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domingo, 26 de enero de 2025

"Uso creativo del castigo"

    Hace seis años leíamos un artículo en Público sobre las prisiones de Inglaterra y Gales en el Reino Unido  en el que se decía que iban a decir adiós a los barrotes de las ventanas de las celdas, sustituyéndolos por vidrio templado -pero no nos engañemos, las ventanas de vidrio reforzado son mucho más efectivas desde el punto de vista de la seguridad de lo que pueden parecer. Iban a humanizar las cárceles facilitándoles la vida a los reclusos y permitiéndoles, por ejemplo, bajo cierto control, el uso de móviles y portátiles. 
 
Newgate, el patio de ejercicio, Gustave Doré (1872)
 
     Se producía además una curiosa metonimia: los reclusos o presidiarios pasarían a denominarse simplemente “hombres” y sus celdas “habitaciones”, quedando obsoletas las denominaciones tradicionales, que no iban a formar parte ya del vocabulario de los funcionarios de prisiones. Pero con esta medida se corría el peligro inverso y no poco revelador de la paradoja: que los seres humanos podríamos considerarnos reclusos y nuestros habitáculos cárceles como sucedió durante el confinamiento. En todo caso, no por eso, claro está, iban a dejar de existir las realidades paralelas y subyacentes, los presos y las cárceles, como espejos en los que reflejarnos.
 
    Se trataba con estas y otras medidas por el estilo de humanizar la privación de la libertad para hacerla más tolerable y llevadera. No olvidemos que la función esencial de las prisiones, se llamen como quieran llamarse, es hacernos creer a los que estamos provisionalmente fuera de ellas que somos libres por contraposición a los que están dentro. Con esta humanización, se avanza en ese sentido, equiparándonos a los unos y a los otros. 
 
La ronda de los presos, Vincent Van Gogh (1890)
 
    Muy oportunamente Vincent Van Gogh, recreando un grabado de Gustave Doré, Newgate, el patio de ejercicio, pintó el lienzo de la prisión de Newgate, La ronda de los presos, en la que se incluyó el pintor. Es la figura central, que mira al espectador. Se sentía sin duda Van Gogh, el loco del pelo rojo, como esos reclusos, prisionero de sí mismo, en primer término, y prisionero en segunda y última instancia del mundo, en definitiva, dando vueltas interminables en círculos como los prisioneros en el patio del penal de la estampa de Doré.
 
     Pero ha llamado mi atención ahora, a propósito de todo esto, la propuesta del Colegio de Abogados de Inglaterra y de Gales leída el otro día en The Guardian de que el sistema penitenciario actual "no funcionaba", dado que el número de personas en prisión aumentaba constante- y considerablemente, pero la tasa de criminalidad no descendía, y la reincidencia además se disparaba. Tanto en Inglaterra como en Gales las cárceles existentes no dan abasto, y si se quiere restringir la libertad de las personas y castigarlas -es decir, llevarlas por el buen y casto camino  -castum agere, en latín, origen de castigare-, hay que innovar y ser más creativo, es decir, hay que buscar nuevos sistemas punitivos para los malhechores. 
 
 
    La expresión que utiliza el ilustre Colegio de Abogados es 'uso creativo del castigo' (creative use of punishment). Están pensando en medidas de arresto domiciliario mejoradas para delincuentes no violentos, “prisiones de tiempo parcial” y toques de queda de veinte horas como alternativas directas a la detención. En definitiva propone el ilustre Colegio, y esto es lo que llamaba poderosamente mi atención, introducir “restricciones similares a las impuestas durante los confinamientos relacionados con el Covid como medidas punitivas”. 
 
    Aquellas restricciones draconianas que todos recordamos y padecimos habían venido para quedarse, como sospechábamos algunos. Sirvieron, en efecto, para aumentar el control de la población y no para lo que pretendían, que era luchar contra un virus que no era tan peligroso como nos lo pintaban -no es tan fiero el león como lo pintan- y que campó por sus fueros, pero fueron un experimento de control que ahora quiere ponerse en práctica para aplicárselo a los delincuentes menos peligrosos que no tienen cabida en las cárceles por el colapso producido.
 
Prisión flotante
 
    Según el Ministerio de Justicia británico la población carcelaria de Inglaterra y Gales se ha duplicado en los últimos treinta años, lo que ha dado lugar a la tasa de encarcelamiento más alta de todos los países de Europa occidental. De ahí surge la preocupación de tener que liberar presos antes de tiempo para meter en las celdas a las nuevas hornadas de delincuentes peligrosos. 
 
    Ya existen leyes, de hecho, que prohíben a los infractores el acceso a pubs, campos deportivos y eventos sociales, lo que constituye una privación significativa pero no total de libertad como la cárcel. Se plantea la posibilidad ahora de una forma de prisión a tiempo parcial para delincuentes de bajo riesgo que no hayan cometido delitos graves, que les permita trabajar, capacitarse y mantener vínculos familiares de cara a su reinserción. 
 
    Si siguen las cosas como están a este paso, aunque se construyan las nuevas prisiones proyectadas en el Reino Unido, los planes son “insuficientes para satisfacer la demanda futura proyectada”. Los expertos en el tema, que de todo hay en la viña del Señor, pronostican una escasez de 12.400 plazas exactamente en prisiones para finales de 2027 tanto en el país de Gales como en Inglaterra.
     

sábado, 25 de junio de 2022

"Nadie se suicida solo".

    Antonin Artaud en su Van Gogh, el suicidado por la sociedad responsabiliza al doctor Gachet del suicidio de Vincent: “Fue por la presión, dos días antes de su muerte, de ese espíritu maléfico que se llamaba doctor Gachet, improvisado psiquiatra, causa directa, eficaz y suficiente de esa muerte”. 
 
    El doctor Gachet era médico rural, no psiquiatra, además de pintor aficionado. En una de las cartas de Vincent a su hermano Theo le escribe: “Pienso que no se puede contar para nada con el doctor Gachet. Creo que está más enfermo que yo”. 
 
Trigal con cuervos, Van Gogh (1890)
 
     Para Artaud el doctor Gachet es un "improvisado" psiquiatra. Lo convierte así en la encarnación simbólica de la psiquiatría. No trata tanto de incriminar a un individuo como a una profesión entera, que persigue consciente o inconscientemente al alienado. 
 
    Hace el poeta maldito la siguiente consideración sobre la medicina en general y la psiquiatría en particular: «La medicina nació del mal, si no nació de la enfermedad, y si, por el contrario, provocó y creó la enfermedad de la nada para darse una razón de ser; pero la psiquiatría nació de la turba populachera de seres que han querido conservar el mal en el origen de la enfermedad y que así extirparon de su propia nada una especie de guardia suiza para socavar en su base el impulso de rebelión reivindicativa que está en el origen del genio».
 
Detalle central de Trigal con cuervos
 
Escribe Artaud a propósito del Trigal con cuervos, el último cuadro que pintó Van Gogh antes de su muerte:
"(...) todo el cuadro es rico.
Cuadro rico, suntuoso y sereno.
Digno acompañamiento para la muerte de aquel que, en vida, hizo girar tantos soles ebrios sobre tantas ruedas de molino fuera de servicio y que, desesperado, con un balazo en el vientre, no pudo dejar de inundar con sangre y vino un paisaje, empapando la tierra con la última emulsión, radiante a la vez y tenebrosa, con sabor a vino agrio y a vinagre picado." 
 
    A propósito de la muerte voluntaria, dejó escrito Antonin Artaud: 
 
    "Además, nadie se suicida solo.
    Nunca nadie estuvo solo al nacer.
    Tampoco nadie está solo al morir.
    Pero en el caso del suicidio, se precisa un ejército de seres maléficos para empujar al cuerpo al gesto contra natura de privarse de la propia vida".
 

domingo, 5 de junio de 2022

Vincent en la prisión de Newgate

    No consta en ninguna biografía del pintor que haya estado nunca en la cárcel, aunque sí que durante el mes de enero de 1890 ingresó, al parecer voluntariamente, en el manicomio de Saint-Rémy-de-Provence, en el sur de Francia, donde Vincent Van Gogh (1853-1890), como no podía dejar de pintar nunca, copió un grabado del libro “Londres: Una peregrinación”, una especie de guía turística londinense de la sombría época victoriana de las novelas de Charles Dickens, escrita por Blanchard Jerrold e ilustrada con estampas de Gustave Doré. Uno de los 180 grabados en blanco y negro de Doré llamó particularmente la atención de Vincent y lo reprodujo con su peculiar paleta de colores. 

Prisión de Newgate
 
     El grabado de Doré lleva por título: “Newgate: el patio de ejercicio”. Representa a un grupo numerosos de presidiarios que describen un círculo en el patio de la prisión durante la salida de las celdas a fin de tomar el aire y ejercitar las piernas. Su paso lento, cansino, repetitivo, marca un eterno retorno que gira sobre sí mismo frente a la indiferencia de los carceleros vigilantes que están a la derecha.

     En la esquina de la calle New Gate, nombre de una de las puertas de la muralla romana, con la de Old Bailey, en la city londinense, se alzaba esta prisión, cuyo patio de recreo Van Gogh recrea con sus pinceles porque de alguna forma se ha identificado con la metáfora carcelaria de privación de libertad. 

Vista del lado oeste de la prisión de Newgate
 

    En la novela de Daniel Defoe Fortunas e infortunios de la famosa Moll Flanders, Moll, una convicta de Newgate, describe así la cárcel: Es imposible describir el terror de mi alma, cuando me trajeron por primera vez, y cuando vi a mi alrededor todos los horrores de aquel lúgubre lugar: Me consideraba perdida, y que no tenía otra cosa en que pensar que en salir del mundo, y eso con la mayor infamia; el ruido infernal, los gritos, los juramentos y el clamor, el hedor y la asquerosidad, y toda la horrible multitud de cosas espantosas que vi allí, se unieron para hacer que el lugar pareciera un emblema del propio infierno, y una especie de entrada en él.

Newgate: el patio de ejercicio, Gustave Doré (1872)
 

    ¿Por qué llamó la atención de Vincent este grabado? Porque se sentía, sin duda, como esos reclusos, prisionero de sí mismo, si es que se había internado voluntariamente en el sanatorio psiquiátrico, y prisionero del mundo, en definitiva, dando vueltas incansables en círculos como los presos de la estampa de Doré. 

    Quizá al pintar el óleo, pensaba ya en cómo salir de esa cárcel, en su suicidio, que cometería en julio de ese mismo año. Se trata de un cuadro claustrofóbico, ambientado como está en un espacio cerrado, sofocante; no sólo no hay ningún horizonte sino que los altísimos muros de la prisión, parecen elevarse al infinito. No hay ningún cielo, por lo que es un reflejo fidedigno del propio encierro voluntario y del sentido de reclusión de los últimos días de la atormentada vida del artista.

    De esta tela, de este círculo de dolor que representa una condena sin fin, la mirada del prisionero que está en primer plano busca nuestros ojos. De hecho, el preso que no lleva gorra y tiene cabellos rubios -"el loco del pelo rojo", como se tituló en España la película Lust for Life (1956) de Vincente Minnelli en la que Kirk Douglas encarnaba a Van Gogh- que mira al espectador del cuadro recuerda bastante al pintor, por lo que algunos críticos opinan que es un autorretrato, o al menos una descripción de cuál era el espíritu de su estado de ánimo cuando pintó el cuadro. 

La ronda de los presos, Vincent Van Gogh (1890)
 

    Vincent se sentía realmente deprimido en estos días, y no veía escapatoria. Aunque nunca estuvo en la prisión de Newgate que retrata, la cárcel le sirve como metáfora para expresar su situación actual, recluido en un manicomio, y su anhelo de vida y libertad. Las paredes de esta prisión son altísimas y ocupan la totalidad del lienzo. Los presos están en la mitad inferior. La claustrofobia es amplificada además por esa forma poligonal de los muros que no dejan lugar a un soplo de aire ni rastros de vida natural, salvo, apenas, si nos fijamos un poco tanto en el grabado original como en la tela de Van Gogh, un par de mariposas blancas sobrevolando en lo alto, en la mitad superior del óleo, que tiene unos colores menos sombríos,  hacia un cielo que se adivina pero que a nosotros no nos es dado contemplar.