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martes, 3 de enero de 2023

Una mente abierta (1)

    Marco Aurelio (121-180 de nuestra era) fue emperador de Roma entre 161 y 180, año de su muerte. De origen hispánico como el emperador Adriano o el filósofo Séneca o el poeta Lucano, Marco Aurelio, que no quería convertirse en un César ni empaparse de la púrpura imperial, se convirtió sin embargo en el décimosexto emperador del Imperio romano. Llamado el “emperador filósofo” -en sentido etimológico “amante de la sabiduría” pero no poseedor de ella-, fue considerado uno de los “cino buenos emperadores”, donde “cinco” quiere decir “pocos”. Tuvo que enfrentarse a varias tribulaciones políticas y militares, causadas por los ataques de las tribus germánicas en el límite norte del Imperio y por la rebelión de Avidio Casio en Egipto y Siria, así como a dramas personales como la muerte de algunos de sus hijos. 

    Su lengua materna era el latín, pero como todo romano culto hablaba con fluidez el griego, y eligió esta lengua para escribir sus reflexiones filosóficas, conocidas como Meditaciones, obra dividida en doce libros que probablemente compuso en los últimos años de su vida. Son soliloquios dirigidos a sí mismo que probablemente nunca tuvo intención de publicar, y que han llegado milagrosamente a nosotros constituyendo una especie de íntimo diario personal.     

    Se presenta como un defensor del estoicismo, una doctrina de la Estoa que no era incompatible con el ejercicio del Poder, muy alejada, por lo tanto, de la docrina del Pórtico original de Zenón de Cicio. La filosofía estoica que se difundió entre la aristocracia del Imperio Romano ya no era la de Zenón y sus primeros discípulos, sino una variante harto más conservadora, que es la que conocemos por los escritos de los estoicos imperiales –Séneca, Epicteto, Marco Aurelio–, los únicos que nos han llegado íntegros, en los que persiste un vago ideal humanitario y cosmopolita, pero que ya no intentan cambiar el mundo sino que lo aceptan estoicamente, nunca mejor dicho, tal y como es, lo que explica también el éxito de Las Meditaciones de Marco Aurelio en el mundo moderno como libro de cabecera de muchos poderosos.

    Como muestra, un botón. He aquí una reflexión que escribe sobre la brevedad de la vida (libro IV, 48) y que nos ofrece la espléndida metáfora de la aceituna al final:

    Considera constantemente cuántos médicos han muerto tras haber muchas veces fruncido el ceño sobre sus pacientes; cuántos astrólogos tras vaticinar la muerte de los demás como algo importante; cuántos filósofos, después de haber sostenido mil discusiones sobre la muerte o la inmortalidad; cuántos poderosos, después de haber dado muerte a muchos; cuántos tiranos que abusaron, con una terrible arrogancia, como si fuesen inmortales de su poder sobre vidas ajenas; y cuántas ciudades enteras, por así decir, fenecieron: Hélice, Pompeya, Herculano, y otras innumerables (*).

      *NOTA: Son conocidos los casos de Pompeya y Herculano, que fueron destruidas por la erupción del Vesubio en el 79 de la era cristiana. Hélice era una ciudad griega de la Acaya que fue engullida por el mar en el año 373 antes de nuestra era.

   Pasa revista también a todos los que tú has conocido, uno tras otro. Uno, rindiendo los honores fúnebres a ese, fue después sepultado; y otro a aquél, y todo en breve tiempo. Pues has de ver en suma siempre las cosas humanas como efímeras y sin valor; ayer, un moquillo; mañana, momia o ceniza. Procura, pues, pasar este mínimo lapso de tiempo conforme a la naturaleza y disolverte con alegría, como la aceituna que llegada a la madurez cae bendiciendo la tierra que la crió y dando las gracias al árbol que la produjo.  

martes, 22 de marzo de 2022

Suicidio colectivo

    Soprende, leyendo el poema épico e histórico La Farsalia de Lucano, también conocido como prefieren otros por La Guerra Civil, la arenga que el autor pone en boca del tribuno militar Vulteyo, partidario de César en la larga contienda sostenida entre este y Pompeyo (IV, 465-581), dirigida a sus soldados que se encuentran  sin escapatoria en la costa de Iliria, rodeados por sus enemigos (que son sus conciudadanos o compatriotas). Tras una breve lucha y siendo ya inminente sin ninguna posibilidad de victoria la derrota de los suyos, Vulteyo no exhorta a sus hombres  a conseguir la gloria de morir heroicamente luchando hasta el final y dejándose la vida en el empeño, sino a quitarse ellos mismos personalmente la vida mediante un suicidio colectivo antes de permitir que se la arrebate el enemigo, evitando así la esclavitud y la deshonra de rendirse. 

'ignorantne datos ne quisquam seruiat enses?'
 

    En ese contexto hay que interpretar el verso tantas veces mal entendido con que les anima a quitarse la vida: (Bellum Ciuile, IV 579) ignorantque datos ne quisquam seruiat enses que sir Edward Ridley tradujo al inglés como: ...The sword / was given for this: that none need live a slave, lo que viene a decir que los hombres ignoran que el propósito de la espada es salvar al hombre de esclavitud. Fue grabado, según leo, en los sables de la guadia nacional de París durante la Revolución Francesa, con el sentido de que las armas servían para utilizarlas contra el opresor, dando muerte a los tiranos.

    Pero en el discurso de Vulteyo, el verso no está exhortando a sus soldados a usarlas desesperadamente contra el enemigo que los tiene acorralados para lograr una muerte heroica, sino a usarlas contra sí mismos, dándose muerte voluntariamente, una muerte que les librará de caer en la esclavitud. Es una defensa del suicidio. La espada sirve para elegir la muerte antes que la esclavitud, como si fuera uno mismo quien le impide a uno mismo ser libre y tuviera que matarlo, es decir, matar a su enemigo: matar al otro, a su alter ego, matarse a sí mismo.

 

  Escuadrón de suicidio del Frente del Pueblo Judaico (La vida de Brian, 1977)

  Hay en el discurso de Vulteyo, que es una defensa en toda regla de la muerte voluntaria, unos versos muy sugerentes pero que no dicen verdad alguna (IV, 517-520): ...agnoscere solis / permissum est, quos iam tangit uicinia fati, / uicturosque dei celant, ut uiuere durent, / felix esse mori: ...Solo saberlo / es dado a quienes ya roza su sino de cerca, y a quienes / van a vivir se lo ocultan los dioses, a fin de que vivan:/ que es una dicha morir. 

    Pueden relacionarse con el mítico canto del cisne: los cisnes, consagrados como estaban al dios Apolo que les había concedido el don de la adivinación, cuando barruntan que van a morir, vislumbran que la muerte es un bien y mueren plácidamente entonando su cántico más hermoso con el que se despiden de la vida.

 

    El discurso de Vulteyo culminan con el argumento de la felicidad de morir: el felix esse mori: es una dicha morir, el secreto que los dioses sólo revelan a los moribundos que están cerca ya del final de los días que les ha dispuesto la Parca, y que no manifiestan antes porque si lo hicieran nadie querría seguir viviendo y todos adelantarían su hora, la hora como dice a veces la gente con solemnidad, de la verdad.

    La locura del suicidio colectivo instigado por Vulteyo refleja la imagen de una Roma víctima de sí misma.  Pero no se trata exactamente de un suicidio dado que los soldados de Vulteyo no se matan a sí mismos sino entre sí, de modo que prolongan con la vesania de sus actos la agonía de la guerra civil -todas las guerras son civiles, entre ciudadanos del mundo-, y la agonía de la guerra sin más,  de cualquier guerra, ya que no dejan de ser todas ellas  contiendas fratricidas.   


viernes, 19 de junio de 2020

Estoicamente

Resulta curiosa la noticia que han publicado algunos periódicos de que, durante el confinamiento que hemos sufrido, muchos lectores han acudido a los escritos de Epicteto, Séneca y el emperador Marco Aurelio, es decir, a los filósofos estoicos antiguos buscando algo de consuelo. 

En el mundo anglosajón lo constata el editor de Random House, y en el hispano, la editorial Gredos, especializada en traducción de textos clásicos, que corrobora la demanda de los Pensamientos del emperador sabio Marco Aurelio. 

Del estoicismo lo que nos ha llegado es el tardío romano, que se avenía bastante bien con el Poder, pero nos falta el estoicismo primitivo, de raigambre más cínica y socrática, cuyos textos no se han conservado. 

El estoicismo, que toma su nombre de la Estoa o Pórtico de Atenas, no lejos del ágora, donde se reunían estos filósofos a charlar y a discutir, fue fundado por Zenón de Cicio, nacido en Chipre, que se instaló en Atenas poco después de la muerte de Alejandro Magno y de su maestro Aristóteles. 

Zenón fue discípulo del cínico Crates de Tebas, por lo que se puede afirmar que el estoicismo deriva del cinismo, y ambos de Sócrates. Los estoicos, sin embargo, son menos escandalosos que los cínicos en el comportamiento. Se cuenta la anécdota de que cuando Crates e Hiparquia hicieron el amor a la vista del público, consumando su cinogamia o matrimonio perruno, poniendo así en práctica la anaideia o desvergüenza que predicaban teóricamente, Zenón se interpuso entre ellos y los curiosos tendiendo un tupido velo, interponiendo un manto entre los ojos ajenos y el espectáculo, como si hubiera bajado el telón. 

Los estoicos, por otro lado, son más rigurosos en el razonamiento teórico que los cínicos. Como escuela formal de filosofía, cultivaron la física y la lógica, dándoles un armazón sistemático de doctrina, algo de lo que se habían desentendido los cínicos. 

En cuanto a su pensamiento político, los estoicos primitivos no fueron menos radicales que los cínicos. No se han conservado estos escritos, pero tenemos algunas noticias indirectas. Según ellas, Zenón de Cicio afirmaba que en las ciudades no había que construir ni templos ni juzgados ni gimnasios, que la esclavitud era indigna del ser humano, que hombres y mujeres debían ser y vestir iguales, sin ocultar ninguna parte del cuerpo. Propugnaba que no había que vivir ordenados por Estados ni naciones sino en el cosmopolitismo predicado por Diógenes, siendo todos los hombrees compatriotas y conciudadanos del mundo, así como la abolición del dinero y la propiedad privada. En resumen, el estoicismo primitivo era cosmopolita y defensor de la igualdad del género humano, y la división de la humanidad en naciones era un absurdo. 

Tomo de Luis Andrés Bredlow la noticia de que dos estoicos antiguos Esfero de Borístenes y Blosio de Cumas participaron en política intentando cambiar la sociedad. 

El primero de ellos en Esparta, cuando en el año 227 antes de Cristo asistió como encargado de reorganizar la educación pública al rey Cleómenes, que “en una suerte de revolución desde arriba, liquida el poder político de los oligarcas, admite a la ciudadanía a los pobres y redistribuye la tierra en lotes iguales entre todos”. 

 Séneca, Amadeo Ruiz Olmos (1913-1993)

Blosio de Cumas, otro estoico de esta primera hornada, fue cien años después asesor en Roma de Tiberio Graco, el primer reformador social de la república romana. “Tras el asesinato de Graco, Blosio participó en el Asia Menor en la insurrección de los heliopolitas, el primer movimiento social del mundo antiguo que luchó abiertamente y sin concesiones por la abolición de la esclavitud”. (Luis Andrés Bredlow, "Cínicos y Estoicos",  incluido en Días rebeldes. Crónicas de insumisión, edit. Octaedro 2009...).

Esos movimientos, como tantos otros, fueron derrotados; y la filosofía estoica que luego se difundió entre la aristocracia del Imperio Romano ya no era la de Zenón y sus primeros discípulos, sino una variante harto más conservadora, que es la que conocemos por los escritos de los estoicos imperiales –Séneca, Epicteto, Marco Aurelio–, los únicos que nos han llegado íntegros, en los que persiste un vago ideal humanitario y cosmopolita, pero que ya no intentan cambiar el mundo sino que lo aceptan estoicamente tal y como es. 

Hay, por lo tanto, importantes diferencias entre los primeros estoicos, en general afincados en Grecia, y los del periodo romano, que son los que ahora se releen porque son los que se han conservado, y que aceptaron participar en los gobiernos. Ya se ha mencionado que Marco Aurelio fue emperador. 

Tanto Marco Aurelio, que gobernó en latín, como Epicteto escribieron en griego. Séneca, sin embargo, lo hizo en latín. Sus textos han llegado hasta el presente y, traducidos al inglés, al alemán, al francés, al castellano y a otros idiomas, siguen sirviendo de enseñanza y consuelo para muchos lectores. 

Para los estoicos la felicidad residía en la imperturbabilidad o ataraxia, que consistía en no dejarse arrastrar por las agitaciones mundanas, librándose uno de deseos y temores. El estoico perseguía la serenidad, por lo que no daba entrada a la turbación universal. Más que un conformismo, suponía una negación de la realidad, un intento de que no nos afectaran las noticias del mundo.

Quizá por eso mismo se han vuelto a leer los escritos de estos filósofos. Hemos recurrido a estos autores como consuelo, para tomarnos todo esto que nos estaba pasando con estoicismo, con resignación, como si fuera un mal menor. 

 Estatua ecuestre del emperador Marco Aurelio

Ofrezco, como muestra de uno de estos autores, un botón: Se trata de un texto de Marco Aurelio. El 14 del libro primero de sus Pensamientos o Meditaciones en traducción de Antonio Gómez Robledo (Bibliotheca scritporum Graecorum et Romanorum Mexicana, UNAM 1992): 

Así debieras vivir tres mil años, o aún treinta mil, acuérdate que ninguno pierde, al morir, otra vida que ésta, que vive, ni vive otra que la que pierde. La vida más larga y la más breve vienen así a reducirse a lo mismo. El presente es igual para todos, y lo que perece es, por tanto, igual, y lo que se pierde aparece así como indivisible. En cuanto al pasado y al futuro, no podríamos perderlos, porque ¿cómo podría alguien despojarnos de lo que no tenemos? 

Acuérdate, pues, siempre de estas dos cosas: la primera, que no todo, desde la eternidad, es uniforme y gira en círculo, por lo que no hay ninguna diferencia entre asistir al mismo espectáculo por cien o doscientos años o por un tiempo infinito; y la segunda, que el hombre más harto de años y el que muere en seguida pierden lo mismo, porque es del presente sólo de lo que son privados, por ser lo único que poseen y no se pierde lo que no se posee.