y mueren plácidamente entonando su cántico más hermoso con el que se despiden de la vida.

 

    El discurso de Vulteyo culminan con el argumento de la felicidad de morir: el felix esse mori: es una dicha morir, el secreto que los dioses sólo revelan a los moribundos que están cerca ya del final de los días que les ha dispuesto la Parca, y que no manifiestan antes porque si lo hicieran nadie querría seguir viviendo y todos adelantarían su hora, la hora como dice a veces la gente con solemnidad, de la verdad.

    La locura del suicidio colectivo instigado por Vulteyo refleja la imagen de una Roma víctima de sí misma.  Pero no se trata exactamente de un suicidio dado que los soldados de Vulteyo no se matan a sí mismos sino entre sí, de modo que prolongan con la vesania de sus actos la agonía de la guerra civil -todas las guerras son civiles, entre ciudadanos del mundo-, y la agonía de la guerra sin más,  de cualquier guerra, ya que no dejan de ser todas ellas  contiendas fratricidas.   


domingo, 6 de junio de 2021

Del suicidio

    La palabra "suicidio" proviene del latín suicidium, pero, paradójicamente, no figura en ningún diccionario de latín clásico. Su creación suele explicarse como compuesto del sufijo -cidium, matanza, derivado de caedere matar, de donde homicidio, genocidio, etc. y el pronombre reflexivo sui de sí mismo. De haber existido este palabro en latín clásico, se hubiera entendido  como matanza de un cerdo (de sus suis, cerdo, de donde nuestro suido), habida cuenta de que son los nombres y no los pronombres los que suelen utilizarse como prefijos en la lengua del Lacio. 

    La primera mención del término neolatino suicida fue registrada por Gauthier de Saint-Victor en el siglo XII y es la única hasta el siglo XVII, por lo que podríamos decir que en la Edad Media, propiamente, no hay suicidas, sino "sui homicidae" homicidas de si mismos o "desperati" desesperados, que es como se denominaba, un tanto imprecisamente, a los que se infligían una muerte voluntaria.

    En latín clásico, en efecto, se prefiere la expresión mors uoluntaria, o se dice que alguien propria se manu interfecit, como dice san Jerónimo que hizo el poeta Lucrecio a la edad de 44 años.

    En la antigüedad el suicidio nunca fue condenado ni estuvo mal visto, como en nuestra época donde el llamado “suicidio asistido” está penado por las leyes en la mayoría de los países.

    El ejemplo clásico digno de muerte voluntaria sería Sócrates que, condenado a morir mediante ingesta de cicuta, tal como la presenta Platón en el Fedón, fue visto como un suicidio por algunos de sus seguidores, ya que pudiendo huir de la prisión no quiso hacerlo. Este modelo socrático de aceptación voluntaria de la muerte fue el que siguieron en Roma estoicamente Marco Porcio Catón, que no quiso el perdón de César, y Lucio Anneo Séneca, al que Nerón le ordenó que se diera muerte, y se abrió las venas en el baño. 

Ayante (también llamado Ayax) prepara su suicidio

    ¿Qué nos dice el epicúreo Lucrecio del suicidio? Que paradójicamente es lo que empuja a algunos a darse la muerte, porque revela que lo que hay por detrás del deseo de quitarse la vida es el miedo a la Muerte, o sea el Miedo por antonomasia, que es lo que promueve, todos los crímenes y asesinatos, hasta que en el último término, como dice Agustín García Calvo, "obliga a darse uno mismo la muerte, olvidado de que aquello hacia lo que va era aquello de lo que huía”. 

    Es lo que con otras palabras decían aquellos hexámetros del libro III de De Rerum Natura, 79-82 de Lucrecio: et saepe usque adeo, mortis formidine, uitae /  percipit humanos odium lucisque uidendae, / ut sibi consciscant maerenti pectore letum  /  obliti fontem curarum hunc esse timorem (y hasta a veces, por miedo a la muerte, tal odio a la vida / entra a los seres humanos y a ver la luz de los días, /  que ellos mismos la muerte se dan con alma afligida, / olvidando que es ese temor la raíz de sus cuitas)

 Muerte voluntaria de Ayante

    Recordemos también aquel breve epigrama de hexámetro y pentámetro dactílico de nuestro Marcial criticando el suicidio estoico: hostem cum fugeret, se Fannius ipse peremit. / hic, rogo, non furor est, ne moriare, mori? Así lo tradujo don Manuel de Salinas con una afortunada redondilla donde reprueba la muerte voluntaria de Fanio, que fue acusado por Tiberio y condenado por haber conspirado contra Augusto: Fanio, ansioso por huir, / del que su muerte procura / se mató. ¿No es gran locura /  matarse por no morir?  
 
    Algo de esa locura, sin embargo, consistente en "matarse para no morir", como dice el poeta, es lo que de siempre nos piden el Estado y el Capital: que nos matemos ahora a trabajar o a hacer planes, por ejemplo, para vivir después en la tierra de nadie prometida de un futuro inalcanzable por esencia, lo que en la coyuntura sanitaria actual en la que llevamos inmersos un año ya bastante largo se le ha pedido a la gente de mil y una maneras desde las altas instancias: renuncia a lo que consideras que es vivir para poder hacerlo en el porvenir, es decir, acepta tu muerte voluntariamente.
 
 

 

domingo, 28 de febrero de 2021

El Árbol del Ahorcado

Se alza a la vera del camino el gran nogal

del que un suicida, soga al cuello, se colgó

condenándose a sí mismo a la pena capital:

lo llaman “el árbol del ahorcado”. 

                                                    Crece aún

y da su fruto: nueces que se perderán

sin recogerlas nadie y hojas que ajará

el otoño y las arrastrará el viento del sur

muy lejos. Ningún vecino nunca se atrevió

a derribarlo a hachazo limpio y despejar

su negra sombra a fin de desterrar así

su patibulario maleficio, invitación

al cadalso y barca de Caronte, y a seguir

la senda sin retorno del que por temor

de la Parca el hilo de su vida cercenó.

 

domingo, 6 de septiembre de 2020

Muertos que no son noticia

Hay muertos de los que no hablan los medios de manipulación y creación de la opinión pública. Muertos de segunda y tercera clase, que no generan titulares. El sábado 22 hubo en Cantabria 5 suicidios. La información es de buena fuente. No procede del periódico local de campanario, que tiende un tupido y pudoroso velo de silencio sobre la realidad, sino de alguien que trabaja en el servicio de urgencias del hospital de la capital de este reino hispánico de taifas. Hay muertes que son noticia y otras que no. Si a los cinco suicidas les hubieran diagnosticado el virus coronado, estoy seguro de ello, estarían en las primeras páginas de los titulares autonómicos y nacionales de periódicos y televisiones.  

Uno de esos suicidios se ha producido en un pueblo del pequeño municipio en el que vivo, donde desde que se declaró el Estado de Alarma hasta la fecha no ha muerto nadie del virus de la maldita corona. Pero eso no es noticia. El vecino, que tenía 70 años, sin patologías previas, se ahorcó en el salón de su casa.  Se trataba de un hombre, según los que lo conocían, que era “la alegría de la huerta”. Nadie se lo explica, ni su mujer, que se queda viuda, ni su hijo, que fue quien lo encontró. 

El suicida, Édouard Manet (1877-1881)

Sin embargo, algo me dice que es una víctima no sé si colateral o directa de todo esto que nos rodea, de esta paranoica histeria colectiva, privados como estamos cuando salimos a la calle de la sonrisa de los demás, especialmente de los niños. 

El pintor francés Édouard Manet, precursor del impresionismo, en su óleo "El suicida" pone fin a la larga tradición académica que hacía del suicidio un tema tabú que sólo se trataba desde un punto de vista histórico dentro de una narrativa asociada a ideas de sacrificio o heroicidad de personajes famosos, como la romana Lucrecia, que no pudo vivir con la infamia de la violación que sufrió, o la muerte autoinfligida de Catón de Útica, que prefirió quitarse la vida antes que rendirse a Julio César, o el suicidio inducido de Séneca, o incluso la aceptación voluntaria de la condena a muerte de Sócrates... 

Manet nos presenta en ese cuadro a un suicida anónimo con gráfica brutalidad. Aquí no hay heroísmo, ni romanticismo, solo un hombre abatido cualquiera que se quitó de en medio porque se sintió derrotado, lo que produce en nosotros, espectadores, tristeza, espanto, angustia, horror, desolación.

Por las manchas de sangre de la blanca camisa se deduce que se ha descerrajado un tiro en el pecho, no lejos del corazón. La colcha ensangrentada, que ocupa casi un tercio del cuadro, revela la contundencia del disparo. La cama sostiene al hombre todavía, pero pronto, parece, caerá al suelo.

Pero la contemplación del cuadro de Manet  hace que nos preguntemos: ¿Por qué?, ¿qué sombría y poderosa desesperación empuja a alguien a esa resolución definitiva?

martes, 2 de junio de 2020

Del suicidio clásico

En griego, al igual que en latín, tampoco hay un término unívoco para refereirse a los que se matan a sí mismos. 

Leamos por ejemplo el capítulo séptimo del libro segundo de la Historia Ecclesiastica de Eusebio de Cesárea, donde se describe el suicidio de Poncio Pilato. Así dice (traducción propia): Merece la pena no ignorar que también a aquel mismo Pilato de los tiempos del salvador durante Gayo (Calígula), de cuya época hemos tratado, la historia lo dirige a precipitarse en tantas desgracias que llegó a ser por fuerza asesino de sí mismo y verdugo por su propia mano, habiéndolo perseguido, según parece, la justicia divina en no mucho tiempo. He aquí el texto griego: Οὐκ ἀγνοεῖν δὲ ἄξιον ὡς καὶ αὐτὸν ἐκεῖνον τὸν ἐπὶ τοῦ σωτῆρος Πιλᾶτον κατὰ Γάϊον, οὗ τοὺς χρόνους διέξιμεν, τοσαύταις περιπεσεῖν κατέχει λόγος συμφοραῖς, ὡς ἐξ ἀνάγκης αὐτοφονευτὴν ἑαυτοῦ καὶ τιμωρὸν αὐτόχειρα γενέσθαι, τῆς θείας, ὡς ἔοικεν, δίκης οὐκ εἰς μακρὸν αὐτὸν μετελθούσης. 

 El suicida, Édouard Manet (1877-1881)

Hallamos en este párrafo dos términos para referirse a la muerte voluntaria αὐτοφονευτὴν ἑαυτοῦ (asesino de sí mismo) y αὐτόχειρα (por su propia mano), compuestos ambos del prefijo auto-. El primero es una variante de αὐτοφόνος. Pues bien, tanto este último término como αὐτόχειρ significan que hacen algo, por ejemplo, matar por su mano o bien a sí mismos o bien a los suyos, por lo que siendo términos que valen para la muerte autoinfligida resultan ambiguos ya que también pueden referirse a muertes  dentro de su grupo de parentesco. 

Otro término αὐθέντης, derivado del verbo αὐθεντέω tener plena autoridad sobre, es todavía mucho más ambiguo, pues significa que obra por sí mismo y, por lo tanto, dueño absoluto de sí mismo, que hace algo por sí mismo, y secundariamente, que ese algo que hace es cometer un asesinato sobre sí mismo, suicidarse. 

Otro término compuesto griego βιαιοθάνατος muerte violenta (cuya adaptación latina biothanatos oculta su etimología, pues parece que contrapone vida/muerte) resulta también ambiguo porque denota una forma violenta de morir, lo que excede a la muerte infligida por propia mano, que también connota a veces. 

Ayante, representación teatral 

Si recurrimos ahora a un célebre suicidio mitológico, el de Ayante o Ayax, sobre el que versa la tragedia homónima de Sofoclés, encontramos allí este monólogo del héroe, la invocación a las siempre vírgenes Eirinias contra los hijos de Atreo Agamenón y Menelao versos 839-842 (traducción propia): Y a esos malos y malvados malamente / los arrebaten ellas; como a mí me ven / sucumbir por propia mano, así a las propias manos / de los más queridos de sus hijos caigan ellos. καί σφας κακοὺς κάκιστα καὶ πανωλέθρους / ξυναρπάσειαν, ὥσπερ εἰσορῶσ᾽ ἐμὲ / αὐτοσφαγῆ πίπτοντα, τὼς αὐτοσφαγεῖς / πρὸς τῶν φιλίστων ἐκγόνων ὀλοίατο. 

El término que encontramos en Sofoclés es αὐτοσφαγής que significa muerto por propia mano, como la primera vez que aparece, y también muerto por mano de los suyos, como la segunda vez, con lo que se el término resulta también ambiguo. 

Del estudio de estos términos podemos concluir que en griego clásico no hay un término unívoco para “suicida”, como tampoco lo había en latín. Eso no quiere decir, naturalmente, que no haya muertes autoinfligidas, pero sí que propiamente no hay suicidios ni suicidas. Es una realidad que se silencia, para la que no hay palabras. 

Sucede lo mismo, en otro orden de cosas, con la ausencia de un termino equivalente a "homosexual" en griego y en latín, de lo que podemos deducir que no hay homosexuales en Grecia y Roma por más que no deje de haber relaciones sexuales entre personas del mismo sexo. Lo que no existe es la categoría conceptual de “homosexual”, ni por lo tanto tampoco la de “heterosexual”, contrapuesta a ella. 

Estamos en el caso del suicidio ante una realidad para la que no hay palabras, una realidad que motivada por el sacrificio, la deshonra, la locura, el crimen, ha sido silenciada hasta los tiempos modernos, donde es una causa importante de fallecimiento y hasta cierto punto sigue siendo tabú. Según datos de la Organización Mundial de la Salud se producen al año en el mundo cerca de 800.000 suicidios.