miércoles, 4 de noviembre de 2020

Quince mensajes breves en una botella

El Presidente comparece en el Parlamento y justifica las medidas de su gabinete de Gobierno que nos condenan al Orco: «Hay que optar entre lo malo y lo peor».

Safó dejó dicho en griego de una vez para siempre que Eros, el amor, era dulce y amargo a la vez, mas no lo dijo en dos palabras, sino en una sola: dulciamargo.

Safó abrazando su lira. Jules Elie Delaunay (1828-1891)

El capitalismo no sólo pone en venta todo lo que hay en el mundo, sino también lo que no hay, como demuestra la existencia de un próspero mercado de futuros. 

Las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado velan por mantener un orden público aparente o apariencia de orden que es inseguridad y desorden generalizado. 

No deberíamos preocuparnos de elegir un nuevo pastor entre los diversos candidatos a pastorearnos, sino, más bien, de dejar de ser un rebaño sumiso de borregos. 

Nos inculcan desde la más tierna infancia que eso es malo y por eso lo aborrecemos ahora y nos repugna; pero igualmente podían habernos insuflado lo contrario. 



Lenguaje económico: La Volatilidad -sic, con mayúscula- ha sido la tónica de los mercados financieros que provocó fuertes caídas en las bolsas europeas. 

Por una parte me urge ser persona, con mi personalidad, nombre y apellidos y documento nacional de identidad, pero, por otra, necesito trascender lo personal.


(Terentii) Et errat longe, mea quidem sententia, / qui imperium credat grauius esse aut stabilius / ui quod fit, quam illud quod amicitia adiungitur. 

(De Terencio) Y yerra mucho en verdad, en mi opinión, quien crea que es más firme o sólido el Poder que a la fuerza se ejerce que el que se aplica con amor. 

No importa quién conduce la apisonadora ni si lo hace mejor o peor, sino que por donde pasa, como el caballo de Atila, la yerba no vuelve a crecer ni por asomo. 

Un tetralema con cuatro premisas: ¿El universo es finito, infinito, ambas cosas a la vez o ni lo uno ni lo otro? Solución: ninguna de esas cuatro soluciones. 

Quien lo tiene se aferra a ello y lo defiende con uñas y dientes, por más que eso mismo le esté matando; y quien no, lo reivindica como derecho constitucional. 

El capitalismo neoliberal no va a dejar de ser el que es porque haya un gobierno u otro al frente de la nación y una mayoría de izquierdas en el parlamento. 

El trabajo es una condena al aburrimiento que, asalariando el tiempo empleado en él, tiene la utilidad de producir inutilidades que a la gente no le sirven para nada.

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