viernes, 20 de noviembre de 2020

Primum non nocere: las autoridades sanitarias* contra Hipócrates.

Nota Bene: Utilizo la expresión “autoridades sanitarias” como se hace habitualmente, es decir, entendiendo el término “autoridad” con el sentido político de gobernantes o mandamases (latín potestas), incluyendo en la denominación a ministros del gobierno del país, asesores y consejeros de los gobiernos de las comunidades autónomas encargados de la gestión sanitaria, no en el sentido prístino y etimológico (latín auctoritas) de “prestigio y crédito que se reconoce a una persona o institución por su legitimidad o por su calidad y competencia en alguna materia”

Juramento hipocrático en versión bilingüe grecolatina.
 
El primer deber del médico, según Hipócrates, el padre de la medicina, es ayudar al paciente o, en todo caso, no causarle mayor trastorno. Hipócrates escribe en el libro primero de sus Epidemias, capítulo segundo -cito literalmente- ...ἀσκεῖν περὶ τὰ νοσήματα δύο, ὠφελεῖν ἢ μὴ βλάπτειν, lo que viene a decir en nuestra lengua: ...practicar en cuanto a las enfermedades dos cosas:ayudar o bien no hacer daño.

La idea no se ha popularizado entre nosotros en griego, por aquello que se decía en la Edad media de Graecum est, non legitur -es griego, no se lee-, sino en latín, que fue la lengua de la Santa Madre Iglesia y del medieveo cristiano, lengua que se entiende un poco mejor que la de Homero, pese a que sigamos utilizando esta última  y hablamos criptogriego, según decía Adrados, en nuestros registros cultos sin ser muy conscientes de ello la mayoría de las veces.

Así, por ejemplo, Escribonio Largo, médico de la corte del emperador Claudio, tradujo en el siglo I el juramento hipocrático al latín y dio la siguiente definición de la medicina: scientia enim sanandi, non nocendi est medicina: La medicina es la ciencia de la curación, no del daño.

La frase hipocrática latina, sin embargo, no se  ha popularizado entre nosotros como cabría esperar  primum est prodesse, proximum non nocere: lo primero es ser útil, lo siguiente no hacer daño, sino invertida como primum est non nocere, proximum prodesse: lo primero es no hacer daño, lo siguiente ser útil, cuya autoría puede atribuírsele a Lactancio, el Cicerón cristiano. 

La versión latina que han adoptado como lema médicos y farmacéuticos coloca en primer lugar como lo principal la parte negativa (non nocere, no perjudicar) antes de la positiva (prodesse, ser de provecho). La verdad es que no cambia mucho, prácticamente nada, el sentido general del dicho, sólo el orden de prelación.

 

Busto de Hipócrates de Cos, Museo Pushkin de Moscú.
 

Lo cierto es que Lactancio, imbuido de moral judeo-cristiana, hablaba no de medicina, sino de la justicia divina y de que no debemos hacerle a nadie lo que no queremos que nos hagan a nosotros. Escribía la susodicha frase, en efecto, primum est non nocere, proximum prodesse, en la Epítome de las Instituciones Divinas, al final del capítulo LX, y añadía a modo de ejemplo: et sicut in rudibus agris priusquam serere incipias, euolsis sentibus, et omnium stirpium radicibus amputatis, arua purganda sunt, sic de nostris animis prius uitia detrahenda, et tunc demum uirtutes inserendae, de quibus seminatae per uerbum Dei fruges inmortalitatis oriantur.  Y así como en los terrenos agrestes antes de empezar a sembrar, una vez arrancados los abrojos y cortadas las raíces de todas las malas hierbas, hay que limpiar los campos, así de nuestros espíritus antes hay que alejar los vicios, y luego finalmente cultivar las virtudes de las que nazcan los frutos de la inmortalidad sembrados por la palabra de Dios.

El caso es que la frase de Hipócrates se ha vulgarizado en su versión latina invirtiendo el orden que proponía el médico de Cos: para él lo primero era sanar y curar las dolencias y la enfermedad que trataba, y en caso de no lograrlo, no perjudicar al enfermo con una mala praxis, lo que vale para el médico y para el medicamento, que deberían ante todo curar y, si no podían hacerlo, no producir efectos secundarios adversos ya que a veces acciones médicas bien intencionadas acaban produciendo resultados catastróficos.

La medicina hipocrática, consciente del daño que se provocaba muchas veces al intervenir sobre los procesos morbosos, era partidaria en general de dejar actuar a la naturaleza, un poco al modo de aquella cantilena infantil nuestra que decía: “sana, sana, culito de rana; si no sanas hoy, ya sanarás mañana”. 


La medicina posterior y moderna, sin embargo, ha incurrido muchas veces en la yatrogenia, es decir, en provocar males debidos a la intervención médica. Este fenómeno se ve, en las circunstancias actuales, agravado además por la hegemonía de las autoridades sanitarias y los colegios profesionales a su servicio, que, desoyendo la advertencia hipocrática, causan más perjuicios que beneficios con sus nocivos efectos secundarios y los daños colaterales de sus recomendaciones y ordenanzas: confinamientos indiscriminados y cuarentenas de la población sana considerada enferma y contagiosa en potencia sin  ninguna evidencia científica que lo avale, cierre de escuelas y universidades a cal y canto, uso generalizado de mascarillas en espacios interiores y exteriores, imposición de la distancia física interpersonal, toque de queda, recomendación generalizada de la vacunación a toda la población, prohibición de reuniones sociales de más de seis personas, lo que nos recuerda a algunos algo entrados en años el "¡disuélvanse!" de los grises durante la oprobiosa dictadura... y un larguísimo etcétera que nos lleva a toda la gente por la Calle de la Amargura sin número.

Una cruda campaña publicitaria, tóxica como ella sola, además, de la Comunidad de Madrid que culpabiliza a los jóvenes -juventud, divino tesoro, que cantó Rubén- de no impedir la transmisión del virus y de enviar a la yaya "de Madrid al Cielo", nos ilustra, a modo de ejemplo,  sobre el caso formulando las siguientes ecuaciones "matemáticas": Saltarse la cuarentena=Intubar a tu mejor amigo, y Reunión familiar sin protección=Enterrar a tu abuela. En el segundo caso, se especifican los siguientes consejos indecentes e inmorales a fuer de sanitarios e higiénicos: “Reduce la actividad social y familiar a lo estrictamente necesario, guarda distancia física y usa mascarilla. Ventila la vivienda con frecuencia”. Cabría preguntarle a la susodicha Comunidad qué entiende ella por lo "estrictamente necesario", no vaya a ser que nos esté sugiriendo que nos volvamos todos anacoretas y que renunciemos a toda forma de sociedad y de relación humana desde nuestra anacoresis en una burbuja de cristal individual o cámara de aislamiento sensorial. Bajo el estúpido lema #No-te-saltes-la-vida están suministrándonos la muerte.

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