De Ferlosio: “¿Quién soy yo para ponerle riendas, como a caballo propio, al que he de ser mañana?”. Y ¿quién, además, para llevar las riendas del de ayer?
Siento que he sido otro, que me ha vivido otro. Toda mi
vida, todos mis recuerdos, todo me resulta ajeno. ¿Acaso soy responsable
del otro yo que me vivió?
El prestigioso virólogo aconseja que hay que comportarse como si uno estuviera contagiado sin estarlo, para evitar contagiar así la enfermedad fantasmagórica.
El
que canta su mal espanta, y con el canto viene el encantamiento que
como por arte de magia embelesa y libera del desencanto, y con su
hechizo nos encanta.
Profanar
una imagen sagrada es delito en algunos países, pero sacralizar una
imagen profana consagrándola no lo es en ninguno, cosa que sucede por
doquier.
El Ministerio de Sanidad antepone la salud física de sus súbditos, votantes y contribuyentes, a su libertad, limitando la vida a mera y brutal supervivencia.
¿Qué
es fotografiar un instante para inmortalizarlo sino matarlo,
convirtiendo lo que pasa en foto fija instantánea e ideal, retrato
cadavérico post mortem?
Tomar una fotografía es como apretar el gatillo de una pistola cargada y descerrajar una bala mortal que celebrará inmortalizándolo el momento asesinado.
Tomar una fotografía es como apretar el gatillo de una pistola cargada y descerrajar una bala mortal que celebrará inmortalizándolo el momento asesinado.
¿Qué hago defendiendo causas perdidas y lenguas “muertas”, latín y griego, que los sucesivos planes educativos asesinaron relegándolas al baúl de los recuerdos?
En
marcha sin bordón ni calabaza, sin manto de estameña oscura o parda,
sin sombrero tampoco de ala ancha y vuelta, sin zurrón ni mochila ni una
venera.
Peregrinando
solo, veleta al viento, recorriendo caminos voy y senderos, soy sólo un
caminante sin rumbo fijo, sin brújula que marque norte y destino.
Naufragar
en el olvido donde sueña el hada melancólica de la belleza envuelta en
harapos resplandecientes y dormitan los recuerdos que perdieron la
memoria.
“Tengo
tal desconfianza en el futuro que sólo hago planes para el pasado”. Lo
dejó escrito en la lengua de Dante, Ennio Flaviano, y es sin duda
memorable.
Decían
que no cabía la duda, ninguna duda, y la dejaron, desgraciadamente,
fuera; como nadie la quería, se quedó como la tía Hortensia soltera de
por vida.
Le
inculcaron desde pequeño que el trabajo era lo que daba sentido a la
vida, pero él no le encontró ningún sentido a la suya hasta que dejó de
trabajar.
Tetralema:
¿Cuándo muere el moribundo que se está muriendo, cuando ya está muerto o
cuando todavía vive? ¿En ambos casos? ¿En ninguno de ellos? Sin
respuesta.
El
futuro es un dios sanguinario que, resarciéndonos de nuestras miserias
actuales o condenándonos al fuego eterno, exige nuestra inmolación en
sus altares.
Nos
han expropiado de nuestro tiempo, por lo que no tenemos tiempo libre,
y, a cambio, llevamos un reloj incorporado a fin de cronometrar nuestra
esclavitud.
Un
emprendedor es un optimista temerario, generalmente sin escrúpulos, que
cree que puede triunfar allí donde antes que él han otros
estrepitosamente fracasado.
Federico
García Lorca cantó los pechos cercenados y ahumados de santa Olalla y
los sirvió en un romance como al cónsul de Roma se los sirvieron en
bandeja.
No
entendía el príncipe Augusto, acérrimo defensor de la familia, que
hubiera gente que tuviese perros y monos en Roma y prefiriese criar
mascotas a bebés.
Es
tan grande la frustración desmedida que genera perder, que convertimos
cualquier pérdida que padezcamos, por mínima que sea, en una trágica
catástrofe.
La
sonrisa es un certificado estupefaciente y falso de felicidad que
exhiben los hipócritas para mentir al mundo engañándose
a sí mismos más que a los demás.
a sí mismos más que a los demás.
El consejero de educación, dicen, apuesta por el deporte y la actividad física como “herramientas privilegiadas” para la educación en valores... cotizables.
La gente tiene miedo de lo que podría pasar, lo peor; no ve que lo peor por venir que podría pasar está pasando ya delante, como se suele decir, de sus narices.
La medicina del alma o de la moderna mente trata la "enfermedad mental" que ella misma inventa recluyendo al paciente en el psiquiátrico o antiguo manicomio.
¿No es extraño y paradójico, además de sarcástico, que casi todo el mundo acepte renunciar a vivir, a seguir viviendo como venía haciendo, por miedo de morir?
Loco
o enfermo mental, concepto impreciso y vario, es el que no se acomoda a
la mentira del mundo y que lo ha perdido todo -Chesterton dixit- salvo la razón.
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