jueves, 19 de noviembre de 2020

Más mensajería breve (apotegmas y aforismos)

El miedo a la muerte es lo que, al fin, hace a los hombres temer y acatar al Estado hasta la indignidad. Porque es una bestia que muere matando, todos la odian viva, pero más les aterra moribunda. (Rafael Sánchez Ferlosio). 


De re publica 


El sistema anima al individuo a expresarse libremente y realizar sus proyectos personales, siempre que se adecuen a las exigencias de libre mercado del sistema. 

Los profesores son coachs, carricoches que llevan a los jóvenes a materializar sus “proyectos de vida” y a incorporarse al mercado del trabajo o mundo laboral. 

Cuesta trabajo admitir que todos y cada uno somos el sistema, porque eso exige revisar nuestra adhesión inquebrantable a valores y estilos de vida dominantes.

Hay que ser eficaces y eficientes, nos dicen y decimos a nosotros mismos, sin preguntarnos al servicio de qué y de quién hay que ser eficientes y eficaces. 

Cuanto más obedece el consumidor-ciudadano y votante-contribuyente a sus impulsos inmediatos e infantiles, más se aprovechan de ello los mercados y el Estado.

Tras cada mercaduría hay tal cantidad de trabajo ingente y sufrimiento innecesario que ni puede pagarse con todo el dinero del mundo ni tampoco redimirse.

Un fantasma recorre Europa: el fantasma del fascismo que vuelve. Todas las fuerzas del viejo continente se han aliado en santa persecución contra el fantasma.

El fascismo, cuya pretensión totalitaria era controlar las vidas administrando la muerte, nunca había desaparecido porque era la esencia del estado democrático.

Es una ingenuidad pensar que las elecciones democráticas pueden cambiar un sistema basado en elegir los nombres de los gobernantes y el color de los gobiernos.

El miedo al fascismo futuro impide reconocer el estructural, que es el único que hay, en el que ya vivimos, y eso no se combate ni votando ni absteniéndose.

El voto sólo es decisivo en el sentido de que puede decidir quién gobierna pero no quién manda, que es muy distinto: los más mandados son los gobernantes.


De religione



Hacer lo que le da la gana a uno, aunque parezca libertad, es obedecer la ley de Dios, que es uno y metafísico, obrando así el rebelde según divina voluntad.

La ciencia no es más que una nueva religión y un último refugio de la fe de los creyentes, que no se resignan así a dejar de creer en el viejo Dios monoteísta.

Que la mitad de los jóvenes españoles se declaran no-creyentes, no significa que hayan descreído de todo, sino que no creen en el mismo Dios que sus mayores.

Una forma de religión sustituye a otra, por lo que la secularización laica tan temida por unos como deseada por otros no ha tenido lugar en el mundo todavía.

Los antiguos dioses han abandonado los templos, donde se rinde ahora culto al individuo, la revolución, la economía, el progreso y un largo etcétera sin fin.

Si lo sagrado se seculariza, lo profano, en contrapartida y en revancha, penetra en el templo que ha quedado deshabitado, donde se consagra y se idolatra.

El Documento Nacional de Identidad es el equivalente secular del sacramento de la confirmación del bautismo en el Registro Civil con nombre propio y apellidos.

El “yo”, no yo, sino el “yo” es un ente puramente metafísico, una construcción identitaria real y falsa, mera abstracción, y a Dios por lo tanto equiparable.

De uariis

  
Perseguir la felicidad como objetivo que hay que lograr en la vida a cualquier precio es tal vez el mayor obstáculo que hay para ser felices de verdad. 

Resulta deprimente ver la sonrisa de felicidad que irradian los hipócritas que juzgamos dichosos por su apariencia, privados del ejercicio de la melancolía. 

Copla de la moza que no quería ser casada sino libre enamorada: No me caso yo con Dios ni conmigo misma, madre. ¿Cómo iba así a poder, malcasada, divorciarme?  

El que formula la pregunta es como el pescador que lanza el sedal con la carnada en el anzuelo al mar para que piquen los peces y acaben convertidos en pescado. 

El mirón, voyerista o voyeur no suele ser el que más y mejor ve, sino, por el contrario, el que ve peor y tiene menor campo visual, porque ve sólo lo que mira. 

En el juego infantil del ganapierde o mundoalrevés, el que pierde gana librándose de sus prendas, y viceversa, pierde el que gana cargándose de aquellas.

No hay identidad estable, inmutable y perpetua en este mundo, pero nos empeñamos en encarnar y defender una propia a capa y espada con fanatismo religioso.

El deporte es, parafraseando a Foucault, que invierte la célebre máxima del barón de Clausewitz, como la política, continuación por otros medios de la guerra.

Los equipos deportivos sustituyen en el imaginario colectivo a huestes y ejércitos rivales, y el campo de juego donde se celebra la competición, al de batalla.

De la crisis sanitaria

El consistorio municipal, basándose en recomendación dizque científica, prohíbe, chitón, hablar en el transporte público "para reducir el riesgo de contagio".

El "prohibido hablar al conductor" de los autobuses se sustituye ahora por la aciaga recomendación científica de "silencio siempre" en aras de la pública salud.

¿A quién beneficia la crisis sanitaria? A las gigantescas empresas tecnológicas californianas que contratan trabajadores y multiplican dividendos en la Bolsa.

Confinados en el domicilio y restringidos los desplazamientos, los consumidores adquieren mercadurías por comercio electrónico, fomentado así por el gobierno.

La censura del pensamiento político hegemónico impide que el dogma de fe de la peligrosidad extrema y contagiosa del SARS-CoV-2 se ponga en duda y se cuestione. 


El ministro de sanidad del país galo reconcoe que el confinamiento es una dura prueba pero hay que respetarlo: soyons solidaires. El Estado vela por nosotros. 

Chamfort ironizó con el lema revolucionario “la Fraternité ou la mort” cambiándolo por “sé mi hermano o te mato”. Hoy: sé solidario si no quieres que te mate.

(Follow the money) Si en las novelas policíacas había que seguir la pista de “cherchez la femme” en pos del crimen, ahora hay que seguir la pista del dinero. 

2 comentarios:

  1. "Es una ingenuidad pensar que las elecciones democráticas pueden cambiar un sistema basado en elegir los nombres de los gobernantes y el color de los gobiernos." Eso es totalmente cierto, desde la base y en cuanto a teoría política. Pero aportando otro punto de vista, muchas mujeres nos echamos a temblar cuando la derecha gana las elecciones, al igual que cualquier minoría o colectivo cuyos derechos no existen o penden siempre de un hilo.
    Siendo hombre, blanco, hetero, cisgénero y nacido en el país, puede que ningún partido vaya a marcar una gran diferencia en tu vida: no van a decirte qué hacer con tu cuerpo ni van a perpetuar medidas que te sitúan por debajo de otro o te excluyen de la sociedad. Si no cumples alguno de esos "requisitos", la diferencia entre un gobierno y otro puede ser muy importante. Y más después de escuchar el lenguaje empleado en la última campaña electoral... Ya no es teoría ni son cosas que leemos en los libros de historia; ahora nos jugamos derechos fundamentales ganados en este sistema perverso y la protección básica de colectivos vulnerables. Por supuesto, es sólo una opinión :)

    ResponderEliminar
  2. La protección de colectivos vulnerables y víctimas rentables es un adorno de la corrección moral dominante, esa que dice que viene el lobo mientras contempla con distancia de seguridad cómo agonizan las ovejas heridas en el corral.

    ResponderEliminar