sábado, 21 de noviembre de 2020

Más mensajes encapsulados en breves dosis

La política es la nueva religión, cuyo fetiche providencial es el Estado, su dogma la constitución, su liturgia las elecciones, sus fieles la masa ciudadana.

En vez de una testa coronada por la divina gracia del óleo sacerdotal, las naciones tienen cientos de cabezas consagradas por la unción del voto democrático.

Ovejunamente: ¡Triste rebaño convencido de que es necesaria y buena la trasquiladura, satisfecho con la facultad democrática de elegir a los trasquiladores!

Todos votan lo mismo sin saberlo: al mismo partido político, que concurre con distintas siglas y colores, y, con otro nombre y apellidos, al mismo candidato. 

Viñeta de Miguel Brieva

¡Cuánto hay que arrastrarse para subir a la cumbre de lo más alto! ¡Cuántas genuflexiones, abyección y prostituciones! A mayor encumbramiento, mayor indignidad.

La banda del presidente, la mitra del obispo, la medalla del magistrado y la charretera del general revelan lo bajo que han caído en su ascenso fulgurante.

Declarar la guerra a la política es declarar la guerra a la guerra, ya que aquella es la continuación de esta por otros medios, según el varón de Chausewick. 

De un siniestro juez americano del siglo XVIII llamado Ch. Lynch deriva el “linchamiento” justiciero: ejecución sin juicio previo de un presunto delincuente. 

Pero no hay juicio justo, la justicia es injusta por esencia (summum ius, summa iniuria): todo proceso, máxime el Juicio Final, es un linchamiento justiciero. 



Cuando Guiñol, el muñeco de guante, aporrea con el garrote al comisario, aplaudimos y compartimos nuestro regocijo, volviéndonos niños, con el público infantil.

Don Quijote hoy: -Con la Iglesia y con el Estado hemos topado, amigo Sancho. "-Ya lo veo -respondió Sacho- y plega a Dios que no demos con nuestra sepultura.”

De Roma hemos heredado el Estado y la Iglesia Católica, Apostólica y Romana, gigantescos vestiglos contra los que seguimos debatiéndonos y combatiendo todavía.

Los mandamases que más mandan son los más mandados; los gobernantes, lacayos serviles. Todo uniforme es una librea; todo salario, limosna y propina miserable. 

Be different: Sé diferente

¿Quién debería celebrar con sumo regocijo la sarcástica y paradójica fiesta que glorifica el trabajo en las calendas de mayo, los explotados o los explotadores?

La clase trabajadora, obrera o explotada que celebra la Fiesta del Trabajo es como el cordero que se regocija con el sacrificio pascual de su propia inmolación.

¿Dónde están? ¿A dónde fueron a parar aquellas despóticas tiranías y autoritarias dictaduras de ayer, sino al colmo de su perfección hoy, que es la democracia?

No hay comentarios:

Publicar un comentario