Nota Bene: Utilizo la expresión “autoridades sanitarias” como se hace habitualmente, es decir, entendiendo el término “autoridad” con el sentido político de gobernantes o mandamases (latín potestas), incluyendo en la denominación a ministros del gobierno del país, asesores y consejeros de los gobiernos de las comunidades autónomas encargados de la gestión sanitaria, no en el sentido prístino y etimológico (latín auctoritas) de “prestigio y crédito que se reconoce a una persona o institución por su legitimidad o por su calidad y competencia en alguna materia”.
La idea no se ha popularizado entre nosotros en griego, por aquello que se decía en la Edad media de Graecum est,
non legitur -es griego, no se lee-, sino en latín, que fue la lengua de la Santa Madre Iglesia y del medieveo cristiano, lengua que se entiende un poco mejor que la de Homero, pese a que sigamos utilizando esta última y hablamos criptogriego, según decía Adrados, en nuestros registros cultos sin ser muy conscientes de ello la mayoría de las veces.
Así, por ejemplo, Escribonio
Largo, médico de la corte del emperador Claudio, tradujo en el siglo
I el juramento hipocrático al latín y dio la siguiente definición
de la medicina: scientia enim sanandi, non nocendi est medicina:
La medicina es la ciencia de la curación, no del daño.
La frase hipocrática latina, sin embargo, no se ha popularizado entre nosotros como cabría esperar primum est prodesse, proximum non nocere: lo primero es ser útil, lo siguiente no hacer daño, sino invertida como primum est non nocere, proximum prodesse: lo primero es no hacer daño, lo siguiente ser útil, cuya autoría puede atribuírsele a Lactancio, el Cicerón cristiano.
La versión latina que han adoptado como lema médicos y farmacéuticos coloca en primer lugar como lo principal la parte negativa (non nocere, no perjudicar) antes de la positiva (prodesse, ser de provecho). La verdad es que no cambia mucho, prácticamente nada, el sentido general del dicho, sólo el orden de prelación.
Lo cierto es que Lactancio, imbuido de moral judeo-cristiana, hablaba no de medicina, sino de la justicia divina y de que no debemos hacerle a nadie lo que no queremos que nos hagan a nosotros. Escribía la susodicha frase, en efecto, primum est non nocere, proximum prodesse, en la Epítome de las Instituciones Divinas, al final del capítulo LX, y añadía a modo de ejemplo: et sicut in rudibus agris priusquam serere incipias, euolsis sentibus, et omnium stirpium radicibus amputatis, arua purganda sunt, sic de nostris animis prius uitia detrahenda, et tunc demum uirtutes inserendae, de quibus seminatae per uerbum Dei fruges inmortalitatis oriantur. Y así como en los terrenos agrestes antes de empezar a sembrar, una vez arrancados los abrojos y cortadas las raíces de todas las malas hierbas, hay que limpiar los campos, así de nuestros espíritus antes hay que alejar los vicios, y luego finalmente cultivar las virtudes de las que nazcan los frutos de la inmortalidad sembrados por la palabra de Dios.
El caso es que la frase de Hipócrates se ha vulgarizado en su versión latina invirtiendo el orden que proponía el médico de Cos: para él lo primero era sanar y curar las dolencias y la enfermedad que trataba, y en caso de no lograrlo, no perjudicar al enfermo con una mala praxis, lo que vale para el médico y para el medicamento, que deberían ante todo curar y, si no podían hacerlo, no producir efectos secundarios adversos ya que a veces acciones médicas bien intencionadas acaban produciendo resultados catastróficos.
La medicina hipocrática, consciente del daño que se provocaba muchas veces al intervenir sobre los procesos morbosos, era partidaria en general de dejar actuar a la naturaleza, un poco al modo de aquella cantilena infantil nuestra que decía: “sana, sana, culito de rana; si no sanas hoy, ya sanarás mañana”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario